La huella de los curas rojos
Rebelion / España
05/11/2024
Fuentes: Rebelión
Enrique Gómez: No se puede decir Señor, Señor, si no es luchando con el
otro
Miajadas, 31 de octubre de 1974. Se cumplen cincuenta años de uno de los episodios que perturbarían la supuesta apacibilidad del franquismo en Extremadura y que servirá de acicate para la oposición social y política contra la dictadura. A las seis de la mañana de aquel día dos curas de la localidad, Agustín Cornejo y Enrique Gómez, entran por una ventana en el colegio Nuestra Señora de Covadonga e inician un insólito encierro. Con su protesta los sacerdotes expresan el hartazgo de todo un pueblo que contempla asombrado cómo ese centro educativo, pagado con dinero público y cuyas obras se han terminado hace ocho años, sigue cerrado a cal y canto, en manos de un empresario vinculado al poder político, Mauricio Fernández Álvarez. Mientras tanto los estudiantes de bachillerato de Miajadas y de todos los pueblos de una comarca con más de 25.000 habitantes se ven obligados a desplazarse diariamente a Don Benito.
Horas más tarde los estudiantes de bachillerato se concentran frente al colegio y empiezan a acudir decenas de vecinos, en solidaridad con los dos religiosos. La Guardia Civil y el alcalde, conminan a los sacerdotes a salir del centro, pero ellos se niegan a hacerlo hasta que las autoridades políticas no se comprometan a darle solución a las necesidades educativas del pueblo y pongan fin al disparate. El encierro termina a las seis de la tarde con la mediación ante el Estado por parte del vicario de la diócesis de Plasencia. A mediados de diciembre los dos “curas ocupas” son juzgados y declarados culpables de desórdenes públicos. La condena establece una multa de 25 pesetas para cada uno de ellos y el pago de las costas del juicio, cantidades a las que los vecinos de la localidad harán frente mediante una colecta. Pero, a pesar de la sanción, la acción reivindicativa es vivida por el pueblo como una victoria. Pocos meses después, en agosto de 1975, serán precisamente los campesinos de Miajadas y los pueblos colindantes, junto a los de Montijo, quienes protagonicen la primera gran “guerra del tomate”.
Pero, en esos
años, Agustín Cornejo y Enrique Gómez no serán los únicos religiosos que pongan
el cuerpo junto a las clases populares y contra la dictadura. Desde los años
sesenta y hasta el final de la transición los cristianos de base constituirán,
junto a los militantes de las distintas familias comunistas, uno de los
puntales esenciales en la construcción de los movimientos populares también en
Extremadura. “La Iglesia Oficial no ha evolucionado. Ha lavado su cara, su
apariencia opresora, pero sigue aliada con el capitalismo opresor”, escribirá
el cura Paco García Salve en 1977. Otra iglesia de base, distinta a la Iglesia
oficial, que tan cómplice ha sido y es con el régimen franquista, ha ido
tomando forma. El legado de sacerdotes como Felipe Fernández en Plasencia o
Antonio Barrantes, el cura de Entrerríos; la irrupción de los curas obreros,
como Santiago Moreno y Otilio Largo en Badajoz, y Fermín Solano, en Orellana;
la extraordinaria expansión de la JOC, la HOAC y el Movimiento Rural Cristiano
-de la mano de sacerdotes y militantes como Manuel Higuero, Eduardo Martín
Herrero, Manuel Pecellín, Víctor Jesús González Guerreiro, Francisco Murillo,
Antonio Guisado, Julián Díaz Lucio o Manolo Venegas, entre otros muchos-,
organizaciones que constituirán un auténtico vivero de cuadros para Comisiones
Obreras o la Unión de Campesinos Extremeños; el impulso del movimiento vecinal
en los barrios más humildes, con curas como Alejandro Tacoronte en Badajoz,
Antonio Paniagua en Mérida o Felipe García, en Plasencia; o el arrojo de los
cinco curas camilistas extremeños que marcharán a Colombia en los años sesenta
a apoyar a la guerrilla (Pedro Mazo, Tomás Calvo Buezas, Agustín Mateos,
Ciriaco Cirujano y Enrique Sánchez Valadés). Son sólo algunos nombres de esa
otra iglesia, encarnada en el pueblo que, durante este período, representará en
palabras de Juan José Tamayo, “una experiencia revolucionaria en medio de un
cristianismo instalado cómodamente en el sistema, en el orden establecido”.
