viernes, 2 de septiembre de 2022

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible ante la crisis multidimensional

 


Los Objetivos de Desarrollo Sostenible ante la crisis multidimensional


Alejandro Alemán

KAOSENLARED

2 de septiembre de 2022 


En el año 2015 la Asamblea General de las Naciones Unidas, organismo donde están representados todos los países miembros de la ONU, estableció 17 objetivos globales interconectados con el fin de aspirar a un mundo más justo y sostenible a través del desarrollo de políticas comunitarias. Con los denominados Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se estableció la Agenda 2030, que se constituyó como un nuevo mantra comunicativo en el espacio político y mediático ya que parecía que nos encontrábamos ante la antesala de las políticas de cooperación internacionales para poner fin a los lastres económicos, sociales y ecológicos derivados del sistema capitalista. Debemos recordar que uno de los axiomas clásicos del capitalismo y el libre mercado es que la globalización y el crecimiento económico traería consigo el desarrollo de las economías menos competitivas por una especie de efecto goteo de redistribución del beneficio y la riqueza que permitiría a los denominados países subdesarrollados mejorar las condiciones de vida de su población y acercar a sus comunidades al desarrollo económico y social que había experimentado la sociedad occidental.

La premisa siempre fue falsa y por lo tanto había que hacer política para cubrir las deficiencias globales derivadas de la economía de mercado y el colonialismo.

Junto a objetivos sociales y económicos como “Fin de la pobreza”, “Hambre cero”, “Educación de calidad”, “Igualdad de género”, “Reducción de las desigualdades” “Trabajo decente y crecimiento económico”, entre otros, nos encontramos con objetivos derivados de la crisis climática y que coinciden en el tiempo con el desarrollo del Acuerdo de París por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en un intento por limitar el
aumento de temperatura global.

La crisis medioambiental se conformaba como prioridad política ante una situación que sin las acciones necesarias provocaría (y provocaba) disrupciones en el sistema planetario que impediría el normal desarrollo de la vida en la tierra poniendo en peligro ecosistemas,  millones de vidas y el crecimiento infinito. Los objetivos sociales y económicos se completaron con objetivos de corte más ecológico como “Acción por el clima” “Vida submarina” “Vida de ecosistemas terrestres” “Ciudades y comunidades sostenibles”, “Energía asequible y no contaminante”, “Producción y consumo responsables”.

El último de ellos “Alianzas para lograr los objetivos” establecía la necesaria cooperación internacional para materializarlos, y a partir de ese año comenzamos a ver pines, pegatinas y logotipos de estos famosos ODS impregnando la publicidad institucional que anunciaba una agenda globalista que quería poner fin a las desigualdades económico-sociales y a la crisis medioambiental.

Ya en el ecuador de la Agenda, hacer un pequeño balance sobre el estado de progreso de la mayoría de las objetivos nos permite ver que el proyecto político está siendo un fracaso, y observando lo que denominan la coyuntura actual derivada de la crisis energética y la guerra de Ucrania, que realmente es una situación estructural en la que nuestro sistema está chocando con los límites biofísicos, nos aproximamos a la segunda mitad de un proyecto que puede terminar con un catastrófico empeoramiento del estado inicial de los objetivos.

Por ejemplo, si analizamos el objetivo 1º “Fin de la pobreza”, en 2015 el Banco Mundial estimaba que 730 millones de personas vivían bajo el umbral de pobreza extrema establecido en “menos de 1.90 dólares al día”, y proyectaba para 2030 que la cifra se reduciría a 479 millones de personas [^1]. Lejos del objetivo del fin de pobreza establecido, igual más una referencia que una finalidad, las estimaciones de Oxfam basadas en datos recogidos por el Banco Mundial proyectan un aumento adicional en este año de 263 millones de personas que sumaría un total de 860 debido al “impacto combinado de la pandemia del COVID-19, el aumento de la desigualdad y la crisis de precios de los alimentos”. Según datos del informe de Oxfam, 3.300 millones de personas podrían vivir este 2022 por debajo del umbral de pobreza de 5.50 dólares al día. Estamos hablando de casi la mitad de la humanidad.

