sábado, 16 de diciembre de 2023

“Ojo por ojo y el mundo acabará ciego”

 

“Ojo por ojo y el mundo acabará ciego”




Concha González 

HOJAS DE DEBATE

 15 de diciembre de 2023  


La justicia se confunde con la venganza. Bajo la lógica de esta, se responde al mal con una acción equivalente; en cambio, la justicia, al menos idealmente, busca responder a un mal con una acción reparadora que causa bien. El objetivo de la venganza es hacer daño a quien lo ha ocasionado; la justicia intenta reparar el mal. La venganza responde a la necesidad de satisfacer un deseo de castigo, encarna la filosofía del “ojo por ojo, diente por diente”, y produce alivio momentáneo a quien la ejerce, pero solo la justicia da paz permanente, genera armonía y trae consuelo y verdad. [1]

Históricamente, la Ley del Talión constituyó el primer intento de la humanidad por establecer una proporcionalidad entre el daño recibido en un crimen y el perjuicio producido en el castigo. Un importantísimo avance progresista en un tiempo en el que aparecen los primeros vestigios del derecho punitivo. La Ley del Talión es el primer límite que se impone a la venganza cruel e indiscriminada. La humanidad dio entonces un gran paso adelante. Constituyó una norma básica que fue desarrollándose en África y Eurasia, de manera especial en la Edad Antigua y Edad Media.

Es en el Código de Hammurabi, un conjunto de 282 leyes inscritas en una piedra por el rey de Babilonia entre 1795 y 1790 a.c., donde quedó plasmado este principio con mayor claridad recogiendo una reciprocidad rayana en la exactitud entre el daño provocado a la víctima inocente por el delincuente y el quebranto que debía recibir este por su comportamiento antisocial.

En la ley mosaica, la Ley del Talión aparece en el texto del Éxodo, segundo libro de la Biblia, así como en el Levítico y el Deuteronomio.  Más tarde, en la Ley de las XII Tablas o Ley decenviral, ya en la época romana, la número VIII nos muestra una curiosa combinación entre normas inspiradas en la Ley del Talión y otras tantas correspondientes a sistemas jurídicos menos primitivistas.

Fue en los prolegómenos de la Revolución Francesa cuando Cesare Beccaria, jurista, filósofo y economista, en su obra fundamental “Tratado de los delitos y las penas” (1764), junto con otros valientes ideólogos y juristas, combatieron con firmeza las atrocidades del derecho punitivo y sancionador del “ancien régime”, entre la que se encontraba la Ley del Talión, proclamando con vehemencia el principio de legalidadexigencia de la seguridad jurídica ya que el destinatario de la ley penal o sancionadora debe conocer con anterioridad lo que no debe hacer -o hacer-  y la pena o sanción que se aplicará si no cumple. Pero sobre todo defendió tratar a los delincuentes como personas, como seres humanos, más que como objetos o cualquier otra cosa y planteó, con enorme lucidez, que las penas deben ser iguales para todos sin importar la clase social de la que se provenga. Las penas deben ser, indica Beccaria, tan leves y humanas como sea posible mientras sirvan a su propósito, que no es causar daño, sino impedir al delincuente la comisión de nuevos delitos y disuadir a los demás ciudadanos de hacerlo.

El posterior derecho humanitario, recogido entre otros tantos textos en los Convenios de Ginebra de 1949 y en sus tres Protocolos Adicionales, impuso límites a la actuación de las fuerzas militares en contiendas bélicas.

El genocidio del pueblo palestino ha provocado a la fecha más de 18.000 asesinados, el 70% mujeres y niños, 7.000 personas desaparecidas y más de 50.000 heridos, es decir, 15 veces más que las víctimas causadas por el ataque de Hamas el pasado 7 de octubre. Además, ha ocasionado el derribo completo de más de 40.000 viviendas, hospitales y escuelas y un 50% del resto de los inmuebles ha quedado seriamente dañado. Finalmente ha desplazado a la fuerza a cientos de miles de gazatíes lejos de sus lugares de residencia.

El gobierno de Benjamín Netanyahu y el ejército del estado de Israel no solo han violado elementales normas del derecho humanitario, sino que también han trasgredido los principios básicos del derecho punitivo alumbrado por la Revolución Francesa, los preceptos de la sagrada legislación mosaica hasta culminar con el absoluto desprecio a la mismísima Ley del Talión. Han restablecido la venganza sin límites, propia de la etapa primitiva de la barbarie.

Notas

1

Simon Wiesenthal, Justicia, no venganza

 *++

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