martes, 5 de noviembre de 2024

La huella de los curas rojos

 

La huella de los curas rojos

 

Por Manuel Cañada Porras

Rebelion / España

05/11/2024 



Fuentes: Rebelión

Enrique Gómez: No se puede decir Señor, Señor, si no es luchando con el otro

Miajadas, 31 de octubre de 1974. Se cumplen cincuenta años de uno de los episodios que perturbarían la supuesta apacibilidad del franquismo en Extremadura y que servirá de acicate para la oposición social y política contra la dictadura. A las seis de la mañana de aquel día dos curas de la localidad, Agustín Cornejo y Enrique Gómez, entran por una ventana en el colegio Nuestra Señora de Covadonga e inician un insólito encierro. Con su protesta los sacerdotes expresan el hartazgo de todo un pueblo que contempla asombrado cómo ese centro educativo, pagado con dinero público y cuyas obras se han terminado hace ocho años, sigue cerrado a cal y canto, en manos de un empresario vinculado al poder político, Mauricio Fernández Álvarez. Mientras tanto los estudiantes de bachillerato de Miajadas y de todos los pueblos de una comarca con más de 25.000 habitantes se ven obligados a desplazarse diariamente a Don Benito.

Horas más tarde los estudiantes de bachillerato se concentran frente al colegio y empiezan a acudir decenas de vecinos, en solidaridad con los dos religiosos. La Guardia Civil y el alcalde, conminan a los sacerdotes a salir del centro, pero ellos se niegan a hacerlo hasta que las autoridades políticas no se comprometan a darle solución a las necesidades educativas del pueblo y pongan fin al disparate. El encierro termina a las seis de la tarde con la mediación ante el Estado por parte del vicario de la diócesis de Plasencia. A mediados de diciembre los dos “curas ocupas” son juzgados y declarados culpables de desórdenes públicos. La condena establece una multa de 25 pesetas para cada uno de ellos y el pago de las costas del juicio, cantidades a las que los vecinos de la localidad harán frente mediante una colecta. Pero, a pesar de la sanción, la acción reivindicativa es vivida por el pueblo como una victoria. Pocos meses después, en agosto de 1975, serán precisamente los campesinos de Miajadas y los pueblos colindantes, junto a los de Montijo, quienes protagonicen la primera gran “guerra del tomate”.

Pero, en esos años, Agustín Cornejo y Enrique Gómez no serán los únicos religiosos que pongan el cuerpo junto a las clases populares y contra la dictadura. Desde los años sesenta y hasta el final de la transición los cristianos de base constituirán, junto a los militantes de las distintas familias comunistas, uno de los puntales esenciales en la construcción de los movimientos populares también en Extremadura. “La Iglesia Oficial no ha evolucionado. Ha lavado su cara, su apariencia opresora, pero sigue aliada con el capitalismo opresor”, escribirá el cura Paco García Salve en 1977. Otra iglesia de base, distinta a la Iglesia oficial, que tan cómplice ha sido y es con el régimen franquista, ha ido tomando forma. El legado de sacerdotes como Felipe Fernández en Plasencia o Antonio Barrantes, el cura de Entrerríos; la irrupción de los curas obreros, como Santiago Moreno y Otilio Largo en Badajoz, y Fermín Solano, en Orellana; la extraordinaria expansión de la JOC, la HOAC y el Movimiento Rural Cristiano -de la mano de sacerdotes y militantes como Manuel Higuero, Eduardo Martín Herrero, Manuel Pecellín, Víctor Jesús González Guerreiro, Francisco Murillo, Antonio Guisado, Julián Díaz Lucio o Manolo Venegas, entre otros muchos-, organizaciones que constituirán un auténtico vivero de cuadros para Comisiones Obreras o la Unión de Campesinos Extremeños; el impulso del movimiento vecinal en los barrios más humildes, con curas como Alejandro Tacoronte en Badajoz, Antonio Paniagua en Mérida o Felipe García, en Plasencia; o el arrojo de los cinco curas camilistas extremeños que marcharán a Colombia en los años sesenta a apoyar a la guerrilla (Pedro Mazo, Tomás Calvo Buezas, Agustín Mateos, Ciriaco Cirujano y Enrique Sánchez Valadés). Son sólo algunos nombres de esa otra iglesia, encarnada en el pueblo que, durante este período, representará en palabras de Juan José Tamayo, “una experiencia revolucionaria en medio de un cristianismo instalado cómodamente en el sistema, en el orden establecido”.