Entrevistamos a
Enrique Gómez, uno de los sacerdotes procesados por aquel encierro, activista
social incansable y uno de los principales referentes del Movimiento Rural
Cristiano. Lo hacemos en el despacho de la parroquia de Miajadas, donde sigue
ejerciendo sus funciones.
Si te parece podríamos empezar por hablar sobre los inicios de vuestra
labor en Miajadas.
Sí, Agustín y
yo venimos a Miajadas en 1968. Somos el fruto de una confluencia de
situaciones: El Mayo del 68, lo que supone por ejemplo en la música la
explosión de Los Beatles y en la Iglesia el Concilio Vaticano II. Somos hijos
del 68. El Concilio supone un deseo grande de apertura en la Iglesia. En el año
65 el Papa Juan XXIII lo expresó con una comparación: es como si subimos al
doblado, está todo cerrado, abrimos las ventanas, entra el aire y se lleva las
telarañas. Nosotros habíamos vivido eso, había una cita que lo resumía muy
bien: las penas, las alegrías, los triunfos y los fracasos de los hombres de
nuestro tiempo deben ser penas, alegrías, triunfos y fracasos de la Iglesia. Y
terminaba diciendo: nada de lo humano le es ajeno.
Nosotros, que
éramos coadjutores, es decir ayudadores del párroco, asumimos con ese espíritu
nuestra función: evangelizar desde esa realidad en la que estábamos, porque
dentro del templo no teníamos mucha cabida. La Iglesia de entonces era muy
tradicional, muy cultual, y este paso de la apertura al mundo lo encontrábamos
más fuera del templo.
Tú venías de Talayuela y Agustín de Salamanca.
Sí, Agustín
venía de Béjar. Una cuestión importante es que entonces se estaban promoviendo
los equipos. Para nosotros eso también fue determinante, en nuestra visión del
mundo, de la realidad y de la evangelización. Porque el vivir en comunidad es
un apoyo, te permite comentar y estudiar juntos. El campo en el que nosotros
nos volcamos en ese descubrimiento de la realidad fue el mundo de la
agricultura. Yo estuve cinco años trabajando en el campo.
¿Trabajabas como jornalero?
Yo iba a
jornal, pero también creamos una cooperativa de trabajo asociado con Damián y
otros jóvenes, que luego formarían parte de la Unión de Campesinos. Aquello
supuso también un rompimiento con la mentalidad tradicional, acostumbrada a que
el hijo trabajara con el padre. Nosotros dábamos clase en lo que entonces era
la Extensión Agraria y ahí tomábamos mucho contacto con los jóvenes del campo.
Analizamos cuál iba a ser en el futuro la evolución de la agricultura y
llegamos a una conclusión -que luego se ha cumplido-, la agricultura iba a ser
netamente capitalizada por los grandes inversores. Entonces nos planteamos la
posibilidad de lanzarnos a crear una cooperativa de trabajo asociado. Primero
fue un grupo de diez o doce chavales arrendando unas tierras, sembrándolas de
maíz y de trigo, y luego ya se constituyó la cooperativa de trabajo asociado,
que ha continuado hasta ahora. Había otra época que yo iba a jornal, a coger
aceituna y tomate, sobre todo. Fue una experiencia muy rica, descubrí esa idea
que hoy en la teología se utiliza mucho: cambiamos el aserto del catecismo que
dice que hay que amar a Dios sobre todas las cosas por el de que hay que amarlo
en todas las cosas, en presencia. Yo empiezo a descubrir a un dios que está en
la realidad, que está en la vida. Todo esto reflexionando con Agustín.
