Había que sustituir a Assad no porque encabezara un régimen
autoritario y represivo, sino porque Israel, EEUU y en general el Occidente
colectivo precisaba, para proseguir tranquilamente con su control global, la
fragmentación de la antigua joya de Oriente Medio.
Siria y la CIA
Davide Malacaria
El Viejo Topo
18 diciembre, 2025
SIRIA UN AÑO
DESPUÉS DE ASSAD: EL TERRORISMO DE LA CIA
Hace un año,
Assad cayó y al-Jolani, el actual presidente de Siria, ascendió al poder. Así
recuerda Kevork Almassian, escribiendo para el Instituto Ron
Paul, el cambio de régimen que comenzó en 2011. Una nota que
explica por qué el exterrorista fue recibido con los brazos abiertos por
Washington y Occidente: «Comencemos con la cronología», escribe, «porque eso
por sí solo sugiere que fue una operación de inteligencia desde el principio».
Abu Mohammed
al-Jolani estuvo en una prisión de la CIA en Irak —Camp Bucca— junto con otro
hombre conocido: Abu Bakr al-Baghdadi. Ambos fueron liberados a principios de
2011. «Por una extraña coincidencia», fue precisamente entonces cuando comenzó
la guerra por un cambio de régimen en Siria. En cuestión de semanas,
al-Baghdadi se convirtió en el líder de lo que se convertiría en ISIS, y
al-Jolani cruzó la frontera hacia Siria para fundar Jabhat al-Nusra,
oficialmente la rama de Al-Qaeda en mi país.
Al-Jolani y su
red son identificados como terroristas, e incluso hay una recompensa por su
cabeza, pero «durante más de una década, mientras Estados Unidos arrasaba
ciudades enteras en Irak y Siria para combatir el “terrorismo”, por alguna
extraña razón,nunca encontró el momento ni las coordenadas para atacar
seriamente a al-Jolani ni a su estructura de mando». Esto se debe a que
al-Jolani luchaba «contra un gobierno que Washington había decidido que debía
desaparecer: el estado sirio de Bashar al-Asad».
Así, a medida
que al-Jolani y su red comenzaban a arrasar Siria, también lo hacía la
«Operación Sicómoro»: un programa encubierto multimillonario de la CIA que
proporcionaba armas, dinero y entrenamiento a los llamados «rebeldes» sirios.
Se les presentó a la opinión pública occidental como la «oposición moderada».
Sobre el terreno, estos moderados eran una especie en peligro de extinción. Lo que
realmente existía eran facciones fundamentalistas salafistas-yihadistas, con
Al-Nusra a la cabeza.
El Ejército
Libre Sirio (ELS) era la máscara, el logo en los documentos, la marca que se
podía vender al Congreso y a la CNN. La verdadera fuerza sobre el terreno eran
los hombres de al-Jolani y los demás grupos takfiríes, que luchaban con
determinación, conquistaban territorio e imponían su poder. Las armas fueron a
parar a los moderados, y estos, como por arte de magia, las entregaron a Al
Qaeda. En Washington, todos fingieron sorpresa, pero nadie detuvo el flujo.
Con el paso de
los años, la máscara se desvaneció. Los funcionarios estadounidenses comenzaron
a hablar de al-Jolani como algo más que un simple antiguo enemigo. James
Jeffrey, exenviado de Washington a Siria, lo calificó abiertamente de «un
activo» para la estrategia estadounidense […]. Robert Ford, exembajador de
Estados Unidos en Siria, admitió públicamente que colaboró personalmente
con al-Jolani para «sacarlo del mundo del terrorismo» y convertirlo en político.
