viernes, 12 de diciembre de 2025
¿Vuelve la mili?
¿Vuelve
la mili?
Por Grup
Antimilitarista Tortuga
kaosenlared
12 de diciembre de 2025
Una revisión de lo que está
pasando ahora con el servicio militar obligatorio en Europa y por dónde van los
tiros, también en España.
Por Rafael Ajangiz, para
Tortuga
Bélgica decidió eliminar la
mili obligatoria en 1992, Holanda lo hizo en 1993, Francia y España en 1996,
Italia y Portugal en 1999, Eslovenia en 2003, la República Checa en 2004,
Eslovaquia, Hungría y Rumanía en 2005, Letonia en 2006, Bulgaria en 2007,
Lituania y Croacia en 2008, Polonia en 2009, Suecia en 2010, Alemania en 2011.
Hace dos décadas, estaba claro el final de la mili en la mayor parte de Europa.
Algunos países se resistieron a esa tendencia manteniendo hasta el día de hoy una obligación más o menos limitada: Austria ha seguido reclutando al 90% de los quintos, que cumplen 6 meses de mili o bien 9 meses de servicio civil; Grecia ha venido obligando al 83% a servir durante un año; Finlandia incorpora al 70% y cumplen 3 meses; Estonia sobre el 50% y cumplen 8 meses; Suiza llama realmente al 43% con un servicio de 8 meses; Noruega se queda en el 13% y son 12 meses; en Dinamarca otro tanto y cumplen 4 meses. Por lo general, hablamos de países con una población inferior a seis millones y compartiendo fronteras complicadas.
La remilitarización ha
hecho que algunos otros países hayan vuelto a sumarse al club: Lituania
recuperó la obligatoriedad en 2015 (43% de quintos y 9 meses de mili); Suecia
lo hizo en 2018 (6% y 11 meses de mili); Letonia lo ha hecho en 2023 (11 meses
de mili, a partir de 2026); y el Parlamento croata acaba de aprobar la ley de
vuelta al servicio militar obligatorio en 2027, pagando, eso sí, unos 1.100
euros al mes. Parece que seguimos con lo mismo, países pequeños en la frontera,
pero no, porque el debate está llegando a los grandes. Así que la respuesta a
la pregunta del titular es sí, está volviendo la mili. Sigue leyendo si quieres
saber dónde y cómo.
¿Cómo se está argumentando
esta progresiva vuelta a la mili? Se habla de incrementar los efectivos
militares por el genérico aumento de la tensión mundial y la amenaza rusa; de
poder reclutar a jóvenes con las capacidades cada vez más técnicas que hoy
necesitan unas fuerzas armadas que, de natural, no pueden competir con el
mercado laboral; de implicar a las nuevas generaciones (demasiado
individualistas) en la Defensa; de educar en los valores de solidaridad,
igualdad y equidad (sí, mujeres también); de defender la nación y la integridad
territorial frente a agresiones enemigas (el pueblo en armas). El Parlamento
europeo está calentando motores.
No son muchas las voces que
se oyen pero sí son influyentes. Podríamos hablar de un lobby en favor de la
vuelta del servicio militar obligatorio en Europa, que es como suelen empezar
estas cosas: algunas gentes bien financiadas, conectadas e instaladas en los
espacios decisorios van arrastrando al resto a una agenda que algún día será
difícilmente rebatible. Una de esas voces es el ministro alemán de Defensa
Boris Pistorius (Partido Social-Demócrata): ha dicho hace poco que “aunque
había razones para suspender el servicio militar obligatorio, ahora nos damos
cuenta de que fue un error”. Él propone, de entrada, que Alemania haga suya la
iniciativa del ministro belga de Defensa, Theo Francken (Nueva Alianza
Flamenca) de “forzar” el reclutamiento voluntario para, entre otras cosas,
aumentar el número de reservistas. Y también se oye al ex-primer ministro
finlandés Sauli Niinistö, que insiste mucho en que hay que recuperar la mili
obligatoria para mejorar la capacidad de respuesta frente a la amenaza rusa.
Niinistö ha dirigido la mayor investigación e informe de la
Comisión Europea al respecto. Parte de ello es la encuesta llevada a
cabo en 2025 en nueve países europeos que analizamos más adelante.
¿Qué variables entran en la decisión de tener o no una mili obligatoria? En la investigación doctoral que llevé a cabo hace ahora 25 años (Servicio militar obligatorio en el siglo XXI, Centro de Investigaciones Sociológicas, Madrid 2003; también “El fin de la conscripción en Europa”, Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 97, 2002), analicé esta cuestión en doce países europeos sobre la base de una matriz de datos de diez variables, cinco relativas a la “razón de Estado” y otras cinco relativas a la “razón democrática”. En la comparación final, como se puede ver en el siguiente cuadro, Francia decidió el fin de la mili porque era perfectamente prescindible en un contexto de unas fuerzas armadas fuertemente profesionalizadas. España estaba en las antípodas, con una muy baja profesionalización y fuertes déficits, tanto en efectivos como modernización o gasto militar, y fuertemente dependiente de la mili. Aquí fue la alta movilización en términos de resistencia popular (imparable insumisión tirando de una masiva objeción de conciencia) y una firme oposición de la opinión pública y la sociedad civil quienes literalmente obligaron al fin de la mili a pesar de las graves consecuencias que, aún hoy, sufren las fuerzas armadas en términos de reclutamiento.
No vamos a entrar ahora en
un detallado y muy tedioso análisis actualizado de las variables de la “razón
de Estado”; tan solo apuntar que las “rapid action forces” o fuerzas de acción
rápida, tan importantes entonces para justificar el fin de la mili en aras a
una “profesionalizada intervención de paz”, se han deslucido mucho ahora al
haber aumentado los riesgos propios, y la pretendida eficacia de la
intervención, en unos conflictos armados donde mandan potencias militares sin
escrúpulos. Lo que toca ahora es una disimulada (y deshonrosa) retirada
exterior para pasar a reforzar la defensa del territorio nacional.
Entremos, mejor, en las variables en las que podemos tener algo que decir sobre la base de nuestra experiencia activista. Una de ellas, importante, es la opinión pública sobre la recuperación, hoy en día, de la mili obligatoria. Revisamos el reciente estudio publicado este mismo año 2025 por el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. El ECFR (en inglés) es, en realidad, un think-tank (en castellano se traduce torticeramente como “grupo de expertos”) creado en 2007 aunando personas influyentes de partidos moderados de centro (digamos centro-derecha y centro-izquierda) en Europa. Por poner un ejemplo, un miembro destacado del Consejo de este organismo es Javier Solana, que fue secretario general de la OTAN y PESC de la Unión Europea.
Lo importante es la gran
diferencia en apoyo a la obligatoriedad de la mili que hay entre los primeros
países a favor y los segundos países en contra. Entrando en detalles que nos
podrían aclarar las claves del apoyo a la mili obligatoria, observamos datos
que no nos sorprenden: los hombres están más a favor que las mujeres, y la
derecha política más que la izquierda. Al respecto de esto último, vemos que en
Alemania la derecha del CDU/CSU se posiciona a favor en un 76% mientras que la
izquierdista Linke se queda en el 25%; vemos que en Italia Fratelli d’Italia
apoya en un 69% mientras que Partito Democratico se queda en un 25%; y vemos
que en España VOX está en el 69%, PP en el 44% y PSOE se queda en el 25%. Todos
los datos de esta encuesta en función de las distintas variables pueden ser
consultados en https://datacollection.ecfr.eu/.
