viernes, 31 de octubre de 2025

Relato de un náufrago: Donald Trump y el mar Caribe

 

Como en aquel Relato de un náufrago con el que García Márquez desnudó la corrupción de una dictadura que fingía tormentas para ocultar su propio contrabando, también hoy los imperios inventan tempestades para esconder sus naufragios.


Relato de un náufrago: Donald Trump y el mar Caribe


Carmen Parejo Rendón

El Viejo Topo

30 octubre, 2025 


Los mares son espacios geográficos que contienen pueblos, culturas e historias. Que conectan los avances y los retrocesos y, en épocas de desarrollo naval, se convirtieron en el escenario principal del tablero de ajedrez de los imperios.

El Mediterráneo fue durante siglos el espejo del viejo mundo: allí se fundieron culturas, religiones y guerras. Hoy, cuando miramos a Gaza, volvemos a ese mismo mar que vio nacer civilizaciones y que ahora asiste, impasible, a su destrucción. Porque hablar de Palestina es hablar del Mediterráneo; como hablar de Venezuela, de Cuba o de Nicaragua es hablar del Caribe. Cada mar guarda un eco del mismo conflicto: el poder y su intento eterno por dominar el paso, el puerto y la ruta.

Cuando los reinos de Castilla y Portugal se lanzaron a la expansión ultramarina, el Mediterráneo se proyectó hacia el Atlántico. Los mapas se extendieron y, con ellos, el deseo de oro y de dominio. El «nuevo mundo», que era mundo desde mucho antes de ser descubierto por los europeos, se convirtió en un nuevo tablero de ajedrez, con un nuevo mar, el Caribe, donde estas potencias europeas emulaban sus estrategias de saqueo, entrenadas durante siglos en el mar Mediterráneo.

A los barcos de esclavos, se unieron los piratas. Sin embargo, lejos de lo que nos presentan las películas, los piratas no eran aventureros románticos, sino empleados de Estado, instrumentos del poder inglés, francés u holandés, corsarios con patente de corso para robar en nombre del rey. Y el Caribe, un laboratorio de violencia y acumulación, que daría origen a la economía mundial que más tarde dominaría los bancos, los ejércitos y las corporaciones. Los galeones que cruzaban entre La Habana y Sevilla llevaban en sus entrañas el oro y la sangre de un continente entero.

Y así, el tiempo pasó, pero la lógica no cambió en lo fundamental. La Doctrina Monroe, proclamada en 1823, sustituyó las banderas de los corsarios por la diplomacia de los presidentes: «América para los americanos», dijeron, y con ello quisieron decir «América para los Estados Unidos». Aquel fue el manifiesto del colonialismo moderno, la declaración de una tutela perpetua sobre todo un continente. Desde entonces, cada intento de soberanía en el sur ha sido respondido con invasiones, bloqueos o dictaduras. El Caribe se convirtió en el mare nostrum de Washington.

Ese hilo histórico nos conduce inevitablemente a Trump, que como vemos no inventó nada nuevo. Aunque sea quizás el heredero más grotesco de una larga tradición de corsarios. Su «guerra contra el narcotráfico», esconde la misma motivación que movía a Morgan o a Drake: asegurar el control de las rutas, los puertos y los recursos. Desde los radares del Pentágono hasta las costas de La Guaira, su gobierno envía barcos de guerra a bombardear lanchas humildes de pescadores. Pero no es un hecho aislado, desde el triunfo del chavismo esta es solo la enésima estrategia para derrocar la voluntad de un pueblo.

Es evidente que no se trata del narcotráfico, sino del petróleo: el mismo oro negro que Eduardo Galeano llamó la última fiebre del Dorado. Como en los viejos tiempos, el botín está en las entrañas de la tierra y en la obediencia de los gobiernos.

La paradoja de Trump, que lleva a discursos incoherentes en horas e incluso acciones antagónicas simultáneas —como comprar petróleo a Venezuela a la par que la amenaza militarmente—, es que pretende restablecer el imperio en un momento en que éste se resquebraja.

