jueves, 23 de abril de 2015

EL NUEVO "ORDEN" - DESORDEN SOCIAL QUE NOS ESTÁ DESTRUYENDO


Sabían exactamente lo que hacían

El nuevo desorden mundial
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Rebelión
counterpunch.org
21.04.2015

Hemos visto desarrollarse una forma de gobierno que yo denomino de centro extremo, que en este momento gobierna en grandes áreas de Europa e incluye partidos de izquierda, centro izquierda, centro derecha y derecha. Un sector entero del electorado, los jóvenes en particular, siente que votar no cambia nada, teniendo en cuenta los partidos existentes. El centro extremo desata guerras, ya sea por cuenta propia o en nombre de Estados Unidos; apoya las medidas de austeridad; defiende la vigilancia como absolutamente necesaria para vencer al terrorismo, sin ni siquiera preguntarse porqué existe el terrorismo: hacerse esta pregunta prácticamente convierte a uno en terrorista. ¿Por qué actúan así los terroristas? ¿Están trastornados? ¿Tiene algo que ver con lo más profundo de su religión? Estas preguntas son contraproducentes e inútiles. Si preguntas si la política imperial estadounidense o la política exterior británica o francesa no serán de alguna manera responsables, te atacan. Pero, por supuesto, las agencias de información y los servicios de seguridad saben de sobra que el motivo por el que la gente se vuelve loca –y es una forma de locura– no se halla en la religión sino en lo que ven. Hussein Osman, uno de los condenados por los atentados fallidos del metro de Londres del 21 de julio de 2005, fue detenido en Roma una semana después. "Más que rezar discutíamos del trabajo, la política, la guerra en Iraq", dijo a los interrogadores italianos. "Siempre tuvimos nuevas películas de la guerra en Iraq [...] aquellas en las que se podía ver a las mujeres y los niños iraquíes que habían sido asesinados por soldados estadounidenses y británicos". Eliza Mannigham-Buller, que en 2007 renunció como directora del MI5, dijo: "Nuestra participación en Iraq, queriendo lograr un mundo mejor, ha radicalizado a una generación entera de jóvenes".

Antes de la guerra de 2003, bajo la autoritaria dictadura de Sadam y su antecesor, el nivel de educación en Iraq era el más elevado de Oriente Medio. Cuando señalas esto te acusan de ser un apologista de Sadam, pero en los años 80 en la Universidad de Bagdad había más profesoras que las que tenía Princeton en 2009; había guarderías para facilitar que las mujeres enseñaran en las escuelas y las universidades. En Bagdad y Mosul –actualmente ocupada por el Estado Islámico– había bibliotecas con siglos de antigüedad. La biblioteca de Mosul funcionaba en el siglo XVIII y en sus depósitos albergaba manuscritos de la antigua Grecia. La biblioteca de Bagdad, como sabemos, fue saqueada después de la ocupación y lo que está ocurriendo actualmente en las bibliotecas de Mosul no es ninguna sorpresa, con miles de libros y manuscritos destruidos.

Todo lo que ha ocurrido en Iraq es consecuencia de esa guerra desastrosa que adquirió proporciones genocidas. El número de muertos sigue sin esclarecerse porque la Coalición de la Voluntad no cuenta las víctimas civiles del país que está ocupando. ¿Para qué molestarse? Pero otros han estimado que más de un millón de iraquíes fueron asesinados, sobre todo civiles. El gobierno títere instalado por la ocupación confirmó estas cifras de manera indirecta en 2006 al admitir oficialmente que había cinco millones de huérfanos en Iraq. La ocupación de Iraq es uno de los actos más destructivos de la historia moderna. A pesar de que Hiroshima y Nagasaki fueron bombardeadas con armas nucleares, la estructura social y política del Estado japonés se mantuvo; aunque los alemanes y los italianos fueron derrotados en la Segunda Guerra Mundial, la mayor parte de sus estructuras militares, de información, policiales y judiciales se dejaron como estaban porque ya había otro enemigo a las puertas: el comunismo. Sin embargo, Iraq fue tratada como ningún otro país había sido tratado antes. La razón por la que la gente no acaba de ver esto es que cuando comenzó la ocupación todos los corresponsales regresaron a casa. Las excepciones pueden contarse con los dedos de una mano: Patrick Cockburn, Robert Fisk y uno o dos más. La infraestructura social de Iraq sigue sin funcionar años después de que la ocupación haya terminado; ha sido destrozada. El país ha sido desmodernizado. Occidente ha destruido los sistemas educativo y de salud iraquíes; entregó el poder a un grupo de partidos clericales chiíes que inmediatamente se embarcaron en un baño de sangre revanchista. Varios cientos de profesores universitarios fueron asesinados. Si esto no es desorden, ¿qué lo es?

