jueves, 10 de noviembre de 2022

Berlín va a Pekín: el verdadero negocio

 

¿Se resignará Alemania a su completa dependencia de EEUU generada por la guerra en Ucrania? ¿Aceptará impertérrita su desindustrialización? Los restantes países de la UE, ¿acudirán disciplinadamente al matadero que gestiona el hegemón americano?


Berlín va a Pekín: el verdadero negocio


 Pepe Escobar

El Viejo Topo

10 noviembre, 2022 

 

La comitiva de Scholz se dirigió a Pekín para dar pasos preparatorios para elaborar un acuerdo de paz con Rusia, con China como mensajero privilegiado.

Con su inimitable talento para el análisis económico impregnado de profundidad histórica, el último ensayo del profesor Michael Hudson, escrito originalmente para un público alemán, muestra un asombroso paralelismo entre las Cruzadas y el actual «orden internacional basado en reglas» impuesto por el Hegemón.

El profesor Hudson detalla cómo el Papado en Roma logró establecer el control unipolar sobre los reinos seculares (¿le suena?) cuando el juego consistía en la preeminencia papal sobre los reyes, sobre todo sobre los Sacros Emperadores Romanos alemanes. Como sabemos, medio en broma, medio en serio, el Imperio no era exactamente Sacro, ni alemán (quizás un poco romano), y ni siquiera un Imperio.

Una cláusula de los Dictatus Papales otorgaba al Papa la autoridad de excomulgar a quien «no estuviera en paz con la Iglesia Romana». Hudson señala con agudeza cómo las sanciones estadounidenses son el equivalente moderno de la excomunión.

Podría decirse que hay dos fechas principales en todo el proceso. La primera sería el Tercer Concilio Ecuménico del 435: es cuando se atribuyó autoridad universal solo a Roma. Alejandría y Antioquía, por ejemplo, se limitaron a ejercer una autoridad regional dentro del Imperio Romano.

La otra fecha más importante es 1054, cuando Roma y Constantinopla se separaron definitivamente. Es decir, la Iglesia Católica Romana se separó de la Ortodoxa, lo que nos lleva a ver a Rusia, y a Moscú, como La Tercera Roma ­–y la animosidad de siglos de «Occidente» contra Rusia.

Un estado de ley marcial

El profesor Hudson profundiza en el viaje de la delegación del canciller Scholz a China para «exigirle que desmantele su sector público y deje de subvencionar su economía o de lo contrario Alemania y Europa impondrán sanciones al comercio con China». Pues bien, en realidad esto no es más que una ilusión infantil, expresada por el Consejo Alemán de Relaciones Exteriores en un artículo publicado en el Financial Times (la plataforma de propiedad japonesa de la City de Londres). El Consejo, como lo describe correctamente Hudson, es «el brazo neoliberal “libertario” de la OTAN que exige la desindustrialización alemana y la “dependencia» de los Estados Unidos. Así que el Financial Times, como era de esperar, está publicando los sueños húmedos de la OTAN.

El contexto es esencial. El presidente federal alemán, Frank-Walter Steinmeier, en un discurso en el castillo de Bellevue, prácticamente ha admitido que Berlín está en quiebra: «Comienza una época de vientos en contra para Alemania: se avecinan años difíciles, difíciles para nosotros. Alemania se encuentra en la crisis más profunda desde la reunificación».

Sin embargo, la esquizofrenia, una vez más, es la reina suprema, ya que Steinmeier, después de una ridícula maniobra en Kiev –completada con el posado de un actor involuntario acurrucado en un búnker– anunció una entrega extra: dos lanzacohetes múltiples MARS más y cuatro obuses Panzerhaubitze 2000 que se entregarán a los ucranianos.

Así pues, aunque la economía «mundial» –en realidad la de la UE– esté tan fragilizada que los Estados miembros ya no pueden ayudar a Kiev sin perjudicar a sus propias poblaciones y la UE esté al borde de una crisis energética catastrófica, luchar por «nuestros valores» en el país 404 lo supera todo.

