sábado, 9 de noviembre de 2019

¿POR QUÉ ESTUDIAR LA REVOLUCIÓN RUSA? (1/4)


¿Por qué estudiar la Revolución Rusa?

1/4


por David North º
20 marzo 2017
World Socialist Wed Site
Wsws.org

Publicada por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI)

Esta es la primera de cinco conferencias que está presentando el Comité Internacional de la Cuarta Internacional para conmemorar el centenario de la Revolución Rusa de 1917. El título de esta conferencia es “¿Por qué estudiar la Revolución Rusa?”. Voy a sacrificar el elemento de suspenso respondiendo a esta pregunta al inicio y no en la conclusión.

Diez razones por las que debe estudiarse la Revolución Rusa

Primera razón: La Revolución Rusa fue el acontecimiento político más importante, consecuente y progresista del siglo XX. A pesar del trágico destino de la Unión Soviética — destruida a raíz de las traiciones y los crímenes de la burocracia estalinista — ningún otro acontecimiento del siglo pasado tuvo un impacto tan profundo en la vida de cientos de millones de personas en cada rincón del planeta.

Segunda razón: La Revolución Rusa, la cual culminó con la conquista del poder por el Partido Bolchevique en octubre de 1917, marcó una nueva etapa en la historia mundial. El derrocamiento del Gobierno Provisional burgués demostró que una alternativa al capitalismo no era ningún sueño utópico, sino una posibilidad real que pudo alcanzar la clase obrera mediante una lucha política consciente.

Tercera razón: La Revolución de Octubre justificó, en la práctica, la concepción materialista de la historia formulada por Marx y Engels en el Manifiesto Comunista. El establecimiento del poder de los Sóviets bajo la dirección del Partido Bolchevique verificó un elemento esencial de la teoría histórica de Marx: “que la lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado ...”.[1]

Cuarta razón: El desarrollo objetivo de la Revolución Rusa reivindicó la perspectiva estratégica elaborada por León Trotsky entre 1906 y 1907, conocida como la teoría de la revolución permanente. Trotsky pudo prever que la revolución democrática en Rusia — que implicaría el destronamiento de la autocracia zarista, la destrucción de todos los vestigios semifeudales de las relaciones económicas y políticas y la eliminación de toda opresión nacional — sólo podía lograrse con la conquista del poder estatal por parte de la clase trabajadora. La revolución democrática que protagonizaría la clase obrera en oposición a la clase capitalista se convertiría rápidamente en una revolución socialista.

Quinta razón: La toma del poder por el Partido Bolchevique en octubre de 1917 y el establecimiento del primer Estado obrero inspiraron un gran salto en la conciencia de clase y política de las masas trabajadoras y oprimidas en todo el mundo. La Revolución Rusa marcó el comienzo del fin del antiguo sistema de gobierno colonial establecido por el imperialismo a finales del siglo XIX y principios del XX. Esta radicalizó a la clase obrera internacional y puso en marcha un movimiento revolucionario de las masas oprimidas. Los mayores logros sociales conseguidos por la clase obrera internacional, incluyendo la formación de sindicatos industriales en Estados Unidos en la década de 1930, la derrota de la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, la implementación de las políticas de bienestar social en la era posterior a la Segunda Guerra Mundial y el proceso de descolonización, fueron todos subproductos de la Revolución Rusa.

Sexta razón: En su lucha contra la guerra imperialista, el Partido Bolchevique demostró en la teoría y la práctica que el internacionalismo socialista es el fundamento estratégico esencial de la lucha revolucionaria por el poder. Al emanar de las contradicciones globales del sistema capitalista, el futuro de la Revolución Rusa dependió del desarrollo de la revolución socialista mundial. Como explicaría Trotsky:

El triunfo de la revolución socialista es inconcebible dentro de las fronteras nacionales de un país. Una de las causas fundamentales de la crisis de la sociedad burguesa consiste en que las fuerzas productivas creadas por ella no pueden conciliarse ya con los límites del Estado nacional. De aquí se originan las guerras imperialistas, de una parte, y la utopía burguesa de los Estados Unidos de Europa, de otra. La revolución socialista empieza en la palestra nacional, se desarrolla en la internacional y llega a su término y remate en la mundial. Por lo tanto, la revolución socialista se convierte en permanente en un sentido nuevo y más amplio de la palabra: en el sentido de que sólo se consuma con la victoria definitiva de la nueva sociedad en todo el planeta.[2]

Es difícil creer que estas palabras fueron escritas hace 88 años. En medio de un recrudecimiento de las tensiones geopolíticas y del caos que envuelve a la Unión Europea, es concebible pensar que las referencias de Trotsky a “guerras imperialistas” y a la “utopía de los Estados Unidos de Europa” fueron publicadas en la edición de hoy de Le Monde o el Financial Times. La relevancia y frescura de la observación de Trotsky pone de manifiesto que los problemas históricos con los que lidió en las primeras décadas del siglo XX aún no han sido resueltos en las primeras décadas del siglo XXI.