En los años del tardofranquismo se van a producir en Extremadura fuertes
luchas en el campo, en sectores como el tomate, el maíz, el pimiento o la
leche.
Aquí en
Miajadas yo me acuerdo sobre todo de las guerras del tomate y del maíz. En el
tomate hacían unos contratos leoninos, con muy pocas cajas por agricultor, y
ahí estuvimos bastante implicados. En agosto de 1975 se produce el corte de la
carretera nacional, donde están ahora las fábricas, fue un follón de miedo. El
corte se mantuvo desde las once de la mañana hasta las tres del mediodía, hasta
que llegó el gobernador y se consiguió una negociación. Los días siguientes los
jeeps de la Guardia Civil están constantemente por el pueblo, llamando a la
gente a declarar. Entre otras cosas le preguntaban a muchos si nosotros
habíamos hecho las pancartas.
Ese movimiento
despertó el nacimiento de las organizaciones agrarias. Después vino la guerra
del maíz, pero ya en coordinación con Aragón, Castilla León y otras zonas. La
protesta consistía en poner los tractores al lado de las carreteras, donde a
veces se tiraban hasta una semana. En una de las tractoradas se plantea
conseguir la Seguridad Social en el campo. En esos años también se está
empezando a reclamar la libertad sindical. Se empezó a reunir un grupo de
agricultores, entre ellos los presidentes de las cooperativas, que eran gente
muy conservadora. Uno de los lugares donde nos reuníamos era en la la sacristía
de Vivares o debajo de un puente. En Vivares estaba también Santiago Leal. En
aquel momento se estaba formalizando la Coordinadora de Organizaciones
Agrarias, la COAG. La Unió de Pagesos influyó bastante en el movimiento. En
esos años es cuando surge la Unión de Campesinos Extremeños, la UCE. Me acuerdo
de que poco después, en el 77, se dio a conocer aquí en Miajadas con un acto
que se hizo en el cine de verano.
¿Agustín no estaba en el movimiento campesino?
Sí, Agustín no
trabajaba en el campo pero sí estaba implicado en todo. Era una persona genial,
tenía una gran bondad y una gran capacidad de análisis. Y de decisión. Era muy
afable, bondadoso con la gente, conectaba en seguida, con todo el mundo. Una
chica joven me dijo de él, al poco de morir, “Ha muerto un hombre de Dios que
nos acercaba a Dios”. Agustín unía la fe y la vida.
Vuestra brega ha estado siempre enmarcada o ligada al Movimiento
Rural.
Eso nos ayudó
mucho. En el mundo obrero eran la HOAC o la JOC la punta de lanza, pero en el
mundo rural fue el Movimiento Rural Cristiano. En la Iglesia en esos años se
desarrollarán mucho los movimientos de acción católica, que habían nacido en
los años cuarenta y cincuenta en Francia; es cuando Cardijn dice aquello de “Un
joven trabajador vale más que todo el oro del mundo”. En España el Movimiento
Rural surge a finales de los cincuenta, primeros de los sesenta. Hay un vicario
muy interesante y muy importante en nuestra vida, Felipe Fernández, que fue
sacerdote en Don Benito y en Plasencia y que después sería obispo en Ávila y
Canarias. Él nos abrió los ojos a estos movimientos, que han sido una bendición
porque nos han enseñado sobre todo los métodos, cómo analizar la realidad; el
método de revisión de vida, es decir, cómo descubrir en el juzgar y el actuar
la presencia del evangelio. No se puede decir Señor, Señor, si no es tratando
de luchar, de amar al otro, de comprometerse con el otro. El Movimiento Rural
todavía sigue aquí en Miajadas.