Su segundo mandato ha sido la confirmación de una extraña alianza de clase entre elementos con perspectivas e incluso intereses en conflicto, los clásicos halcones conservadores del partido republicano, la cosmogonía MAGA que se cree de verdad que todo se solucionará con un «repliegue», e incluso algunos sectores del capital altamente integrados en el mercado internacional, como las tecnológicas, que aunque tradicionalmente parecían cercanas al partido demócrata, han asumido la aparente propuesta de «consenso» que significaba este segundo mandato del magnate estadounidense. Y más allá de las grietas de esta alianza oligárquica, también nos encontramos con un país devastado por la desigualdad, el racismo o la epidemia de opioides. Una fractura interna que obviamente no se soluciona asesinando pescadores pobres en el mar Caribe.

Como los viejos corsarios que, envejecidos, seguían surcando los océanos por miedo a volver a tierra, EE.UU. parece navegar en busca de una hegemonía que ya no existe. Trump, como sus predecesores, amenaza el Caribe, el mar de China, cree poder decidir el destino del mar Negro o del Levante mediterráneo. Librando con ello la misma batalla: el control de los corredores marítimos, de los recursos energéticos o de las rutas del comercio. Los imperios siempre han necesitado mares, pero los mares también han sido cementerios de imperios.

Mientras el Caribe sigue ahí: como herida y como promesa. Sus aguas han visto pasar galeones y fragatas, invasores y libertadores, e incluso submarinos nazis que querían torpedear el flujo de petróleo venezolano que fue una contribución fundamental para el triunfo del bando aliado en la Segunda Guerra Mundial.

Hoy sus aguas reflejan también un nuevo horizonte, el de un mundo que se reorganiza, que busca un equilibrio multipolar, que ya no tolera los monopolios del poder. Los viejos piratas, con sus banderas remendadas, aún navegan, pero el viento ha cambiado de dirección y sus velas roídas por el tiempo terminarán por ceder. Aunque sepamos que morirán matando.

Ese mismo viento —el que sopla desde los pueblos del sur, desde la resistencia de Cuba, la dignidad de Venezuela, la contundencia de Gustavo Petro denunciando esta agresión en sus costas compartidas, el rechazo de Sheinbaum a participar en la cumbre de las Américas, pero también las protestas masivas internacionales de apoyo a la causa palestina— será el que anuncie, una vez más, el principio del fin de otro imperio. Como en aquel Relato de un náufrago con el que García Márquez desnudó la corrupción de una dictadura que fingía tormentas para ocultar su propio contrabando, también hoy los imperios inventan tempestades para esconder sus naufragios.

Fuente: Observatorio de la Crisis

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Para entender la destrucción del sistema sanitario público

 

Para entender la destrucción del sistema sanitario público

 

DIARIO OCTUBRE / octubre 29, 2025


Al hilo de las noticias que se vienen sucediendo en los últimos años, en diferentes puntos del Estado, relacionadas con el deterioro del sistema sanitario, es necesario recordar algunas premisas para entender la situación en la que nos encontramos.

Los sistemas nacionales de salud (SNS) solo existen, desde hace unas pocas décadas, en un puñado de países del Norte, la inmensa mayoría de países nunca han dispuesto de ello. En lo que respecta a Europa occidental el primero fue el NHS, creado en Gran Bretaña a la salida de la Segunda Guerra Mundial. En el caso del Estado español, hasta 1986 con la Ley General de Sanidad, no se conformó un sistema de atención universal, lo que explica su escaso desarrollo respecto al resto de países de nuestro entorno. Los SNS fueron creados por los estados, en un momento histórico caracterizado por un gran crecimiento económico, necesidad de mano de obra sana, disponibilidad de combustibles fósiles baratos, y no lo olvidemos, altas cotas de apropiación de las riquezas del Sur Global. Por tanto, respondían a unas necesidades determinadas que no se producen en estos momentos.

En la actualidad, en un contexto de desindustrialización, con un ejército creciente de parados, precariados y excluidos, los países del Norte no precisan mantener estos “costosos” sistemas, y menos atender adecuadamente a estos sectores de población  «excedentes», por lo que desde hace años está en marcha, en todos ellos, un proceso perfectamente planificado de deterioro y privatizaciones, que tiene como objetivo traspasar al sector privado las partes rentables de la asistencia sanitaria, empujar a las cada vez más menguantes “clases medias” hacia los seguros privados, y allanar el camino para convertirlos en una suerte de sistemas de beneficencia. El proceso se extiende desde Suecia a Portugal pasando por Italia, Francia o Alemania. Tras más de dos décadas de movilizaciones y gobiernos de todos los colores políticos en todos estos países, la situación es la misma: desmantelamiento progresivo de los sistemas sanitarios y avance de los seguros privados. No hay un solo caso en el que se haya producido una marcha atrás en dicho proceso.

