jueves, 12 de marzo de 2015

PARA UN ANÁLISIS DEL CAPITALISMO


50 años de guerras imperiales: resultados y perspectivas

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09.03,2015

Traducido del inglés para Rebelión por Sara Plaza

El imperialismo contemporáneo: perspectivas presentes y futuras

Para entender el futuro del imperialismo estadounidense es importante resumir y evaluar la experiencia y las políticas del último cuarto de siglo.

Entre 1990 y 2015 observamos un declive económico, político e incluso militar en la construcción del imperio estadounidense en la mayoría de regiones del mundo, aunque el proceso no es lineal y probablemente tampoco irreversible.

A pesar de que en Washington se ha hablado mucho de la necesidad de reconfigurar las prioridades imperiales para tener en cuenta los intereses económicos de las multinacionales, se ha conseguido muy poco... La estrategia de Obama de "bascular hacia Asia" se ha concretado en nuevos acuerdos militares con Japón, Australia y Filipinas alrededor de China, y refleja la incapacidad de diseñar acuerdos de libre comercio que excluyan a este país. Entre tanto, Estados Unidos ha reanudado la guerra y ha vuelto a entrar en Iraq y Afganistán, además de haber iniciado nuevas guerras en Siria y Ucrania. Está claro que la primacía de la facción militarista sigue siendo el factor determinante en el diseño de las políticas del estado imperial.

El motor militar imperial es aún más evidente en la intervención estadounidense en apoyo del golpe de Estado en Ucrania y la decisión subsiguiente de financiar y armar a la junta de Kiev. La ofensiva imperial en Ucrania y los planes para incorporarla a la Unión Europea y la OTAN constituyen una flagrante agresión militar: la extensión de las bases, las instalaciones y las maniobras militares estadounidenses hasta la frontera de Rusia, junto con la imposición de sanciones económicas, han perjudicado duramente el comercio y las inversiones estadounidenses en Rusia. La construcción del imperio estadounidense sigue dando prioridad a la expansión militar incluso a costa de los intereses económicos imperiales occidentales en Europa.

El bombardeo de Libia por parte de Estados Unidos y la Unión Europea arruinó el floreciente comercio y los acuerdos de inversión entre las multinacionales imperiales del petróleo y el gas y el gobierno de Gadafi... Los ataques aéreos de la OTAN destrozaron la economía, la sociedad y el orden político, convirtiendo Libia en un territorio invadido por clanes enfrentados, bandas, terroristas y la violencia armada.

Durante el último medio siglo, el liderazgo político y las estrategias del estado imperial han cambiado drásticamente. En el periodo que va de 1975 hasta 1990 las multinacionales tuvieron un papel central marcando la dirección de la política del estado imperial: aprovechando los mercados asiáticos, negociando la apertura del mercado con China, promoviendo y apoyando gobiernos neoliberales militares y civiles en América Latina, e instalando y financiando gobiernos pro-capitalistas en Rusia, Europa del Este, los Balcanes y los estados bálticos. Incluso en los casos donde el estado imperial recurrió a la intervención militar, Yugoslavia e Iraq, los bombardeos crearon oportunidades económicas favorables para las multinacionales estadounidenses. El gobierno de Bush padre favoreció los intereses petroleros de Estados Unidos mediante el programa "petróleo por comida" acordado con Sadam Husein en Iraq.

Por su parte, Clinton promovió gobiernos de libre comercio en los mini-estados resultantes de la división de la Yugoslavia socialista.

No obstante, el liderazgo y las políticas del estado imperial cambiaron radicalmente desde finales de los noventa en adelante. El estado imperial del presidente Clinton estaba formado por antiguos representantes de las multinacionales, banqueros de Wall Street y conocidos militaristas y sionistas recién ascendidos.