¿Y qué pasa con las
generaciones jóvenes, quienes están entre los 18 y los 29 años y pueden ser
quienes vivan el propia carne este cambio? Pues este grupo de edad, como
parecería lógico, se muestra siempre más refractario a la idea. Pero no tanto
como podríamos esperar: están a favor de la mili obligatoria un nada desdeñable
porcentaje del 48% en Francia y un 41% en Rumanía. En el otro extremo están
Alemania e Italia con un 18% y Hungría con un 19%. Nos sorprende España: 27%.
Buscando una explicación a este porcentaje del 27% entre los más jóvenes en
relación al 36% que vemos en la población general, cuando es evidente en todos
los países que el apoyo a la mili aumenta sustancialmente con la edad, vemos
que en nuestro país la oposición mayor está entre quienes hoy tienen entre 50 y
65 años, precisamente quienes vivieron con mayor intensidad la insumisión y
objeción de conciencia de los noventa. Esto es algo que debería llevarnos a
alguna reflexión como movimiento antimilitarista.
Seguimos en el siguiente
capítulo con un repaso detallado a la evolución de esta cuestión en los diferentes
países europeos, cuáles son los modelos que se están instalando, y cómo queda
nuestro país en este nuevo panorama.
En el capítulo anterior ya
concluíamos que estamos ante la vuelta del servicio militar obligatorio en
Europa. En este segundo, vamos a repasar las decisiones que están tomando los
distintos países europeos que hoy por hoy no tienen mili obligatoria, prestando
una especial atención a este nuestro país ibérico.
Países sin servicio militar
obligatorio
Empezamos por un clásico
europeo del servicio militar voluntario. El Reino Unido abolió
la mili obligatoria en 1960. Lo hizo, aunque en aquel momento tenía déficit de
reclutamiento, en función de su historial de solo acudir a la leva en tiempos
de guerra. Y lo hizo al revés de Estados Unidos, que intentó prolongar la mili
obligatoria para alimentar sus guerras en otros continentes, algo que le salió
mal, porque se encontró con una fortísima resistencia interna cuando Vietnam
hasta el punto de evitar desde entonces cualquier intención de volver al
reclutamiento obligatorio. No hay vuelta atrás. Es tal la tradición histórica
en el Reino Unido que cuando, en las elecciones de 2023, sobre la base de un
evidente déficit del reclutamiento voluntario, el gobierno conservador de Sunak
propuso la vuelta a la mili obligatoria, hubo tal reacción contraria de las
generaciones jóvenes que el Partido Laborista reaccionó firmemente en contra y,
poco después, los analistas militares confirmaron que recuperar la
obligatoriedad no era la manera de resolver el déficit de reclutamiento
voluntario.
Seguimos por los primeros
países que, en 1992-93, decidieron abolir la mili obligatoria: Bélgica y
Holanda. Bélgica, que lo hizo en 1992, es uno de los modelos
adaptativos más mencionados hoy en día. Este país ofrece a quienes cumplen
17-18 años un servicio militar de doce meses con una paga mensual de 2.000
euros, en la esperanza de que se queden en las fuerzas armadas; si no lo hacen,
quedarán como reservistas durante otros diez años. Con este programa, también
abierto a mujeres, Bélgica espera incorporar a 1.000 voluntarios en el primer
año y hasta 7.000 nuevos voluntarios en cada año posterior hasta llegar a
disponer de una fuerza de hasta 40.000 reservistas no profesionales en 2030. Un
programa que, en palabras del Gobierno, pretende disponer de suficientes
efectivos sin tener que recurrir a la recuperación del servicio obligatorio,
algo a lo que se oponen la mayoría de fuerzas políticas e incluso los propios
militares, que insisten en que no tienen ni presupuesto, ni infraestructura ni
equipamiento para formar a reemplazos de conscriptos.
Holanda pretende
más que doblar sus efectivos militares, de los actuales 70.000 hasta unos
200.000, para 2030. Un primer paso es mandar a quienes cumplan 17 años, hombres
y mujeres, un cuestionario voluntario donde deben dar cuenta de su formación,
capacidades y motivaciones, así como cercanía o afinidad con la política de
defensa. El objetivo es ofrecerles un “año de servicio” para que prueben la
carrera militar. Simultáneamente, el Gobierno está promoviendo un servicio
comunitario voluntario de 80 horas, en el que ya participan unos 25.000 jóvenes
cada año, con ánimo de incorporar unos 110.000, la mitad de la cohorte anual.
Podría entenderse como el camino para establecer un servicio nacional
obligatorio equivalente al de Suecia.
Francia evitará
imponer un servicio militar obligatorio mientras siga funcionando la
incorporación de jóvenes al servicio nacional en sus dos variantes civil y
militar, es lo que dijo el presidente Macron en 2018. El objetivo del Gobierno
es asegurar suficientes efectivos militares y para ello necesita incorporar al
servicio militar voluntario entre 60.000 y 70.000 jóvenes cada año. Un primer
paso para ello fue la creación en 2019 del “Service National Universel” (SNU).
El SNU, coordinado con las fuerzas armadas, está dirigido a jóvenes entre 15 y
17 años y dura un mes. En 2023 participaron 40.135 voluntarios, la mayoría de
ellos en servicios comunitarios.
El SNU sería una primera
toma de contacto para promover el servicio militar voluntario. En
realidad, según
documentos oficiales, el Gobierno está trabajando con cuatro
escenarios: 1) un servicio militar voluntario que incorpore a esos
60.000-70.000 al año, algo que mejoraría la incorporación al ejército
profesional, así como el reclutamiento de la Guardia Nacional; 2) un servicio
civil obligatorio de cinco meses, seguido de tres meses de formación militar
voluntaria; si 600.000 jóvenes (el 75% de la cohorte anual) hicieran ese
servicio civil, bastaría con que un 10% de ellos realizase también el servicio
militar voluntario para cumplir con las cifras; 3) un servicio obligatorio que
empezase con un tronco común de 12 días y luego se dividiese en cinco meses de
servicio civil o bien tres meses de servicio militar; 4) la recuperación del
servicio militar obligatorio con un servicio civil de mayor duración. Como
podemos ver, es muy posible que Francia recupere el servicio obligatorio en sus
dos vertientes civil y militar.
En julio de 2025, hemos asistido
en Alemania a un intenso debate sobre la recuperación del
servicio militar obligatorio, incluso incluyendo a mujeres. Esta propuesta fue
impulsada por el ministro de Defensa Boris Pistorius sobre la base de que
Alemania debe incrementar los efectivos militares. Haciendo referencia al
modelo sueco, propuso concretamente que, al cumplir 18 años, todos los jóvenes
con pasaporte alemán recibieran una invitación formal para incorporarse a un
entrenamiento militar básico de 6 meses que luego podría ampliarse hasta 17
meses de servicio. La idea no fue bien recibida por los neoliberales del Freie
Demokratische Partei y también llegaron críticas desde su propio partido, el
Sozialdemokratische Partei. En cambio, la Christlich Demokratische Union, cuya
ex-líder Angela Merkel fue precisamente quien decidió el fin de la mili en
2011, se posicionó a favor de recuperar el servicio obligatorio.
El debate ha durado meses
y, finalmente, este mismo noviembre, el Gobierno de coalición ha aprobado la
propuesta de Pistorius de enviar, a partir de 2027, un cuestionario digital
obligatorio para registrar datos de capacidad física y mental, así como
motivación e interés, para identificar quienes podrían incorporarse al servicio
militar. Un servicio militar en principio voluntario pero que contempla la
posibilidad de un alistamiento parcialmente obligatorio e incluso un sorteo
para elegir quintos en caso de que no se logren los objetivos de reclutamiento.
Nos encontramos con un medio camino entre los modelos belga y sueco y, aparentemente
también, con una futura vuelta al servicio obligatorio.