En nuestro caso, la propia Ley General de Sanidad de 1986 ya incluía el veneno de la destrucción del SNS, al permitir, sin ningún tipo de control, el traspaso de actividad, vía conciertos, a los centros privados (artículos 67 y 90). La aprobación posterior de la Ley 15/97 para poder transferir la totalidad de la atención de centenares de miles de personas (áreas sanitarias enteras) a empresas con ánimo de lucro completó la jugada.

En cierto sentido, hemos dispuesto de un sistema que no tuvo tiempo de desarrollarse ya que las olas privatizadoras comenzaron a llegar a pocos años de su creación. Lo cierto es que el proceso de destrucción del sistema sanitario es un asunto de estado en el que están de acuerdo todos los partidos políticos. Simplemente se reparten los papeles. Los gobiernos “progresistas” (llevamos tres legislaturas de “izquierdas”, no lo olvidemos) prometían con la boca pequeña acabar con la privatización sanitaria cuando estaban en la oposición, pero cuando llegan al poder mantienen vigentes las leyes que permiten su destrucción (y la Ley Mordaza, por cierto), y los gobiernos de derechas simplemente hacen lo que la legislación les permite. Nada ilegal desde el punto de vista jurídico, como ha determinado hasta el propio Tribunal Constitucional, simplemente distribución de tareas. Prueba de ello fue la ILP para rescatar al sistema sanitario, que la Coordinadora Antiprivatización de la Sanidad lanzó en 2021 y que fue boicoteada por todos los partidos de la «izquierda del capital», una auténtica prueba del algodón.

La situación, por tanto, es grave, pero no parece que por la vía de movilizar a la población con eslóganes vacíos del tipo « la sanidad no se vende, se defiende » , que sustituyeron a los más radicales « PSOE, PP la misma mierda es »; « Derogación 15/97 y rescate de lo privatizado » o « El PP privatiza, el PSOE autoriza »; que guiaban las movilizaciones previas al nacimiento de la primera marea blanca en 2012 (nacimiento tardío, cuando ya estaba privatizada gran parte de la red en varias CCAA), se vayan a conseguir avances reales.

Sin embargo, aunque es menos conocido, históricamente han existido otros modelos de atención en los que las posibilidades de participación en la gestión por parte de los usuarios eran reales. A finales del siglo XIX y principios del XX, en un contexto de falta de cobertura de necesidades sanitarias mucho peor que el actual, los trabajadores fueron capaces de crear «sociedades de socorros mutuos» o «friendly societies», sobre todo en las zonas más industrializadas de Europa (incluida España) y América del Norte. Por poner un ejemplo, hacia 1920 más de una cuarta parte de los adultos estadounidenses eran miembros de una de estas sociedades fraternales, siendo las cifras aún mayores en Gran Bretaña y Australia. Estas sociedades funcionaban como una especie de compañía de seguros de autoayuda, cubriendo por lo general desde el fallecimiento, hasta el accidente laboral y la asistencia sanitaria del trabajador y sus allegados. Algunas de ellas eran gestionadas íntegramente por y para mujeres, otras por organizaciones obreras, contando con sistemas de gestión democráticos, nada que ver con lo que nos iban a deparar los futuros sistemas estatales de salud. Tanto el establishment médico, como el Estado nunca vieron con buenos ojos estos sistemas, ya que promovían la autonomía obrera, y realizaban un control de los costes, por lo que se centraron en destruirlos o absorberlos y vaciarlos de cualquier mecanismo de gestión democrática.

Es por ello por lo que, entendiendo el sufrimiento de miles de personas en este momento, debido a la falta de atención sanitaria en tiempos aceptables, que en muchas ocasiones está provocando hasta muertes prevenibles, defendemos que la solución no es mayor inversión, ya que acabará en los bolsillos del sector privado. Tampoco «más   Estado» como defienden los sectores de la izquierda del capital, que ahora mismo nos gobiernan a nivel central, ya que ello se concreta en más gasto militar, más beneficios para la banca y las eléctricas, más incremento de la desigualdad social, más reforzamiento de sectores innecesarios, más nocividades, en definitiva, más crecimiento y huida hacia delante en un planeta con límites biofísicos perfectamente conocidos.

