sábado, 21 de julio de 2018

TEORÍA MARXISTA DEL DESARROLLO DESIGUAL



Debate
Dependencia y teoría del valor
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Claudio Katz
Vientosur
13.07.2018

Incompatibilidades forzadas

Los intérpretes de la renta internacional cierran los ojos ante la evidente familiaridad de sus descripciones con el enfoque descalificado. Ambas tesis resaltan la centralidad de los desplazamientos mundiales de plusvalía y describen cómo esos movimientos obstruyen el desarrollo de las fuerzas productivas. Es cierto que el dependentismo ignoró la renta en los años 70, pero ninguna teoría debutó sin lagunas. Lo importante es registrar si esa carencia desmiente a Marini o si es coincidente con su concepción.

La compatibilidad entre ambos enfoques ha sido expuesta en una reciente comparación (Lastra, 2018). Ese análisis destaca la relevancia asignada por las dos teorías a las transferencias de valor. El primer enfoque estudia los movimientos de la plusvalía y el segundo los desplazamientos de la renta. Otros estudiosos de la obra de Marini han incorporado también variantes de la renta a su concepción (Carrizalez; Sauer, 2017).

La forzada contraposición (Iñigo Carrera, 2017: xi-xviii) cuestiona en cambio a los autores (Laclau, 1973), que esbozaron miradas dependentistas de la renta internacional. Estos últimos planteos apuntalaron la síntesis marxista posterior entre el endogenismo marxista y la teoría de la dependencia.

En lugar de profundizar esa confluencia se postula una oposición, que divorcia la renta de otras obstrucciones semejantes al desenvolvimiento latinoamericano. Se ignora que las modalidades de esa sofocación son secundarias, frente al trasfondo del problema que es el subdesarrollo. La teoría de la renta internacional por sí misma aporta tan poco, como la simple descripción de un ciclo dependiente o de una corriente de pagos financieros.

El interés de esos procesos radica en su esclarecimiento del atraso regional. Si no generan en Argentina, Colombia o Bolivia un efecto diferente a Suiza, Estados Unidos o Japón deben ser observados como simples rasgos de la economía. Si por el contrario potencian la perpetuación de las distancias con los países avanzados, corresponde integrarlos a alguna teoría de la dependencia.

La negativa a registrar esa convergencia conduce a una mirada ambigua sobre el efecto final de la renta. Se remarca que obstaculiza la acumulación sostenida de capital, pero se rechaza su incidencia sobre el subdesarrollo. Se describe cómo ingresa y sale del país, pero se objeta la existencia de una sangría estructural de divisas. Este tipo de indefiniciones ha sido señalada por varios autores (Anino; Mercatante, 2009). Es una consecuencia de absolutizar la renta en desmedro de otros procesos, que tienen los mismos efectos sobre la regresión estructural de la economía argentina.

Si sólo se mira el movimiento de la renta, el árbol tapa al bosque y la excepción oscurece el resultado final. Se olvida que en la propia tesis de la renta internacional, la absorción inicial de valor por parte de los exportadores primarios queda neutralizada por la dinámica posterior del capitalismo dependiente. Marini desconoció la renta, pero sus críticos la desconectan de las contradicciones esclarecidas por el pensador brasileño. Por eso divorcian el concepto de las desigualdades entre el centro y la periferia.

La consecuencia de ese razonamiento es un posicionamiento político antidependentista. Los intérpretes de la renta internacional impugnan cualquier confluencia del antiimperialismo con el socialismo. Esta mirada propicia abordajes analíticos centrados en la “unidad mundial del capitalismo”, que son contrapuestos a todas las variantes del nacionalismo (Kornblihtt, 2017). Ese enfoque sólo reivindica afinidades con el internacionalismo proletario (Iñigo Carrera, 2008: 27). Esa actitud desconoce todos los antecedentes de confluencia de ambas tradiciones en la historia latinoamericana.

Pero en cualquier interpretación es evidente que esas controversias sólo pueden procesarse a través de la acción política. Por eso los teóricos marxistas de la dependencia conectaron desde muy temprano su concepción con la estrategia socialista de la revolución cubana. Sus críticos prefieren optar por razonamientos abstractos, reflexiones puramente económicas y evaluaciones filosóficas ancladas en el lenguaje dialéctico. Con esa lejanía de la lucha de clases resulta imposible comprender y actuar en la realidad latinoamericana.

