jueves, 26 de febrero de 2015

UCRANIA


 NOVORRUSIA Y LA LÓGICA QUEBRADA

Anatoli Nesmiyán (El-murid)
Sociología Crítica
25.02.2015



Hay una regla empírica. La describió de un modo bastante sistémico Rachya Arzumanyán en su último libro: “Estrategia de la guerra irregular: teoría y práctica de su aplicación” (Moscú, 2015). Por resumirlo de un modo breve se podría decir que la regla suena así: si no hay Estado, las operaciones militares más eficaces son las irregulares: cuando estas arrojan resultados, se produce una reordenación gradual de la lucha armada, que desemboca en una lucha regular clásica.

Resultado de ello podemos considerar la creación de un territorio, suficiente como para que surjan estructuras de gobierno, con un instrumental mínimo de recursos. A medida que se va ampliando el territorio y la base de recursos, la guerra de guerrillas va perdiendo eficacia y la lógica conduce a una construcción estatal plena, de la que se deriva la creación de unas fuerzas armadas regulares, capaces de aplicar la política exterior del joven Estado.

El Donbass es una excepción a esa regla. Y no porque la gente de allí sea tonta. Sino porque existe un factor externo que obstaculiza el desarrollo normal de los acontecimientos. Ese factor, es evidentemente Moscú. O para ser más exactos, los tutores del levantamiento en el Donbass: Serguei Danilov en uno de los encuentros en Donetsk describió con meridiana claridad el mecanismo de dirección por parte de Moscú. Es un método desestructurado, consistente en los envíos del denominado “Voentorg”.

Strelkov tuvo oportunidad de sufrir en sus carnes dicho método, cuando su independencia condujo al hecho de que los batallones “Vostok” y “Oplot” estuviesen recibiendo un torrente de tanques y artillería, de armas ligeras y de munición, mientras que a él le llegaba una décima parte de lo que le correspondía, contando con que le estaba destinado, en el mejor de los casos, una tercera o cuarta parte del mínimo imprescindible. En tales condiciones los lamentos de Kurguinián y sus chacales sobre que el cobarde de Strelkov había entregado Slaviansk, representan tener cuando menos el mismo cinismo, que cuando ya saben ustedes quién, juraba y perjuraba que iba a defender a los niños y mujeres del este de Ucrania.

El mando desestructurado implica también la eliminación de los demasiado pertinaces, como Bednov. Las declaraciones deslavazadas de las marionetas del Kremlin, muestran bien a las claras ese tipo de dirección: mientras que ayer amenazaban con llegar a Kiev, hoy ya se muestran dispuestas a debatir con Ucrania las cuestiones de la descentralización y las modificaciones en la Constitución de Ucrania, y mañana volverán de nuevo a amenazar con llegar a las fronteras administrativas de las regiones de Donetsk y Lugansk. Los zigzagueos en la línea general en el Kremlin, se trasladan inmediatamente al Donbass, donde sus dirigentes se ven obligados a desmentirse a sí mismos, casi todos los días.

El Donbass demuestra una política paradójica, cuando por un lado no se está construyendo, de forma consciente el Estado, y a los grupos de expertos, a los que se había invitado para que diesen recomendaciones en la construcción de ese Estado, se les está poniendo de patitas en la calle, previo paso por los “sótanos”. Mientras, por otra parte, se está formando un ejército regular, que el Donbass, incluso aunque no tuviese destruido su territorio, sería incapaz de mantener. Incluso en situación de guerra. Con una retaguardia extremadamente débil, que también depende por completo de los envíos de Rusia.

No hace falta tener siete palmos de frente, para entender que en una situación así, el mando de los insurgentes es completamente dependiente, y por consiguiente absolutamente incapaz de aplicar ningún tipo de política soberana, que responda a los intereses del Donbass, convirtiéndose en un mero decorado de la política, que aplica Moscú en Ucrania. La esencia de dicha política no es difícil de entender: Moscú está atrapado entre dos fuegos. Por un lado está Crimea, a la que está obligado a defender. Por otro, los “socios” de la comunidad internacional, quienes han expuesto las condiciones para dar marcha atrás hacia al pasado “pre Crimea”, e intensifican las presiones y las sanciones, para las que, de repente estamos descubriendo, que Rusia y su gobierno comprador, no estaban en absoluto preparados.

