Golpes de Estado, terremotos, huracanes, miseria… Haití se ve
golpeado una y otra vez de forma inmisericorde. Las protestas se suceden, ahora
a raíz de la suspensión del envío de petróleo barato desde Venezuela debido a
las sanciones estadounidenses.
Haití: cuatro años de
protestas
El Viejo Topo
10 octubre, 2022
En julio de 2018 empezó un ciclo de protestas en Haití que se ha mantenido hasta ahora (a pesar de la pandemia). El principal motivo de la protesta en 2018 fue que en marzo de ese año el Gobierno de Venezuela (como consecuencia de las sanciones ilegales impuestas por los Estados Unidos) no podía seguir enviando petróleo con descuento a Haití a través del esquema de PetroCaribe. Los precios de los combustibles se dispararon hasta un 50%. El 14 de agosto de 2018, el cineasta Gilbert Mirambeau Jr. tuiteó una foto suya con los ojos vendados y sosteniendo un cartel que decía: “Kot Kòb Petwo Karibe a???” (¿A dónde fue el dinero de PetroCaribe?). Reflejaba la sensación más extendida en la isla: que el dinero del plan había sido saqueado por la élite haitiana, cuyo control del país se había asegurado mediante dos golpes de Estado (1991 y 2004) contra el Presidente Jean-Bertrand Aristide, elegido democráticamente. El aumento de los precios del petróleo hizo que la cotidianidad fuera invivible para la gran mayoría del pueblo, cuyas protestas crearon una crisis de legitimidad política para la élite haitiana.
En las últimas
semanas, las calles de Haití han vuelto a ser ocupadas por grandes marchas y
cortes de carretera, con los ánimos en vilo. Los bancos y las organizaciones no
gubernamentales (ONG) –incluidas las organizaciones benéficas católicas–
se enfrentaron a la ira de los manifestantes, que rayaron “Abajo con EE. UU”. en los
edificios que saquearon e incendiaron. La palabra creole dechoukaj o
desarraigo – que se utilizó por primera vez en los movimientos
democráticos de 1986 – ha llegado a definir estas protestas. El Gobierno ha
culpado de la violencia a bandas como el G9, dirigido por el ex policía
haitiano Jimmy “Babekyou” (Barbacoa) Chérizier.
Estas bandas forman parte del movimiento de protesta, pero no lo definen.
El Gobierno de
Haití – dirigido por el presidente en funciones Ariel Henry – decidió aumentar
el precio del combustible durante esta crisis, lo que desató la protesta de los
sindicatos del transporte. Jacques Anderson Desroches, presidente del Fós
Sendikal pou Sove Ayiti, declaró al Haitian
Times: “Si el Estado no se decide a poner fin a la liberalización del
mercado del petróleo en favor de las compañías petroleras y a tomar el control
del mismo”, nada bueno va a salir de esto. “Todas las medidas que tome Ariel
Henry serán medidas cosméticas”, dijo. El 26 de septiembre, las asociaciones
sindicales convocaron una huelga que paralizó el país,
incluida la capital de Haití, Puerto Príncipe.
La Organización
de las Naciones Unidas (ONU) evacuó del país al
personal no esencial. La representante especial de la ONU, Helen La Lime, dijo al Consejo de Seguridad de la ONU
que Haití estaba paralizado por “una crisis económica, una crisis de bandas y
una crisis política” que han “convergido en una catástrofe humanitaria”. La
legitimidad de las Naciones Unidas en Haití es limitada, dados los escándalos de
abusos sexuales que han sacudido a las misiones de mantenimiento de la paz de
la ONU en Haití, y el mandato político de las Naciones Unidas que los haitianos
consideran orientado a proteger a la élite corrupta que hace la oferta de
Occidente.
El actual
presidente Ariel Henry fue instalado en su
puesto por el “Core Group” (formado por seis países y liderado por los
Estados Unidos, la Unión Europea, la ONU y la Organización de Estados
Americanos). Henry llegó a la presidencia tras el asesinato, aún sin resolver,
del impopular presidente Jovenel Moïse (hasta ahora, lo único claro es que Moïse
fue asesinado por mercenarios colombianos y haitianos estadounidenses). La Lime
de la ONU informó al Consejo
de Seguridad en febrero que la “investigación nacional sobre su asesinato [de
Moïse] se ha estancado, una situación que alimenta los rumores y exacerba tanto
la sospecha como la desconfianza dentro del país”.