Actualmente asistimos a un retroceso catastrófico en la seguridad alimentaria global y ésta no se debe sólo al elevado precio de la energía que ha repercutido en el desarrollo de un gran periodo inflacionario, sino también a las malas cosechas mundiales de cereales que han visto mermada su producción debido a las sequías que se están sufriendo en países productores elevando aún más el precio de los alimentos. El objetivo 2º “Hambre cero” se encuentra en serio riesgo de aumentar los valores que establecía la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en 2015, que situaba en 670 millones el número de personas afectadas por el hambre en el mundo. Según el último informe “Estado de seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2022″ de la FAO, entre 702 y 828 millones de personas sufrieron hambre en 2021, añadiendo 180 millones de personas al número inicial de 2015].

Sus proyecciones (optimistas), prevén que para 2030 alrededor de 670 millones de personas se encontrarán en situación de hambre, el mismo número que en 2015. Serán 15 años en los que no se habrá producido ningún progreso. 

El aumento de precios, la crisis climática y los conflictos armados profundizan una situación de injusticia en el acceso a los alimentos en un mundo que produce suficiente para alimentar al conjunto de la población, pero donde la cínica inacción política a través de la falta de acuerdos y financiación imposibilitan el mínimo progreso en una situación agravada después de la pandemia del COVID-19.

La crisis de desigualdad también se ha pronunciado desde la pandemia desencadenando en un retroceso del objetivo nº10 “Reducción de las desigualdades”. Aunque el objetivo no sólo se refiere a desigualdades económicas, centrándonos en este aspecto podemos ver como el “World Inequality Report” de 2022 afirma que “las desigualdades contemporáneas están cerca de los niveles de principios del siglo XX, en el pico del imperialismo occidental”. Entre 2019 y 2021, la riqueza del 0,001% más rico creció un 14%, en un periodo en que la riqueza global promedio creció sólo un 1%. Mientras el mundo sufría las consecuencias económicas y sanitarias de la pandemia, los multimillonarios aumentaban sustancialmente su fortuna.

En nuestra sociedad, el 10% más rico de la población mundial continúa poseyendo el 76% de la riqueza y apenas ha variado desde el inicio de la Agenda.

La pandemia y la situación crítica de los objetivos anteriormente señalados afectan profundamente al objetivo nº3 “Salud y Bienestar”, en un mundo que ha sufrido las consecuencias del COVID-19 tanto en la salud física como mental y que se enfrenta a nuevos desafíos ante la proliferación de nuevas enfermedades. También observamos graves retrocesos en el objetivo nº5 “Igualdad de género” con la sentencia del Tribunal Supremo de EEUU sobre el aborto y con las consecuencias de la crisis que afectan especialmente a las mujeres con menos recursos y extremadamente delicada es la situación del objetivo nº6 “Agua limpia y saneamiento” en un mundo acechado por “la crisis inminente del agua” como advertía la misma ONU debido a las consecuencias del cambio climático y el aumento de las temperaturas que están propiciando un crecimiento del número de inundaciones y una prolongación de las sequías en el planeta (Cuerno de África, megasequía en Chile central).

El informe “The State of Climate Services 2021: Water” de la Organización Mundial de Meteorología, advierte que más de 2000 millones de personas viven bajo condiciones de “estrés hídrico” y estima que para 2050 más de 5000 millones de personas sufrirán algún problema de normal acceso al agua potable.

Este año se ha materializado con severidad la crisis energética global, que ya venía gestándose al haber superado los picos máximos de producción del petróleo, el carbón y previsiblemente el gas. Nuestro sistema energético hiperdependiente ha sufrido las consecuencias de las sanciones a Rusia, principal exportador de la UE, en un periodo de alza de precios del combustible dónde ya antes del inicio del conflicto el barril de Brent se vendía a más de 100$, un precio crítico para el normal desarrollo de las economías.

La escasez de combustibles fósiles y el encarecimiento de la energía está desembocando en un auge de la inestabilidad social por las limitaciones en el acceso a los combustibles, los cortes periódicos de luz, la crisis de los alimentos agravada por el alto precio de los fertilizantes y que amenaza seriamente a las capas sociales más empobrecidas.

El objetivo nº7 “Energía asequible y no contaminante” se aleja de su meta para 2030 de “garantizar un acceso universal a servicios energéticos asequibles, fiables y modernos”.