De ahí la solución paliativa. Devolver el Donbass alzado, que tan engreído se mostró hace un año, haciendo pensar que de verdad podría liberarse de la ucranización forzosa, de regreso bajo la mano de Kiev. Pero un retorno en forma de enclave prokremliniano, que suponga una amenaza para cualesquiera planes de Kiev de recuperar Crimea. De ahí las garantías que se exigen a los gobiernos de la RPD y RPL, la exigencia sobre el estatus de la milicia, mientras que como enganche se ofrecen garantías de descentralización (de la federalización y nadie se acuerda). El sentido está claro. Estas regiones títeres servirán como amenaza de una nueva revuelta armada, en caso de un ataque de Kiev sobre Crimea, mientras que la garantía de esa revuelta, sería la “policía popular”, en la que van a transformar a la milicia.

En caso de que Kiev se niegue a aceptar esa fórmula mágica, le espera una guerra de desgaste: A Kiev les importa un bledo sus soldados, e incluso en las actuales circunstancias, está extrayendo el lado positivo de esta situación de guerra. Sin embargo menos aún le preocupa al Kremlin la milicia; si bien puede valiéndose de ella, azuzar a los soñadores peligrosos. Es una situación ahogada, de tablas: Para Kiev es imposible poder atacar Crimea, mientras haya un Donbass insumiso. La victoria en el Donbass también es imposible. La renuncia a la guerra y la victoria en el Donbass, se llevaría por delante a cualquier gobierno en Kiev, más aún si tenemos en cuenta, que los supervisores de Washington en Kiev exigen la victoria.

Moscú puede permitirse seguir durante bastante tiempo dando largas, gracias a que la situación no exige el envío de armamento moderno, y se puede limitar a dar salida a todo lo obsoleto de sus arsenales. Tampoco teme la victoria militar de Kiev, teniendo como garantía la segunda línea defensiva de la RPD y RPL, compuesta por los denominados militares “en excedencia”, cuya presencia solo es secreto para los partidarios tozudos de todo tipo de “Planes Astutos” (de Putin. N de la T). Para el resto es algo absolutamente conocido, y a todo el mundo parece convenir esa supuesta y desconocida para todos, presencia. En el momento necesario todos abrirán los ojos, y entonces calificarán a Rusia de agresor, con todas las consecuencias de ello derivadas. Cuándo llegará ese momento, es algo que depende solo del principal participante de los acontecimientos, los EEUU. Eso pone nervioso al Kremlin y por eso la paz en sus condiciones es un requisito de vital importancia, que se le ha impuesto a la dirección política de Rusia, por parte de sus ejecutores. Eso explica la participación en persona del presidente Putin y la disposición a reconocer en la práctica a Rusia como parte del conflicto (el que no lo crea, puede echar un vistazo a las firmas que figuran en los acuerdos de Minsk-1 y Minsk-2). Lo principal es el resultado, por ahora inexistente.

Aquí reside el error de Strelkov, quien considera a Vladislav Surkov una especie de “cardenal gris” y saboteador en la sombra. Eso no quita para que Surkov tenga por supuesto poder, competencias y ambiciones personales. Solo que actúa estrictamente dentro de marco fijado de la tarea clave, que le ha sido asignada, por el presidente Putin, quien hace ver que no percibe la duplicidad de Surkov.

Así pues, no hay ni puede darse el resultado que ha sido encargado. El porqué es algo que llevaría mucho explicar, pero en general el factor más importante de la imposibilidad de alcanzar ese resultado, nos devuelve al punto de partida, a la lógica fracturada. El Donbass en su configuración actual no podrá ganar una guerra regular convencional. Tampoco la puede alargar, pese a toda la ayuda de Rusia, quien no le permitirá vencer, pero tampoco puede dejar que salga derrotado. Todo ello traerá como resultado una catástrofe global y la desertización de todo el territorio del Donbass, punto este en el que la guerra dejará de tener sentido. La intensidad de los combates en el Donbass supera en mucho todos los conflictos que surgieron tras el derrumbe de la URSS, tanto en su territorio, como en cualquier otro. La cantidad colosal de víctimas y de destrucción de esta guerra confirman plenamente dicha suposición. Eso significa, que dentro de un año o año y medio, ya no habrá nada por lo que combatir, ni nadie que pueda hacerlo.

