No se trata de educar
para que nuestros alumnos y alumnas se “adapten” lo mejor posible a este mundo
injusto, violento y lleno desigualdades, sino para que comprendan cómo funciona
y tengan elementos y voluntad de mejorarlo.
Educar, ¿para qué?
El Viejo Topo
8 febrero, 2025
LOS OBJETIVOS
DE DESARROLLO SOSTENIBLE (ODS) Y LA EDUCACIÓN
La Organización
de Naciones Unidas (ONU) define la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible
como “un plan de acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad,
que también pretende fortalecer la paz universal y el acceso a la justicia”.
La Asamblea
General de la ONU –compuesta por los Estados miembros– aprobó por unanimidad
este plan en 2015, que contiene los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible
(ODS). Estos objetivos incluyen la erradicación de la pobreza, el fin del
hambre, la promoción de la salud y el bienestar, la educación de calidad, la
igualdad de género, el acceso al agua potable y saneamiento, el acceso a energía
asequible y no contaminante y el fomento del crecimiento económico inclusivo.
Uno de los
fines clave de los ODS y la Agenda 2030 es implicar a las nuevas generaciones
en el desarrollo sostenible. Siempre se dice que los jóvenes son el futuro. Y,
sin lugar a duda, los pequeños y las pequeñas de ahora serán determinantes a la
hora de diseñar el mundo que habitaremos mañana.
Todas estas
declaraciones serían un buen paso adelante para hacer frente a la gran
desigualdad, pobreza y guerras de la sociedad actual, así como para combatir el
cambio climático y sus consecuencias. Sin embargo, los mismos gobiernos que se
comprometieron a estos objetivos son los que mantienen políticas que van,
justamente, en la dirección contraria y que son, en muchos aspectos, totalmente
contradictorias. Por lo que, unos objetivos del todo necesarios y deseables,
terminan siendo totalmente inútiles.
1.
Contradicciones.
Para reducir la
pobreza, se propone un crecimiento más industrial, lo que implica mayor
extracción, producción y consumo, lo que es totalmente negativo para parar el
calentamiento global. Menos consumo y mayor repartición de la riqueza es lo que
hace falta. Sin decrecimiento no habrá forma de hacer frente al cambio
climático.
Señala el
crecimiento para reducir la pobreza. Pero el crecimiento no reduce la pobreza,
sino que aumenta la desigualdad y ésta es la mayor fuente de pobreza. No
proponen más regulación de los bancos o de los mercados y se niegan a pedir la
cancelación de la deuda, a pesar de que ésta supone para los países en
desarrollo más de 700.000 millones de dólares al año, dinero que podría
destinarse a la reducción de la pobreza.
Se admite que
estamos ante una emergencia climática y que para detener el calentamiento
global sería necesario reducir un 6 % las emisiones CO2 de los combustibles
fósiles, pero cada año se está aumentando un 1%, en vez de disminuir. Se habla
de la necesidad de salvar los bosques, pero en la Amazonia ya se ha perdido un
17 % y no se habla de ninguna medida para detener la deforestación. También se
propone un aumento de la agricultura extensiva olvidando que ésta es una de las
que más emisiones de CO2 emiten. Así como la agro-exportación que significa que
algunos alimentos viajen más de 4.000 Kms. desde el cultivo a la nevera, con la
cantidad de energía que ello supone.
Se recurre a
las Nuevas Tecnologías como una salvación, sin mencionar el consumo de agua y
energía que ellas suponen. Se calcula que sólo dos Centros de Datos consumen el
agua de 28.000 hogares. Igualmente sucede con la llamada “transición
energética”, con coches eléctricos que necesitan una gran cantidad de minerales
(litio, cobalto…) para su fabricación y sus grandes baterías. Minerales que
están sólo en algunos países, donde ahora ya mueren los niños en las minas,
como en el Congo.
Se obvia la
“injusticia ecológica”, que nos dice que no todos somos iguales de
responsables. De hecho, el 1% más rico emite el mismo CO2 que dos tercios de
los más pobres. Así, el 10 % más rico emite el 50 % y el 50 % más pobre, sólo
emite el 8%.
Y todo ello
tiene consecuencias negativas, sobre todo para la población más pobre que es,
además, la que sufre mayoritariamente las consecuencias. El calentamiento hace
disminuir la lluvia, y sin lluvia no hay agua, y sin agua no hay alimentos. Se
propone fortalecer la paz, pero se aumentan los presupuestos militares, se
envían armas para que continúe la guerra en Ucrania y los países con más poder
no son capaces de parar un genocidio como el que está sucediendo en Palestina y
en algunos países de África.
2. Los
Objetivos en la educación
Los ODS dan
mucha importancia a la educación y sostienen que una mejor educación permite
salir antes de la pobreza. También señalan que la educación es clave para
alcanzar los demás objetivos: reducción de la pobreza, la paz y la
sostenibilidad.