Ante esta situación, no debemos renunciar y es vital seguir luchando para que no acaben de desmantelar el sistema sanitario, pero sabiendo que los responsables de su destrucción son todos ellos, por acción o por omisión. Aceptando también que el sistema actual responde en parte a intereses del complejo medico industrial (incluido el farmacológico) y no a las necesidades de la población.  Pero es ese sistema, o sus restos, el que tendremos que gestionar en contextos futuros de crisis, cuando la solidaridad desde abajo hace acto de presencia. Debemos de recuperar la historia de los explotados y los excluidos, y reivindicar que, si ellos fueron capaces de articular experiencias de atención sanitaria al margen del Estado, gestionadas democráticamente, como no hace mucho, en plena crisis de 2012 nos demostraron los compañeros griegos, también podremos hacerlo nosotros. Lo que es indiscutible, a la luz de la historia, es que la única posibilidad de lograr un sistema sanitario que atienda a todas las personas adecuadamente y actúe contra los determinantes sociales, económicos y medioambientales del proceso salud enfermedad, en lugar de servir a los intereses del mercado, pasa por su democratización real y la mayor descentralización posible para que la población se implique en la actuación contra dichos determinantes.

Juan Antonio Gómez Liébana

27/10/2025

Vía:insurgente.org

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La revolución de Ibrahim Traoré en Burkina Faso

 

La revolución de Ibrahim Traoré en Burkina Faso

 

DIARIO OCTUBRE / octubre 29, 2025

 


En los últimos años, los levantamientos militares con apoyo popular en tres países de la región africana del Sahel —Burkina Faso, Níger y Mali— han iniciado un proceso de ruptura con Occidente, y principalmente con Francia, la antigua potencia colonial de la región.

 

La transformación radical en esta región tiene al presidente de Burkina Faso, Ibrahim Traoré, un joven capitán de tan solo 37 años, como su principal símbolo. Al reavivar la confianza en el panafricanismo, el dirigente militar inspira a los jóvenes de toda África a luchar contra el neocolonialismo occidental.

Ibrahim Traoré, presidente de Burkina Faso, es sin duda uno de los rostros más populares del continente africano en la actualidad. El militar estudió geología en la Universidad de Uagadugú y se unió al ejército para combatir a los grupos yihadistas en el norte del país.

Sawadogo Pasmamde, alias Oceán, artista multidisciplinario y miembro del Centro Thomas Sankara para la Libertad y de la Unión Africana, relata que, al vivir el conflicto sobre el terreno, el joven capitán fue una de las primeras voces en cuestionar la intervención militar francesa en África Occidental y en presentar el terrorismo en el Sahel como una creación del imperialismo occidental.

Siempre quiso ser militar, pero sus padres se opusieron, y estudió geología hasta obtener una maestría. Sin embargo, estos estudios geológicos lo llevaron regularmente al interior del país. Esto lo introdujo por cada rincón, a sus realidades sociales, y reforzó su convicción de que el cambio era necesario. Y para cambiar las cosas, para contrarrestar el equilibrio de poder con los terroristas, era necesario transformar el país políticamente.

Traoré se inspira en el histórico dirigente revolucionario Thomas Sankara, expresidente de Burkina Faso (1983-1987), quien implementó una serie de reformas para erradicar los males del colonialismo francés. Él mismo admite que la Revolución Popular Progresista (RPP), inaugurada en abril de este año, se inspiró en los cambios radicales promovidos por el “Che Guevara africano”. En tan solo cuatro años, Sankara distribuyó tierras a los agricultores y aumentó la tasa de alfabetización del 13 por cien en 1983 al 73 por cien en 1987.

Quizás por no ser geólogo, Sankara no contaba con el mapa geológico que permitía a Ibrahim Traoré hablar con convicción. Pero Sankara sabía que la mayor riqueza de Burkina Faso residía en el propio pueblo burkinés. Convenció a la gente de trabajar e incluso de defender su país. “Fue él quien proporcionó entrenamiento militar a todos, incluso a los agricultores”, enfatiza Oceán, una de las figuras más destacadas del reggae anticolonial en Burkina Faso.

“Sankara apostó por el valor humano. Ibrahim Traoré apuesta por el valor humano, pero también nos demuestra que podemos estar tranquilos, podemos estar seguros de que estamos en un país rico y de que esta riqueza se encuentra en todo el Sahel”, añade.