Por lo que sé, en la zona tuvo mucha importancia este movimiento. Había un
núcleo de sacerdotes: en Pela, por ejemplo, Eduardo Martín
Herrero; en Madrigalejo, Juan Antonio Andrade; o en
Orellana, Fermín Solano.
De todos modos,
el Movimiento Rural se quedó sólo en una zona, no se extendió más. Quizás
porque era muy exigente también en la organización. En las parroquias, para
muchas de estas cosas, el sacerdote o es un tapón o es un cauce.
En el campo
nosotros siempre hemos estado muy implicados, por ejemplo en la Cooperativa San
Isidro. Agustín fue asesor y yo, durante una etapa, entré en la directiva como
vicepresidente. Pero siempre teniendo muy clara una metodología: ayudar para
que la gente piense, razone y actúe, nunca buscando el protagonismo. Si hay un
sector en el que hayamos echado tiempo y corazón es en la gente del campo.
Pero también estuvisteis en otras luchas, por ejemplo en la Marcha por la
Universidad, en el año 1972. Estabais en todo lo que era el movimiento
popular en ese momento.
Eso fue un
contacto esporádico, nosotros sólo les atendimos para que se repusieran. Era
una marcha a Madrid y les echaron para atrás. Los jóvenes salieron de
Guadalupe, como algo simbólico, pero la Guardia Civil los detuvo y los trajeron
al cuartel de Miajadas. Nosotros nos enteramos, fuimos al cuartel, intercedimos
y les permitieron dormir en una nave junto a la parroquia.
Unos años antes Agustín y tú también os habíais ido como curas
obreros a la emigración.
Sí, Agustín
había estudiado Graduado Social en Salamanca, después de que salimos de curas,
por ayudar y asesorar al mundo obrero. En Miajadas, Escurial y los pueblos de
la comarca, había bastante emigración en la hostelería. Nosotros fuimos a
conocer la emigración dos veranos, el 72 y el 73. La gente sobre todo iba a
trabajar a Francia, a los hoteles de Lourdes. Para nosotros conocer Francia fue
importante. Estuvimos trabajando en los hoteles y a la vez trabamos relación
con un sacerdote navarro y francés, que llevaba grupos de la JOC allá.
Ayudábamos a los trabajadores de aquí a que tomaran conciencia y se
organizaran. Los contratos eran desde abril hasta octubre, aquello sí fue para
nosotros un descubrimiento grande: la emigración no se conoce si no se vive.
Agustín les traducía los contratos, las cartas, les asesoraba en todo lo que
podía.
O sea que cuando se produjo el conflicto del Instituto aquí en Miajadas
teníais ya hecha toda una licenciatura en lucha social.
Lo que pasa es
que aquello fue muy sonado. Los chavales de aquí, en un pueblo tan grande,
tenían que irse fuera a estudiar. En aquel tiempo, aunque no había libertad de
asociación, sí permitían unas asociaciones de cabezas de familia. Utilizamos
ese medio y se formó la asociación con la finalidad de luchar por el Instituto.
El edificio estaba construido hacía ocho años, eran las corruptelas de antes.
El dueño del edificio, que lo había construido, tenía otros centros educativos
en Mérida y Navalvillar de Pela, con la misma estructura que este. Había
construido el instituto con dinero público pero no acababa de ponerse en
marcha.
Hicimos la
asociación familiar, nos dirigimos al Gobierno, presentamos las firmas y no nos
hacían caso. A finales de octubre preparamos la acción, se iba a encerrar la
directiva pero al final sólo pudimos quedarnos Agustín y yo. A las seis de la
mañana nos llevó un compañero en coche y nos encerramos.
Hoy os llamarían ocupas, por el procedimiento. Porque además entrasteis por
una ventana.
Posiblemente.
Por la mañana empieza a ir la gente, luego llega la Guardia Civil y más tarde
se presenta el alcalde y nos dice que si no nos salíamos nos llevaban esposados
a Cáceres. Nosotros teníamos miedo, porque hacía muy poco tiempo, en agosto, en
Carmona había muerto un vecino en una protesta del pueblo por el agua. Por la
tarde vino el administrador apostólico para hablar con nosotros. Entonces la
Iglesia y el Estado se llevaban muy bien, digamos que los obispos tenían poder.