En mayo de 2024, la Lega
propuso una ley para recuperar en Italia un servicio civil o
militar obligatorio de seis meses de duración para los jóvenes entre 18 y 26
años, con implantación o gestión regional en vez de nacional. La propuesta fue
registrada en el Congreso pero aún no se ha aprobado. Al actual ministro de
Defensa, Guido Crosetto (Fratelli d’Italia), no le convence la propuesta a
pesar de que, como hemos visto más arriba, los votantes de su partido estarían
a favor en casi un 70%. El problema es que el 73% de los jóvenes a quienes se
impondría la obligación está rotundamente en contra.
Llegamos a España.
Partimos de un déficit histórico en el reclutamiento militar voluntario así
como de efectivos militares (ver reciente
artículo en Tortuga) a pesar de la “buena imagen” de las fuerzas
armadas españolas en las encuestas del CIS y a pesar de la aprobación de medidas
“compensatorias” para hacer más ventajosa la profesión militar (al respecto, es
interesante consultar los estudios e informes del Observatorio de la Vida Militar).
Así las cosas, no hemos oído, como pasa en los países del entorno, ninguna voz
proponiendo la recuperación de la mili obligatoria, ni tan siquiera VOX ha
dicho esta boca es mía, y eso teniendo en cuenta que, como hemos visto más
arriba, casi el 70% de sus votantes apoyaría esa vuelta a la mili. Como dijo la
ministra Margarita Robles en marzo de 2024 en la Comisión de Defensa del
Senado: “en España no va a haber servicio militar obligatorio, ni creo que se
le haya pasado por la cabeza a nadie”.
Aunque a veces nos cueste
decirlo, el mayor logro del movimiento antimilitarista en este país fue la
abolición del servicio militar obligatorio. Cuando en 1996 el candidato Aznar
prometió el fin de la mili, el SMO era ya un cadáver viviente debido a una
masiva objeción de conciencia espoleada a su vez por una exitosa desobediencia
civil insumisa sin parangón mundial (solo podríamos encontrar equivalente en la
resistencia norteamericana a la guerra de Vietnam y eso que era una guerra a
morir en país lejano). De aquellas lluvias, estos lodos. Margarita Robles se
las ve y se las desea para legitimar socialmente a las fuerzas armadas. Tal
como lo atestiguan estudios
propios, ni tan siquiera el envío de fuerzas españolas a misiones
internacionales, esa gran apuesta que comenzó con el despliegue en
Bosnia-Herzegovina en 1995, ha servido para mejorar su imagen. Hasta los
desfiles militares suenan mal. De ahí que hoy su mejor baza sea la UME.
Mientras, quien sin duda se ha beneficiado de la mayor inversión en Defensa de
los últimos decenios ha sido una industria de defensa que ha cooptado los
espacios de decisión gubernamental.
Con todo, como hemos visto
más arriba, hay algún dato que nos avisa de que esa renta está perdiendo fuerza
con el cambio generacional. El 27% de los jóvenes españoles entre 18 y 29 años
estaría hoy a favor de recuperar el servicio militar obligatorio, algo
impensable en nuestros buenos tiempos de movilización insumisa. De esto no se
habló en el reciente encuentro de Basoa pero, sin duda, habría que darle una
vuelta.
En abril de 2024, algunos
líderes militares reclamaron la vuelta del servicio militar obligatorio
en Portugal. A favor estaba la ultraderechista Chega y en contra el
Partido Comunista. Tanto el Partido Social Demócrata como el Partido Socialista
guardaron silencio. Las encuestas arrojaron
entonces un 47% a favor frente a un 37% en contra, pero sigue sin hablarse de
ello.
La República Checa es
unos de esos países donde el apoyo a un servicio militar obligatorio ha crecido
desde la invasión de Ucrania. De todas maneras, el apoyo a esta idea está
todavía por debajo del 50% y ningún partido la ha propuesto en serio. En
septiembre de 2024, el ministro de Defensa de Bulgaria, Atanas
Zapryanov, anunció que su país no recuperaría el servicio militar obligatorio
pero que estaban valorando diversas maneras de entrenamiento militar de la
población.
Países con servicio militar
obligatorio
Podemos identificar tres
modelos principales entre los países que han seguido manteniendo o bien han
recuperado recientemente la mili obligatoria: 1) servicio obligatorio en el que
se llama a filas a una mayoría de los quintos, el caso de Austria, Suiza,
Estonia, Finlandia o Grecia; 2) obligación por sorteo, donde se llama a quienes
dicte el bombo, el caso de Dinamarca, Letonia o Lituania; 3) servicio
obligatorio selectivo, donde se elige a los quintos en función su nivel
formativo y su motivación o interés por lo militar, el caso de Suecia y
Noruega. En la práctica, como hemos visto más arriba, el porcentaje de quienes
finalmente cumplen con la mili cambia mucho de país a país y va desde el 8% de
Suecia hasta el 90% de Austria; entre medio quedan Dinamarca y Noruega (13%),
Suiza (43%), Lituania (43%), Estonia (50%), Finlandia (70%) y Grecia (83%).
Letonia empezará en 2026.
Entre estos, los
cuatro países nórdicos son los más mencionados hoy
en día como posibles modelos a emular. Tres de ellos incorporan también a
mujeres: Noruega desde 2015, Suecia desde 2018 y Dinamarca desde 2025.
Incorporar a mujeres se está convirtiendo en tendencia, muy evidente ya en los
casos de Bélgica y Holanda, pero con Francia, Alemania y Grecia dispuestas a
ello. Todo por la igualdad (y asegurar un reclutamiento suficiente). Además,
los cuatro países nórdicos están incorporando como criterio de reclutamiento
selectivo el hecho de tener conocimientos informáticos avanzados.
Entrando más en
detalle, Finlandia es el ejemplo emblemático de país con
servicio militar obligatorio. El reclutamiento implica a 27.000 hombres cada
año, aproximadamente el 70% de la cohorte de edad, a los que hay que sumar
otras 1.500 mujeres como voluntarias. En Dinamarca, la mayoría de
las 4.700 incorporaciones anuales son “voluntarias” y el resto hasta completar
aforo resultan de un sorteo que incluye por igual a hombres y mujeres desde
este año 2025. El Gobierno quiere llegar a reclutar un mínimo de 7.000 para el
año 2033, así que es bastante probable que año tras año vayan aumentando lxs
elegidxs por sorteo.
Noruega y Suecia tienen
un sistema semi-obligatorio centrado en encontrar perfiles concretos. El
objetivo no es entrenar a grupos enteros de edad sino reclutar solamente a
quienes cumplan con las necesidades operativas de las fuerzas armadas. A los 17
años, todo joven, hombre o mujer, tiene que rellenar un cuestionario sobre su
salud física y mental, antecedentes criminales, e interés o motivación para
incorporarse a las fuerzas armadas. Sobre estos datos iniciales y algunas
entrevistas después, las fuerzas armadas “invitan” a quienes consideran
candidatxs más idónexs. En Noruega, de los 60.000 jóvenes del reemplazo anual,
alrededor de un 13% termina haciendo la mili, dos tercios son hombres y un
tercio son mujeres. En Suecia, que suspendió el servicio obligatorio en 2010
pero lo recuperó en 2017, aproximadamente un 8% del reemplazo termina haciendo
la mili, de los que una cuarta parte son mujeres. Además, desde 2023, se
incluye también un servicio civil en sectores sensibles como servicios de
emergencia y de mantenimiento o soporte en el suministro de energía eléctrica.
Empieza a haber análisis
técnicos sobre la solvencia del modelo.