700.000 burkineses han salido de la pobreza extrema en un año

Consciente de la riqueza del país, la junta militar encabezada por Traoré nacionalizó dos minas de oro que anteriormente pertenecían a una empresa que cotizaba en la bolsa de Londres y construyó su propia refinería.

Con el oro nacionalizado, el gobierno de Burkina Faso ya ha distribuido 179 millones de dólares en maquinaria para apoyar la revolución agraria en el país, donde el 80 por cien de la población vive en zonas rurales. “Por primera vez, estamos distribuyendo tractores por todo el país”, subraya Oceán.

Otra de las medidas de Traoré fue la creación de una empresa minera pública, que comenzó a exigir a las empresas extranjeras una participación del 15 por cien en sus operaciones. Incluso las empresas mineras rusas, como Nordgold, deben cumplir esas normas.

Para el artista burkinés, las medidas demuestran que la alianza estratégica con Rusia y otros países del Sur Global, como China y Turquía, no implica sumisión a un nuevo tipo de dominación: “Es una relación en la que ambas partes ganan”, resume.

“Estamos en un mundo multipolar, y el Occidente imperialista está en decadencia. Nadie puede detenerlo. Muchos países nos apoyan, con los que colaboramos, y nos venden armas, maquinaria agrícola y equipos para desarrollar nuestra infraestructura. Se trata de los países Brics, Rusia y China. Recibimos nuestros primeros drones de Turquía. Pero con Francia, no pudimos conseguir nada”, añade.

Datos del Banco Mundial publicados a mediados de julio revelan que el año pasado el crecimiento económico en Burkina Faso aumentó del 3 por cien en 2023 al 4,9 por cien. Según el anuncio, más de 700.000 personas en todo el país han salido de la pobreza extrema tan solo en los últimos 12 meses.

El apoyo popular a la revolución

Al igual que en la década de los ochenta, el nuevo dirigente burkinés está implementando un ambicioso plan de industrialización y autosuficiencia alimentaria. Para ello, cuenta con un amplio apoyo popular, principalmente entre los jóvenes menores de 30 años, que representan casi el 70 por cien de la población burkinesa.

Hoy en día, al recorrer el país, es habitual ver movilizaciones populares para la pavimentación de calles y carreteras. También se realizan vigilias ciudadanas nocturnas en más de 20 puntos de la capital, Uagadugú, con el objetivo de proteger a Traoré y al país de posibles atentados.

“Los diversos programas revolucionarios, la ofensiva agrícola, consisten en trabajar la tierra, organizar y mecanizar la agricultura, y producir para que la gente tenga alimentos suficientes y de calidad. Somos nosotros quienes construimos nuestras carreteras. Pavimentamos, reparamos nuestras carreteras, lo hacemos todo”, enfatiza Bayala Lianhoué Imhotep.

La población del país también contribuye a un fondo colectivo para apoyar el proceso revolucionario. De enero a julio, se recaudaron 106.000 millones de francos CFA.

“Ibrahim Traoré es una oportunidad para poner en práctica el sankarismo. Y hoy, el pueblo está dispuesto a apoyarlo. Estamos orgullosos, contribuimos con nuestro propio dinero. El pueblo ha comprendido que ya no necesitamos al Banco Mundial ni al FMI; financiaremos nuestra guerra y desarrollaremos nuestro país. Nosotros mismos, y eso es sankarismo puro y práctico”, añade Oceán.

Levantamientos progresistas

El creciente sentimiento antifrancés que se observa hoy en día en los países del Sahel se acentuó tras la invasión de Libia por parte de la OTAN en 2011 y el derrocamiento del dirigente libio Muamar el Gadafi.

Tras el fin de Gadafi los contrabandistas y las escisiones de Al Qaeda avanzaron al sur del Sáhara y comenzaron a ocupar amplias zonas del Sahel. Tan solo un año después del derrocamiento de Gadafi en 2012, comenzó la insurgencia yihadista en el norte de Mali.

“Todos los dirigentees que se oponen al orden neoliberal son asesinados por estos instrumentos. Y Gadafi perturbó la geopolítica occidental, que controlaba los países africanos”, asegura Imhotep.

“Lo hicieron por la democracia, por el buen gobierno, por los derechos humanos. Siempre presentan esa retórica. Pero esa no es la verdadera intención. La verdadera intención era saquear el petróleo libio”. Se trataba de “exportar el terrorismo a los países del Sahel. Cuando atacaron Libia, se llevaron a Mali todas las armas que tenía el ejército de Gadafi. Así que el terrorismo aquí es una estrategia para la recolonización militar de los países del Sahel”, añade.