Dice que nos salgamos, que ya habían hablado con el gobernador y se comprometen
a ser ellos quienes lleven la documentación al Ministerio de Educación.
Teníamos miedo de lo que pudiera ocurrir, porque la gente se había ido
concentrando en la puerta, tanto los chavales que iban a Don Benito como muchos
vecinos del pueblo y al mismo tiempo había 26 guardias civiles rodeando el
edificio. Aprovechamos la situación y salimos.
El juicio se celebró de forma muy rápida, apenas cuarenta días después.
Sí, entonces
existía el Tribunal de Orden Público (TOP), pero debió haber una negociación
entre el Gobernador y el que hacía de obispo y nos juzgaron en un tribunal
ordinario, con un juez de paz, por alteración de orden público. Nos pusieron
una multa, nos condenaron a pagar las costas del juicio y también nos “manchó”
el pasaporte, de modo que hasta que no vino la amnistía no podíamos salir del
país. Como era una cosa tan llana, tan justa, tan de necesidad, la gente se
volcó. Los chavales fueron casa por casa para que la gente contribuyera a una
colecta para pagar la multa.
En abril se
llevó al Consejo de Ministros y se aprobó que se hiciera Instituto. Luego, lo
que es la vida, en la inauguración del instituto no nos invitaron. Y de hecho
nosotros no dimos nunca clases de religión en el Instituto, lo tuvimos
prohibido. A los 25 años ya sí nos invitaron a la fiesta del Instituto.
Un elemento distintivo vuestro ha sido la metodología participativa y la
promoción de tejido asociativo.
Sí. Otra cosa
que funcionó en esos años fue el Centro de Juventud. Nosotros, en la Iglesía,
teníamos un resquicio legal y aquí en Miajadas funcionó. Luego vino el cambio
de las discotecas, pero aquella hornada de gente joven fue fantástica. El
Centro de Juventud era todo, cultura, organización de marchas, teatro… Y teníamos
varios, en Orellana, en Madrigalejo. Fue un semillero de bastante gente que fue
comprometiéndose después en otros cauces.
Las
cooperativas de confección fue otra de las iniciativas que impulsamos, aunque
no acabaron de arraigar. Y, claro está, todo lo relativo al movimiento
cooperativo en el mundo agrario. Esta cooperativa estuvo muy presente en la
primera etapa de formación de ACOREX.
En 1983
nosotros asumimos las parroquias y ahí viene la segunda etapa de cambio
eclesial. Se crean los cauces, los consejos pastorales, se potencia bastante
Cáritas y surge también un grupo contra la droga: AMAT, la Asociación Miajadas
de Ayuda al Toxicómano. Son los años tremendos de la droga, se lucha con
algunas madres y se forma AMAT. Colaboro ahí y también con ALREX, Alcohólicos
Rehabilitados de Extremadura.
Ese es un campo
del que yo no tenía ni idea. Nosotros estábamos muy atentos a la realidad , la
íbamos descubriendo como llamadas de Dios. Un día veo que hay una charla de
ALREX, voy y entro en un mundo desconocido. Otro día, cuando termino de decir
misa una mujer, esposa de un alcohólico, me dice: Mira, Enrique, se nos ha ido
la psicóloga, por qué no vienes y nos acompañas. Voy y empiezo a aprender,
atendiendo y teniendo una participación cada vez más intensa. Ahora está más
institucionalizado, ya es la Junta la que paga una trabajadora social, paga un
psicólogo o un médico, no hay tanto voluntariado. Yo había hecho en Salamanca
cursos de animación y dinámica de grupos. Y colaboré mucho en meter una
metodología que les ayudara, en la organización de encuentros regionales que
permitiera que ellos se conocieran, en la Federación de Extremadura. Luego en
la organización de terapias y otro tipo de tareas. Ha sido una experiencia
formidable, conocí a gente que se transformó, como Sebastián, que no sabía
apenas leer ni escribir y llegó a dar charlas a otros alcohólicos en Madrid o
en el País Vasco. Te contaba que en cada tomatera tenía una botella de vino. Y
desde ahí cambió radicalmente. Él me escribía con letras mayúsculas las
palabras y yo se las pasaba al ordenador para luego él seguir un guión.