Pero, en
realidad, se ha avanzado muy poco y en el 2018 todavía había 260 millones de
niños y niñas (sobre todo niñas) sin escolarizar. Más de la mitad de los niños
y niñas del mundo no alcanzan las competencias de lectura y matemáticas, y si
se sigue como hasta ahora, en 2030 habrá 84 millones de niños y niñas fuera de
la escuela y 300 millones sin los conocimientos básicos para prosperar. Es
evidente, y con ello estamos todos de acuerdo, que la educación es básica, el
problema es que:
¿Cómo vamos a
educar para la paz en un mundo con guerras constantes y con un genocidio cruel
en Palestina? Cómo podemos aspirar a que nuestros alumnos y alumnas aprendan a
resolver sus conflictos sin violencia, si el mundo les dice que la violencia es
la que sirve para resolver los conflictos.
¿Cómo podemos
educar para parar el cambio climático si no hay medidas contra las empresas y
las personas más ricas, que son los causantes del desastre medio-ambiental? No
podemos engañar a nuestro alumnado diciéndoles que si consumen menos agua y
echan los plásticos en la basura de reciclaje van a parar el calentamiento
global.
¿Cómo educar
para la igualdad y la cooperación si los que tienen el poder no erradican la
desigualdad? ¿Cómo educar en la igualdad entre hombres y mujeres y contra la
violencia de género, si los partidos de derecha (cada vez más mayoritarios) lo
niegan, si las redes están llenas de videos y mensajes machistas y los niños
ven pornografía desde los 8 años?
3. ¿Qué hacer?
Ante esta
situación, ¿qué puede hacer la educación? ¿Qué efectos tiene la educación?
¿Cómo fomentar en nuestros jóvenes ideales y actitudes que puedan ayudar a
conseguir algunos de los objetivos que señalan los ODS?
Hay que
formar-se, organizar-se, luchar y dar una educación en valores. Porque, como
decía Paulo Freire, “la educación no puede cambiar el mundo, pero puede cambiar
las personas que cambiarán el mundo”.
Debemos luchar
contra la privatización, la segregación escolar y la falta de igualdad de
oportunidades. Hay que luchas para disminuir los presupuestos en armamento, que
promocionan guerras, muertes, dolor y destrucción, y aumentar los presupuestos
en educación pública. Y debemos dar una educación que promocione la paz, la
igualdad, la no discriminación, la solidaridad, la indignación ante la
injusticia y la conservación de la naturaleza.
Para ello es
preciso:
—Menos
pantallas y más profesorado. La educación presencial permite la socialización,
el aprendizaje a partir de la interacción y los contenidos que ayuden a
entender el mundo y poder mejorarlo. Las pantallas dificultan el aprendizaje y
la adquisición del espíritu crítico, y las redes sociales aumentan el
aislamiento en nuestros jóvenes, la incomunicación, la dependencia, el acceso
rápido a la pornografía y las falsas informaciones.
—Transmitir conocimientos que ayuden a entender cómo funciona el mundo y den
herramientas para poder cambiarlo.
—Educar para la paz, hablando de lo que suponen de inhumanidad las guerras y
ayudando a evitar la violencia y la discriminación. Hay que explicarles que las
guerras no son justas, que siempre son por intereses de una minoría, pero que
siempre pagan la gran mayoría de los que tienen menos dinero y menos poder.
—Educar los hábitos individuales que impliquen el respeto a la naturaleza,
reduciendo el consumo, aumentando el reciclaje y apostando por una alimentación
sana y ecológica. Que sean conscientes que el mundo nos pertenece a todos y
todas y que si no lo cuidamos nos espera un futuro lleno desastres. Que el
crecimiento infinito en un planeta finito es del todo imposible.
—Transmitir valores de solidaridad, antirracismo, feminismo, cooperación e
indignación contra todo tipo de injusticias y violencias.
—Estimular la implicación en la sociedad, la participación en las acciones y
organizaciones que luchan por un mundo mejor y presionar a los gobiernos y a
las empresas.
4. Para
terminar
Es importante
que los chicos y chicas salgan del Instituto y la Universidad con la convicción
de que es necesario luchar contra todo tipo de violencias y que hay que
defender los derechos humanos, que no se acostumbren a que las guerras y las
masacres son normales, que no terminen insensibles ante el dolor ajeno, que se
preocupen por la destrucción del planeta y sus consecuencias y que sean capaces
de indignarse ante las injusticias y ante la violencia. Que se sientan
solidarios con las personas que sufren y tengan ganas de implicarse en
detener todo tipo de agresiones, guerras y violencias.
Éste debería
ser el mandato ético de todas las personas implicadas en la educación. Porque
no se trata de educar para que el día de mañana, nuestros alumnos y alumnas, se
“adapten” lo mejor posible a un mundo injusto, violento y lleno de injusticias
y desigualdades, sino para que tengan información y conocimientos que les
permitan entender cómo funciona el mundo y tengan elementos y voluntad de
mejorarlo.
Sólo así podemos ayudar a cumplir los objetivos que marcaron los ODS para un
futuro mejor.
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