Cuando las máscaras caen: EEUU, China y Rusia anulan el derecho a la
autodeterminación del pueblo saharaui
Rebelion
04/11/2025
Fuentes: Canarias semanal
¿Qué tipo de lecciones nos proporcionan Rusia y China con su
posicionamiento en contra del derecho a la autodeterminación del pueblo
saharaui en el Consejo de Seguridad de la ONU?
El pueblo
saharaui lleva casi medio siglo esperando y luchando por poder decidir su
futuro. Esta pasada semana, las grandes potencias hegemónicas de la ONU – EEUU,
China y Rusia no solo les dieron la espalda a sus reivindicaciones históricas,
sino que, además, le arrebataron la posibilidad de ejercer el derecho a la
autodeterminación en el futuro. La monarquía marroquí logró el respaldo
diplomático que necesitaba. ¿Qué poderosos intereses hicieron posible esta
inesperada decisión? ¿Cobra ahora sentido el giro en la política exterior
española de hace un par de años cuando Sánchez decidió apoyar el «Plan
marroquí» ? Nuestro colaborador Manuel Medina nos lo explica en este artículo
Durante
décadas, Marruecos ha venido cultivando una política exterior discreta,
persistente y meticulosa, orientada a la construcción de una «legitimidad»
que justificara su proyecto de anexión del Sáhara Occidental.
El conflicto,
que comenzó tras el abandono de España de su antigua colonia, en
1975, había quedado encallado en un callejón diplomático sin salida. Pero el Palacio
Real de Rabat, lejos de conformarse con el inmovilismo, apostó por
una vía distinta: convencer a los grandes actores del tablero
internacional de que su plan de “autonomía bajo soberanía
marroquí” era la única opción viable.
«El respaldo al «Plan marroquí» dejó al desnudo lo que de verdad defienden
las grandes potencias»
Para
ello, la diplomacia marroquí fue entretejiendo acuerdos económicos,
militares y estratégicos con actores aparentemente antagónicos, como Estados
Unidos, Rusia, China e incluso Israel. En
paralelo, Rabat invirtió fuertemente en el desarrollo del
territorio ocupado: carreteras, puertos, energía solar y grandes
inversiones extranjeras sirvieron para “normalizar” una
ocupación que ya casi nadie parecía cuestionar.
Con China, Marruecos profundizó
una relación que va mucho más allá de los vínculos comerciales. Pekín ha
encontrado en Marruecos una puerta de entrada a África
Occidental. A través de su iniciativa de la Franja y la Ruta,
ha financiado infraestructuras clave en Casablanca, El Aaiún y Dajla. Además, Marruecos
se convirtió en proveedor de fosfatos y metales raros fundamentales para la
industria tecnológica china. A cambio, recibió inversiones,
tecnología y respaldo en foros multilaterales.
Rusia, por su parte, ha visto en Marruecos un socio
útil en el norte de África. Si bien no ha habido un pacto
militar formal, sí han existido intercambios de entrenamiento,
cooperación en seguridad y ventas de armamento ligero. La discreta
relación entre Moscú y Rabat también le permitió a
Putin ganar influencia en la región sin comprometerse abiertamente con Argelia, un
tradicional y antiguo aliado de la hoy desaparecida Unión
Soviética.
Trump, Putin y Xi ‘aplauden’ sin palabras el fin del derecho a la
autodeterminación saharaui
El caso más
llamativo es el de Israel. Tras los «Acuerdos de
Abraham» y el reconocimiento estadounidense de la soberanía
marroquí sobre el Sáhara durante el primer mandato
de Donald Trump, Marruecos e Israel reforzaron su
cooperación en ámbitos como la ciberseguridad, la inteligencia, la
industria militar y la tecnología de vigilancia. Esta alianza, con
implicaciones profundas, ofreció a Rabat acceso a tecnología militar de
última generación y la bendición de Washington.
Todo este tejido
de alianzas tenía un objetivo común: construir una
red de apoyos geopolíticos que garantizara el respaldo —o al menos la neutralidad—
de las grandes potencias capitalistas en litigio cuando llegara el
momento de la verdad. Y ese momento llegó en la última sesión del Consejo
de Seguridad de las Naciones Unidas, celebrada la semana pasada.
UNA SESIÓN QUE CAMBIÓ LA HISTORIA: LA VOTACIÓN EN LA ONU
En efecto, este 31 de
octubre de 2025 pasará a la historia como el día en que el Consejo
de Seguridad de las Naciones Unidas legitimó de facto el
plan de autonomía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental. La
resolución, redactada por Estados Unidos, fue aprobada con 11
votos a favor, con la abstención de Rusia, China y Mozambique,
y la ausencia de Argelia, que decidió no participar en el siniestro
contubernio como forma de protesta.