El contexto general también es clave. Andrea Zhok, profesor de Filosofía Moral en la Universidad de Milán, ha llevado el concepto de «Estado de Excepción» de Giorgio Agamben a nuevas cotas. Zhok sugiere   que el Occidente colectivo zombificado está ahora completamente subyugado a un «Estado de Derecho Marcial», en el que un ethos de Guerra eterna es la máxima prioridad para las élites globales. Cualquier otra variable –desde el transhumanismo hasta la despoblación e incluso la cultura de la Cancelación– está subordinada al Estado de Ley Marcial y es básicamente inesencial. Lo único que importa es ejercer un control absoluto y crudo.

Berlín – Moscú – Pekín

Sólidas fuentes empresariales alemanas contradicen completamente el «mensaje»  emitido por el Consejo Alemán de Relaciones Exteriores sobre el viaje a China. Según estas fuentes, la comitiva de Scholz fue a Pekín esencialmente para establecer los pasos preparatorios para elaborar un acuerdo de paz con Rusia, con China como mensajero privilegiado.

Esto es –literalmente– lo más explosivo, geopolítica y geoeconómicamente, que puede darse en este momento. Como señalé en una de mis columnas anteriores, Berlín y Moscú mantenían un canal secreto de comunicación –a través de interlocutores comerciales– justo en el momento en que los sospechosos habituales, desesperados, decidieron hacer estallar los Nord Streams.

Es ahora notoriamente conocido el SMS del iPhone de Liz Truss al pequeño Sevretario de Estado USA Tony Blinken, un minuto después de las explosiones: «Está hecho».

Hay más: la comitiva de Scholz puede estar intentando iniciar un largo y enrevesado proceso para acabar sustituyendo a Estados Unidos por China como aliado clave. No hay que olvidar que la principal terminal de comercio/conectividad de los BRIC en la UE es Alemania (la cuenca del Ruhr). Según una de las fuentes, «si este esfuerzo tiene éxito, entonces Alemania, China y Rusia podrán aliarse y expulsar a EE.UU. de Europa».

Otra fuente puso la guinda al pastel: «Olaf Scholz está siendo acompañado en este viaje por industriales alemanes que realmente controlan Alemania y no van a quedarse sentados viendo cómo son destruídos».

Moscú sabe muy bien cuál es el objetivo imperial; se trata de que la UE quede reducida al papel de vasallo totalmente dominado –y desindustrializado–, ejerciendo una soberanía nula. Al fin y al cabo, los canales de retorno no se encuentran en el fondo del Mar Báltico. Además, China no ha dado ninguna pista de que su enorme comercio con Alemania y la UE esté a punto de desaparecer.

El propio Scholz, un día antes de que su comitiva llegara a Pekín, subrayó a los medios de comunicación chinos que Alemania no tiene intención de desvincularse de China y que no hay nada que justifique «los llamamientos de algunos a aislar a China».

Paralelamente, Xi Jinping y el nuevo Politburó son muy conscientes de la posición del Kremlin, reiterada una y otra vez: siempre estamos abiertos a las negociaciones, siempre y cuando Washington se decida por fin a hablar del fin de la expansión ilimitada de la OTAN, empapada de rusofobia.

Así que negociar significa que el Imperio firme el documento que ha recibido de Moscú el 1 de diciembre de 2021, centrado en la «indivisibilidad de la seguridad». De lo contrario, no hay nada que negociar.

Y cuando tenemos al lobbista del Pentágono, Lloyd «Raytheon» Austin, aconsejando a los ucranianos de forma oficial que avancen sobre Jerson, queda aún más claro que no hay nada que negociar.

Así que, ¿podría ser todo esto la primera piedra del corredor geopolítico/geoeconómico transeuroasiático Berlín-Moscú-Pekín? Eso significará Bye Bye Empire. Una vez más: no se acaba hasta que la señora gorda hace Gotterdammerung.[1]

[1] (Ntd) El ocaso de los dioses, ópera de Richard Wagner en tres actos y un prólogo con música y libreto, cuarta y última de las óperas que componen el ciclo de El anillo del nibelungo.

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