miércoles, 12 de agosto de 2015

GRECIA. DEPENDER DE LIDERES, MALA COSA


Entrevista a Stathis Kouvelakis, miembro del Comité Central de Syriza

El Referendum y la desintegración de Syriza

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Rebelión
Jacobin
11.08.2015


El acuerdo reciente entre el gobierno de Syriza y las instituciones acreedoras de la Troika sorprendió a mucha gente de izquierda que ha seguido los acontecimientos en Grecia. El acuerdo parece indicar el final de un ciclo político. En la siguiente entrevista, publicada en inglés a comienzos de agosto, Sebastián Budgen, editor de la revista norteamericana Jacobin, conversa con Stathis Kouvelakis, miembro de la Plataforma de Izquierda y del comité central de Syriza sobre los acontecimiento más recientes en Grecia y las expectativas confirmadas o desmentidas y los próximos pasos del ala radical del partido. Kouvelakis reflexiona sobre la estrategia de la Plataforma de Izquierda, sobre si las cosas se podrían haber hecho de otra manera y sobre las perspectivas de ruptura de Syriza y recomposición general de la izquierda.
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¿Cuáles fueron las causas del referéndum de julio? Muchos lo vieron como si surgiera de la nada, como un comodín que el primer ministro griego Alexis Tsipras se sacó de la manga. Pero también hay dudas sobre sus motivaciones, incluso se especula que Tsipras pensó que iba a perder. 

Creo que el referéndum fue claramente un intento de salir de la trampa en la que el gobierno estaba cayendo a través del proceso de negociación. En realidad era bastante obvio que durante la espiral descendente de concesiones, el gobierno y Tsipras se dieron cuenta de que lo que proponían no iba a ser suficiente para la Troika. Hacia la última semana de junio se veía claro que el acuerdo que estaba tomando forma no pasaría la prueba interna dentro de Syriza y no pasaría tampoco la prueba de la opinión pública. Los mensajes que llegaban a la dirección y a Tsipras mismo desde el interior del partido, desde mucho más allá de las filas de la Plataforma de Izquierda, indicaban que lo que se estaba conformando no era aceptable. Los últimos días de esa semana hubo también un cambio significativo de la opinión pública. La gente decía que estaban hartos de estas negociaciones interminables. Se entendía que la Troika estaba tratando de humillar al gobierno griego. Tsipras, que como político tiende a ser del tipo que juega y apuesta fuerte, pensó en el referéndum. La idea no era del todo nueva y había sido sugerida antes por otros, incluyendo Yanis Varoufakis, no como ruptura con el proceso de negociación, sino como un movimiento táctico que podría fortalecer la postura negociadora. Estoy seguro acerca de esto que digo porque conozco informes detallados de la reunión clave del gobierno la noche del 26 de junio, cuando se anunció el referéndum.

Aquí hay que decir dos cosas. La primera es que Tsipras y la mayoría de las personas cercanas a él pensaban que el referéndum iba a ser un paseo. Y eso era lo que parecía antes del cierre de los bancos. La sensación general era que el referéndum se ganaría abrumadoramente, con más del 70 por ciento. Esa expectativa era bastante realista, sin el cierre de los bancos el referéndum se habría ganado con facilidad, pero la significación política del No habría sido distinta, ya que no habría existido la atmósfera de confrontación y dramatismo creada por el cierre de los bancos y la reacción de los europeos.

Lo que sucedió en esa reunión de gobierno fue que varias personas, el ala derecha del gobierno, liderada por el Viceprimer ministro Yanis Dragasakis, no estuvo de acuerdo con la convocatoria del referéndum. Dragasakis es en realidad la persona que ha estado supervisando todo el proceso de negociación del lado griego. Todos en el equipo de negociación con la excepción del nuevo ministro de Finanzas, Euclides Tsakalotos, son del grupo de Dragasakis y él era el ministro más destacado que quería deshacerse de Varoufakis. Ese ala derecha del gobierno pensó que el referéndum era una propuesta de alto riesgo. A diferencia de Tsipras, que no era consciente de lo que se planteaba, el ala derecha se daba cuenta de que se trataba de una decisión muy polémica que daría lugar a una dura reacción de la parte europea. Lo cual se confirmó luego. También estaban asustados de la dinámica de base que pondría en marcha esa iniciativa. Desde otro sector, el líder y ministro de energía y reconstrucción productiva y miembro de la Plataforma de Izquierda, Panagiotis Lafazanis, dijo que el referéndum fue la decisión correcta, aunque tardía, pero también advirtió que equivalía a una declaración de guerra, que la otra parte cortaría la liquidez y que en cuestión de días los bancos estarían cerrados. La mayoría de los presentes pensó que eso era un chiste.

Creo que esa ignorancia, esa falta de realismo sobre lo que iba a suceder, es absolutamente clave para entender la lógica de cómo ha actuado el gobierno hasta ahora. Simplemente no podían creer que los europeos reaccionarían de la manera que realmente reaccionaron. En cierto modo, como ya he dicho, el ala derecha de Syriza era mucho más lúcida.

Esto explica también lo que sucedió a nivel gubernamental durante la semana del referéndum. Tsipras estaba bajo una enorme presión de Dragasakis y otros para que se suspendiera el referéndum. No lo hizo, por supuesto, pero dejó claro que sus próximos movimientos serían los que la derecha quería, y que la medida no era una ruptura con la línea que se había seguido hasta ese momento, sino una especie de movimiento táctico dentro de ese marco. 