A medida que la violencia se extendía a países vecinos como Burkina Faso y Níger, Francia amplió su presencia militar en la región, enviando miles de tropas en 2014 a las Operaciones Barjan y Serval, con el pretexto de combatir el terrorismo. Sin embargo, los ataques no disminuyeron.

En aquel momento, la población del Sahel tenía claro que la presencia militar francesa no contendría la violencia, como lo expresa Bayala Lianhoué Imhotep. “El ejército francés no es un ejército de cooperación nacional interna; es un ejército mercenario que atenta contra nuestra seguridad y dignidad. Por eso el 70 por cien de nuestra población, compuesta por jóvenes, cree que si no tomamos el control de nuestros países, este 70 por cien corre el riesgo de morir en la pobreza, en la indigencia, y de intentar cruzar el Mediterráneo para llegar a Europa, para llegar a Estados Unidos”, enfatiza Imhotep.

‘¿Por qué no hay terroristas donde no hay petróleo?’

Otro factor importante que allanó el camino para los levantamientos revolucionarios fue la presencia terrorista en zonas del Sahel con riquezas del subsuelo. “¿Cómo es posible que no haya terroristas donde no hay petróleo? ¿Por qué se concentra la violencia terrorista donde sí hay petróleo, donde hay diamantes, donde hay uranio? Pensamos que algo andaba mal y decidimos expulsar al ejército francés y sumarnos a las revoluciones dirigidas por Ibrahim Traoré, Abdourahamane Tchiani de Níger y Assimi Goita”, añade.

La ola de levantamientos militares progresistas comenzó en Mali en agosto de 2020, cuando Goita derrocó al presidente Ibrahim Boubacar Keita en medio de protestas masivas contra la presencia francesa en el país. En 2022, en Burkina Faso, el capitán Ibrahim Traoré encabezó un levantamiento que depuso al dirigente militar Paul Henri Damiba. Cierra la lista Níger, en 2023, con la llegada al poder del general Abdourahamane “Omar” Tchiani. Los tres dirigentees representan una nueva generación de militares progresistas que canalizan la frustración generalizada de la opinión pública con el neocolonialismo francés. Además de la lucha militar conjunta, gracias a la creación de la Alianza de Estados del Sahel (AES) en septiembre de 2023, Mali, Burkina Faso y Níger comparten medidas soberanistas similares.

Estas medidas incluyen la nacionalización de las minas, la creación de bancos públicos y estrategias conjuntas para abandonar la moneda francesa, uno de los legados preservados del período colonial.

La colonización del Sahel africano

El Sahel es una región semiárida que marca la transición del desierto del Sahara a las sabanas más húmedas del sur de África. La tierra es rica en recursos naturales, como uranio, oro, gas y diamantes, cuyas reservas se encuentran entre las mayores del mundo.

A pesar de su riqueza mineral, los países de la región se encuentran entre los más pobres del planeta, resultado de décadas de dominio colonial, con la explotación francesa continuando incluso después de la “independencia”.

Tras la Conferencia de Berlín (1884-85), África Occidental experimentó dominaciones imperialistas separadas. Sin embargo, Francia y Reino Unido ejercieron la mayor influencia en la región. Para 1960 Francia controlaba ocho colonias en África Occidental, una superficie ocho veces mayor que la de Francia.

Aunque los movimientos de liberación nacional, desde Senegal hasta Chad, concibieron la independencia ese año, Francia mantuvo su influencia mediante lo que se conocería como el “pacto colonial”, en el que la metrópoli aparería como “socia y amiga” de sus antiguas colonias.

La imposición del “pacto” ocultó una serie de acuerdos militares y económicos que otorgaron a Francia acceso a diversos aspectos de los gobiernos africanos, incluyendo minerales estratégicos.

Uno de los efectos prácticos fue la restricción casi total de la capacidad de las antiguas colonias para producir y procesar bienes en sus propias tierras. Así, los países africanos quedaron relegados al papel de meros proveedores de materias primas.