Tradiciones diferentes,
tendencias convergentes
Estamos en un contexto de
incremento del gasto militar y de los efectivos militares para hacer frente a
las “nuevas amenazas” a nuestra soberanía, ahora pensando más en la defensa del
territorio y sus fronteras que hace algunos años; habría que añadir también la
defensa de intereses de todo tipo, económicos sobre todo. Se empiezan a oír
voces recordando el contrato social, los derechos y valores ciudadanos, las
libertades que nos hemos dado, también la patria. Nos encontramos, sin duda, en
un escenario de preparación de la guerra, de una gran guerra, hay que decirlo.
El reclutamiento sigue
siendo esencial para el sostenimiento de las fuerzas armadas de todo país
europeo, pero ahora más, porque el que tenemos se revela insuficiente para los
nuevos tiempos pre-bélicos. Por eso mismo, el discurso oficial apela a la
participación y cooperación ciudadana para hacer posible un nuevo modelo de
reclutamiento. Los modelos que más se escuchan en Europa son el belga y el
sueco. El primero es voluntario, el segundo es obligatorio, pero ambos son
selectivos, buscan incorporar gentes con las capacidades, habilidades y
motivaciones que necesitan las fuerzas armadas. Ambos, también, incluyen tanto
a hombres como mujeres.
La tendencia es clara: es
muy posible que termine imponiéndose la obligatoriedad, cuya forma y grado
dependerá de la realidad de cada país. Y ello frente a una juventud, escasa por
la baja tasa de natalidad, que respira de otra forma, que reclama
independencia, que valora las ofertas en función del mercado, que no va a ser
tan fácil de convencer. Y ahí es donde entramos nosotras las antimilitaristas.
*++
Europa contra Rusia
Los de arriba dicen que
debemos reacostumbrarnos no solo a sacrificar nuestro nivel de vida para
financiar un aumento de armamentos, sino sobre todo a morir en la guerra. Al
parecer, debemos defender su patria (ya saben, el capital) hasta la muerte.
Europa contra Rusia
El Viejo topo
12 diciembre, 2025
¿TENEMOS QUE
ACOSTUMBRARNOS OTRA VEZ A MORIR EN LA GUERRA?
Las
declaraciones públicas del general Fabien Mandon, jefe del Estado Mayor de la
Defensa francés, han causado recientemente gran revuelo en Francia. Según
Mandon, debemos volver a «aceptar la pérdida de nuestros hijos. Lo que nos
falta es la fuerza de voluntad para aceptar el dolor, para proteger lo que
somos. Si nuestro país flaquea porque no está dispuesto a aceptar la pérdida de
sus hijos, porque, dicho sea de paso, a sufrir económicamente porque se
priorizará la producción para la defensa, entonces estamos en riesgo» [i] .
Por lo tanto, debemos reacostumbrarnos no solo a sacrificar nuestro nivel de
vida para financiar un aumento de armamentos, sino sobre todo a morir en la
guerra en Francia y, al parecer, en toda Europa.
Hace cien años,
la posibilidad de que un joven europeo muriera en la guerra se consideraba
normal, por desagradable que fuera. Tras las masacres de la Primera y la
Segunda Guerra Mundial, en Europa y, en general, en los países avanzados de
Occidente, se consolidó la inaceptabilidad de morir en guerra. Esta postura
también se manifestó en Estados Unidos, aunque, a diferencia de Europa
Occidental, mantuvo una postura explícitamente imperialista incluso después de
la Segunda Guerra Mundial. El punto de inflexión en Estados Unidos fue la
Guerra de Vietnam, durante la cual los reclutas demostraron ser inadecuados
para soportar los peligros mortales del combate, y se hicieron evidentes las
dificultades de la ideología dominante para motivar a los soldados (y obtener
el apoyo de los civiles) [ii] .
La respuesta estadounidense fue la introducción de fuerzas armadas
profesionales. De hecho, desde el final de la Guerra de Vietnam, los
voluntarios profesionales han sido quienes han participado en las numerosas
guerras libradas por Estados Unidos. Pero, como demuestra la retirada
estadounidense de Afganistán, incluso las pérdidas de profesionales son
difíciles de digerir para el público estadounidense.
La misma
tendencia hacia la transición del servicio militar obligatorio a un servicio
voluntario profesional también se afianzó entre los años 1990 y principios de
los años 2000 en los principales estados de Europa occidental, empezando por
Alemania, Francia, Italia y España.
El concepto
estratégico subyacente a esta solución era que, con el fin de la URSS, la
necesidad de «defender la patria» desapareció y el uso de tropas debía
dirigirse a las llamadas misiones fuera de área , dado que
habíamos entrado en la era de las expediciones . Existía, por
lo tanto, la necesidad de un instrumento militar más pequeño y móvil, apto para
su despliegue en países distantes, especialmente en el Tercer Mundo, en
operaciones de mantenimiento o imposición de la
paz [iii] .
Se preveía que los conflictos que se librarían serían de baja intensidad,
contra guerrillas o milicias con poco o ningún armamento pesado. A pesar de
ello, cuando se produjeron bajas militares limitadas, como por ejemplo en
Nassiriya el 12 de noviembre de 2003, cuando murieron 19 soldados italianos, la
conmoción fue intensa. Así, durante mucho tiempo, Europa se libró de los
conflictos con altas pérdidas humanas que los países del Sur Global siempre han
tenido que afrontar, a menudo precisamente debido a guerras iniciadas por
países occidentales mediante el uso del poder aéreo o la manipulación de
facciones locales.
Nueva doctrina
militar y nuevo modelo de defensa
Hoy en día, la
comprensión de las Fuerzas Armadas parece estar cambiando de nuevo. El nuevo
enemigo para los políticos de Europa Occidental es Rusia, y la guerra que se
libra ya no es una guerra de baja intensidad contra las fuerzas guerrilleras,
sino una guerra de alta intensidad contra fuerzas fuertemente armadas y
tecnológicamente avanzadas. La razón, según diversos sectores, es el deseo de
Rusia de restaurar el «imperio soviético», amenazando así también a Europa
Occidental. Esta narrativa ignora que fue la OTAN la que se expandió
amenazadoramente hasta las fronteras de Rusia, a pesar de las promesas que los
líderes occidentales le hicieron a Gorbachov cuando se disolvió el Pacto de
Varsovia, y que la OTAN siempre tuvo la intención de incorporar también a
Ucrania. Igualmente se pasa por alto que la guerra en Ucrania, entre el
gobierno ucraniano y la minoría rusoparlante del Donbás, comenzó mucho antes de
la intervención rusa y causó 10.000 muertes entre esa población rusoparlante.
Así pues, ante
esta presunta nueva amenaza, Europa está modificando sus herramientas
militares, tanto en términos de recursos materiales como de personal. El
programa ReArm Europe, presentado por la Comisión Europea en marzo de 2025,
prevé la asignación de la asombrosa cifra de 800 000 millones de euros en
armamento y la posibilidad de que los Estados europeos superen el límite del
3 % de déficit público para el gasto militar. Más recientemente, en
Italia, se ha sabido que el 41 % de los fondos industriales del Ministerio
de Industria y Made in Italy (MIMIT), 10 300 millones de euros de un total
de 25 100 millones, se destinarán a armamento. Estos recursos se desviarán
de la asistencia social (sanidad, educación, etc.) y de sectores industriales
estratégicos en dificultades, como la siderurgia, lo que, digamos , requeriría
la nacionalización de la antigua acería Ilva.
