La
Valencia de las dos Españas
Kaosenlared
08.11.2024
De pronto y sin el puntual
aviso de su irresponsable gobierno, se abatió el diluvio sobre la
Comunidad Valenciana, y se llevó la vida de muchos, hizo desparecer la de otros
muchos, y arruinó a todos los demás habitantes de más de setenta municipios.
A toda
España nos ha conmocionado y enmudecido lo que hemos
visto en las televisiones: calles atestadas de coches apilados a capricho de
las aguas, objetos domésticos esparcidos y mezclados en medio de impresionantes
capas de barro, y el llanto, la desesperación, y
la angustia `por los desaparecidos y los muertos; por el presente y
por el futuro y por la súbita pobreza y desamparo de
esos cientos de miles de personas de pronto sin nada y vivos
milagrosamente los que lo pueden contar entre sollozos.
Va a ser muy difícil
olvidarnos de esta enormidad, va a ser muy difícil a los afectados
recuperar sus vidas y el bienestar anterior, y va a ser muy difícil al gobierno
valenciano explicar por qué no se tomaron medidas preventivas, por qué se avisó
demasiado tarde y por qué más de una semana después no ha dado explicaciones el
presidente de esa Comunidad.
También va a ser muy difícil que este gobierno dure – presidente
incluido- por todo lo que pudo haber evitado, pero no lo
hizo, por todo lo que tiene que arrepentirse y se calla, pero tendrá
que rendir cuentas al final a los ciudadanos y
posiblemente a la justicia, si es que esta funciona como es debido.
El lado bueno: la buena
gente
Otra cosa nos ha conmovido,
y esta vez positivamente: la avalancha de los voluntarios
valencianos y de muchos venidos de todas partes del país que han abandonado su
comodidad para ponerse en la piel de sus semejantes, llenarse de su
mismo barro y compartir sus vidas y sufrimientos aún a riesgo de
contraer alguna infección.
El elemento de la compasión
y la empatía cuando alguien sufre una gran desgracia, sea vecino o
foráneo, forma parte del tesoro espiritual del pueblo español, que en
esta ocasión, como lo hizo en otras y como lo hace a diario con los que llegan
dramáticamente desde el mar y piden vivir aquí, es un ejemplo extraordinario
para el mundo. Revela una fuerza interior en la ciudadanía que no ha sido
pervertida por el orden que rige en este mundo, que es el orden impuesto por
los ricos, los violentos, los individualistas, los ególatras y sedientos de
poder. Esta fuerza interior del pueblo español es el embrión latente de su
capacidad para tomar las decisiones sabias que no tomarían nunca los que están
al mando de este país si no se sintieran empujados por esa fuerza. Esta del
pueblo español es la energía de la verdadera revolución que aguarda
a la humanidad toda: la revolución desde el amor desinteresado y
abnegado y su empuje hacia la unidad y la ayuda mutua.
Cuando el pueblo no tiene
el control
La gran cuestión a la hora
de querer cambiar el destino de cualquier pueblo de nuestro
mundo, incluido el español, es que suele estar en manos
de gentes obscenamente ricas presentes en alguna de
esa fauna humana de personas faltas de la ética más
elemental y con fuertes componentes narcisistas; de gentes ambiciosas,
mentirosas, hipócritas, incompetentes, ambiciosas, advenedizas, arribistas,
oportunistas, conservadoras y ultras, capos mafiosos o criminales, y no por
último, de psicópatas sociales y emocionales incapaces de sentir el dolor
que provocan.
Por desgracia, los pueblos
se hallan en manos de varios de esos individuos a la vez que no
tienen pudor en presentarse a elecciones y hasta engañan a quien
pueden haciéndose pasar por lo que no son a base de mentiras, discursos vacíos
con promesas falsas y mucha visibilidad en las pantallas. Y muy a menudo
consiguen engañar y ser votados, como ha sido el caso del gobierno valenciano
para desgracia de esta Comunidad.
Muchos de esos tipos de
humanos disfrazados de buenos y honorables para chupar la energía
del pueblo aparecen en los medios de comunicación de todas partes,
convenientemente maquillados, como “los buenos”, “los moderados” “los
centrados”, “los confiables”, mientras que la buena gente, la que quiere la paz,
la verdad, la justicia, la ayuda mutua y todas esas cualidades que definen a la
buena gente, se halla en minoría en las pantallas de los televisores y en las
páginas de los diarios, y no es por casualidad: todos y cada uno de los de
difusión masiva se halla en manos de esa peor gente, que
siempre es- oh, nefasta casualidad- muy rica y poderosa o se
trata de algunos de sus muchos capataces que a menudo vociferan en los
Parlamentos, exhiben banderas y fabrican mentiras como quien fabrica churros.
Por supuesto aman mucho a su patria mientras miden el volumen de sus carteras
como referencia.
En la película de
este mundo, ellos, los falsos buenos, viven empeñados en impedir
que existan los que pueden dar a conocer sus juegos sucios. Para evitar que eso
suceda todos esos socialmente considerados “buenos”, “centrados”,
“demócratas” “ moderados y confiables” desarrollan todo tipo de
estrategias: les difaman, calumnian, persiguen, encarcelan, silencian,
asesinan, y muchas otras cosas nada buenas de los “buenos” oficiales
mientras enarbolan banderas patrias. Nada que ver con esos cientos y cientos de
voluntarios que enarbolan picos, palas y hasta escobas. Las dos Españas quedan
bien a la vista estos días en toda su desnudez.
Imagen de portada:
Solidaridad de CGT