El resultado fue una política híbrida con la que el estado imperial promovió de manera activa las oportunidades de las multinacionales bajo los regímenes neoliberales de los países ex comunistas de Europa y de América Latina, y amplió los lazos de éstas con China y Vietnam, mientras llevaba a cabo devastadoras intervenciones militares en Somalia, Yugoslavia e Iraq.
El "equilibrio de fuerzas" dentro del estado imperialista cambió drásticamente, inclinándose a favor de la facción militarista-sionista, a partir del 11 de septiembre de 2001: el ataque terrorista de origen dudoso y las demoliciones de bandera falsa en Nueva York y Washington sirvieron para afianzar a los militaristas que estaban al mando del enorme aparato del estado imperial. Como consecuencia del 11 de septiembre la facción militarista-sionista del estado imperial subordinó los intereses de las multinacionales a su estrategia de guerras totales. Esto, a su vez, llevó a la invasión, ocupación y destrucción de la infraestructura civil de Iraq y Afganistán (en lugar de aprovecharla para la expansión de las multinacionales). El régimen colonial de Estados Unidos desmanteló el estado iraquí (en lugar de reorganizarlo en función de las necesidades de las multinacionales). El asesinato y la migración forzosa de millones de profesionales cualificados, administradores y miembros del ejército y de la policía paralizaron cualquier recuperación económica (en lugar de emplearlos al servicio del estado colonial y las multinacionales)

La enorme influencia militarista-sionista en el estado imperial introdujo importantes cambios en la política, la orientación, las prioridades y el modus operandi del imperialismo estadounidense. La ideología de la "guerra global al terror" sustituyó a la doctrina de las multinacionales a favor de la "globalización económica".

Las guerras perpetuas (los "terroristas" no estaban circunscritos a determinados lugares ni momentos) reemplazaron a las guerras limitadas y a las intervenciones para abrir mercados o instalar regímenes favorables a las políticas neoliberales que beneficiaran a las multinacionales estadounidenses.

Las guerras en Oriente Medio, el sur de Asia y el norte de África –contra países islámicos que se oponían a la expansión colonial de Israel en Palestina, Siria, el Líbano y el resto– pasaron a ocupar el centro de la actividad del estado imperial, desplazando a la estrategia para explotar las oportunidades económicas en Asia, América Latina y los países ex comunistas de Europa del Este.
La nueva concepción militarista de la construcción del imperio supuso gastos billonarios y no tuvo en cuenta ni se preocupó por las ganancias del capital privado. En cambio, bajo la hegemonía de las multinacionales, el estado imperial intervino para garantizar concesiones de petróleo, gas y minerales en América Latina y Oriente Medio, y las ganancias de las multinacionales compensaron de sobra los gastos de la conquista militar. La configuración militarista del estado imperial permitió el saqueo del Tesoro estadounidense para financiar sus ocupaciones, gastando enormes sumas en un ejército de colaboradores coloniales corruptos, en los "contratistas militares" privados, y en funcionarios militares estadounidenses responsables de adquisiciones (sic).

Anteriormente la expansión de las multinacionales en el exterior había generado beneficios para el Tesoro de Estados Unidos por el pago de impuestos directos y mediante los ingresos procedentes del comercio y la transformación de materias primas.

En la última década y media los mayores y más estables beneficios de las multinacionales se han producido en zonas y países donde la participación del estado imperial militarizado ha sido mínima: China, América Latina y Europa. Donde menos beneficios han obtenido y más han perdido las multinacionales ha sido en las regiones donde la implicación del estado imperial ha sido mayor.

Las "zonas de guerra" que se extienden desde Libia hasta Somalia, el Líbano, Siria, Iraq, Ucrania, Irán, Afganistán y Paquistán son las regiones donde las multinacionales imperiales han sufrido un mayor deterioro y abandono.

Los principales "beneficiarios" de las actuales políticas del estado imperial son los contratistas militares privados y el complejo militar-industrial-securitario estadounidense. En el exterior, los beneficiarios del estado incluyen a Israel y Arabia Saudita. Por otro lado, los gobernantes clientelistas jordanos, egipcios, iraquíes, afganos y paquistaníes han guardado decenas de miles de millones en cuentas off-shore.

Entre los beneficiarios "no estatales" se encuentran los ejércitos mercenarios por poderes. En Siria, Iraq, Libia, Somalia y Ucrania también se han visto favorecidos decenas de miles de colaboradores en las autodenominadas organizaciones "no gubernamentales".


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