jueves, 4 de julio de 2013

GOLPE DE ESTADO EN EGIPTO, INFORMACIÓN DE URGENCIA. ¿PONEMOS NUESTRAS BARBAS A REMOJO O TODAVÍA NO?


Golpe en Egipto: la vía islamista al neoliberalismo fracasa y los militares actúan para impedir una escalada en las protestas

Pedro A. García Bilbao 
 Sociología crítica
2013/07/03

En un análisis de urgencia lo ocurrido en Egipto hoy miércoles 3 de julio de 2013, podríamos resumirlo de la siguiente forma: se ha producido un golpe de estado militar que ha destituido al presidente islamista Morsi, disuelto el Parlamento elegido y suspendido la constitución; el nuevo presidente pasará a ser provisionalmente el Presidente del Tribunal Constitucional; la tropa confraterniza en las calles con los manifestantes laicos —opuestos a la islamización del estado egipcio—, mientras un cierto estupor recorre las filas de los Hermanos Musulmanes que también se estaban manifestando para dar apoyo a su presidente. Estos son los hechos, pero la cuestión es su significado. ¿Cómo interpretar todo esto?

1º la corrupta república de Hosni Mubarak se alejó profundamente del modelo nasserista —nacionalista, panarabe, republicano y con un contenido social— y derivó hacia la supeditación exterior a EE.UU, la contemporización con Israel y a la adopción de profundas transfomaciones neoliberales, con privatizaciones de servicios y empresas públicas, un nepotismo brutal, recortes de salarios y derechos laborales que dieron origen a una miseria creciente entre los trabajadores más sencillos y a la proletización de la clase egipcia más débil. Las manifestaciones masivas y la reorganización en ellas de los diferentes grupos de oposición incluidos los sindicatos y la izquierda egipcia alertaron al bloque de poder dominante y a sus apoyos exteriores. Mubarak y su corrupta familia se convirtieron en disfuncionales para el mantenimiento del programa neoliberal y el propio ejército egipcio, muy penetrado por los norteamericanos, le dejó caer, haciendo así un guiño —falso, a las masas—.

 2º Caído Mubarak, impunes los crímenes cometidos bajo su corrupto mandato, con su persona y familiares convertidos en chivos expiatorios de la situación de miseria y paro crecientes causados por el trinomio dependencia exterior/ corrupción / neoliberalismo, los militares dieron los pasos hacia una salida política que permitiera mantener lo fundamental dando la apariencia de un cambio externo. La solución pasó por sacar de la ilegalidad a los Hermanos Musulmanes. Los HH.MM llevaba tiempo siendo tolerados desde la entrada en escena de Arabia Saudita que financiaba las redes sociales islamistas que ofrecían socorro y auxilio social al tiempo que extendían el integrísmo religioso en la capas más humildes de la sociedad egipcia y se abrían paso en los sectores desclasados de la clase media en caída libre. Los HH.MM compaginaban a la perfección integrísimo religioso y político, un odio feroz a los laicos y nacionalistas, a la izquierda y a los sindicatos, a la par que generosamente financiados por los sauditas no tenían reparo alguno a seguir destruyendo el estado egipcio, las empresas públicas, la legislación laboral, las organizaciones de izquierda y todo lo que pudiera frenar la neoliberalizaciñon impuesta por el amigo americano y lo más corrupto de la elite financiera y económica egipcia; el lobby militar participa de esa agenda corrupta neoliberal y una parte de sus mandos formaba parte también de la esfera de influencia islamista. La división de la izquierda, los sindicatos y los laicos impidió la formación de un frente de resistencia antineoliberal que reconstruyera la República Árabe Unida; los Hermanos Musulmanes, con sus apoyos en el Egipto rural y en las masas más sencillas y dependientes de sus bien financiadas redes sociales de ayuda islámicas, con el apoyo o neutralidad expectante de la cúpula militar —que se reservaba el papel de árbitro por encima del sistema— , y vistos como «funcionales» por su apoyo al neoliberalismo por los norteamericanos, lograron ganar las elecciones post-Mubarak.

3º El nuevo gobierno islamista mostró desde el principio que sus planes últimos pasaban por una islamización de la sociedad egipcia y el fin de la convivencia y la tolerancia. Los choques, los errores, la rigidez del nuevo gobierno y de Morsi, nuevo presidente, han sido continuos. Al tiempo que las agresiones a los trabajadores y al carácter tolerante de la sociedad egipcia, Morsi quiso transformar por completo la estructura del estado egipcio e islamizar a sus elites, dar de lado a los más laicos y cultos, liquidar todo el sector público y sustituirlo por empresas privadas o por redes religiosas integristas. Las tensiones con Israel han tenido un carácter más teatral que otra cosa, compensadas por la creciente utilización de Egipto por los sauditas y sus redes wahabitas, o por el Consejo de Cooperación del Golfo para desestabilizar Libia (con éxito) o Túnez (con éxito también).

4º Finalmente las protestas volvieron a las calles, aunque esta vez sin el apoyo de los servicios norteamericanos ni de sus redes de influencia social; el rechazo de la sociedad egipcia, donde existe un rechazo cultural al integrísimo religioso, donde el factor económico y laboral es el gran olvidado pero no por ello el menos influyente, ha cristalizado en nuevas protestas masivas de la izquierda, los sindicatos y las clases medias asustadas. Frente a ellos, en un clima creciente de enfrentamiento civil, los Hermanos Musulmanes. La combinación de lucha de clases con el rechazo al islamismo integrista ha alarmado al ejército y a los sectores occidentales interesados en un Egipto de rodillas, sumiso, lobotomizado por la religión, con su izquierda aniquilada o impotente y con toda su economía entregada al saqueo privado. 

5º El golpe del 3 de julio tiene por tanto una lectura muy clara. La rigidez islamista de Morsi, versión islamista de los tecnocracias del Opus Dei en España, le ha llevado a arruinar el experimento islamo-neoliberal que propiciaron los militares egipcios y los norteamericanos ante la mirada saudita. La respuesta social laica y de clase ha asustado mucho y ha aconsejado un cambio. Pero la contradicción principal sigue. No se va a parar. Y no es el islamismo, sino los planes para destruir la República de Egipto y entregar el país ys sus gentes al saqueo privado y de las grandes corporaciones. Creyeron poder hacerlo anestesiando al país con la barbarie religiosa como elemento mitigador del hambre o la miseria. El integrismo ha chocado con la sociedad egipcia, y los sectores corruptos, militares y neoliberales no parecen tener una solución sencilla al cómo cambiar lo que sea para que todo siga igual.

En Egipto, como en todas partes, la división de las fuerzas populares y de izquierda es lo único que está impidiendo una derrota del neoliberalismo o, al menos, que la batalla se libre como debe librarse. 

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