Pero también
surgen cambios importantes con respecto al personal que se requerirá para
operar estas nuevas armas. De hecho, los ejércitos profesionales de la era
expedicionaria son demasiado pequeños para las nuevas tareas. Las
Fuerzas Armadas Italianas, por ejemplo, suman 160.000 hombres y mujeres. Por
esta razón, algunos países europeos —Lituania, Letonia, Suecia y Croacia— han
restablecido el servicio militar obligatorio, mientras que Noruega y Dinamarca
lo han extendido a las mujeres. Aún más significativo, Alemania y Francia, así
como Bélgica y Polonia, han decidido introducir el servicio militar, aunque no
obligatorio. En Alemania, el Canciller Merz ha decidido aumentar el número de
soldados de 180.000 activos y 50.000 reservistas a 260.000 activos y 100.000
reservistas. Si las filas no pueden cubrirse con voluntarios, se reintroducirá
el servicio militar obligatorio. En Francia, Macron declaró: «Necesitamos la movilización,
la movilización de la nación para defenderse… para estar preparados y ser
respetados… ante la crisis que se acelera y las crecientes amenazas». Los
nuevos soldados recibirán un salario mensual de 800 euros durante 10 meses. El
objetivo francés es duplicar la fuerza de reserva que se movilizará y
desplegará en posibles conflictos hasta alcanzar los 80.000 efectivos para
2030. En cuanto a Italia, el ministro de Defensa Crosetto ha manifestado su
intención de presentar un proyecto de ley en el Parlamento sobre un servicio
voluntario similar a los de Alemania y Francia.
La OTAN y la
postura agresiva de Europa hacia Rusia
Estos aumentos
de personal militar y reservas movilizables no son comparables al reclutamiento
masivo que sería necesario en caso de una guerra real con una nación como
Rusia, que cuenta con 146 millones de habitantes y es la segunda fuerza armada
más grande del mundo, con 1,32 millones de soldados en activo y 2 millones de
reservas [iv] .
Sin embargo, es una seria señal de que Europa Occidental está adoptando una
postura agresiva claramente dirigida contra Rusia. Esto se hace evidente si
combinamos las decisiones mencionadas con las declaraciones de importantes
líderes militares occidentales, incluyendo no solo al francés Mandon. Al
respecto, el almirante Giuseppe Cavo Dragone, quien, además de haber sido Jefe
del Estado Mayor de la Defensa, es ahora el oficial militar de mayor rango de
la OTAN, realizó una preocupante declaración al Financial Times.
El almirante afirmó que la OTAN está considerando ataques preventivos contra
Rusia. Si bien Cavo Dragone se refirió a la guerra híbrida, que incluye
ciberataques, guerra económica, noticias falsas y otras operaciones de baja
intensidad, estas siguen siendo altamente perjudiciales para los países
objetivo. Además, hacer tales declaraciones mientras se intenta resolver el
conflicto ucraniano es, como mínimo, inapropiado. Es más, los Estados europeos
más importantes —los llamados «dispuestos»— ya se habían opuesto al plan de paz
propuesto por Trump, proponiendo un nuevo texto para las negociaciones que
resulta claramente inaceptable para el Kremlin.
La reacción de
Rusia a las palabras de Cavo Dragone fue bastante contundente. La portavoz del
Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, Maria Zakharova, calificó las
declaraciones del almirante italiano como «una medida extremadamente
irresponsable, que demuestra que la alianza está dispuesta a seguir
intensificando la situación. Observamos un intento deliberado de socavar los
esfuerzos para superar la crisis ucraniana. Quienes hacen tales declaraciones
deben ser conscientes de los riesgos y las posibles consecuencias, incluso para
los propios miembros de la alianza». [v] La
reacción de Vladimir Putin fue igualmente contundente: «No tenemos intención de
luchar contra Europa, lo he dicho cientos de veces. Pero si Europa quiere
luchar con nosotros, estamos listos». [vi]
En resumen,
Europa parece estar adoptando una postura agresiva hacia Rusia, lo que
dificulta detener una guerra que claramente ya está perdida para Ucrania (y la
OTAN), y cuanto más se prolongue, más insostenible se volverá la situación en
Ucrania. Llegados a este punto, sin embargo, cabe preguntarse: ¿por qué Europa
adopta esta postura en lugar de desempeñar un papel de mediador entre ambas
partes? Esto resulta aún más inexplicable para algunos, dado que las sanciones
contra Rusia han privado a Europa, y especialmente a Alemania e Italia, de suministros
de gas barato, con los que habían cimentado su fortuna exportadora de
manufacturas. Además, financiar la guerra en Ucrania costó a Europa la
asombrosa cifra de 50 000 millones de euros entre enero y agosto de 2025,
y costará mucho más, porque Trump solo suministrará a Ucrania armas que Europa
esté dispuesta a pagar. Dos tercios de las necesidades de financiación de
Ucrania para los próximos dos años ascienden a 90 000 millones de euros,
que serán cubiertos por la Comisión Europea. Las modalidades mediante las
cuales la Comisión pretende recaudar estos fondos no están del todo claras: o
bien mediante la captación de fondos en los mercados financieros, lo que no
resulta atractivo para los Estados hostiles a la deuda conjunta, o bien
utilizando los 210.000 millones de euros de fondos rusos congelados en
instituciones financieras de Europa occidental, una situación que equivale a un
robo de activos ajenos.
Las causas de
la agresión europea hacia Rusia
Para comprender
las razones de la terquedad de los países de Europa occidental en su hostilidad
hacia Rusia, ofrecemos las siguientes explicaciones.
El primero
consiste en la existencia de un imperialismo colectivo, en términos de Samir
Amin, que incluye a los países del G7 (EE. UU., Gran Bretaña, Alemania,
Francia, Italia, Japón y Canadá) y que se opone al Sur global y a los BRICS, de
los cuales Rusia es uno de los miembros más importantes. Para este imperialismo
(u Occidente colectivo), un Estado ruso fuerte y autónomo es un adversario que
debe ser eliminado o estratégicamente reducido. Esta orientación caracteriza la
relación entre Rusia y Gran Bretaña, que históricamente se inspira en la
doctrina de Halford Mackinder (1861-1947), geógrafo y diputado inglés y
fundador de la geopolítica. Según Mackinder, si uno quiere dominar el mundo,
debe dominar Eurasia, y si uno quiere dominar Eurasia, debe dominar el
llamado Heartland , el centro geopolítico del mundo. Este
centro, un área entre Asia y Europa, coincide con Rusia. Por esta razón, el
Imperio Británico se opuso al Imperio Ruso a finales del siglo XIX y principios
del XX en el llamado Gran Juego por la dominación de Asia
Central. A las motivaciones británicas se suman las de Francia, que en los
últimos años ha visto reducida drásticamente su influencia sobre sus antiguas
colonias africanas, muchas de las cuales han sido reemplazadas por Rusia. No es
casualidad, entonces, que Gran Bretaña y Francia fueran el núcleo inicial de
quienes estaban «dispuestos» a apoyar a Kiev y oponerse a Moscú.
Pero son todas
las élites financieras de Europa occidental, a diferencia de sus pueblos, las
que se oponen a una Rusia fuerte y autónoma. El imperialismo, de hecho, como
argumentó el economista británico John A. Hobson a principios del siglo XX,
surge de la acumulación de capital excedente en los estados avanzados, que, por
lo tanto, necesitan invertirlo en el extranjero. [vii] De
ahí la necesidad de controlar el mundo política y militarmente. El imperialismo
de estas élites se basó primero en los imperialismos nacionales europeos y
luego, después de la Segunda Guerra Mundial, en una especie de imperialismo
colectivo, liderado por Estados Unidos. La doctrina imperialista de este último
se basó durante décadas, hasta Biden, en una teoría desarrollada por Brzezinski
en 1997, que abogaba, en línea con Mackinder, por la incorporación de Europa
del Este a la OTAN para debilitar a Rusia. [viii] Esta
estrategia se ha visto socavada por la llegada de Trump, quien, no menos
imperialista que Biden, identifica a China como el adversario estratégico de
Estados Unidos y, por lo tanto, busca dividir a las dos potencias, Rusia y
China, porque juntas son demasiado difíciles de controlar. Además, Trump ha
dejado muy claro, reiterando el concepto en el reciente documento de la
Estrategia de Seguridad Nacional, que Europa debe empezar a asegurar su propia
defensa. En este punto, la desorientación de las élites europeas, que durante
décadas han dependido del poder estadounidense y ahora se apresuran
frenéticamente a reforzar su fuerza militar, es totalmente comprensible.