Descubrí en gente valores que estaban apagados. Luego vino la parte más
administrativa, había una médica fantástica que entendía esto de maravilla.
Formábamos un equipo que funcionaba muy bien. El campo de las drogas a mí me
hizo mucho bien porque me llevó a descubrir a las familias y me permitió
conocer más a los jóvenes. Para mí eso constituía también la dimensión pastoral
del cura.
Esa ha sido
nuestra orientación. Que la parroquia sea realmente viva, que responda a la
realidad y que el laico participe. El trabajo en las AMPAS, que los padres se
preparen en la educación de los chavales, o la presencia en la Plataforma de la
Sanidad, todo eso. Lo que más me alegra es que algunos vienen de un mundo
religioso, no cristiano, y han dado ese paso. A nosotros también nos ha ayudado
algo que en la Iglesia está poco desarrollado y que este Papa también lo dice
mucho, que es la presencia pública de los cristianos. La Iglesia dice lo siguiente:
el compromiso político es una de las formas más eficaces de la caridad, porque
es desde donde se toman decisiones en favor de los pobres. Pero todavía queda
el recelo contra la política, Franco nos metió que la política era como el
demonio, el enémigo número uno. La doctrina social de la Iglesia es la gran
desconocida dentro del mundo de los cristianos.
Uno de los ejes del debate en los sesenta y setenta
era precisamente el diálogo entre cristianismo y marxismo.
Eso hoy, en la
Iglesia, no existe, se ha roto, es otro mundo. Entonces era vibrante, estaba a
flor de piel, quizás por el momento político y por el momento eclesial. Luego
han venido unas generaciones con mucho incensario. Estos nos decían que
nosotros habíamos hecho de la Iglesia unos paradores. Parador se le llama aquí
en Miajadas al sitito donde metes los trastos y el coche.
Lo que hoy está
pretendiendo el Papa Francisco conecta perfectamente con los movimientos
apostólicos como el nuestro. Eso que dice él: Prefiero una Iglesia que por salir
se accidenta a una Iglesia que por quedarse en la sacristía enferma.
Mantenéis también una relación estrecha con comunidades de El
Salvador.
En el año 1996
Agustín y yo fuimos allí sobre todo para conocer las comunidades de base
constituidas a raíz de la teología de la liberación. Conocimos la realidad de
la pobreza, no tanto las comunidades de base y establecimos contactos que
mantenemos actualmente. Hemos ido seis veces a El Salvador, esto ha permitido
relacionar a las comunidades de allí- cantones que les llaman- con proyectos de
la Junta de Extremadura, que ha hecho edificios de cooperativas y de escuelas.
También establecimos una campaña de ayuda a las becas, de la que se benefician
unos 50 o 60 chavales. La experiencia nos ha abierto a un mundo deslumbrante,
en el que te echa para atrás la pobreza.
Con el Movimiento Rural habéis sido precursores de muchos de los
debates que se han abierto alrededor lo que ahora se llama la España
Vaciada.
Sí, pero el
movimiento está bajando. Nos hemos quedado en los alrededores de Miajadas.