El contraste con Venezuela

Los estudios de la renta petrolera (o minera) son actualmente muy gravitantes. Es probable que resulten más decisivos para la actualización de la teoría de la dependencia que los centrados en la esfera agrícola. Ambas indagaciones difieren en varios planos.

La renta petrolera opera con un caudal de reservas limitadas y fechas estimadas de agotamiento. Se nutre de un tipo de extracción de gran incidencia para el funcionamiento del capitalismo. Incluye, además, barreras de ingreso y costos de explotación muy superiores a los imperantes en el agro. En el universo de la energía el elemento diferencial está determinado por la calidad, la proximidad y las condiciones de explotación de cada yacimiento.

La presencia dominante del estado es también muy superior. La propiedad privada ya no obstruye la inversión como ocurría en el agro. La renta absoluta -que percibían de los latifundistas por su monopolio territorial- carece de incidencia en la extracción de combustible.

En todos los países latinoamericanos el petróleo quedó bajo la gestión integral del estado. En el relevante caso de Venezuela, la renta que a principio del siglo XX disputaban las compañías extranjeras y los terratenientes fue paulatinamente estatizada, mediante acciones impositivas. La nacionalización de 1976 reforzó esa tendencia, que incluyó la creación de una empresa estatal (PDVSA) en todos los eslabones de la actividad (Mommer, 1999).

La estimación de la renta petrolera tampoco afronta las dificultades de su par agrario. Los contratos estadounidenses -adoptados como referencia de las transacciones mundiales- discriminan ese concepto de los impuestos y los beneficios. Esa codificación facilitó el cálculo del excedente, cuando las compañías dominantes (“siete hermanas”) perdieron el control del mercado. Allí comenzó la disputa por la renta entre el cartel productor (OPEP), su adversario importador (AIEA) y las firmas intermediarias.

Al igual que sus colegas argentinos, los marxistas venezolanos disintieron en la conceptualización de ese excedente. Quienes lo caracterizaron como una renta internacional, describieron la magnitud de las divisas ingresadas y su canalización posterior hacia el pago de las importaciones. Señalaron que el intercambio favorable inicial quedó totalmente neutralizado, en un país carente de producciones propias significativas (Mommer, 1998: 305-310).

La dilapidación de divisas consolidó en Venezuela un modelo de capitalismo rentista más vulnerable que el modelo argentino. El consumismo improductivo y la ineficiencia de la gestión pública han obstruido la gestación de la endeble industria que emergió en el Cono Sur.

Pero a diferencia de Argentina, este análisis de la renta internacional no fue contrapuesto por el dependentismo. Al contrario, se concibió al capitalismo rentista como una variante del capitalismo dependiente (Trompíz, 2013). Con esos fundamentos se analizó el endeudamiento y las crisis periódicas (Mora Contrera, 1987).

Esta mirada combinada de renta internacional y dependentismo tuvo su traducción en el plano político. Permitió constituir una vertiente de confluencia con el chavismo, para apuntalar el empalme del antiimperialismo con el socialismo. Ese desemboque contrasta con lo ocurrido en Argentina y demuestra las ramificaciones factibles de una matriz dependentista.

Miradas totalizadoras

Marini postuló una interpretación integral de las causas del subdesarrollo, enriqueciendo la tradición forjada por varios pensadores anticapitalistas. Absorbió además ideas innovadoras de otras corrientes. Se distanció de las tesis convencionales que involucionaron adoptando planteos liberales y mantuvo controversias con vertientes afines, que se zanjaron en una confluencia.

Esa trayectoria indica un camino para la renovación de las tesis dependentistas. La renovación exige comprender la nueva etapa neoliberal del capitalismo mundializado, modificando conceptos insuficientes e incorporando tesis faltantes.

La teoría del valor es el principio ordenador de ese replanteo. Explica cómo la globalización productiva asentada en la explotación de los trabajadores, remodela las fracturas entre el centro y la periferia mediante transferencias de plusvalía. La omisión de este mecanismo impide a los críticos del dependentismo comprender la lógica del subdesarrollo.

Reintegrar la teoría del valor a la explicación de la dependencia es también vital, para desentrañar el esqueleto oculto del capitalismo actual. No hay una mano invisible que guía a los mercados, ni tampoco una sabia institución estatal que timonea la economía. El cimiento del sistema es una competencia por beneficios surgidos de la explotación, que multiplica el lucro de las minorías y el sufrimiento de las mayorías. La misma indignación y rebeldía que en el pasado impulsó el estudio del subdesarrollo orienta su investigación actual.

28-5-2018

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