Entrevistamos a Enrique Gómez, uno de los sacerdotes procesados por aquel encierro, activista social incansable y uno de los principales referentes del Movimiento Rural Cristiano. Lo hacemos en el despacho de la parroquia de Miajadas, donde sigue ejerciendo sus funciones.

Si te parece podríamos empezar por hablar sobre los inicios de vuestra labor en Miajadas.

Sí, Agustín y yo venimos a Miajadas en 1968. Somos el fruto de una confluencia de situaciones: El Mayo del 68, lo que supone por ejemplo en la música la explosión de Los Beatles y en la Iglesia el Concilio Vaticano II. Somos hijos del 68. El Concilio supone un deseo grande de apertura en la Iglesia. En el año 65 el Papa Juan XXIII lo expresó con una comparación: es como si subimos al doblado, está todo cerrado, abrimos las ventanas, entra el aire y se lleva las telarañas. Nosotros habíamos vivido eso, había una cita que lo resumía muy bien: las penas, las alegrías, los triunfos y los fracasos de los hombres de nuestro tiempo deben ser penas, alegrías, triunfos y fracasos de la Iglesia. Y terminaba diciendo: nada de lo humano le es ajeno.

Nosotros, que éramos coadjutores, es decir ayudadores del párroco, asumimos con ese espíritu nuestra función: evangelizar desde esa realidad en la que estábamos, porque dentro del templo no teníamos mucha cabida. La Iglesia de entonces era muy tradicional, muy cultual, y este paso de la apertura al mundo lo encontrábamos más fuera del templo.

Tú venías de Talayuela y Agustín de Salamanca.

Sí, Agustín venía de Béjar. Una cuestión importante es que entonces se estaban promoviendo los equipos. Para nosotros eso también fue determinante, en nuestra visión del mundo, de la realidad y de la evangelización. Porque el vivir en comunidad es un apoyo, te permite comentar y estudiar juntos. El campo en el que nosotros nos volcamos en ese descubrimiento de la realidad fue el mundo de la agricultura. Yo estuve cinco años trabajando en el campo.

¿Trabajabas como jornalero?

Yo iba a jornal, pero también creamos una cooperativa de trabajo asociado con Damián y otros jóvenes, que luego formarían parte de la Unión de Campesinos. Aquello supuso también un rompimiento con la mentalidad tradicional, acostumbrada a que el hijo trabajara con el padre. Nosotros dábamos clase en lo que entonces era la Extensión Agraria y ahí tomábamos mucho contacto con los jóvenes del campo. Analizamos cuál iba a ser en el futuro la evolución de la agricultura y llegamos a una conclusión -que luego se ha cumplido-, la agricultura iba a ser netamente capitalizada por los grandes inversores. Entonces nos planteamos la posibilidad de lanzarnos a crear una cooperativa de trabajo asociado. Primero fue un grupo de diez o doce chavales arrendando unas tierras, sembrándolas de maíz y de trigo, y luego ya se constituyó la cooperativa de trabajo asociado, que ha continuado hasta ahora. Había otra época que yo iba a jornal, a coger aceituna y tomate, sobre todo. Fue una experiencia muy rica, descubrí esa idea que hoy en la teología se utiliza mucho: cambiamos el aserto del catecismo que dice que hay que amar a Dios sobre todas las cosas por el de que hay que amarlo en todas las cosas, en presencia. Yo empiezo a descubrir a un dios que está en la realidad, que está en la vida. Todo esto reflexionando con Agustín.

En los años del tardofranquismo se van a producir en Extremadura fuertes luchas en el campo, en sectores como el tomate, el maíz, el pimiento o la leche.

Aquí en Miajadas yo me acuerdo sobre todo de las guerras del tomate y del maíz. En el tomate hacían unos contratos leoninos, con muy pocas cajas por agricultor, y ahí estuvimos bastante implicados. En agosto de 1975 se produce el corte de la carretera nacional, donde están ahora las fábricas, fue un follón de miedo. El corte se mantuvo desde las once de la mañana hasta las tres del mediodía, hasta que llegó el gobernador y se consiguió una negociación. Los días siguientes los jeeps de la Guardia Civil están constantemente por el pueblo, llamando a la gente a declarar. Entre otras cosas le preguntaban a muchos si nosotros habíamos hecho las pancartas.