Y sin embargo el Donbass cuenta con todas las posibilidades de vencer en esta guerra si regresa a la lógica de su gestión.

Mientras no exista (por causas objetivas) un Estado normal, la milicia puede y debe pasar a una guerra irregular, privando al ejército ucraniano de su única ventaja: la superioridad numérica. En una guerra irregular los 50-70-100 mil militares ucranianos no podrían hacer frente a 10-20 mil combatientes en grupos móviles, distribuidos por todo el territorio de la margen izquierda del Dniéper, con incursiones constantes en el territorio de la otra orilla.

Una guerra así precisa de una recomposición completa de la estrategia y táctica de la conducción de los combates. Sin embargo cuentan para ello con la condición indispensable en la guerra de guerrillas: un territorio base. El Donbass es ese territorio donde los grupos móviles pueden regresar tras cumplir su tarea, un territorio donde reforzar sus filas, donde descansar, trasladar a los heridos. Una guerra así exige un nuevo enfoque hacia todas las medidas a las que estamos acostumbrados, desde el suministro de munición hasta la evacuación de los heridos. Exigirá modificar la plantilla de la milicia, la creación, no de decenas, sino de cientos de grupos tácticos de incursión. Una guerra así exigirá una estrategia distinta de acción, la defensa del territorio base y la intensificación de los combates en un territorio enemigo lo más amplio posible. Exigirá la creación de un Estado Mayor del movimiento partisano y un Estado Mayor de la defensa del Donbass, que coordinen sus acciones a través de un análogo de Gran cuartel general.

El objetivo de una guerra así sería la ampliación del territorio base a cuenta de la conquista y en lo posible retención el mayor tiempo viable de ciudades ucranianas clave de la margen izquierda. Sin embargo defenderlas como se hizo con Slaviansk, en una guerra así no hará falta. Como resultado final, esta estrategia conducirá a la derrota de Kiev, que no podrá defender el territorio del país en toda su profundidad y se verá obligado a reconocer y entablar negociaciones con los insurgentes.

Kiev no podrá combatir en una guerra como esa, carece para ello de instrumentos. Aunque en un principio la milicia no pueda lograr resultados tangibles, sabiendo cómo disgregar las unidades militares de la Junta en un territorio lo más amplio posible, podrá acabar imponiéndole su voluntad, al impedir que pueda concentrar sus fuerzas en una parcela concreta.

Será entonces cuando surja la posibilidad y el tiempo para construir las estructuras estatales de gestión en el territorio base y paulatinamente la construcción plena del ejército de Novorrusia, un territorio que en una guerra así, se irá ampliando a gran velocidad a cuenta de la entrada de nuevos recursos, materiales, militares y humanos, de los nuevos territorios, sobre los que actuarán los grupos móviles de incursión.

Este hermoso y bonancible cuadro solo exige una cosa, que la dirección de las repúblicas abandonen la subordinación al Kremlin y a su política.

¿Está preparada para algo así? Es esa una gran pregunta. La segunda tarea principal que debe resolver la dirigencia del levantamiento es una idea clara y bien formulada, comprensible para las amplias masas populares, de ese levantamiento. Una idea que reciba el respaldo de la gente. Es evidente que no atraerá a todos, pero la ausencia, si quiera un atisbo, a día de hoy de la misma, está generando dificultades en el propio Donbass. Cuanto más tiempo pasa, menos entiende la gente por qué deben morir y aguantar privaciones. Y las sospechas de traición no solo se dicen ya en alto, se dicen a gritos.

Si se cumplen esas dos tareas políticas, entonces llegará la hora de resolver las tareas estrictamente militares. En caso contrario, el Donbass seguirá desangrándose a costa de los intereses de los oligarcas. Además la nacionalidad de esos oligarcas no juega aquí papel alguno. Hoy el Kremlin apoya al oligarca Poroshenko contra el oligarca Kolomoiski, pero si se necesita, mañana Kolomoiski se convertirá en nuestro mejor amigo y socio. En esa coyuntura, los intereses de las gentes del Donbass, están ausentes, sea cual sea el desarrollo de los acontecimientos.


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