Las crisis de Haití
Es imposible
entender el actual ciclo de protestas sin reparar con atención en cuatro
acontecimientos del pasado reciente de este país. En primer lugar, la
desestabilización de Haití tras el segundo golpe de Estado contra Aristide en
2004, que tuvo lugar justo después del catastrófico terremoto de 2010 y que
condujo al desmantelamiento del Estado haitiano. El Core Group aprovechó
estas terribles dificultades para importar a la isla un amplio abanico de ONG
occidentales, que parecían sustituir al Estado haitiano. Las ONG pronto proporcionaron el 80% de los servicios
públicos. “Desperdiciaron” cantidades
considerables del dinero de socorro y ayuda que había llegado al país tras el
terremoto. El debilitamiento de las instituciones estatales ha hecho que el
Gobierno tenga pocas herramientas para hacer frente a esta crisis no resuelta.
En segundo
lugar, las sanciones ilegales impuestas
por los Estados Unidos a Venezuela acabaron con el plan PetroCaribe, que había proporcionado a
Haití ventas de petróleo en condiciones favorables y 2.000 millones de dólares
de beneficios entre 2008 y 2016, que estaban destinados al Estado haitiano pero
que se esfumaron en las cuentas bancarias de la élite.
En tercer
lugar, en 2009, el parlamento haitiano intentó aumentar el
salario mínimo en la isla a 5 dólares diarios, pero el Gobierno de Estados
Unidos intervino en nombre de las principales empresas textiles y de confección
para bloquear el proyecto de ley. David Lindwall, ex jefe adjunto de la misión
de los Estados Unidos en Puerto Príncipe, dijo que el intento
haitiano de aumentar el salario mínimo “no tuvo en cuenta la realidad
económica”, sino que fue un mero intento por apaciguar “a las masas
desempleadas y mal pagadas”. El proyecto de ley fue derrotado debido a la
presión del Gobierno de los Estados Unidos. Estas “masas desempleadas y mal
pagadas” están ahora en las calles siendo caracterizadas como “bandas” por el Core
Group.
En cuarto
lugar, al actual presidente, Ariel Henry, le gusta decir que es un
neurocirujano y no un político de carrera. Sin embargo, en el verano de 2000,
Henry formó parte del grupo que creó la Convergencia Democrática (CD), fundada
para pedir el derrocamiento del Gobierno democráticamente elegido de Aristide.
La CD fue creada en Haití por
el Instituto Republicano Internacional, brazo político del Partido Republicano
de los Estados Unidos, y por la Fundación Nacional para la Democracia del
Gobierno estadounidense. El llamado a la calma
realizado por Henry el 19 de septiembre de 2022 tuvo como resultado la
multiplicación de las barricadas y la intensificación del movimiento de
protesta. Su oído está más pendiente de Washington que de Petit-Goâve, una
ciudad de la costa norte que es el epicentro de la rebelión.
Oleadas de invasiones
En la ONU, el
ministro de Asuntos Exteriores de Haití, Jean Victor Geneus, dijo: “Este dilema sólo puede resolverse con
el apoyo efectivo de nuestros socios”. Para muchos observadores cercanos de la
situación que se desarrolla en Haití, la frase “apoyo efectivo” suena a otra
intervención militar de las potencias occidentales. De hecho, el editorial
del Washington Post pedía “una acción
muscular por parte de actores externos”. Desde la Revolución Haitiana, que
terminó en 1804, Haití se ha enfrentado a oleadas de invasiones (incluyendo una
larga ocupación estadounidense
– de 1915 a 1930 – y una dictadura respaldada por los Estados
Unidos – de 1957 a 1986 –). Estas invasiones han impedido a la nación insular
asegurar su soberanía y han impedido a su pueblo construir una vida digna. Otra
invasión, ya sea por parte de las tropas estadounidenses o de las fuerzas de
mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, no hará más que agravar la
crisis.
En la sesión de
la Asamblea General de las Naciones Unidas del 21 de septiembre, el presidente
de los Estados Unidos, Joe Biden, dijo que su
Gobierno sigue “apoyando a nuestro vecino Haití”. Lo que esto significa queda
muy claro en un nuevo informe de
Amnistía Internacional que documenta los abusos racistas a los que se enfrentan
los solicitantes de asilo haitianos en los Estados Unidos. Puede que los
Estados Unidos y el Core Group estén al lado de personas como
Ariel Henry, pero no parecen estar al lado del pueblo haitiano, incluidos los
que han huido hacia sus territorios.
Las opciones
para el pueblo haitiano pasarán por la unión de los sindicatos a la ola de
protestas. Queda por ver si los sindicatos y las organizaciones comunitarias
(incluidos los grupos de estudiantes que
han resurgido como actores clave en el país) serán capaces de impulsar un
cambio dinámico a partir de la ira que se observa en las calles.
Fuente: Globetrotter