Ese movimiento despertó el nacimiento de las organizaciones agrarias. Después vino la guerra del maíz, pero ya en coordinación con Aragón, Castilla León y otras zonas. La protesta consistía en poner los tractores al lado de las carreteras, donde a veces se tiraban hasta una semana. En una de las tractoradas se plantea conseguir la Seguridad Social en el campo. En esos años también se está empezando a reclamar la libertad sindical. Se empezó a reunir un grupo de agricultores, entre ellos los presidentes de las cooperativas, que eran gente muy conservadora. Uno de los lugares donde nos reuníamos era en la la sacristía de Vivares o debajo de un puente. En Vivares estaba también Santiago Leal. En aquel momento se estaba formalizando la Coordinadora de Organizaciones Agrarias, la COAG. La Unió de Pagesos influyó bastante en el movimiento. En esos años es cuando surge la Unión de Campesinos Extremeños, la UCE. Me acuerdo de que poco después, en el 77, se dio a conocer aquí en Miajadas con un acto que se hizo en el cine de verano.

¿Agustín no estaba en el movimiento campesino?

Sí, Agustín no trabajaba en el campo pero sí estaba implicado en todo. Era una persona genial, tenía una gran bondad y una gran capacidad de análisis. Y de decisión. Era muy afable, bondadoso con la gente, conectaba en seguida, con todo el mundo. Una chica joven me dijo de él, al poco de morir, “Ha muerto un hombre de Dios que nos acercaba a Dios”. Agustín unía la fe y la vida.

Vuestra brega ha estado siempre enmarcada o ligada al Movimiento Rural.

Eso nos ayudó mucho. En el mundo obrero eran la HOAC o la JOC la punta de lanza, pero en el mundo rural fue el Movimiento Rural Cristiano. En la Iglesia en esos años se desarrollarán mucho los movimientos de acción católica, que habían nacido en los años cuarenta y cincuenta en Francia; es cuando Cardijn dice aquello de “Un joven trabajador vale más que todo el oro del mundo”. En España el Movimiento Rural surge a finales de los cincuenta, primeros de los sesenta. Hay un vicario muy interesante y muy importante en nuestra vida, Felipe Fernández, que fue sacerdote en Don Benito y en Plasencia y que después sería obispo en Ávila y Canarias. Él nos abrió los ojos a estos movimientos, que han sido una bendición porque nos han enseñado sobre todo los métodos, cómo analizar la realidad; el método de revisión de vida, es decir, cómo descubrir en el juzgar y el actuar la presencia del evangelio. No se puede decir Señor, Señor, si no es tratando de luchar, de amar al otro, de comprometerse con el otro. El Movimiento Rural todavía sigue aquí en Miajadas.

Por lo que sé, en la zona tuvo mucha importancia este movimiento. Había un núcleo de sacerdotes: en Pela, por ejemplo, Eduardo Martín Herrero; en Madrigalejo, Juan Antonio Andrade; o en Orellana, Fermín Solano.

De todos modos, el Movimiento Rural se quedó sólo en una zona, no se extendió más. Quizás porque era muy exigente también en la organización. En las parroquias, para muchas de estas cosas, el sacerdote o es un tapón o es un cauce.

En el campo nosotros siempre hemos estado muy implicados, por ejemplo en la Cooperativa San Isidro. Agustín fue asesor y yo, durante una etapa, entré en la directiva como vicepresidente. Pero siempre teniendo muy clara una metodología: ayudar para que la gente piense, razone y actúe, nunca buscando el protagonismo. Si hay un sector en el que hayamos echado tiempo y corazón es en la gente del campo.

Pero también estuvisteis en otras luchas, por ejemplo en la Marcha por la Universidad, en el año 1972. Estabais en todo lo que era el movimiento popular en ese momento.

Eso fue un contacto esporádico, nosotros sólo les atendimos para que se repusieran. Era una marcha a Madrid y les echaron para atrás. Los jóvenes salieron de Guadalupe, como algo simbólico, pero la Guardia Civil los detuvo y los trajeron al cuartel de Miajadas. Nosotros nos enteramos, fuimos al cuartel, intercedimos y les permitieron dormir en una nave junto a la parroquia.

Unos años antes Agustín y tú también os habíais ido como curas obreros a la emigración.