Recientemente,
el exdirector de la CIA, David Petraeus, incluso se reunió con al-Jolani y le
dijo: «Tu éxito es nuestro éxito». En un programa de televisión reciente,
Kiriakou describió la situación de al-Jolani sin rodeos: «El ‘nuevo presidente’
de Siria es un exmiembro de Al Qaeda y cofundador de ISIS; ese mismo hombre es
recibido en la Casa Blanca; altos funcionarios estadounidenses se reúnen con él
[…]; el presidente Trump levanta repentinamente las sanciones a Siria mientras
al-Jolani consolida su poder, obligando a los sirios, desesperados y exhaustos,
a bailar en las calles. Lo único lógico es que al-Jolani sea un agente de la
CIA», concluye Kiriakou. “Creo que al-Jolani fue reclutado en Camp Bucca. De lo
contrario, la cronología carecería de sentido. Uno no sale de una prisión
dirigida por Estados Unidos y, tras unas semanas, mágicamente tiene las redes,
el dinero, las armas y la capacidad logística para fundar Al-Qaeda en Siria,
justo cuando Washington y sus aliados necesitan un ariete contra Damasco.”
Pero ¿por qué
Estados Unidos y sus aliados apoyaron a semejante hombre? La respuesta reside
en lo que Siria era y en lo que se ha convertido. Antes de esta guerra, Siria,
a pesar de todas sus limitaciones, era un estado integrado. La gente se
identificaba primero como sirios y luego como armenios, drusos, cristianos,
alauitas, sunitas, chiitas, kurdos, etc. Su política exterior estaba alineada
con Irán y Hezbolá, apoyaba a los palestinos y mantenía una postura disuasoria
hacia Israel. Para Washington y Tel Aviv, todo esto era inaceptable.
De ahí el
cambio de régimen: «El objetivo no era la ‘democracia’; esa palabra era solo el
envoltorio. El verdadero objetivo era derrocar a un gobierno aliado con Irán y
reemplazarlo con un caos fragmentado: una autoridad central débil en Damasco,
rodeada de cantones y enclaves sectarios dominados por caudillos, todos
dependientes de patrocinadores extranjeros. Al-Jolani es perfecto para este
papel».
Y ahora, «un
hombre con una larga historia en Al Qaeda gobierna Siria, una pesadilla para
las minorías: cristianos, drusos, alauitas, chiítas, muchos kurdos y otras
comunidades más pequeñas se niegan a aceptar el gobierno de Al Qaeda. Así que
se retiran, con sus milicias, a sus propios cantones, sus propios mini-
estados de facto, exactamente en línea con las viejas doctrinas
estratégicas israelíes como el Plan Yinon, que abogaba abiertamente por la
fragmentación de los estados vecinos de Israel según líneas sectarias».
Washington se
beneficia del petróleo y el gas sirios de la región mediterránea adyacente, así
como de la reconstrucción: un acuerdo de 300.000 millones de dólares. Además,
alrededor de al-Jolani se encuentra una constelación de veteranos de inteligencia
occidentales y ONG dedicadas a la ‘resolución de conflictos’ que actúan como
intermediarios. Los círculos del MI6 británico, liderados por figuras como
Jonathan Powell, exjefe de gabinete de Tony Blair, desempeñan un papel central
en la gestión de este proceso. Powell dirige una organización llamada
InterMediate, especializada en el ‘diálogo con grupos armados’. Tras el
lenguaje humanitario se esconde una ingeniosa ingeniería política.
Se dice que una
de las agentes de InterMediate, Clare Haigh, tiene una oficina en el palacio
presidencial sirio y asesora a al-Jolani sobre cómo hablar, vestirse, tratar a
los periodistas y presentarse como un yihadista reformado convertido en
estadista. Y luego está Qatar. Ahmed Zaidan, quien fuera el periodista favorito
de Osama bin Laden, fotografiado tomando té con él y transmitiendo sus
grabaciones en Al Jazeera, es ahora su asesor personal.
Esta es la
situación tras el exitoso cambio de régimen, acompañado de manipulación
mediática y censura masiva. Quien sufre las consecuencias es el exhausto pueblo
sirio.
Fuente: Piccole note

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