Alonso de Ojeda, Valdehornillos, Vivares, Pizarro y Campo Lugar. Creo que ahí
se trabajó bastante, sobre todo la parte festiva. Pero luego se ha
municipalizado todo lo que había de elementos culturales y asociativos. El Día
de la Mujer, las Fiestas, todo está en gran medida institucionalizado.La
colaboración con las cooperativas fue muy buena, porque esa lucha estuvo muy presente
en Pizarro, en Vivares o en Alonso de Ojeda. La parte organizativa festiva, la
parte de ayudar a las cooperativas y el nacimiento de las AMPAS ahí sí
estuvimos muy presentes.
Todo eso ha
cambiado entre los jóvenes. Hoy es muy difícil la organización. Y en el mundo
de las adicciones también. Tienen el problema pero organizar las respuestas es
muy complicado. Todo se ha municipalizado, no hay pedagogía. Y hacer por hacer
no educa. Esa es la lucha que tenemos tambien hoy en la Iglesia. La confirmación,
por ejemplo: yo les digo que vayan a hablar a la gente, que forman parte de la
parroquia, pero no lo ven. Y mira que en los pueblos la gente es más tratable,
más amable, más cercana. Pero no, la sociedad de consumo también nos ha llegado
a la Iglesia. En una sociedad secular como la que estamos parece que tendrían
que bajar los bautizos, como ha bajado el matrimonio por la iglesia. Pero no,
las primeras comuniones son una fiesta. Es lo que sociológicamente se dice: la
pertenencia o la permanencia se ha difuminado.
La Iglesia se ha hecho líquida también, como dice Bauman.
Sí, yo le tengo
bastante leído. ¿Sabes por qué no tengo whatsapp? Por Bauman. Es tremendo, un
poco desesperante lo que está ocurriendo. Claro, uno viene de otra época. ¡Cómo
hemos cambiado!
Por último me gustaría preguntarte por el conflicto que has tenido por
la bendición a una pareja gay.
Lo he pasado
mal. Yo he conocido el mundo de gays y lesbianas a través del sufrimiento de
las madres. Madres que, por ejemplo, eran catequistas. Cuando teníamos
reuniones y alguien con relevancia en la Iglesia decía alguna burrada de los
gays yo veía que estas mujeres, que son creyentes y tienen hijos gays o
lesbianas, cómo sufrían. Y ese proceso me hizo tomar conciencia de esa
realidad. Entonces una pareja que ya llevan tiempo solicitaron la bendición,
acogiéndose a lo que dice la Iglesia. Pero ni el compañero ni yo nos habíamos
leído la instrucción del Vaticano. A nosotros, sin coraza, nos pareció
estupendo.
¿Y qué dice la susodicha instrucción?
La instrucción
dice que para que no se confunda con una boda o con el sacramento la bendición
debe consistir sólo en eso. Por ejemplo, no tiene que ser después de la boda en
el juzgado, ni tiene que haber tanta gente, es decir, hay que quitarle todo el
elemento litúrgico que pueda parecer que celebramos un sacramento.
Yo asumo ese
error, me confieso de ese pecado, debía conocer esa instrucción, el obispo
había hablado conmigo unas semanas antes. Pero preparamos la celebración y fue
preciosa, muchas bodas he hecho, pero esa celebración fue muy sentida. Vamos al
bar y un chico gay de aquí me dice: “Enrique te doy las gracias. Si es ese
Dios, el que tú nos has presentado ahí que nos ama a nosotros, yo me apunto. Si
no, sigo tan alejado como hasta ahora”.
Aquí, el revuelo
ha sido que se tomaron fotos y se pasaron en facebook. Alguien, quizás de fuera
del pueblo, lo ha cogido y lo ha enviado maliciosamente a algunas revistas
ultras. Entonces el obispado lanza un comunicado y empieza el atosigamiento de
la prensa. Yo sólo decía que sí, que he cometido un error en las formas, en las
normas, pero es un elemento evangelizador precioso y es una realidad en la que
cual la Iglesia tenemos que estar presente, porque Dios está presente. Todavía
en ese sentido hay un alejamiento. Yo no quería presencia en los medios de
comunicación, era un follón. Pero toda la gente más sencilla me ha expresado el
apoyo.
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