¿Y ese fue el significado del retroceso aparente del miércoles antes de la votación?

Exactamente. Ese miércoles algunas personas incluso hablaron de un golpe interno, y en Atenas circulaban rumores de que Tsipras iba a suspender el referéndum. Durante su discurso confirmó que el referéndum se haría, pero también dejó claro que el referéndum estaba pensado como herramienta para conseguir un mejor acuerdo y que no era el final de la negociación, sino sólo la continuación bajo condiciones supuestamente mejores. Y se mantuvo fiel a esa línea durante toda esa semana. 

Una cosa que yo no entiendo sobre el proceso, incluso desde el punto de vista de las relaciones públicas, es que Tsipras convocó un referéndum sobre una serie de propuestas que pidió rechazar y aún en el período previo al referéndum hizo gestos hacia las instituciones acreedoras que parecían proponer medidas aún peores que las que él estaba llamando al pueblo a rechazar. La impresión era de incompetencia y caos.

He tratado de explicar las intenciones de Tsipras para responder a la pregunta sobre si él pensaba que iba a perder el referéndum, y para aclarar el significado que el referéndum tenía para él. Pero lo que está absolutamente claro es que el referéndum desató fuerzas que iban mucho más allá de las intenciones de Tsipras y del gobierno, que fueron claramente superados por el impulso desencadenado por el referéndum. Entonces hicieron todo lo posible para poner otra vez al genio en la botella. La forma en que Tsipras hizo frente a la presión de Dragasakis —por eso ese miércoles es tan importante— fue aceptar su línea y enviar esa carta infame al Eurogrupo y antes de esa carta, otra solicitando un nuevo préstamo. Eso abrió camino para lo que iba a venir la semana después del referéndum.

Pero, por otro lado, para justificar que no podía suspender el referéndum sin quedar totalmente en ridículo, tenía que dar alguna justificación de su iniciativa. Y así habla de luchar contra las medidas de austeridad incluidas en el paquete Juncker, sobre el chantaje de la Troika y el ultimátum al que había sido sometido. Y, por supuesto, la dinámica que se desarrolla desde abajo en ese momento le toma la palabra y sigue librando la batalla contra la Troika. Este es un buen ejemplo de una iniciativa que partió de arriba, como resultado de contradicciones internas, pero que terminó liberando fuerzas que iban mucho más allá de las intenciones de un líder. Me parece que esto es muy importante, porque también hay que entender que una de las mayores dificultades que Tsipras enfrenta ahora, después de la rendición del acuerdo de ayer, es la legitimidad política muy dudosa de esa iniciativa después del referéndum.

Es una completa ilusión pretender que el referéndum no tuvo lugar. El referéndum se celebró y hoy está claro tanto para la opinión pública internacional como para la sociedad griega que Tsipras está traicionando el mandato popular. 

Entonces, en este gran debate, ¿es Tsipras una especie de genio maquiavélico supertáctico o más bien es un jugador que apuesta fuerte y se ve superado por los acontecimientos?

Bueno, yo creo definitivamente lo segundo, siempre que aclaremos lo siguiente: en realidad Tsipras y la dirección han estado siguiendo muy coherentemente la misma línea desde el principio. Pensaban que mediante la combinación de un enfoque "realista" en las negociaciones y una cierta firmeza retórica, obtendrían concesiones de los europeos. Pero cada vez se veían más atrapados en esa línea, y cuando se dieron cuenta de que estaban totalmente en una trampa, no tenían ninguna otra estrategia. Se negaron sistemáticamente a pensar cualquier otra estrategia, y también hicieron que fuera prácticamente imposible aplicar otro enfoque cuando todavía había tiempo.

En la entrevista de hace un par de días en la revista New Statesman, Varoufakis dice que un pequeño equipo de personas a su alrededor trabajó durante la semana previa al referéndum sobre un plan alternativo que incluía el control estatal de los bancos, la emisión de pagarés y desconexión del banco central de Grecia del Banco Central Europeo en Frankfurt, en lo que sería una especie de salida gradual. Pero eso fue claramente demasiado tarde y fue rechazada por casi todo el resto del equipo económico del gobierno, lo que en esencia significa Dragasakis. Y Tsipras, por supuesto, validó esa decisión.

Así que hay que insistir en la continuidad de la línea de Tsipras. Esa es también la razón por la que creo que la palabra "traición" no es apropiada si queremos entender lo que está sucediendo. Por supuesto, objetivamente podemos decir que ha habido una traición al mandato popular, que la gente muy legítimamente siente que han sido traicionados. Sin embargo, la noción de traición por lo general significa que en algún momento se toma una decisión con consciencia de incumplir los propios compromisos. Lo que creo que en realidad sucedió fue que Tsipras creía honestamente que él podría conseguir un resultado positivo con la presentación de un enfoque centrado en las negociaciones y mostrar buena voluntad, y esto explica también por qué dijo muchas veces que no tenía ningún plan alternativo. Pensaba que apareciendo como un “europeo leal”, sin ninguna "agenda oculta", podría obtener algún tipo compensación. Por otro lado mostró durante algunos meses una capacidad de resistir a la presión creciente e hizo algunos movimientos impredecibles como el referéndum o el viaje a Moscú. Creía que estaba aplicando las medidas adecuadas para resolver el problema. Y lo que pasa es que al seguir persistentemente en esa línea se llega a una situación en la que quedan solamente malas opciones. 


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