La explicación
final de la hostilidad hacia Rusia reside en que ofrece una buena razón para
aumentar el gasto público, a través del gasto militar, el único gasto que la UE
permite sobrepasar las restricciones presupuestarias. Se trata de una especie
de keynesianismo militar, es decir, apoyo estatal al capital durante un período
de estancamiento económico continuo. Esto es particularmente cierto en el caso
de las economías de Italia, Francia y Alemania. De hecho, la OCDE publicó
recientemente sus previsiones de PIB para sus países miembros, que muestran que
las tres principales economías de la eurozona se encuentran a la cola, con
tasas de crecimiento anual lentas, que en 2026 se sitúan en el +0,3 % para
Alemania, el +0,5 % para Italia y el +0,8 % para Francia. [ix] Las
empresas que han registrado el mayor crecimiento en los precios de sus acciones
en las bolsas europeas durante el último año han sido empresas relacionadas con
la guerra, como la alemana Rheinmetal (+135,7 %) y la italiana Leonardo (+79,33
%) [x] .
Además, la guerra, con la destrucción de edificios, plantas e infraestructuras,
constituye una atractiva oportunidad de inversión. Los países de Europa
occidental, gracias a su apoyo al gobierno de Zelensky, aspiran a conseguir
contratos para la reconstrucción de Ucrania, empezando por Italia, que, no por
casualidad, fue sede de la conferencia sobre la recuperación en Roma.
En conclusión,
parece claro que el imperialismo europeo nos está llevando por una pendiente
resbaladiza hacia la guerra contra un Estado que, en realidad, no nos amenaza.
La posición de Europa se basa en los intereses de una minoría, la del capital
financiero, que se contraponen a los intereses más generales de los pueblos
europeos en la paz y la cooperación económica. Otra confirmación de esto, según
Censis, es el hecho de que el 66% de los italianos cree que deberíamos
abandonar la idea de aumentar las Fuerzas Armadas si, para ello, debemos
recortar la asistencia social, y que un 44% cree que Italia no debería
intervenir militarmente ni siquiera si un país de la OTAN fuera atacado [xi] .
En cualquier caso, las élites europeas opuestas a Rusia están jugando con
fuego. De hecho, Europa Occidental continúa provocando, de una manera completamente
irreal, a un Estado que, además de tener el segundo ejército más grande del
mundo, también es una superpotencia nuclear con el mayor número de armas
nucleares del mundo. Sin olvidar que, volviendo a las palabras del general
Mandon, Rusia ha demostrado que tiene un umbral de tolerancia a las pérdidas
humanas mucho mayor que el de Europa Occidental.
Notas:
[i] “Francia,
Macron anuncia servicio militar voluntario”, Il Sole 24 ore ,
28 de noviembre de 2025.
[ii] Charles
Moskos, “Vietnam: Por qué luchan los hombres”, en F. Battistelli (ed.), Marte
y Mercurio. Sociología de la Organización Militar , Franco Angeli,
Milán, 1990.
[iii] Las
operaciones de mantenimiento de la paz, literalmente “mantenimiento de la paz”,
son misiones de interposición entre facciones opuestas después del
establecimiento de un alto el fuego, mientras que las operaciones de imposición
de la paz tienen por objeto imponer el alto el fuego.
[iv] Potencia
de fuego global. https://www.globalfirepower.com/country-military-strength-detail.php?country_id=russia
[v] “Guerra
híbrida: la OTAN ahora evalúa ataques preventivos”, Il Sole 24 ore ,
2 de diciembre de 2025.
[vi] Antonella
Scott, “Putin: no a la guerra, pero listo si Europa quiere luchar”, Il
Sole 24 ore , 23 de diciembre de 2025.
[vii] JA
Hobson, Imperialismo , Newton Compton, Roma 1996.
[viii] Z.
Brzezinski, El gran tablero de ajedrez: el mundo y la política en la
era de la supremacía estadounidense , Longanesi 1998.
[ix] “OCDE:
la economía mundial se desacelera antes de una tímida recuperación”, Il
Sole 24 ore , 3 de diciembre de 2025.
[x] https://www.borsaitaliana.it/borsa/azioni/scheda/IT0003856405.html?lang=it
[xi] Informe
del 59º Censo.
Fuente: Laboratorio. Per il socilismo del XXI secolo
jueves, 11 de diciembre de 2025
Contra la hipocresía imperialista, contra toda forma de dictadura: Solidaridad con América Latina
Contra
la hipocresía imperialista, contra toda forma de dictadura: Solidaridad con
América Latina
Por CGT
kaosenlared
9 de diciembre de 2025
En las últimas semanas
asistimos atónitos a una serie de acontecimientos bélicos y asesinatos
extrajudiciales que tienen que ver con Venezuela y Colombia. La administración
de Donald Trump ha decidido volver a la senda conocida de la injerencia
política y las agresiones militares al más puro estilo del siglo pasado, cuando
su interferencia cortocircuitó los procesos de transformación en muchos países
de América Latina. Entonces, a través de la siniestra mano de la CIA y la
Escuela de las Américas ejecutó a líderes de izquierda e indígenas, intervino
en procesos de liberación y auspició una política de intervención que fue de la
mano del narcotráfico, el militarismo y las ejecuciones sumarias. La lista de
víctimas es larga: Guatemala, El Salvador, Granada, Paraguay, Chile, Argentina…
Si entonces la excusa era la “amenaza comunista” hoy es “el narcoterrorismo”.
En ese ejercicio de hipocresía sin caretas, el Gobierno de Estados Unidos en
estos días ha liberado al expresidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, que
estaba en la cárcel acusado de “narcotráfico patrocinado por el Estado”
con una pila de pruebas que le incriminaban a él y buena parte de su familia.
Un presidente que recordemos, auspició el asesinato contra la líder
ambientalista Berta Cáceres. Ahora, gracias a la intervención de Trump la
ultraderecha corrupta regresa al poder en el pequeño país centroamericano.
Trump ha decidido empezar
por Venezuela y Colombia su nueva estrategia de dominio en el “hemisferio”. En
su estilo de rico desalmado se ha vanagloriado incluso de los asesinatos que
comete sin ninguna base legal, sin atender al derecho internacional más básico.
Es evidente que la situación en Venezuela es dramática, con millones de
personas migrantes repartidas por todo el mundo y un gobierno de Nicolás Maduro
corrupto y autoritario. Una deriva de lo que se llamó el “socialismo del siglo
XXI” que se ha convertido en una caricatura de lo que un día dijo representar.