Antes de conceder la independencia, Francia impuso una condición. Se acepta, pero se firman acuerdos de cooperación. ¿Qué estipulaban esos acuerdos? Primero, se reconocen los beneficios de la colonización y se está obligado a reembolsar todo lo invertido por Francia, incluso mediante trabajo forzoso. Segundo, se compromete a favorecer a las empresas francesas. Tercero, están obligados a utilizar el francés como idioma oficial. Cuarto, están obligados a depositar todos los activos, todas las divisas en una cuenta del tesoro francés, resume Mamane Sani Adamou, quien ayudó a fundar la Organización Revolucionaria para la Nueva Democracia (ORDN) tras la apertura del multipartidismo en Níger en 1992, en una entrevista reciente.

La moneda colonial

La creación del franco CFA fue otra medida impuesta por el “pacto colonial”. Esta moneda, vinculada al Tesoro francés y dependiente del Banco de Francia, sigue utilizándose hoy en día en África Occidental.

“Francia nos impuso una moneda para comprar nuestros productos a bajo precio. Nuestros países poseen reservas de materias primas minerales, como uranio y otras, oro y petróleo. Francia utilizó esta moneda, que no tiene valor en Francia, para impedir nuestro desarrollo”, enfatiza Philippe Toyo Noudjenoumè, Secretario General del Partido Comunista de Benín y dirigente de la Organización Popular de África Occidental (OPAO).

“No tenemos libertad para producir en nuestro país. No tenemos libertad para fabricar cosas en nuestro país. No tenemos libertad para procesar nuestras materias primas en nuestro país para alimentar a nuestra gente. No podemos industrializarnos con esta moneda colonial”, añade.

Para mantener el sistema, Francia ha apoyado golpes de estado y ha ubicado estratégicamente bases militares permanentes en países como Cabo Verde, Senegal y Costa de Marfil. Desde 1960 se han producido más de veinte intervenciones militares francesas en toda África. Estas acciones han abarcado desde intervenciones militares directas hasta asesinatos políticos, como el del dirigente panafricanista Thomas Sankara en Burkina Faso el 15 de octubre de 1987.

Durante su ascenso político, Macron buscó diferenciarse de los gobiernos y políticas anteriores hacia África. Sin embargo, en la práctica, la expansión de la presencia militar francesa en sus antiguas colonias, sumada a las políticas neoliberales, solo ha alimentado el deseo de soberanía y una ruptura total con el dominio francés.

“Por lo tanto, consideramos a Estados Unidos, la OTAN y Francia enemigos de la paz internacional, de la paz entre los pueblos y del derecho de los pueblos a la diversidad y la diferencia”, resume Imhotep. “Nos alzamos al unísono para decir basta a la muerte de nuestros héroes. ¡Viva la revolución en curso, porque para nosotros, nadie nos desarrolla; nos desarrollamos nosotros mismos!”, concluye.

Pedro Stropasolas https://www.brasildefato.com.br/2025/08/17/a-revolucao-de-ibrahim-traore-o-que-esta-acontecendo-em-burkina-faso/

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¿Entiendes a dónde nos llevan?

 

Nos damos cuenta de a dónde nos llevan? ¿Qué esperan los sindicatos para dar la voz de alarma? ¿Y los partidos que presumen de “ser de izquierda”? ¿A qué esperamos todos? ¿Vamos a entrar en el matadero sin alzar la voz?

TOPOEXPRESS

¿Entiendes a dónde nos llevan?

 

Carlo Lucchegusi

El Viejo Topo

29 octubre, 2025



¿ENTIENDES A DÓNDE NOS LLEVAN?

He leído y escuchado a expertos de renombre que están cada vez más convencidos de que nos encaminamos hacia una guerra entre Europa, con o sin la OTAN, y Rusia. Es cierto que una guerra entre Estados Unidos, la OTAN y Europa contra Rusia lleva tres años en marcha en Ucrania, pero ahora hablamos de una guerra directa, con todos los ejércitos desplegados para combatirla. Esta predicción no me convence y, en mi opinión, corre el riesgo de hacernos perder de vista los verdaderos peligros: uno que se vislumbra cada vez más amenazante, el otro que ya se ha perfilado.

Ese tipo de guerra entre Rusia y Europa no puede existir. Nadie puede creer que Rusia la esté promoviendo. Hay mil buenas razones que descartan esta posibilidad, la primera de las cuales es que Rusia no tiene ningún interés en hacerlo; al contrario, tiene el interés opuesto: mantener buenas relaciones y un comercio mutuamente beneficioso con Europa. Solo políticos y periodistas pagados o simplemente sumisos a la voluntad e intereses que han elegido servir pueden decir esto, fingiendo creerlo e intentando convencer a sus respectivas poblaciones; una profesión que no requiere inteligencia ni siquiera el uso de la razón.