Sí, Agustín había estudiado Graduado Social en Salamanca, después de que salimos de curas, por ayudar y asesorar al mundo obrero. En Miajadas, Escurial y los pueblos de la comarca, había bastante emigración en la hostelería. Nosotros fuimos a conocer la emigración dos veranos, el 72 y el 73. La gente sobre todo iba a trabajar a Francia, a los hoteles de Lourdes. Para nosotros conocer Francia fue importante. Estuvimos trabajando en los hoteles y a la vez trabamos relación con un sacerdote navarro y francés, que llevaba grupos de la JOC allá. Ayudábamos a los trabajadores de aquí a que tomaran conciencia y se organizaran. Los contratos eran desde abril hasta octubre, aquello sí fue para nosotros un descubrimiento grande: la emigración no se conoce si no se vive. Agustín les traducía los contratos, las cartas, les asesoraba en todo lo que podía.

O sea que cuando se produjo el conflicto del Instituto aquí en Miajadas teníais ya hecha toda una licenciatura en lucha social.

Lo que pasa es que aquello fue muy sonado. Los chavales de aquí, en un pueblo tan grande, tenían que irse fuera a estudiar. En aquel tiempo, aunque no había libertad de asociación, sí permitían unas asociaciones de cabezas de familia. Utilizamos ese medio y se formó la asociación con la finalidad de luchar por el Instituto. El edificio estaba construido hacía ocho años, eran las corruptelas de antes. El dueño del edificio, que lo había construido, tenía otros centros educativos en Mérida y Navalvillar de Pela, con la misma estructura que este. Había construido el instituto con dinero público pero no acababa de ponerse en marcha.

Hicimos la asociación familiar, nos dirigimos al Gobierno, presentamos las firmas y no nos hacían caso. A finales de octubre preparamos la acción, se iba a encerrar la directiva pero al final sólo pudimos quedarnos Agustín y yo. A las seis de la mañana nos llevó un compañero en coche y nos encerramos.

Hoy os llamarían ocupas, por el procedimiento. Porque además entrasteis por una ventana.

Posiblemente. Por la mañana empieza a ir la gente, luego llega la Guardia Civil y más tarde se presenta el alcalde y nos dice que si no nos salíamos nos llevaban esposados a Cáceres. Nosotros teníamos miedo, porque hacía muy poco tiempo, en agosto, en Carmona había muerto un vecino en una protesta del pueblo por el agua. Por la tarde vino el administrador apostólico para hablar con nosotros. Entonces la Iglesia y el Estado se llevaban muy bien, digamos que los obispos tenían poder. Dice que nos salgamos, que ya habían hablado con el gobernador y se comprometen a ser ellos quienes lleven la documentación al Ministerio de Educación. Teníamos miedo de lo que pudiera ocurrir, porque la gente se había ido concentrando en la puerta, tanto los chavales que iban a Don Benito como muchos vecinos del pueblo y al mismo tiempo había 26 guardias civiles rodeando el edificio. Aprovechamos la situación y salimos.

El juicio se celebró de forma muy rápida, apenas cuarenta días después.

Sí, entonces existía el Tribunal de Orden Público (TOP), pero debió haber una negociación entre el Gobernador y el que hacía de obispo y nos juzgaron en un tribunal ordinario, con un juez de paz, por alteración de orden público. Nos pusieron una multa, nos condenaron a pagar las costas del juicio y también nos “manchó” el pasaporte, de modo que hasta que no vino la amnistía no podíamos salir del país. Como era una cosa tan llana, tan justa, tan de necesidad, la gente se volcó. Los chavales fueron casa por casa para que la gente contribuyera a una colecta para pagar la multa.

En abril se llevó al Consejo de Ministros y se aprobó que se hiciera Instituto. Luego, lo que es la vida, en la inauguración del instituto no nos invitaron. Y de hecho nosotros no dimos nunca clases de religión en el Instituto, lo tuvimos prohibido. A los 25 años ya sí nos invitaron a la fiesta del Instituto.

Un elemento distintivo vuestro ha sido la metodología participativa y la promoción de tejido asociativo.

Sí. Otra cosa que funcionó en esos años fue el Centro de Juventud. Nosotros, en la Iglesía, teníamos un resquicio legal y aquí en Miajadas funcionó. Luego vino el cambio de las discotecas, pero aquella hornada de gente joven fue fantástica. El Centro de Juventud era todo, cultura, organización de marchas, teatro… Y teníamos varios, en Orellana, en Madrigalejo. Fue un semillero de bastante gente que fue comprometiéndose después en otros cauces.

Las cooperativas de confección fue otra de las iniciativas que impulsamos, aunque no acabaron de arraigar. Y, claro está, todo lo relativo al movimiento cooperativo en el mundo agrario. Esta cooperativa estuvo muy presente en la primera etapa de formación de ACOREX.

