La imperdonable soledad de
Julian Assange
Por Atilio A Boron
Rebelión
01/01/2022
Fuentes: Página/12
Julian Assange
está enterrado por la “Justicia” inglesa en una cárcel de máxima seguridad. Lo
de enterrado no es una tramposa apelación a una palabra que nos estremece sino
un sobria descripción de la celda en la cual -de a poco, hora tras hora- el
fundador de WikiLeaks va cumpliendo la sentencia de muerte que la tienen
reservada.
¿La razón?
Haber filtrado a la prensa cientos de miles de documentos probatorios de la
infinidad de asesinatos, torturas, bombardeos y atrocidades que Washington
perpetró en Irak, Afganistán y en otros países, cosa que ocultaba con sumo
cuidado. Ese fue el crimen de Assange: informar, decir la verdad. Y
tal cosa constituye una afrenta imperdonable para el imperio que persiguió al periodista
por años.
La valentía del
presidente Rafael Correa (ya manifestada cuando expulsó a las
tropas de Estados Unidos de la base de Manta) lo puso a salvo de esa amenaza
concediéndole no sólo asilo en la embajada del Ecuador en
Londres sino la ciudadanía ecuatoriana. La nauseabunda discapacidad
moral de su corrupto sucesor, Lenín Moreno, privó a Assange de ambas cosas y lo
entregó inerme a las autoridades británicas; es decir, a manos de
uno de los más despreciables lugartenientes de la Casa Blanca. Y ahí sigue,
esperando lo que parece un final ineludible: su extradición a Estados
Unidos. Allí el periodista será exhibido como un trofeo, torturado
psicológica y físicamente hasta lo indecible y luego, con maldita astucia,
condenado a una dura sentencia, aunque menor a los 175 años pedidos por el
fiscal y enviado a una cárcel, en donde poco después morirá descosido a
puñaladas en una bien orquestada “riña de reclusos.” En un infinito alarde de
hipocresía Washington se apresurará a declarar su pesar por tan lamentable
desenlace y el presidente enviará condolencias a sus deudos. Moraleja que el
imperio desea grabar a fuego sobre una piedra: ”quien revele nuestros secretos
lo pagará con su vida.”
Hablábamos de
la soledad de Assange en estos días finales del aciago 2021 y la calificábamos
de imperdonable. ¿Por qué? Porque el calvario que ha martirizado al australiano
no ha provocado, salvo en Londres, masivas manifestaciones de solidaridad y
apoyo a su causa. Sorprende y preocupa que ésta no haya sido asumida como
propia por la izquierda y los movimientos populares que sí libraron grandes
batallas a finales del siglo pasado y comienzos de éste en contra del Acuerdo
Multilateral de Inversiones –abortado, ni bien sus leoninas cláusulas secretas
fueron reveladas por hackers canadienses- o contra el neoliberalismo, el ALCA,
y los tratados de libre comercio hoy no se movilizan para exigir la inmediata
liberación de Assange. Creo que esta desgraciada situación obedece a varios
factores: primero, el debilitamiento y/o desorganización de las fuerzas
sociales que libraron aquellas grandes batallas, producto del permanente ataque
sufrido a manos de los gobiernos neoliberales; segundo, por la suicida
exclusividad que en la construcción de la agenda de los movimientos contestatarios
tienen los temas económicos, siendo que éstos no pueden ser el único asunto que
convoque a su militancia. La lucha anticapitalista y antiimperialista tiene
varias facetas, y la batalla por la información y la publicidad de los actos
del gobierno es una de ellas. Y en ella Assange es nuestro héroe, que resiste
en soledad. A lo anterior hay que agregar un tercer factor: el nefasto
papel de la “prensa libre”, es decir, la antidemocrática concentración de
poderes mediáticos que jamás asumió no digamos la defensa de un periodista de
verdad como Assange sino que se esmeró en ocultar la información sobre el caso.
La “canalla mediática”, que nada tiene que ver con el noble oficio del
periodismo, se alineó voluntariamente para ocultar los crímenes denunciados
por Assange y justificar su encarcelamiento. Es decir, se hizo cómplice de sus
verdugos.
Ojalá que la
izquierda y los movimientos populares reaccionen a tiempo y abandonen su abulia
en este tema. Mucho puede aún hacerse para salvar la vida de Assange: desde un
tuitazo mundial apoyando su causa hasta fomentar una masiva cibermilitancia en
las redes sociales y organizar multitudinarias manifestaciones callejeras en
las principales ciudades del mundo reclamando su libertad y presionando a los
gobiernos para que se solidaricen con el periodista amordazado.. Todavía se
está a tiempo. Las grandes organizaciones populares no pueden ni deben ser
cómplices de su martirio. ¡No le suelten la mano a Assange, no lo dejen solo!
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/392590-la-imperdonable-soledad-de-julian-assange
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