miércoles, 17 de agosto de 2022

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Van Gogh, la pintura como liberación (1)

 

Pepe Gutiérrez-Álvarez

KAOSENLARED

17.08.2022


Personalmente recuerdo que siendo muy jovencito me quedé muy impresionado la primera vez que me tropecé con un cuadro de Van Gogh sin saber quién era, y la misma sensación ha seguido teniendo después, cuando he accedido a conocer la vida y la obra de Van Gogh, un nombre “maldito” en vida que actualmente recorre todos cuatro rincones del mundo a través de innumerables ediciones de biografías y ensayos, de reediciones de sus cartas escritas a amigos y familiares, particularmente a su hermano Theo, de una exposición antológica en Holanda. Actualmente la obra de Van Gogh conoce cotizaciones millonarias, escandalosas, algo que también contrasta con el sentir más profundo del artista que “había estudiado los cursos gratuitos de la Universidad de la Gran Miseria”.

Pero más allá de toda estas sospechosas celebraciones, lo cierto es que durante su breve e intensa existencia -37 años- Vincent van Gogh fue una de las más vivas representaciones del genio indomesticable, del luchador contra las convenciones e intereses que configuran, como dijo Nietzsche, “el ciego poder de lo actual”, afirmando: “Si quieres una biografía no busques una con la leyenda ‘Fulano de tal y su época’; sino aquella en cuya portada pueda escribirse ‘un luchador contra su tiempo’… Afortunadamente la historia también mantiene vivo para nosotros el recuerdo de los grandes ‘luchadores contra la historia’, es decir, contra el ciego poder de lo actual”. Su historia es la de un “fracasado”, la de un perdedor nato en casi todos los terrenos de la vida, con excepción, claro está, de lo que más le importaba: su realización como artista. Pero incluso en este sentido su arte sólo consiguió el reconocimiento inmediato de su hermano, de algunos amigos artistas -Gauguin, Toulouse-Lautrec, el anarquista Pissarro…

Extremadamente sensible

Y de muy pocos críticos, casi exclusivamente de G. Albert Aurier, que escribió en “Le Mercure de France” a la muerte del artista: “Es un hiperestésico (hipersensible) de clara sintomatología, que percibe con una intensidad anormal, quizás hasta dolorosa, los imperceptibles y secretos caracteres de las líneas y las formas, pero aún más los colores, la luz, los matices invisibles en las pupilas sanas, las mágicas irisaciones de las formas. He aquí la razón de su particular realismo, propio de un neurótico, y por qué su sinceridad y su verdad son tan diferentes del realismo, de la sinceridad y de la verdad de estos grandes pequeños burgueses de Holanda, tan sanos de cuerpo, también equilibrados de espíritu, que fueron sus antepasados y sus maestros”.

De temperamento inestable y atormentado -algunos especialistas ven el origen de esta actitud en el hecho de que sus padres tuvieron otro Vincent van Gogh que falleció un año antes de nacer él, y como en el caso de Dalí, su ausencia siempre estuvo presente-, inconformista y extremadamente sensible, Van Gogh es eI paradigma de romántico marginal, de personaje “maldito” del tipo de Lautremont, Arthur Rimbaud o Baudelaire, que tanto fascinaron a los surrealistas.

Sin embargo, siendo esto en buena medida cierto, no es más que una semiverdad, no deja de ser un estereotipo. Van Gogh no buscó deliberadamente su “maldición”: lo que sufrió -y sufrió mucho- fue producto de unas circunstancias, de una época y de una búsqueda personal y artística… Su arte fue el instrumento regulador, su Estrella del Norte, en una realidad social en la que el artista que caminaba contra la burguesía con la que no encajaba ni podía encajar. Representaba un sentimiento y una actitud vital contraria a las normas burguesas y convencionales que siempre consideró como horribles -por ejemplo, en su última carta, halaga a su hermano Theo diciéndole: “Pero tú que no te encuentras entre los comerciantes de hombres, que yo sepa, y puedes tomar partido, me parece, actuando, realmente, con humanidad…”.

Reconocimiento tardío

Solamente años después de su muerte el despreciado se convirtió en “mártir” y “héroe”, y el pintor que apenas si consiguió vender unos cuadros.:pocos, pero mas que uno o ninguno como han dicho algunos de sus biógrafos. y empieza a ser cotizado como un clásico. Toda la trayectoria vital de Van Gogh, con sus arrebatos místicos y humanistas, su “socialismo” natural, espontáneo, profundo y latente, una voluntad que se encauza por una irresistible vocación artística, por una voluntad de aislarse de la hipocresía religiosa y social, de la banalidad del mundo para “volver del exilio… al mundo de la pintura”.