El texto
renovaba por un año más el mandato de la MINURSO —la misión de
la ONU en el territorio— pero introducía un giro
político clave: establecía que las negociaciones futuras se
basarían en la propuesta marroquí como único marco posible. En
la práctica, esto significa descartar de forma definitiva la vía
de la autodeterminación para el pueblo saharaui.
En el discurso
con el que el rey Mohammed VI celebró el evento no dejó
lugar a dudas sobre la lectura oficial del reino alauí:
“La comunidad internacional ha reconocido, por fin, el carácter
legítimo, serio y realista de nuestro plan de autonomía”, afirmó.
En su mensaje,
agradeció también explícitamente a Estados Unidos, España y Reino
Unido por su “compromiso con la paz y la estabilidad”.
Para Argelia,
esta operación ha representado una traición. Su
cancillería calificó la resolución como “una grave violación del
derecho internacional y de los principios de descolonización de las Naciones
Unidas”.
El Frente
Polisario, por su parte, denunció que se trata de “la legalización
de una ocupación militar mediante una coartada diplomática”.
Mientras
tanto, en la sede de la ONU, ni Rusia ni China pronunciaron
discursos encendidos. Sus embajadores se limitaron a justificar sus abstenciones como “decisiones
pragmáticas” destinadas a “no bloquear un proceso de paz
en curso”. Pero el mensaje era claro: ni Moscú ni Pekín
estaban dispuestos a usar su derecho a veto en el Consejo de Seguridad para
proteger la autodeterminación del pueblo saharaui.
«Marruecos sella su victoria en la ONU sin disparar una sola
bala»
DEL SÁHARA A LOS CONTRATOS: EL PRECIO DEL «GIRO COPERNICANO» ESPAÑOL
Cuando en marzo
de 2022 Pedro Sánchez reconoció por carta el plan
de autonomía marroquí como “la base más seria, creíble
y realista” para resolver el conflicto del Sáhara
Occidental, lo hizo haciendo trizas más de cuatro décadas de consenso
diplomático en España. Hasta entonces, todos los gobiernos —sin
importar su color político— habían mantenido una posición ambigua pero
coherente: apoyar las resoluciones de la ONU, sin inclinarse
por ninguna de las partes.
La
decisión generó estupor interno y escándalo internacional. Pero
ahora, con la resolución aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU que
legitima el plan marroquí como marco exclusivo de solución, el
movimiento de Sánchez cobra un nuevo y clarificador
sentido, que ayuda a que podamos descubrir lo que había detrás de aquella
sorprendente decisión. Lejos de ser un posicionamiento aislado o improvisado, todo
indica que España actuó como pieza anticipada en una
jugada más amplia y orquestada, diseñada para allanar el camino hacia
el aval multilateral que Rabat perseguía desde hace años, y
que ya contaba entonces con el sostén fundamental de Estados Unidos y
de Francia.
Tras el apoyo
español, Marruecos consiguió también el aval de Alemania
(agosto de 2022), Dinamarca (septiembre de 2024), Reino Unido
(1 de junio de 2025), Portugal (22 de julio de 2025) y Bélgica (Octubre
de 2025).
Sánchez, por tanto, no fue un verso suelto, sino un actor consciente de una
estrategia más amplia. Su gesto sirvió como prueba piloto: si
incluso la antigua potencia administradora daba por buena la
propuesta de autonomía, el camino hacia la legalización internacional
de la ocupación quedaba despejado.
España, a cambio, consolidó una mejora en sus relaciones
bilaterales con Marruecos, aseguró la colaboración en materia
migratoria y evitó crisis fronterizas en Ceuta, Melilla y Canarias.
Pero el precio fue alto: la credibilidad internacional de España como supuesta
defensora del derecho internacional y el principio de autodeterminación quedó
gravemente erosionada.
INTERESES ECONÓMICOS EN LA SOMBRA: FOSFATOS, ENERGÍA Y NEGOCIOS EN
EXPANSIÓN
Más allá
de la geopolítica, también hay razones económicas concretas que
podrían haber influido en la decisión española. Los territorios ocupados
del Sáhara Occidental contienen una de las mayores
reservas de fosfatos del mundo, un recurso vital para la agricultura
industrial, en el que España tiene intereses empresariales
crecientes, especialmente a través de multinacionales que operan en
colaboración con la OCP marroquí (la poderosa Oficina
Cherifiana de Fosfatos).
