martes, 5 de noviembre de 2024

 

Es miércoles al mediodía. Estoy en València –llegado el lunes de viaje largo y literario– porque ayer martes ya no pude subir a Gestalgar. Seguramente hoy tampoco. Todo está roto. Las carreteras. Los caminos. Las vidas de quienes se perdieron entre las aguas y las de quienes se han quedado con la mirada perdida en ninguna parte, que es el sitio donde habita la desolación.


Diario del horror


Alfons Cervera

El Viejo Topo

5 noviembre, 2024 

 

Es miércoles al mediodía. Estoy en València –llegado el lunes de viaje largo y literario– porque ayer martes ya no pude subir a Gestalgar. Seguramente hoy tampoco. Todo está roto. Las carreteras. Los caminos. Las vidas de quienes se perdieron entre las aguas y las de quienes se han quedado con la mirada perdida en ninguna parte, que es el sitio donde habita la desolación. Llovía como en el Macondo de García Márquez, como cuando regresa la barcaza de Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas y surge como en un eco espeluznante el grito de Kurtz extraviado en la locura: ¡el horror, el horror! La vida muchas veces también sucede en las novelas.

La noche del martes, y a esta hora de la mañana de miércoles cuando escribo, no paran de llegar mensajes para preguntarme si estamos bien, que qué ha pasado para tanta tragedia, que las durísimas imágenes de la televisión son de las que nunca se olvidan. Los mensajes llegan de cerca y de lejos. Algunos de muy lejos. El dolor parece que duele menos si se comparte, si te llegan esos mensajes cuando un daño incalculable está desbordando los puentes y bajando a revolcones por los barrancos y el cauce violento de los ríos.

Sigo en miércoles. A las siete y veinticuatro minutos de la tarde. Acabo de leer en este diario: «Los fallecidos por la DANA ascienden a 92». Eran más de las ocho de la noche del martes cuando sonaron las alarmas en los móviles. Y más de las nueve cuando en À Punt, la televisión autonómica, salió el president de la Generalitat, Carlos Mazón, para decir que la cosa no pintaba bien. Para entonces ya andaban a tope las inundaciones y mucha gente sorprendida en las carreteras y puestos de trabajo sin saber qué se les estaba cayendo encima. Cuando no se sabe lo que está pasando se hace más grande la sensación de que está pasando algo muy gordo. Desde hacía varios días se anunciaba la llegada de la DANA. Sin embargo, Mazón, en un tuit, decía al mediodía de ayer martes que el temporal se dirigía hacia la Serranía de Cuenca y que «se espera que en torno a las 18 horas disminuya su intensidad en todo el resto de la Comunidad Valenciana». No sé qué información manejaba el presidente. Luego borró ese tuit. Como si eso borrara también su información peligrosamente desnortada.

Ya estamos a jueves. Aún no he podido subir al pueblo. Aconsejan no ocupar las carreteras para que puedan circular los vehículos de emergencias. Allí no hay luz, ni agua, ni teléfono, ni internet. Allí y en otros sitios como el mío no hay nada. Sólo daño por todas partes. Y mucho dolor. Las cifras de víctimas crecen sin parar porque el barro y las torrenteras esconden montones de personas muertas y desaparecidas. A las nueve de la mañana de este jueves llega a València el presidente del PP Núñez Feijóo y escupe mierda sobre las víctimas: el responsable del desastre es el gobierno de Pedro Sánchez, eso dice. ¿Se puede ser más miserable? Hasta Mazón se escapa como puede del escupitajo de su jefe y agradece el apoyo del gobierno.

Sigo en jueves y a primeras horas de la tarde me llaman del pueblo. Ya funcionan a medias los servicios. Salgo de València. El paso por Pedralba es desolador. La gente, los tractores, todo el mundo en la calle ayudando a salir del desastre. Imagino que también en Bugarra, que queda en lo hondo de la carretera. Cuando llego a Gestalgar es como si regresara a la riada de 1957, también en octubre, también con la gente arrimando el hombro para aliviar el desastre. Aquí no ha habido muertos ni desaparecidos. Pero todo está devastado. Los comercios, como en la pandemia, respiran aporte solidario para que no falte de nada. En todas partes, cuando tanto daño aprieta, sale a la superficie lo mejor de una humanidad admirable. A última hora de este jueves andamos ya, oficialmente, con más de 150 personas muertas y desaparecidas. El horror.

Son las seis de la mañana del viernes. En unas horas he de entregar este artículo en la sección de Cultura de Levante-EMV. No sé qué novedades habrá de aquí al domingo. Ojalá todas las personas desaparecidas siguieran vivas. Dicen que este fin de semana vendrán a València los reyes. Yo no soy de reyes. Creo que en esas visitas hay más compromiso protocolario que otra cosa. Palabras dulces, pensadas o escritas en la frialdad de los despachos. Y poco más. Prefiero los tractores y la gente con el barro hasta las rodillas.

Me duele, hasta hacerse insoportable ese dolor, todo lo que se ha perdido entre las aguas. Pero no puedo dejar de lado la pregunta del millón: ¿qué estaría haciendo y diciendo el PP a estas horas si aquí estuviera gobernando la izquierda? Pues lo que estaría haciendo el PP de Feijóo y Carlos Mazón está muy claro: exigir la dimisión del presidente Ximo Puig. Lo mismo que mucha gente, de la política y fuera de la política, exigirá a Mazón cuando llegue el momento. Pero si cuando la pandemia su compañera Díaz Ayuso llevaba a la espalda 7.291 personas muertas en las residencias madrileñas y no dimitió, ¿por qué va a dimitir Carlos Mazón si «sólo» tiene a cuenta de su mala gestión de la DANA la «irrisoria» cantidad de unas 200? Yo tengo claro que no dimitirá. Muy claro. ¿Y ustedes?

Fuente: Levante

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