Esta vocación tiene una naturaleza liberadora y se desarrolla plenamente en los últimos diez años de su vida, significativamente cuando muere su padre, un pastor protestante adocenado. Le sigue una escalada de duras conquistas espirituales y de adquisiciones artísticas que le llevarán, finalmente, a un auténtico “impasse” del que fue enteramente consciente como se desprende de la ya citada última carta a Theo, en la que dice: “Bueno, mi trabajo: arriesgo en él mi vida, y mi razón se ha hundido en él hasta la mitad…”.

Van Gogh es uno de los artistas clave de la historia. Aparte de ser un gran pintor, notable en sus primeras obras, genial en su última fase creadora, incontenible, es también uno de los grandes del impresionismo y ejerció una influencia decisoria en el arte moderno, ya que el expresionismo comienza con él, a partir de la ruptura que supuso su trabajo, planteado como una búsqueda que no sigue un programa establecido por una escuela sino la misma pasión subjetiva. Su aportación subyuga incluso a loS que saben poco más que su nombre, sus cuadros tienen un impacto sobre la mirada difícil de explicar y cuentan como una referencia básica para muchos de los grandes artistas que le continuaron.

Con los últimos

Vincent van Gogh (1853-1890), hijo primogénito de un pastor protestante, nació en Grot Zunder (Brabante septentrional), y comenzó a trabajar a los 16 años con uno de sus tíos, socio de la Goupil&Cie, una de las firmas más conocidas del mercado artístico de la época. Durante tres años trabajó en Ámsterdam, hasta que se traslada a Londres, donde permanece hasta 1875. Amante apasionado de la pintura, estudia a los clásicos, y al no sentir ninguna inclinación por el comercio abandona su empleo en 1876.

No sabe lo que quiere y lleva una vida de errabundo, angustiado por una poderosa necesidad en ser útil y por una intensa vocación religiosa. Enseña lengua en Ramsgate, en Kent, luego hace de ayudante de predicador en Isleworth, en las proximidades de Londres. Sigue con otros trabajos hasta que estudia Teología en Bruselas, donde ingresa en una escuela evangelista. En junio de 1879 consigue una misión evangelizadora en la cuenca minera de Borinage, en Bélgica. Allí conoce el “foso social”, a una condición proletaria que todavía no ha logrado las conquistas parciales que vendrán luego con el socialismo y el sindicalismo. Esta experiencia será determinante en su crisis religiosa y en su sensibilidad personal. Será en medio de aquel infierno donde Van Gogh toma la decisión de convertirse en pintor. En esta época comienza también su extensa correspondencia con Theo.

La formación artística de Van Gogh es tan irregular y atormentada como su compromiso como “cura obrero”. En Borinage ha llenado sus carpetas de dibujos inspirados en la vida de los mineros y sus familiares, luego estudia anatomía y perspectiva en Bruselas, yen el invierno de 1881 pinta en La Haya sus primeras telas, ayudado por su primo, Mauve, un pintor educado en la tradición académica. Allí comparte su techo y su pan Con una prostituta, Christine, que se convierte en su primer modelo; anteriormente había sufrido los desaires de su prima viuda. Mantenido por su padre trabajará intensamente y realiza 250 dibujos, que reflejan los grandes progresos de un artista que va desarrollando con fuerza su universo creativo.

La muerte de su padre y la exigencia de dinero le llevan a Amberes, donde vive un periodo difícil pero exultante en el ámbito artístico. En marzo de 1886 se reúne con Theo en París, y desde entonces vivirá bajo la protección de éste. París es entonces la capital cultural del mundo y el impresionismo se está imponiendo en medio del escándalo. Van Gogh estudia en el taller del pintor Cormon, conoce a numerosos artistas jóvenes y participa en sus controversias y en las propuestas renovadoras que siguen a la crisis del impresionismo. No se adhiere a ninguna de las nuevas propuestas (como las del “puntiIlismo” de Seurac y Signac, o al “sintetismo” de Bemard y Gauguin, sus mejores amigos), sino que inicia un camino personal que toma de otros artistas, clásicos y modernos, elementos que integra en su propio proyecto. Se encuentra ávido por experimentar y por contrastar su búsqueda con otros artistas.

París se le hará insoportable y busca su África o su Japón en el Midi, en Arlés.

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