Con los movimientos sociales de base totalmente machacados, lo que allí ha quedado
es una oligarquía “bolivariana” cuya única voluntad es perpetuarse en el poder,
que además tampoco ha modificado la correlación de fuerzas del capitalismo. En
Venezuela los que peor están hoy en día son los sectores populares y la
diezmada clase trabajadora. Pero esa crítica no elude que la situación a la que
ahora nos enfrentamos es una agresión imperialista intolerable. Un ejercicio de
soberbia criminal que debemos denunciar porque marca una senda de intervención
militar en un mundo cargado de testosterona bélica y líderes machoalfa como
Trump, Putin, Netanyahu, Erdogan y compañía. No cabe ninguna duda que hay que
parar el negocio del narco, detrás del cual está esta por cierto el asesinato
de activistas populares, el feminicidio, la trata de personas, el blanqueo de
capitales, el exterminio de poblaciones originarias… Un negocio que además va
de la mano de la venta de armas, de la corrupción política, de la
evangelización como recurso de dominación social. Pero no nos dejemos engañar,
el indulto al expresidente y narcotraficante hondureño Juan Orlando Hernández
pone en claro cuál es el propósito de estas agresiones: dominar el negocio en
primera persona, eliminar los liderazgos políticos hostiles y volver a someter
a América Latina para ser el patio trasero del imperialismo criminal de Estados
Unidos.
Por la libertad de los
pueblos: solidaridad con América Latina
No a la intervención
imperialista en Colombia y Venezuela
¿Una guerra imaginaria?
El rearme masivo
europeo, más que una respuesta a una supuesta amenaza por parte de Rusia,
constituye una nueva "política industrial" para beneficio de unos
pocos y mantener los empleos en una perspectiva de crisis. Pero es peligroso
jugar con el fuego.
¿Una guerra imaginaria?
Mario Sommella
El Viejo Topo
11 diciembre, 2025
LA GUERRA
IMAGINARIA: EL PLAN ALEMÁN CONTRA RUSIA Y LA ECONOMÍA DE
GUERRA EUROPEA
Cuando leí la
exclusiva del Wall Street Journal sobre el plan de guerra de Alemania contra
Rusia, sentí que retrocedía en el tiempo. No a la Guerra Fría, sino a algo
peor: una Europa que, a pesar de su profunda crisis industrial y social,
encontró en las amenazas externas la fuerza unificadora para exigir sacrificios
incesantes a sus ciudadanos y ganancias ilimitadas al complejo
militar-industrial.
Según el WSJ y
varios medios de comunicación, Berlín ha elaborado un plan de 1.200 páginas,
denominado «Plan de Operación Alemania» (OPLAN DEU), que detalla cómo se
desplegarían hasta 800.000 tropas alemanas, estadounidenses y de otros países
de la OTAN hacia el este, a través de puertos, ríos, ferrocarriles y carreteras
alemanes, en caso de un ataque ruso contra la Alianza. El documento se presenta
como un retorno a la «mentalidad de la Guerra Fría», que involucra a «toda la
sociedad», es decir, con la infraestructura civil integrada estructuralmente en
la maquinaria militar.
Todo parte de
una premisa: funcionarios alemanes y comandantes de la OTAN sostienen que Rusia
podría estar «lista y dispuesta» a atacar Europa en un plazo de dos a cinco
años, y que un posible armisticio en Ucrania le permitiría reorganizarse para
atacar a un país de la OTAN. Por lo tanto, afirman, es necesario prepararse ya.
Pienso
exactamente lo contrario: este tipo de narrativa no sirve para “prevenir” una
guerra, sino para hacerla más probable y blindar un gigantesco rearme que tiene
mucho más que ver con las cuentas industriales que con la seguridad de las
personas.
Un coloso
territorial en crisis demográfica, no un imperio en expansión
Comencemos con
la «amenaza rusa» tal como se presenta. Rusia es el país más grande del
planeta, con una población que actualmente ronda los 144-146 millones de
habitantes (en declive) y una mediana de edad elevada.
Es un gigante
territorial que ya lucha por asegurar su propio espacio, azotado por desafíos
demográficos, sanitarios y de infraestructura. Además, su economía depende de
la exportación de materias primas (gas, petróleo, minerales), cuyo mercado
clave siempre ha sido Europa.
La pregunta es
simple: ¿por qué un país así se embarcaría en la absurda aventura de ocupar
parte de Europa, un continente carente de materias primas significativas, pero
con enormes necesidades energéticas y sociales que financiar? ¿Qué interés
tendría Moscú en asumir nuevas infraestructuras que mantener, nuevas
poblaciones que gobernar, nuevas formas de resistencia que reprimir, mientras
ya lucha por sostener una guerra de desgaste en Ucrania?
Existe una
contradicción lógica que nadie en Bruselas ni Berlín parece querer ver. Por un
lado, nos dicen repetidamente que las sanciones han puesto a Rusia de rodillas,
que su presupuesto está estrangulado y su PIB bajo presión. Por otro lado, nos
dicen que, a pesar de todo esto, Moscú podría en pocos años no solo plantar
cara a la OTAN, sino incluso atacarla frontalmente y librar una guerra
convencional a escala continental. O está exhausta o es omnipotente: ambas
cosas no van de la mano.
Cifras del
gasto militar: ¿Quién amenaza a quién?
Al observar los
datos, la desproporción es sorprendente. Según estimaciones del SIPRI, Rusia
gastó aproximadamente 149 000 millones de dólares en gastos militares en
2024, lo que equivale a aproximadamente el 7,1 % de su PIB.
Durante el
mismo período, el gasto total de los países de la OTAN supera ampliamente los
1,3 billones de euros: se espera que los miembros de la Alianza en Europa y
América del Norte gasten aproximadamente 1,362 billones de euros en 2024.
En este marco,
se encuentra también la aceleración europea: en 2024, los 27 países de la Unión
llevarán el gasto militar a aproximadamente 343.000 millones de euros,
equivalente al 1,9 por ciento del PIB, con un crecimiento del 19 por ciento en
sólo un año.
En otras
palabras: nosotros, Occidente en general, gastamos aproximadamente diez veces
más en armas que Rusia. Sin embargo, la narrativa dominante es que estamos al
borde de ser aplastados por un imperio que nunca se detiene.
No digo que
Rusia sea un actor «inofensivo» ni tranquilizador, a pesar de sus razones. Es
una potencia nuclear autoritaria que invadió Ucrania y que tiene intereses
geopolíticos imperiosos, a menudo en abierto conflicto con los de Europa. Pero
una cosa es reconocer la realidad de las tensiones; otra es construir una
amenaza caricaturesca para justificar un cambio estructural en el modelo
económico y social hacia la guerra.
La promesa de
Putin y la negativa de Europa
En este
contexto, una declaración que me parece políticamente decisiva ha pasado casi
desapercibida. En una reciente conferencia de prensa, Vladimir Putin declaró su
disposición a garantizar por escrito que Rusia no atacará a ningún otro país
europeo, calificando de «mentira absoluta» la idea de una inminente invasión
del continente.
No tengo
vocación de abogado defensor del Kremlin, y sé perfectamente que las palabras
de un líder político no bastan para tranquilizar al mundo. Pero una cosa es
segura: si alguien dice «pongamos una garantía por escrito», la única respuesta
racional es sentarse a ver si esa promesa puede traducirse en un acuerdo
multilateral verificable, con mecanismos de supervisión, y cómo.
En cambio, la
reacción de Europa ha sido otro impulso al rearme, como si cualquier apertura,
real o imaginaria, fuera una molestia que se pudiera descartar rápidamente
porque corre el riesgo de perturbar el gran negocio de la militarización
permanente.
ReArm Europe:
El rearme como política industrial
Aquí llegamos
al meollo del asunto. El plan alemán no es un rayo de luz. Se enmarca en una
estrategia europea ya establecida, cuyo elocuente nombre es «ReArm Europe».
La Comisión
Europea, en su Libro Blanco sobre Defensa, «Preparación 2030», afirma
explícitamente que el objetivo es «rearmarse en Europa» y convertir este
esfuerzo en un motor de competitividad económica. El plan prevé movilizar hasta
800.000 millones de euros en gasto de defensa en los próximos años, una cifra
que sin duda aumentará, ofreciendo a los Estados miembros un margen de maniobra
adicional más allá de las normas presupuestarias. Esto se complementará con un
nuevo instrumento de financiación europeo, el programa SAFE, dotado con 150.000
millones de euros, dedicado específicamente a armamento, defensa antimisiles,
drones y ciberseguridad.