Además, las
aguas del Sáhara Occidental están entre las más ricas en pesca del Atlántico,
y desde hace años han sido objeto de acuerdos pesqueros entre la UE y
Marruecos, que incluyen ilegalmente esas aguas. España, cuyo
sector pesquero es uno de los más beneficiados por esos convenios, no
ha protestado nunca por esta inclusión, a pesar de las reiteradas denuncias
del Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
Por otro
lado, Rabat ha iniciado exploraciones para la extracción
de hidrocarburos en aguas saharauis, con la participación de compañías
extranjeras interesadas en el potencial energético de la región. No sería
extraño que España, a través de consorcios energéticos o acuerdos a puerta
cerrada, también aspirara a beneficiarse de estos valiosos recursos.
En este
contexto, el apoyo al plan marroquí puede haber sido una inversión
política de futuro, un modo de garantizar una posición favorable en
la nueva economía de los territorios ocupados, ahora que todo indica que el
«plan de autonomía» se convertirá en la base legal para las
futuras explotaciones económicas.
LA COMPLICIDAD RUSA Y CHINA: ¿ALIADOS O IMPERIOS EN SILENCIO?
Muchos
analistas esperaban que Rusia y China frenaran, con su derecho
de veto, esta resolución que consolida la posición
marroquí sobre el Sáhara Occidental. No ocurrió
así, sino todo lo contrario. Ambos países se
abstuvieron, lo que en la práctica fue una
forma explicita de dar luz verde al plan impulsado por Estados
Unidos sin, supuestamente, ensuciarse las manos. Es la estrategia
clásica del “no bloqueo”, que ya han empleado antes
cuando la decisión favorece sus intereses indirectamente o les evita
enemistades innecesarias.
Pero, ¿por
qué no votaron en contra? Las razones – ajenas a cualquier
consideración ética o legal sobre el derecho a la autodeterminación de los
saharauis – son también económicas y geopolíticas.
China,
por ejemplo, ha reforzado sus vínculos con Marruecos durante la última
década en múltiples frentes. No solo importa grandes cantidades de fosfatos —claves
para su producción agrícola— sino que también ha invertido en infraestructuras
como puertos, ferrocarriles y parques industriales, algunos situados en pleno
territorio saharaui ocupado. El plan de autonomía
marroquí ofrece a Pekín, por tanto, una “normalización” de
sus intereses económicos en la zona.
Por su
parte, Rusia, aunque mantiene históricas buenas relaciones
con Argelia, ha decidido no jugar fuerte en esta partida. Necesita
a Marruecos como actor estable en una región convulsa y
paga así su postura neutral ante la guerra en Ucrania. A ello
se suma el interés ruso por aumentar su influencia en África occidental,
donde Marruecos puede actuar como puente y aliado. Así, Moscú elige
una abstención “cómoda” que le permite
quedar bien con todos… menos con los saharauis.
Ambos
países, además, están profundamente interesados en proyectar la imagen de potencias
globales “constructivas” que no bloquean resoluciones
multilaterales. Pero esta postura revela lo que ya muchos
sospechan: ni China ni Rusia son garantes de los derechos de los
pueblos, sino actores que responden, como todas las grandes potencias
capitalistas, a sus propios cálculos mercantiles y
geopolíticos.
EL ANTECEDENTE LIBIO: CUANDO RUSIA Y CHINA TAMBIÉN SE LAVARON
LAS MANOS
Este no
es, en efecto, el primer caso en que Rusia y China dejan que
se apruebe una resolución que conlleva consecuencias dramáticas para un
país del Sur global. En 2011, ambos países se abstuvieron
en la votación de la ONU que dio comienzo a la intervención militar
de la OTAN en Libia, bajo la excusa de proteger a la población
civil.
El resultado
fue el derrocamiento de Muamar el Gadafi, el colapso del
Estado libio y el inicio de una guerra civil que, aún
hoy, sigue desangrando a ese país. Entonces —como ahora— la abstención
de Moscú y de Pekín permitió a las potencias occidentales intervenir
en Libia contando con cobertura legal. Años más
tarde, Rusia se quejaría de haber sido “engañada” por Washington, pero
lo cierto es que su abstención abrió la puerta a una operación que
destruyó uno de los Estados más desarrollados de África.
El paralelismo
ahora con el Sáhara es evidente. Ambos casos muestran que, cuando
se trata de defender el derecho internacional frente a los intereses imperiales,
los discursos se diluyen y las abstenciones hablan más fuerte que cualquier
tipo de manifiesto.