En el caso de Afganistán, todo el mundo sabe qué es lo que había detrás de este gran intento, como lo llamaron los estadounidenses y británicos, de "modernizar" el país. Cherie Blair y Laura Bush dijeron que era una guerra por la liberación de las mujeres. Si lo hubiera sido, habría sido la primera en la historia. Ahora sabemos lo que fue realmente: una cruda guerra de revancha que fracasó porque la ocupación fortaleció a quienes buscaba destruir. La guerra no solo devastó Afganistán y la infraestructura que tuviera, sino que además desestabilizó Pakistán, que cuenta con armas nucleares y actualmente es un Estado muy peligroso.

Estas dos guerras no le han hecho bien a nadie, pero han conseguido dividir el mundo árabe y musulmán, fuera esa su intención o no. La decisión de Estados Unidos de entregar el poder a los partidos clericales chiíes profundizó la división suní-chií: en Bagdad, una ciudad mixta en un país donde eran comunes los matrimonios entre suníes y chiíes, hubo una limpieza étnica. Los estadounidenses actuaron como si los suníes fueran los partidarios de Sadam, pese a que muchos de ellos habían sido encarcelados arbitrariamente bajo su mandato. Esta división ha paralizado el nacionalismo árabe durante mucho tiempo. Las luchas actuales tienen que ver con el bando al que apoya Estados Unidos en cada conflicto: en Iraq, a los chiíes.

La demonización de Irán es profundamente injusta, porque sin el apoyo tácito de los iraníes los estadounidenses no podrían haber ocupado Iraq. La resistencia iraquí a la ocupación no se quebró hasta que los iraníes le dijeron al líder de los chiíes, Muqtada al-Sadr, que había estado colaborando con los opositores suníes al régimen, que la abandonase. Al-Sadr fue trasladado a Teherán y allí se le concedieron "vacaciones" por un año. Sin el apoyo iraní, tanto en Iraq como en Afganistán, a Estados Unidos le habría resultado muy difícil mantener sus ocupaciones. Todo ello le fue agradecido con sanciones, una demonización cada vez mayor, y doble rasero: Israel puede tener armas nucleares, tú no. En estos momentos Oriente Medio es un desastre total: el poder central más importante es Israel, y está extendiéndose; los palestinos han sido derrotados y seguirán estándolo por mucho tiempo; todos los principales países árabes están destrozados, primero Iraq, ahora Siria; Egipto, con una brutal dictadura militar en el poder, está torturando y asesinando como si la llamada primavera árabe nunca hubiera tenido lugar: de hecho, para los dirigentes militares nunca ocurrió.

En cuanto a Israel, el apoyo ciego que recibe de Estados Unidos es una vieja historia. Y cuestionarla, hoy por hoy, supone ser etiquetado de antisemita. El peligro que tiene esta estrategia es que si le dices a una generación que solo ha conocido el Holocausto a través de las películas que atacar a Israel es antisemita, la respuesta va a ser: ¿Y qué? "Llámanos antisemitas si quieres", dirá la gente joven. "Si eso significa estar en contra tuya, los somos". De modo que no sirve de nada. Resulta inconcebible pensar que algún Gobierno de Israel vaya a otorgar un Estado a los palestinos. Como nos advirtió el fallecido Edward Said, los Acuerdos de Oslo fueron un Tratado de Versalles palestino. En realidad fueron algo mucho peor.

La desintegración de Oriente Medio que comenzó después de la Primera Guerra Mundial continúa. No podemos saber si Iraq será dividido en tres países, o si Siria será dividida en dos o tres países. Pero no nos sorprendería que todos los Estados de la región, salvo Egipto, que es demasiado grande para desmantelarlo, terminaran convertidos en bantustanes o principados, al estilo de Qatar y los otros Estados del Golfo, financiados y mantenidos por los sauditas por un lado y los iraníes por el otro.

Todas las esperanzas suscitadas por la primavera árabe se han hundido y es importante entender por qué. Muchos de los que participaron en ellas no vieron –en gran medida por razones generacionales– que para lograr los efectos deseados hace falta algún tipo de movimiento político. No fue una sorpresa que los Hermanos Musulmanes, que participaron en las protestas de Egipto al final, se hicieran con el poder: era el único partido político real que había en Egipto. Pero luego los Hermanos Musulmanes hicieron el juego al Ejército actuando como Mubarak –proponiendo tratos a las fuerzas de seguridad, proponiendo tratos a los israelíes– y la gente empezó a preguntarse de qué servía que estuvieran en el poder. El Ejército consiguió apoyos y se deshizo de los Hermanos. Todo esto ha desmoralizado a una generación entera en Oriente Medio.

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