En pocas
palabras, se abre una gigantesca línea de crédito público común para apoyar al
complejo militar-industrial europeo, empezando por los principales grupos de
Alemania, Francia, Italia y España. La Comisión lo afirma abiertamente: el
rearme debería crear «nuevas fábricas, nuevas líneas de producción y nuevos
empleos en Europa».
Aquí el punto
político queda clarísimo. La guerra no es solo una tragedia humana o un riesgo
de escalada nuclear: es también un modelo económico. En un momento en que la
industria europea, y en especial la alemana, lucha por resistir la competencia
china en coches eléctricos, productos químicos y acero, la producción de armas
y equipo militar se convierte en el atajo más conveniente para inflar el PIB,
salvar los balances corporativos, garantizar ganancias y dividendos
estratosféricos en manos de unos pocos y mantener a flote los empleos.
La crisis
automovilística alemana y la tentación de la economía de guerra
No es
casualidad que todo esto ocurra mientras la potencia industrial europea, el
fabricante alemán de automóviles, se encuentra en plena crisis estructural. Las
principales marcas alemanas se enfrentan a enormes retrasos en el lanzamiento
de sus vehículos eléctricos, presionadas por los costes energéticos, afectadas
por aranceles cruzados y, sobre todo, abrumadas por la competencia china, que
ahora domina la producción mundial de vehículos eléctricos.
La propia
Alemania planea aumentar su presupuesto de defensa de 86.000 millones de euros
en 2025 a 152.000 millones en 2029, a lo que se añadirá el antiguo fondo
especial de 100.000 millones lanzado durante el “Zeitenwende”.
No se trata
solo de «seguridad», sino de un auténtico cambio de paradigma: una parte
significativa de la economía alemana se está orientando hacia la producción
militar. Las mismas tecnologías, líneas de producción y experiencia de las
industrias mecánica y automotriz pueden reutilizarse para tanques, vehículos
blindados y sistemas de armas. El plan logístico para trasladar a 800.000
soldados por Alemania es el componente militar de un plan que, a nivel
industrial y financiero, ya está en marcha.
Por eso, la
idea de una Rusia que nunca atacará a Europa no solo es «inconcebible» para
algunos estrategas, sino que resulta incómoda. Si se elimina el espectro de la
invasión, la justificación política de esta nueva economía de guerra se
derrumba. Solo quedan desequilibrios sociales, desigualdades, precariedad laboral,
declive industrial y el fracaso de las políticas energéticas. Mejor, entonces,
mantener un enemigo absoluto al que blandir en cada votación, cada presupuesto,
cada cumbre.
Una Europa que
ya no sabe hablar de paz
Lo que más me
impacta de todo este asunto es la inversión semántica. Cualquiera que intente
hablar de alto el fuego, negociaciones o garantías mutuas de seguridad es
tratado de ingenuo o cómplice del enemigo. Quienes, en cambio, preparan planes
para enviar 800.000 soldados al frente, invirtiendo cientos de miles de
millones de euros en armas y municiones, y construyendo corredores militares
por todo el continente, son tildados de «realistas» y «responsables».
Pero si
realmente estamos sentados sobre un barril de pólvora nuclear, la opción
racional no es aumentar la presión. Es hacer todo lo posible por reducirla. Una
guerra convencional a gran escala entre la OTAN y Rusia hoy no sería un nuevo
1940: probablemente desencadenaría una rápida escalada nuclear, primero táctica
y luego estratégica. Y en ese caso, todas nuestras discusiones sobre pensiones,
PIB, diferenciales, Tavares, Merz y Von der Leyen se convertirían en un lejano
recuerdo en un mundo devastado.
No tengo
certezas absolutas, porque vivimos en un mundo probabilístico, lleno de
variables incontrolables. Pero sí sé una cosa: no estoy dispuesto a aceptar que
la idea de «defender nuestros valores» incluya, como escenario concreto, el
riesgo de un holocausto nuclear continental simplemente para proteger los
negocios de unos pocos gigantes industriales.
Rusia, Europa y
la gran mentira útil
Así que
volvamos a la pregunta inicial: ¿por qué Rusia invadiría Europa? Sigo sin
encontrar una respuesta racional. Puedo imaginar conflictos locales,
provocaciones fronterizas, crisis híbridas, chantaje energético, campañas de
influencia. Todo esto ya está en marcha y continuará. Pero la ocupación de una
parte de Europa Occidental requeriría una combinación de capacidades militares,
económicas y políticas que Moscú simplemente no posee.
Y, sobre todo,
no sería conveniente. Rusia necesita vender materias primas y defender sus zonas
de influencia, no mantener ciudades europeas destruidas y poblaciones hostiles.
En todo caso, es Europa la que, incapaz de abordar su propia crisis social e
industrial, necesita un enemigo existencial que legitime un salto cualitativo
en la militarización.
Lo vemos
claramente: el rearme masivo se presenta como una nueva «política industrial»
europea. Los ciudadanos pagan el precio con impuestos, recortes sociales,
inflación e inseguridad laboral. Las industrias armamentísticas se lucran con
contratos plurianuales y garantías públicas. Esta política se presenta como una
«defensa de la libertad», mientras que en realidad condena a sectores
productivos enteros a una economía de guerra permanente.
¿Qué deberíamos
esperar en cambio?
Si tomamos en
serio la amenaza de una guerra global, la respuesta no puede ser multiplicar
los ejercicios, los planes secretos y los corredores de tanques. Deberíamos
exigir precisamente lo contrario.
Debemos exigir
que toda declaración rusa de voluntad de firmar un pacto de no agresión se tome
en serio, se verifique, se someta a prueba diplomática y se integre en un
sistema de garantías mutuas. Debemos tener la valentía de declarar que la
seguridad se construye no solo con los presupuestos de defensa, sino también
mediante la reducción de tensiones, el desarme controlado y la reforma de las
instituciones internacionales.
Debemos
reconocer que la verdadera urgencia para Europa no es allanar el camino
perfecto para las columnas de la OTAN, sino abordar la crisis social, ecológica
e industrial que está desmoronando los cimientos de la democracia: salarios
bajos, precariedad generalizada, colapso de los servicios públicos, industria
en dificultades, jóvenes obligados a emigrar.
En conclusión
El plan secreto
alemán no me dice que Rusia esté a punto de atacar. Más bien, me dice que un
segmento de la élite europea ha optado por una economía de guerra como
respuesta a la crisis de su propio modelo económico. Y para legitimarla,
necesita un enemigo absoluto, irracional y amenazante.
No me creo esta
narrativa. Creo que Rusia no tiene ningún interés en ocupar Europa, que la
perspectiva de un ataque a gran escala es políticamente irracional y
militarmente suicida. También creo que un continente que invierte casi un
billón de euros en rearme nacional, fondos especiales e instrumentos europeos,
mientras recorta la seguridad social y precariza a generaciones enteras, no
defiende la «democracia», sino un orden económico sumido en la crisis que se
niega a ser cuestionado.
Por eso veo con
gran recelo planes como el OPLAN DEU. No porque niegue los riesgos, sino porque
veo claramente el uso instrumental del miedo. La verdadera pregunta hoy no es
si Rusia invadirá Europa. La verdadera pregunta es si Europa decidirá dejar de
convertir la guerra en política industrial y retomar debates serios sobre la
paz, la justicia social y la reconversión civil de sus economías.
Fuente: sinstrainrette.it