Sétima razón: La Revolución Rusa exige ser estudiada de forma seria al ser un episodio crítico en el desarrollo del pensamiento social científico. El logro histórico de los bolcheviques en 1917 demostró y actualizó la relación esencial que existe entre la filosofía del materialismo científico y la práctica revolucionaria.

La evolución del Partido Bolchevique reivindicó esta afirmación central de Lenin en ¿Qué hacer?: “Sin una teoría revolucionaria no puede haber un movimiento revolucionario”.[3] Como insistió Lenin de forma inagotable, el marxismo es la forma más desarrollada del materialismo filosófico, al reelaborar críticamente y asimilar los auténticos logros del idealismo alemán clásico, principalmente el de Hegel — su lógica dialéctica y reconocimiento del papel activo que desempeña la práctica social, la cual evoluciona históricamente, en la cognición de la realidad objetiva.

La inquebrantable defensa de Lenin del materialismo filosófico y de la concepción materialista de la historia, la cual quedó registrada en sus obras publicadas a lo largo de casi treinta años (de 1895 a 1922), reflejó su profunda convicción intelectual de que, “La tarea más elevada de la humanidad es comprender esta lógica objetiva de la evolución económica (la evolución de la vida social) en sus rasgos generales y fundamentales, de modo que sea posible adaptar a ella la conciencia social y la conciencia de las clases avanzadas de todos los países capitalistas de la forma más definida, clara y crítica que sea posible”.[4] La conquista del poder por parte de la clase obrera en octubre de 1917 fue un punto álgido en la historia, aún sin igual en la adaptación de la conciencia de la humanidad, expresada en la acción política de la clase obrera, a la “lógica objetiva de la evolución económica”.

Octava razón: El desarrollo del bolchevismo como tendencia política, junto con el papel excepcional que desempeñó en los turbulentos acontecimientos de 1917, reivindicó el significado esencial de la lucha de los marxistas contra el oportunismo y su hermano político, el centrismo. Las luchas de Lenin contra el oportunismo político de los mencheviques en Rusia y contra la traición de la Segunda Internacional al internacionalismo socialista después del estallido de la guerra imperialista de 1914 forjaron la identidad política del partido que estuvo a la cabeza de la lucha por el poder en 1917.

Empleando el concepto materialista de la historia, Lenin trató de descubrir los intereses sociales y económicos que se veían reflejados en las distintas tendencias políticas. Con base en esto, Lenin identificó el oportunismo, especialmente el de la Segunda Internacional, como la expresión de los intereses materiales de un estrato privilegiado de la clase obrera y de sectores de la clase media aliados al imperialismo.

Novena razón: Los bolcheviques le dieron a la clase obrera un ejemplo invaluable de lo que es un partido revolucionario auténtico y del papel insustituible de tal partido en la victoria de la revolución socialista. Un estudio cuidadoso del proceso revolucionario en 1917 no deja ninguna duda de que la presencia del Partido Bolchevique, con Lenin y Trotsky como sus líderes, fue decisiva para asegurar el triunfo de la revolución socialista. El movimiento obrero ruso, apoyado por un levantamiento revolucionario del campesinado, asumió dimensiones gigantescas en 1917. No obstante, ninguna lectura realista de los acontecimientos de ese año permite concluir que la clase obrera habría llegado al poder sin el liderazgo proporcionado por el Partido Bolchevique. Trazando la lección esencial de toda esta experiencia, Trotsky insistiría más tarde: “El papel y la responsabilidad de la dirección [de la clase obrera] en una época revolucionaria es colosal”.[5] Esta conclusión sigue siendo tan válida en la situación histórica actual como en 1917.

Décima razón: El curso que tomaron los acontecimientos entre febrero/marzo y octubre/noviembre de 1917 no es meramente de interés histórico. La experiencia de esos meses cruciales permite hoy un conocimiento inestimable y duradero de los problemas estratégicos y tácticos que tendrá que enfrentar la clase obrera en un inevitable y próximo auge revolucionario. Como escribió Trotsky en 1924, “en cuanto a las leyes y métodos de la revolución proletaria, no existe hasta el presente una fuente más importante y más profunda que nuestra experiencia de Octubre”.[6]

Los crímenes del estalinismo — un producto burocrático, nacionalista, reaccionario y antimarxista en oposición al programa y los principios del bolchevismo — no le restan ningún valor ni a la Revolución de Octubre ni a sus concretos logros, incluyendo aquellos realizados por el mismo Estado soviético a través de sus 74 años de existencia. En este nuevo período de crisis global del sistema capitalista, un estudio renovado de la Revolución Rusa y una asimilación de sus lecciones son un requisito ineludible para poder encontrar una salida del estancamiento social, económico y político en el que vivimos.

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