Desde 2021, Europa ha vuelto a incrementar la quema de carbón, el más contaminante de los combustibles fósiles, para garantizar el suministro eléctrico a sus respectivos países en el año en el que el IPCC presentaba la primera parte de su sexto y más demoledor informe sobre el cambio climático alertando sobre la necesidad de reducir las emisiones de C02 en una previsible última oportunidad de limitar el aumento de temperatura a 2º.

La inestabilidad económica y social repercute en el objetivo nº16 “Paz, justicia e instituciones sólidas”, que también ha empeorado sustancialmente con respecto a 2015. Según la Escola de Cultura de Pau de la Universidad Autónoma de Barcelona en su informe anual “Alerta 2021! 
Informe sobre conflictos, derechos humanos y construcción de paz” en 2020 los conflictos armados graves, aquellos donde la mortalidad supera el millar de personas al año, se intensificaron e incrementaron desde un 27% en 2018 hasta llegar a un 43% del total de ellos en 2020.

La perspectiva futura es aún más negativa si atendemos al estallido de la guerra en Ucrania y la decisión de la OTAN de aumentar el presupuesto militar y catalogar a China como “desafío a los intereses y valores” de la organización, en un claro ejercicio de refortalecimiento en vistas de la situación geopolítica del globo ante la crisis de recursos.
Una revisión del estado de los objetivos más relacionados con la crisis medioambiental, aunque interrelacionados con los otros, nos muestra el triste retroceso en gran parte de la Agenda y en los objetivos establecidos en el Acuerdo de París.

La crisis climática está mostrando al mundo las consecuencias del calentamiento global a través de fenómenos meteorológicos extremísimos en muchas partes del planeta en un periodo donde estamos superando puntos de no retorno en ecosistemas indispensables para la estabilización climática como la Amazonia, el Ártico o los arrecifes de coral, que potencialmente dificultan nuestras posibilidades de mitigación y la capacidad de adaptación a un mundo cada vez más hostil.

Antes de olvidar esta ola de calor extrema que ha golpeado a Europa, donde han muerto más de 1000 personas, recuerden que esto sucede con sólo una subida de 1.2º y algunos estudios prevén que alcanzaremos los 1.5º en esta misma década. 

Desde 2015, el estado de los océanos ha empeorado gravemente como indica la recién finalizada Conferencia sobre los Océanos de la ONU celebrada en junio en Lisboa que certifica el “fracaso colectivo”, tal y como ellos textualmente declaraban, en el objetivo 14 “Vida submarina”, añadiendo dicho fracaso a los objetivos 13 “Acción por el clima” y 15 “Ecosistemas terrestres”.

La Agenda está fracasando y supone un riesgo para la mayoría más empobrecida de la sociedad que va a sufrir las consecuencias de la inacción política y la falta de moral ante situaciones que tienen solución.

Nos acercamos al fin de una era de abundancia material dónde el modelo de crecimiento infinito ha polarizado la desigualdad y ha estigmatizado los problemas globales que más nos deben avergonzar como individuos y sociedades. Es una obligación exigir el cumplimiento de los derechos más básicos en un periodo donde la desigualdad se va a acrecentar en un planeta que es suficiente para todas y todos, pero que sin las medidas que aborden correctamente la crisis ecosocial y un cambio de nuestro modelo de consumo se convertirá en un planeta habitable sólo para una minoría.

 

Bibliografía

https://www.wsws.org/en/articles/2022/04/19/oxfa-a19.html
https://oi-files-d8-prod.s3.eu-west-2.amazonaws.com/s3fs-public/2022-
04/Oxfam%20briefing%20-%20First%20Crisis%20Then%20Catastrophe_0.pdf
https://elpais.com/internacional/2022-05-18/la-hambruna-amenaza-con-matar-a-una-
persona-cada-48-segundo-en-el-cuerno-de-africa-segun-ong.html
https://www.edx.org/es/course/human-rights-human-wrongs-challenging-poverty-vuln
https://www.ipcc.ch/assessment-report/ar6/
https://es.wfp.org/crisis-global-hambre
https://es.wfp.org/accion-climatica
https://www.fao.org/publications/sofi/en/
https://library.wmo.int/index.php?lvl=notice_display&id=21963#.YVxxM30pDIX

https://rebelion.org/los-riesgos-tras-la-cumbre-de-la-otan/
https://www.wri.org/water
https://newlinesmag.com/photo-essays/east-africas-worst-drought-in-40-years-is-threatening-
countries-future/
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