sábado, 8 de marzo de 2014

GUARDIAS CIVILES VERSUS GUARDIAS CIVILES



(O la historia no contada de la lucha por la democracia
desde las entrañas del Estado)

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Rodrigo M. Rico Ríos
Asociación Unificada de Militares Españoles (AUME)
Rebelión

Organizar el silencio
Y declararlo en  huelga...

Antonio Gamoneda


Desmemoria y estigmatización: El impacto de la Guerra Civil y su transformación durante la Dictadura.

El golpe de Estado del 18 de julio de 1936 hace saltar en astillas a todas las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Las fuerzas se dividen y porciones de éstas se inclinan por uno u otro contendiente. Las motivaciones son diferentes: la correlación de fuerzas, la presión popular, el predominio deológico de sus mandos, a afinidad religiosa, la fidelidad al Gobierno, la localidad de destino,...cualquiera de estos motivos o una combinación de varios podía hacer inclinar la balanza en un puesto, un tercio, un cuartel, una comandancia, un destacamento o una zona.

El caso de la Guardia Civil es cuanto menos llamativo. Los datos de la implicación de ésta en defensa del orden constitucional o del golpismo bailan según el historiador que los expone. En estos análisis encontraremos estudios sobre el grado de implicación cuantificando en algunos casos el número de miembros constitucionalistas o golpistas y en otros casos las unidades.

Según Alpert y basándose en otros estudios o en el Servicio Histórico Militar (Alpert, Michael, El ejército republicano en la guerra civil, Ruedo Ibérico, Barcelona, 1977, pp. 24-25.) la ruptura de la Guardia Civil una vez comenzada la guerra se expresaba así:108 comandancias republicanas y 109 comandancias franquistas (Ibídem, p.26.8 López Corral, Miguel, La Guardia Civil, La esfera de los libros, Madrid, 2009, p.369). Según López Corral a partir del 21 de julio de 1936 «la institución quedó dividida en dos zonas, con un 59 por ciento de sus efectivos en la republicana y el resto en la nacional». Y González Calleja nos aporta otras cifras: «se mantuvieron leales a la República el 70 por ciento del Cuerpo de Seguridad y Asalto, el 60 por ciento de los Carabineros y el 55 % de la Guardia Civil.70 por ciento del Cuerpo de Seguridad y Asalto, el 60 por ciento de los Carabineros  y el 55 % de la Guardia Civil.» ( González Calleja, Eduardo, «El Estado ante la violencia». En Juliá, Santos (dir.), Violencia política en la España del siglo XX, Taurus, Madrid, 2000, p.388. El autor González Calleja cita como fuente a R. Salas Larrazabal, «Génesis y actuación del ejército popular de la República», en Raymond Carr (coord.), Estudios sobre la Repúblicay la guerra civil española, Madrid, Sarpe, 1985, p.240.).Todos los autores citadossubrayan también que en algunos casos aquellas lealtades de la Guardia Civil al gobierno eran laxas y volubles.

A pesar de ello, llama la atención que un cuerpo que se había ganado sobradamente la reputación de conservador, coaccionador de movimientos contestatarios, pilar fundamental de la España caciquil y terrateniente, en una situación de altísima tensión y de deflagración como fue el golpe de julio, mantuviese al menos la mitad de sus efectivos al lado del gobierno del Frente Popular. Un hecho que no se esperaban ni los propios rebeldes, buenos conocedores de esta institución militarizada.

La lealtad de la Benemérita al gobierno legítimo fue determinante en Madrid y Barcelona para impedir la ejecución del golpe en los primeros días. Otras poblaciones donde el papel de los guardias civiles también impidió el éxito del
golpismo fueron: Valencia, Jaén, Huelva, Lérida, Jaca o Almería.

Son muchos los guardias civiles anónimos que se mantuvieron a las órdenes del régimen constitucional y que murieron durante la contienda o en la represión posterior. Es obligación recordar al General Sebastián Pozas, director de la Guardia Civil el 18 de julio de 1936, al Comandante José Rodríguez Medel destinado en Navarra y fusilado por su fidelidad democrática, al Coronel Antonio Escobar Huerta, católico y conservador, fusilado y que fue el principal artífice de la reducción de los sublevados en Barcelona o a los miembros del Comité Central de la Guardia Nacional Republicana (nombre que tomó la Guardia Civil en la zona republicana por decreto del Presidente Azaña (Decreto, Gaceta de Madrid, nº244 de 31 de agosto de 1936. Se encuentra este decreto digitalizado en la página web oficial del Boletín Oficial del Estado: www.boe.es) como el Teniente Eugenio García Gunilla,el Capitán Restituto Castilla González o el Capitán Julián VegasJiménez ( López Corral, Miguel, La Guardia Civil, La esfera de los libros, Madrid, 2009, p.375.).

Estos hechos nos demuestran que a pesar de dominar el conservadurismo entre sus mandos, la profesionalidad y su lealtad hizo un gran contrapeso en un contexto tan tenso como aquella virulenta expresión de la lucha de clases. Esa es una de las principales explicaciones de la partición de la institución en dos bloques equilibrados, algo que no estaba en los cálculos de los conspiradores.