EL MUNDO REACCIONA: PERIODISMO, ACTIVISMO Y SILENCIO POLÍTICO
Las reacciones
al nuevo giro del conflicto del Sáhara han
sido disímiles. Algunos medios internacionales han tratado la noticia como un
paso hacia la “estabilidad”, comprando plenamente el
discurso de la monarquía alauita. Sin embargo, medios independientes,
organizaciones de derechos humanos y movimientos prosaharauis han
denunciado lo que consideran una traición al principio de
autodeterminación y un aval implícito a una ocupación militar.
En países
como España, Argelia, Sudáfrica y
varios de América Latina, periodistas y activistas han criticado
duramente la resolución, señalando que «la ONU ha renunciado a
su función como garante del derecho de los pueblos a decidir su futuro».
En redes
sociales, las etiquetas como #SaharaLibre, #NoALaAnexión o #ONUComplice se
viralizaron en cuestión de horas, acompañadas por imágenes de jóvenes saharauis
exiliados y veteranos del Polisario en los campamentos de Tinduf.
UNA LECCIÓN PARA LA IZQUIERDA GLOBAL:
¿HAY, POR FIN, UN IMPERIO BUENO?
Este episodio
deja una lección amarga – que quizá aún sean incapaces de aprender – a los
sectores de la izquierda confusa y difusa que
han depositado esperanzas en los BRICS como alternativa
geopolítica al dominio occidental. La posición de Rusia
y China muestra que estos países, más allá de su hueca retórica
antiimperialista, también actúan como potencias interesadas, capaces
de sacrificar cualquier principio por sus propios beneficios económicos y
estratégicos.
La idea de que los
BRICS, encabezados por Rusia y China, podían ser el contrapeso
moral y político al orden mundial hegemonizado por EE.UU. y sus
aliados, no ha tardado en desmoronarse con esta
decisión política -y otras, como el aval ruso al gobierno
yihadista impuesto al pueblo sirio-. ¿Cómo defender la
legitimidad de un bloque que se abstiene frente a una resolución que legaliza
una ocupación militar?
La última
votación en el Consejo de Seguridad de la ONU ha dejado al
descubierto el límite de ese endeble y engañoso relato que
pretende hacernos creer que el papel que no desempeñen las resistencias
antiimperialistas populares podría ser reemplazado por el accionar
de determinadas potencias capitalistas, por el mero hecho de que estas
sean competidoras del imperialismo estadounidense.
Ni Rusia ni China han mostrado voluntad de defender el derecho del pueblo
saharaui a decidir su destino. Al
contrario, han demostrado que cuando sus intereses están en juego son
capaces de dejar caer cualquier causa justa sin inmutarse.
De esta forma, Marruecos ha
logrado lo que parecía imposible: imponer su visión sobre el
futuro del Sáhara Occidental con la complicidad de las grandes
potencias capitalistas que con toda ferocidad están tratando de
repartirse el planeta. Y no solamente, como ha quedado trágicamente en
evidencia, de los Estados Unidos, Francia, España o Inglaterra. La diplomacia
del dinero, los contratos energéticos, la geoestrategia y
la pasividad internacional han conseguido lo que las armas no
habían logrado .
Para el pueblo
saharaui, empieza ahora una nueva fase, aún más cuesta
arriba, en la que su lucha por la autodeterminación se ve más
aislada que nunca. Y a quienes aún creen en la multipolaridad como sinónimo
de justicia, esta historia les obliga a realizar una reflexión
profunda: no hay imperios buenos cuando se trata
de defender los derechos de los pueblos.
FUENTES CONSULTADAS:
Frente Polisario – Representación
en Europa y ONU
(Pronunciamientos recientes sobre el giro diplomático y posicionamientos
oficiales).
Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE).
(Fallos contra los acuerdos comerciales entre la UE y Marruecos que incluyen
recursos saharauis).
Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos
(OHCHR)
(Informes sobre la situación humanitaria en el Sáhara ocupado).
Noticias sobre los Acuerdos de Abraham y relaciones Marruecos-Israel
– Al Jazeera, Middle East Monitor, Le Monde Diplomatique
(Información sobre cooperación militar, ciberseguridad e inteligencia).
Estudios sobre la relación China-Marruecos
– Africa Center for Strategic Studies, China Global Investment Tracker
(Desarrollo de infraestructuras, inversiones en energía y minería).
Análisis sobre Rusia y Marruecos
– Carnegie Moscow Center, The Diplomat
(Cooperación en seguridad, armas y presencia geopolítica en África.
Manuel Medina es profesor de Historia y divulgador de temas relacionados
con esa materia

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