lunes, 11 de noviembre de 2024

La Valencia de las dos Españas

 



La Valencia de las dos Españas

 

Por Patrocinio Navarro Valero

Kaosenlared

08.11.2024

 

De pronto y sin el puntual aviso de su irresponsable  gobierno, se abatió el diluvio sobre la Comunidad Valenciana, y se llevó la vida de muchos, hizo desparecer la de otros muchos, y arruinó a todos los demás habitantes de más de setenta municipios.

A toda España  nos ha conmocionado y enmudecido  lo que hemos visto en las televisiones: calles atestadas de coches apilados a capricho de las aguas, objetos domésticos esparcidos y mezclados en medio de impresionantes capas de barro,  y el  llanto, la desesperación, y la  angustia `por los desaparecidos y los muertos; por el presente y por el futuro y  por la  súbita pobreza y desamparo de esos  cientos de miles de personas de pronto sin nada y vivos milagrosamente los que lo pueden contar entre sollozos.

Va a ser muy difícil olvidarnos de esta enormidad, va a ser muy difícil  a los afectados recuperar sus vidas y el bienestar anterior, y va a ser muy difícil al gobierno valenciano explicar por qué no se tomaron medidas preventivas, por qué se avisó demasiado tarde y por qué más de una semana después no ha dado explicaciones el presidente de esa Comunidad.
También va a ser muy difícil que este gobierno dure – presidente incluido-  por todo lo que pudo haber evitado, pero  no lo hizo, por todo lo que tiene que arrepentirse y se calla,  pero tendrá que  rendir cuentas al final  a los ciudadanos y posiblemente a la justicia, si es que esta funciona como es debido.

El lado bueno: la buena gente

Otra cosa nos ha conmovido, y esta vez  positivamente: la avalancha de los voluntarios valencianos y de muchos venidos de todas partes del país que han abandonado su comodidad para ponerse en la piel de sus  semejantes, llenarse de su mismo barro y  compartir sus vidas y sufrimientos aún a riesgo de contraer alguna infección.

El elemento de la compasión y la empatía cuando alguien sufre una gran desgracia, sea vecino o foráneo,  forma parte del tesoro espiritual del pueblo español, que en esta ocasión, como lo hizo en otras y como lo hace a diario con los que llegan dramáticamente desde el mar y piden vivir aquí, es un ejemplo extraordinario para el mundo. Revela una fuerza interior en la ciudadanía que no ha sido pervertida por el orden que rige en este mundo, que es el orden impuesto por los ricos, los violentos, los individualistas, los ególatras y sedientos de poder. Esta fuerza interior del pueblo español es el embrión latente de su capacidad para tomar las decisiones sabias que no tomarían nunca los que están al mando de este país si no se sintieran empujados por esa fuerza. Esta del pueblo español  es la energía de la verdadera revolución que aguarda a la humanidad toda: la revolución desde el amor desinteresado y abnegado  y su empuje hacia la unidad y la ayuda mutua.

Cuando el pueblo no tiene el control

La gran cuestión a la hora de querer cambiar el destino de cualquier pueblo  de nuestro  mundo, incluido el español, es que suele  estar en manos de  gentes obscenamente  ricas presentes en alguna de esa  fauna humana  de personas faltas de la ética más elemental y con fuertes componentes narcisistas; de gentes ambiciosas, mentirosas, hipócritas, incompetentes, ambiciosas, advenedizas, arribistas, oportunistas, conservadoras y ultras, capos mafiosos o criminales, y no por último, de psicópatas sociales y emocionales incapaces de  sentir el dolor que provocan.

Por desgracia, los pueblos se hallan en manos de varios de esos individuos  a la vez que no tienen pudor en presentarse a  elecciones y hasta engañan a quien pueden haciéndose pasar por lo que no son a base de mentiras, discursos vacíos con promesas falsas y mucha visibilidad en las pantallas. Y muy a menudo consiguen engañar y ser votados, como ha sido el caso del gobierno valenciano para desgracia de esta Comunidad.

Muchos de esos tipos de humanos  disfrazados de buenos y honorables para chupar la energía del pueblo aparecen en los  medios de comunicación de todas partes, convenientemente maquillados, como “los buenos”, “los moderados” “los centrados”, “los confiables”, mientras que la buena gente, la que quiere la paz, la verdad, la justicia, la ayuda mutua y todas esas cualidades que definen a la buena gente, se halla en minoría en las pantallas de los televisores y en las páginas de los diarios, y no es por casualidad: todos y cada uno de los de difusión masiva se halla en manos de esa  peor gente, que siempre  es- oh, nefasta casualidad-  muy rica y poderosa o se trata de algunos de sus muchos capataces que a menudo vociferan en los Parlamentos, exhiben banderas y fabrican mentiras como quien fabrica churros. Por supuesto aman mucho a su patria mientras miden el volumen de sus carteras como referencia.

En la  película de este mundo, ellos, los falsos buenos, viven  empeñados en  impedir que existan los que pueden dar a conocer sus juegos sucios. Para evitar que eso suceda todos esos socialmente considerados  “buenos”, “centrados”, “demócratas” “ moderados y confiables”  desarrollan todo tipo de estrategias: les difaman, calumnian, persiguen, encarcelan, silencian, asesinan, y muchas otras cosas nada  buenas de los “buenos” oficiales mientras enarbolan banderas patrias. Nada que ver con esos cientos y cientos de voluntarios que enarbolan picos, palas y hasta escobas. Las dos Españas quedan bien a la vista estos días en toda su desnudez.

 

Imagen de portada: Solidaridad de CGT