Un estudio publicado en
The Lancet muestra que las sanciones matan como una guerra. Una guerra de “baja
intensidad”, con más de medio millón de víctimas cada año. La mayor parte a
causa de decisiones tomadas en Occidente, basándose en sus “reglas”.
Las sanciones matan
Gigi Sartorelli
El Viejo Topo
29 agosto, 2025
LAS SANCIONES
MATAN
El 25 de julio,
The Lancet Global publicó un artículo
de amplia difusión sobre los efectos de las sanciones. El
estudio, publicado en una de las numerosas publicaciones de The Lancet,
una de las revistas médicas internacionales más prestigiosas, estimó que las
sanciones occidentales causan la muerte de casi 565.000 personas al año.
Los tres
autores analizaron un amplio conjunto de datos, incluyendo datos de mortalidad
desglosados por grupo de edad, y se propusieron encontrar una clara relación causal entre las sanciones y el empeoramiento de las condiciones
sanitarias. En total, examinaron 152 países entre 1971 y 2021. En resumen, se
trata de un estudio muy detallado y exhaustivo.
El resultado no
sorprende, pero las cifras que presenta son sin duda impactantes. Los
investigadores utilizaron la Base de Datos Global de Sanciones (GSDB) para
calcular que, entre 2010 y 2022, el 25 % de los países del mundo fue objeto de
algún tipo de sanción, ya sea por parte de Estados Unidos, la UE o la ONU. En
la década de 1960, el promedio rondaba el 8 %.
Este enorme
avance se produjo principalmente tras la Primera Guerra del Golfo, con las
sanciones impuestas al Irak de Saddam Hussein. Los autores también exploraron
la distinción entre medidas unilaterales, aquellas decididas independientemente
por Estados Unidos y la UE, y medidas multilaterales, introducidas dentro del
régimen regulado de la ONU.
En la última
década, fueron precisamente los primeros –Venezuela, Siria, Rusia, China– los
que configuraron el panorama de un debate político que, desde el lado
occidental, ha abanderado este tipo de medidas como una alternativa válida a
acciones más “musculares”, para desalentar iniciativas militares, en defensa de
los derechos humanos o de la democracia.
Se trata, por
supuesto, de propaganda, según la cual la idea es que, a través de sanciones
dirigidas a las actividades de ciertos actores y al acceso a ciertos bienes, se
puede ejercer una presión significativa sobre gobiernos considerados peligrosos
y autocráticos, sin llegar a una verdadera escalada militar.
Hay que
recordar, sin embargo, que las sanciones económicas unilaterales pueden
considerarse un castigo colectivo y, por tanto, una violación del artículo 33
del IV Convenio de Ginebra, según el cual nadie puede ser castigado por
transgresiones no cometidas personalmente.
Sin embargo,
las sanciones unilaterales no solo violan el derecho internacional humanitario.
Gracias a este estudio, ahora sabemos que el coste humano de estas medidas, que
afectan a sectores clave e impiden el acceso a medicamentos, alimentos y
componentes para los sistemas de agua y electricidad, es equivalente al de una
guerra declarada.
Para el período
2010-2021, los investigadores calcularon que las sanciones causaron 564.258
muertes al año. «Esta estimación», escriben, «es superior al promedio
anual de bajas de guerra durante este período (106.000 muertes al año) y
similar a algunas estimaciones del total de muertes en guerras, incluidas las
bajas civiles (alrededor de medio millón de muertes al año)».
Además de que
cuanto más duran, mayor es el número de muertes que provocan, los autores
también destacaron que las sanciones tienen un impacto significativo en los
niños menores de 5 años, hasta el punto de que “las muertes de niños menores
de 5 años representaron el 51% del total de muertes causadas por sanciones en
el período 1970-2021 ”.
El otro punto
importante que destaca el artículo es que, si bien se observan efectos
significativos en las medidas adoptadas unilateralmente por Occidente, no
existe evidencia estadística de efectos similares en el caso de las sanciones
de la ONU. Los propios autores enfatizan que, aunque no existan datos que
vinculen este tipo de medidas con la mortalidad, esto no significa que no
tengan efectos negativos.
Además, también
es posible que estos efectos sean más difíciles de identificar. Al mismo
tiempo, es cierto que las sanciones de la ONU se construyeron con el tiempo
para minimizar el impacto en la población civil. Si bien la legitimidad absoluta de
estas medidas puede ser debatida, la diferencia en su diseño en comparación con
las sanciones unilaterales de EE. UU. y la UE es evidente en el número de
víctimas mortales que causan.
Mark Weisbrot,
uno de los autores del artículo, explica bien por qué se ha producido esta
explosión en el uso de sanciones: «Las sanciones se están convirtiendo en el
arma preferida de Estados Unidos y algunos aliados, no porque sean menos
destructivas, sino porque el precio que pagan es menos visible. Matan en
silencio, sin el coste político de la guerra».
Weisbrot
añadió: «La invisibilidad de las sanciones es su mayor baza política. Pero
una vez descubiertas, se vuelven indefendibles». Este es un veredicto final
para los gobiernos occidentales, que en los últimos años han desatado una
guerra mundial de baja intensidad y ahora deben rendir cuentas. Esto es aún más
cierto ahora que continúan apoyando política y materialmente el genocidio.
Fuente: Contropiano
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