En 1983 nosotros asumimos las parroquias y ahí viene la segunda etapa de cambio eclesial. Se crean los cauces, los consejos pastorales, se potencia bastante Cáritas y surge también un grupo contra la droga: AMAT, la Asociación Miajadas de Ayuda al Toxicómano. Son los años tremendos de la droga, se lucha con algunas madres y se forma AMAT. Colaboro ahí y también con ALREX, Alcohólicos Rehabilitados de Extremadura.

Ese es un campo del que yo no tenía ni idea. Nosotros estábamos muy atentos a la realidad , la íbamos descubriendo como llamadas de Dios. Un día veo que hay una charla de ALREX, voy y entro en un mundo desconocido. Otro día, cuando termino de decir misa una mujer, esposa de un alcohólico, me dice: Mira, Enrique, se nos ha ido la psicóloga, por qué no vienes y nos acompañas. Voy y empiezo a aprender, atendiendo y teniendo una participación cada vez más intensa. Ahora está más institucionalizado, ya es la Junta la que paga una trabajadora social, paga un psicólogo o un médico, no hay tanto voluntariado. Yo había hecho en Salamanca cursos de animación y dinámica de grupos. Y colaboré mucho en meter una metodología que les ayudara, en la organización de encuentros regionales que permitiera que ellos se conocieran, en la Federación de Extremadura. Luego en la organización de terapias y otro tipo de tareas. Ha sido una experiencia formidable, conocí a gente que se transformó, como Sebastián, que no sabía apenas leer ni escribir y llegó a dar charlas a otros alcohólicos en Madrid o en el País Vasco. Te contaba que en cada tomatera tenía una botella de vino. Y desde ahí cambió radicalmente. Él me escribía con letras mayúsculas las palabras y yo se las pasaba al ordenador para luego él seguir un guión. Descubrí en gente valores que estaban apagados. Luego vino la parte más administrativa, había una médica fantástica que entendía esto de maravilla. Formábamos un equipo que funcionaba muy bien. El campo de las drogas a mí me hizo mucho bien porque me llevó a descubrir a las familias y me permitió conocer más a los jóvenes. Para mí eso constituía también la dimensión pastoral del cura.

Esa ha sido nuestra orientación. Que la parroquia sea realmente viva, que responda a la realidad y que el laico participe. El trabajo en las AMPAS, que los padres se preparen en la educación de los chavales, o la presencia en la Plataforma de la Sanidad, todo eso. Lo que más me alegra es que algunos vienen de un mundo religioso, no cristiano, y han dado ese paso. A nosotros también nos ha ayudado algo que en la Iglesia está poco desarrollado y que este Papa también lo dice mucho, que es la presencia pública de los cristianos. La Iglesia dice lo siguiente: el compromiso político es una de las formas más eficaces de la caridad, porque es desde donde se toman decisiones en favor de los pobres. Pero todavía queda el recelo contra la política, Franco nos metió que la política era como el demonio, el enémigo número uno. La doctrina social de la Iglesia es la gran desconocida dentro del mundo de los cristianos.

Uno de los ejes del debate en los sesenta y setenta era precisamente el diálogo entre cristianismo y marxismo.

Eso hoy, en la Iglesia, no existe, se ha roto, es otro mundo. Entonces era vibrante, estaba a flor de piel, quizás por el momento político y por el momento eclesial. Luego han venido unas generaciones con mucho incensario. Estos nos decían que nosotros habíamos hecho de la Iglesia unos paradores. Parador se le llama aquí en Miajadas al sitito donde metes los trastos y el coche.

Lo que hoy está pretendiendo el Papa Francisco conecta perfectamente con los movimientos apostólicos como el nuestro. Eso que dice él: Prefiero una Iglesia que por salir se accidenta a una Iglesia que por quedarse en la sacristía enferma.

Mantenéis también una relación estrecha con comunidades de El Salvador.

En el año 1996 Agustín y yo fuimos allí sobre todo para conocer las comunidades de base constituidas a raíz de la teología de la liberación. Conocimos la realidad de la pobreza, no tanto las comunidades de base y establecimos contactos que mantenemos actualmente. Hemos ido seis veces a El Salvador, esto ha permitido relacionar a las comunidades de allí- cantones que les llaman- con proyectos de la Junta de Extremadura, que ha hecho edificios de cooperativas y de escuelas. También establecimos una campaña de ayuda a las becas, de la que se benefician unos 50 o 60 chavales. La experiencia nos ha abierto a un mundo deslumbrante, en el que te echa para atrás la pobreza.

