Oh, sorpresa: ahora,
hasta Bernie Sanders reconoce que el Partido Demócrata se había olvidado de las
capas populares estadounidenses. Vaya por Dios, y nadie se lo había dicho… Eso
sí, creer que Trump será una bendición para los de abajo es estar ciegos.
¿Quién ha votado a Trump?
El Viejo Topo / 14 noviembre, 2024
¿QUIÉNES SON
LOS 72 MILLONES DE VOTANTES DE DONALD TRUMP Y QUÉ PIDEN?
Así, 72
millones de mujeres y hombres, blancos, negros, hispanos, jóvenes y mayores,
votaron por Donald Trump. La lectura de los periódicos confirma lo que venimos
leyendo desde hace ocho años: en una relación simbiótica, Trump y sus votantes
serían lo mismo. Desdeñosos, fascistas, vulgares, agresivos, dictatoriales,
xenófobos, estafadores, mentirosos, trastornados, racistas, golpistas y
depredadores sexuales, con sólo juntar las simpáticas definiciones expresadas
en cuatro líneas por un editorialista de la Suiza italiana, uno de tantos en la
economía liberal. universo que llora y se retuerce por la derrota de la señora
Harris, democrática y «progresista» (sólo ellos saben cuán progresistas),
conocida en los medios como su amiga Kamala, clavada, a pesar de una campaña
mediática nacional e internacional sin precedentes, en el consenso de 67
millones de estadounidenses. Seguramente algún bromista sin argumentos nos dirá
que fueron los hackers rusos.
Ahora bien,
incluso suponiendo que un par de millones de electores estadounidenses caigan
en las horribles categorías que despliegan cada día los liberales, quedaría por
analizar quiénes son los otros 70 millones de electores y electores, que entre
otras cosas son siempre más que los 67 millones de Sra. Harris.
De manera
sumaria y silenciosa, en un primer y muy apresurado análisis, podemos decir que
no tenemos enfrente a los Estados Unidos de Trump, sino a mujeres y hombres
estadounidenses que han tomado una decisión política clara y rotunda, pidiendo
a Trump que la haga operativa.
Luego, como el
periódico «La República», se puede crear una portada en la que se compara a
Trump con el ogro de los cuentos de hadas, pero el simétrico y opuesto cuento
de hadas de considerar a la señora Harris como el hada buena es incluso más
demente que describir a Trump como un terrorífico monstruo.
En primer
lugar, Trump dijo, después de las elecciones, que pondrá fin a las guerras y no
iniciará otras nuevas, como demostró en su primer mandato. Esta es la razón
principal por la que fue elegido: el espectro de la Tercera Guerra Mundial se
aleja al menos cuatro años, incluso el presidente chino saludó su elección con
un llamamiento a la paz y la cooperación. Ahora, incluso en el bar más remoto
de Minnesota, todos sabían perfectamente que la señora Harris quería precipitar
al mundo a la guerra con China y Rusia para intentar salvar el imperio de las
Barras y las Estrellas y sus dólares cada vez menos utilizados en el planeta.
Los electores y
votantes de Trump han dicho claramente que no quieren la guerra, que no se
deben gastar miles de millones de dólares que se invertirán en armas para
salvar el imperio. Más bien, quieren que se utilicen para la atención sanitaria,
el trabajo y las fábricas.
El trompetista
atlántico Gianni Riotta ya explicó hace meses –pensad, también lo explicó– que
el Partido Republicano ya no es una fotocopia del Partido Demócrata, sino un
partido de trabajadores, desempleados, pequeños productores agrícolas, mujeres
y hombres que piden un futuro en el que revertir la lógica del empobrecimiento
al que les ha condenado la deriva liberal-libertaria extremista de las finanzas
especulativas.
Ahora, sólo
nuestros medios fingieron no saber lo que pasó en Estados Unidos entre 2016 y
2020, los años en los que por voluntad de Trump aumentaron los salarios de
acuerdo con los sindicatos. Para reducir las deslocalizaciones, los impuestos
se redujeron para los empresarios que trajeron empresas de regreso a suelo
estadounidense, empleando mano de obra interna, mientras que se incrementaron
con fuertes aranceles a quienes producen en el exterior y luego reimportan,
recuperando también dinero para iniciativas sociales.
Trabajadores
negros e hispanos, hombres y mujeres, recordaron estos hechos concretos del
cuatrienio 2016 – 2020 y los transformaron en votos en las urnas.
Por tanto, en
lugar de seguir hablando del ogro malo, los analistas liberal-atlánticos
deberían estudiar un poco más qué es Estados Unidos.
Quizás
descubrirían que hay un pueblo no de monstruos, sino de gente que sabe que
comemos pan y salami y no pan e imperio. Estados Unidos ya no es lo que era
hace veinte años, las aspiraciones, deseos e intereses de las masas populares
ya no coinciden con los planes de dominación planetaria de los grupos
empresarial-político-especulativos que buscan mantener el poder en Washington y
con él su proyección en todos los rincones de la tierra.
Por supuesto,
si esta es la transición de época que se desarrolla en el horizonte, existe el
riesgo, también debido a la grave incapacidad de Trump de construir en su seno
un grupo de gestión coherente con el proyecto exigido por los votantes, de que
fuerzas destructivas, belicistas, especulativas, en el que los intereses de esa
parte del gran capital que se puso del lado de Trump para intentar suavizar, si
no evadir, las peticiones de los votantes, no sólo pueden poner un freno a las
ruedas, sino que representan la principal fuerza impulsora para tratar de
impedir lo que los ciudadanos esperan que se haga realidad.
Siempre me ha
parecido un poco tonto el anhelo de una nueva guerra civil estadounidense, pero
estoy seguro de que la guerra entre los representantes políticos y económicos
del viejo aparato imperial estadounidense (política-medios-finanzas) y los
representantes de este definitivo punto de inflexión no aislacionista, pero
llamado a reinventar la nación sobre la base de una introspección cultural y
productiva auto referida y ya no destinado a imponerse en el mundo, será no
sólo feroz, sino extremadamente violenta. En los próximos meses veremos los
métodos y formas.
Fuente: Sinistra.ch
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