La Guardia Civil fue diseñada y adoctrinada bajo una norma fundamental: su fidelidad y a partidismo. Esta inercia impulsada en el siglo XIX se hizo notar en el 36. Terminada la guerra, y en plena creación de un nuevo Estado, era inevitable el debate sobre las fuerzas del orden. Más aún si cabe en una situación de excepcionalidad como era la posguerra y con un gobierno dispuesto a encarcelar o aniquilar toda disidencia como era el franquista. La facción de la Guardia Civil que había combatido en el frente franquista sufrió una tenaz limpieza. Los años de contienda habían servido para una depuración continua de las propias fuerzas que combatían con los africanistas, aplicando severas sanciones en la zona nacional a aquellos miembros de la Guardia Civil de los que se desconfiaba.

Terminada la conflagración, continuaron los juicios y la dureza contra aquellas personas de dudosa lealtad al franquismo y que pertenecieron a algún cuerpo de seguridad (expulsiones, campos de concentración o fusilamientos). Franco no tenía fe alguna en la Guardia de Asalto ni en el Cuerpo de  Carabineros, y guardaba grandes recelos de la Guardia Civil. Esto se materializó en la Ley de 15 de marzo de 1940, la cual disolvió a la Guardia de Asalto e integró al Cuerpo de Carabineros en la Guardia Civil.

Paralelamente copó los mandos con cuadros exclusivamente del Ejército de Tierra, aquellos que habían combatido hacía apenas un año junto al nuevo dictador. Con esta maniobra pretendía controlar a este cuerpo y así borrar todo atisbo de desconfianza del Gobierno de la «nueva España» hacia la nueva Guardia Civil La Guardia Civil también amplió sus niveles de militarización al incorporarse un gran número de oficiales del Ejército en sus puestos de mando.(...)Se impuso la fusión de la Guardia Civil con el Cuerpo de Carabineros, y por Orden de 8 de abril de 1940 se estableció en el Instituto un Estado Mayor, compuesto por oficiales del Ejército de Tierra, que nutrían las jefaturas de la mayor parte de los servicios y unidades orgánicas (González Calleja, Eduardo, «El Estado ante la violencia». En Juliá, Santos (dir.), Violencia política en la España del siglo XX, Taurus, Madrid, 2000, p.396). Sin embargo, a pesar de las purgas y la ley transformadora, Franco seguía desconfiando de la Guardia Civil. Se sentía traicionado por el papel jugado por ésta durante el golpe, por su timorata adhesión al atentado contra la República.

Por ello Franco estuvo barajando abiertamente la posibilidad de acabar definitivamente con la Guardia Civil. Igualmente, en las alianzas que daban forma al franquismo también se abrió la división de opiniones: el alto mando militar se posicionaba en contra de la disolución del cuerpo, y el Ministro Serrano Suñer y sus aliados falangistas la apoyaban.


El atentado falangista contra los carlistas en el Santuario de Begoña en 1942, que presenció en persona el Ministro de la Guerra General Varela, haría inclinar definitivamente la balanza. El proyecto hitleriano de crear unas SS españolas a partir de la Falange (el sueño del  cuñadísimo) se evaporó y el influyente Suñer fue relevado del Ministerio de Gobernación ( Ibídem pp.392-396) La Guardia Civil seguiría en pie. La persecución de cualquier colaborador o simpatizante de la República fue durísima en los meses y años inmediatamente después de la guerra.

El número de encarcelados al final de la contienda era de 100.242 personas y en 1940 alcanzó los 280.000 (Ibídem.), y el número de muertos provocado por la «pacificación» que puso en marcha el régimen se estima en más de 100.000 (Ibídem p.397) hasta 1952. Una masiva persecución sanguinaria en la que colaboraron el Ejército, la Guardia Civil, la Policía Armada y los distintos grupos paramilitares. Pero donde la Guardia Civil tuvo un papel específico fue en el combate contra la guerrilla antifranquista, el maquis.

Esta contienda abarcaba importantes zonas de la geografía nacional (noreste, central, este, sureste y algunas zonas catalanas y aragonesas), tuvo como años de auge del 1945 al 1947 y se da por extinta para 1952. En estas funciones de carácter militar, la Benemérita extendía su largo brazo armado hacia todo aquel sospechoso de colaboración o simpatía con estos grupos insurrectos. Esto último daba pie a la arbitrariedad constante y a la generalización de la represión y del miedo.

A su faceta represora en la dictadura tenemos que añadir su protagonismo en el mundo agrario. Esta intervención centenaria de la Guardia Civil por los pueblos de España, continuó en la posguerra, apuntalando la contrarreforma agraria de Franco, atendiendo a los chivatazos y ajustes de los pobladores contra los republicanos y protegiendo a los terratenientes o sectores más influyentes de la localidad. Para la población rural, que en 1950 representaba casi el 50% de los españoles, la faz del Estado franquista venía representada por el tricornio y la capa.

Si para unos era la imagen del orden para otros era la de la tiranía, la tortura y la muerte.

Para buena parte de la población, durante décadas, la institución armada seguirá equivaliendo a un cuerpo antidemocrático y hostil. Un estigma labrado por las funciones encomendadas y por la meticulosa labor del régimen (y sucesores) de borrar toda memoria histórica previa a la guerra que mostrase una Guardia Civil democrática y constitucional. Militarización intensiva, acción contrainsurgente, control social rural e Historia reescrita fueron los elementos que esculpieron el imaginario colectivo.

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