Con el Movimiento Rural habéis sido precursores de muchos de los debates que se han abierto alrededor lo que ahora se llama la España Vaciada.

Sí, pero el movimiento está bajando. Nos hemos quedado en los alrededores de Miajadas. Alonso de Ojeda, Valdehornillos, Vivares, Pizarro y Campo Lugar. Creo que ahí se trabajó bastante, sobre todo la parte festiva. Pero luego se ha municipalizado todo lo que había de elementos culturales y asociativos. El Día de la Mujer, las Fiestas, todo está en gran medida institucionalizado.La colaboración con las cooperativas fue muy buena, porque esa lucha estuvo muy presente en Pizarro, en Vivares o en Alonso de Ojeda. La parte organizativa festiva, la parte de ayudar a las cooperativas y el nacimiento de las AMPAS ahí sí estuvimos muy presentes.

Todo eso ha cambiado entre los jóvenes. Hoy es muy difícil la organización. Y en el mundo de las adicciones también. Tienen el problema pero organizar las respuestas es muy complicado. Todo se ha municipalizado, no hay pedagogía. Y hacer por hacer no educa. Esa es la lucha que tenemos tambien hoy en la Iglesia. La confirmación, por ejemplo: yo les digo que vayan a hablar a la gente, que forman parte de la parroquia, pero no lo ven. Y mira que en los pueblos la gente es más tratable, más amable, más cercana. Pero no, la sociedad de consumo también nos ha llegado a la Iglesia. En una sociedad secular como la que estamos parece que tendrían que bajar los bautizos, como ha bajado el matrimonio por la iglesia. Pero no, las primeras comuniones son una fiesta. Es lo que sociológicamente se dice: la pertenencia o la permanencia se ha difuminado.

La Iglesia se ha hecho líquida también, como dice Bauman.

Sí, yo le tengo bastante leído. ¿Sabes por qué no tengo whatsapp? Por Bauman. Es tremendo, un poco desesperante lo que está ocurriendo. Claro, uno viene de otra época. ¡Cómo hemos cambiado!

Por último me gustaría preguntarte por el conflicto que has tenido por la bendición a una pareja gay.

Lo he pasado mal. Yo he conocido el mundo de gays y lesbianas a través del sufrimiento de las madres. Madres que, por ejemplo, eran catequistas. Cuando teníamos reuniones y alguien con relevancia en la Iglesia decía alguna burrada de los gays yo veía que estas mujeres, que son creyentes y tienen hijos gays o lesbianas, cómo sufrían. Y ese proceso me hizo tomar conciencia de esa realidad. Entonces una pareja que ya llevan tiempo solicitaron la bendición, acogiéndose a lo que dice la Iglesia. Pero ni el compañero ni yo nos habíamos leído la instrucción del Vaticano. A nosotros, sin coraza, nos pareció estupendo.

¿Y qué dice la susodicha instrucción?

La instrucción dice que para que no se confunda con una boda o con el sacramento la bendición debe consistir sólo en eso. Por ejemplo, no tiene que ser después de la boda en el juzgado, ni tiene que haber tanta gente, es decir, hay que quitarle todo el elemento litúrgico que pueda parecer que celebramos un sacramento.

Yo asumo ese error, me confieso de ese pecado, debía conocer esa instrucción, el obispo había hablado conmigo unas semanas antes. Pero preparamos la celebración y fue preciosa, muchas bodas he hecho, pero esa celebración fue muy sentida. Vamos al bar y un chico gay de aquí me dice: “Enrique te doy las gracias. Si es ese Dios, el que tú nos has presentado ahí que nos ama a nosotros, yo me apunto. Si no, sigo tan alejado como hasta ahora”.

Aquí, el revuelo ha sido que se tomaron fotos y se pasaron en facebook. Alguien, quizás de fuera del pueblo, lo ha cogido y lo ha enviado maliciosamente a algunas revistas ultras. Entonces el obispado lanza un comunicado y empieza el atosigamiento de la prensa. Yo sólo decía que sí, que he cometido un error en las formas, en las normas, pero es un elemento evangelizador precioso y es una realidad en la que cual la Iglesia tenemos que estar presente, porque Dios está presente. Todavía en ese sentido hay un alejamiento. Yo no quería presencia en los medios de comunicación, era un follón. Pero toda la gente más sencilla me ha expresado el apoyo.

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