Pero también es imposible imaginar que Europa inicie la guerra contra Rusia. No porque no haya motivación alguna. Occidente ha librado guerras, masacres y genocidios durante siglos sin justificación alguna.

Cuando, más recientemente, los nuevos amos de Occidente, Estados Unidos, percibieron la necesidad de alguna, literalmente la inventaron con la complicidad de todos sus cortesanos. Europa no irá a la guerra contra Rusia solo porque es perfectamente evidente que, en ese caso, Rusia sería incapaz de librar una guerra con armas convencionales, en la que tendría todas las de perder, y por lo tanto recurriría a las armas nucleares. En este sentido, dejando de lado cualquier consideración sobre lo que quedaría en esta parte del mundo, Europa sabe que tiene una desventaja colosal no solo por la cantidad de armas disponibles, sino sobre todo porque Rusia cuenta con sistemas de lanzamiento indetectables, mientras que Europa no. Y esto marca la diferencia. Y también es probable que en pocos años esta brecha haya aumentado, en lugar de reducirse. La única oportunidad de Europa podría ser lanzar un primer ataque nuclear tan repentino que destruya de inmediato cualquier posibilidad de respuesta. Pero esta hazaña se ve anulada por el hecho de que las reiteradas amenazas de estos gobernantes idiotas ciertamente han inducido a Rusia a tomar las contramedidas necesarias, contramedidas que, a medida que pase el tiempo, serán cada vez más mortíferas.

Cabe preguntarse, entonces, hacia dónde pretende llegar Europa con su aterrador rearme y al seguir alimentando un odio frenético contra Rusia. La respuesta, en mi opinión, reside en la relación de Europa con Estados Unidos. En 2022, Europa primero soportó y luego abrazó el plan estratégico de los neoconservadores, cuyo objetivo principal es la disolución de Rusia. La UE hoy recibe órdenes de Trump, pero cree que Trump discrepa de la línea de los neoconservadores, como demuestran los conflictos cada vez más evidentes entre los centros de poder estadounidenses. Sin embargo, hasta que no se aclare definitivamente la postura de Trump en su relación con Rusia, la UE ha decidido obedecer sus exigencias, manteniendo al mismo tiempo su verdadera conexión con los neoconservadores. Así, se rearma pagando a las industrias estadounidenses, contentando así a Trump, y al mismo tiempo aumenta la tensión con Rusia, dejando claro que tendrá que llegar a una confrontación final. Sin embargo, el camino que pretenden para llevar a Rusia a la desintegración no es la guerra total. A pesar de la propaganda actual y futura, incluso antes de que comience y conduzca a una guerra nuclear, probablemente causaría trastornos incontrolables para las fuerzas dominantes en muchos países del continente. El objetivo probablemente será abrir otro frente con algún pretexto, una Ucrania Dos o Tres, bajo otro nombre, dado que no faltan naciones dispuestas a hacer el sacrificio. Las armas para suministrar al nuevo aliado estarán entonces disponibles. Enfrentar a Rusia en múltiples frentes de guerra debilitará su capacidad de resistencia. Al mismo tiempo, se desencadenarán provocaciones dentro de Rusia para desestabilizarla. Esta es la opinión de la mayoría de los líderes europeos, convencidos de que, si no se la ataca frontalmente, Rusia olvidará que es la mayor potencia nuclear del mundo, aceptando jugar con las armas elegidas por su adversario, como si se tratara de un duelo de otra época, y así terminará desgastándose e implosionando. Este es el verdadero peligro que se avecina y debemos defendernos de él porque, contrariamente a lo que piensan los títeres europeos, Rusia no seguirá el juego.

Entonces tenemos que lidiar con lo que ya no es un peligro, sino una terrible realidad. Lo que Andrea Zhok describió hace unos días como «el imperio de la violencia y la mentira», enmascarado por la manipulación sistemática, casi científica, de los medios de comunicación. Una cultura de poder que genera decretos de seguridad, que priva de libertad, que aísla a las personas para poder controlarlas mejor. Y, al mismo tiempo, la inversión de las jerarquías de valores en la organización social: cada vez más armas, cada vez menos atención médica, educación y bienes colectivos.

Quienes desean contrarrestar lo que ya está sucediendo y lo que se avecina tienen poco tiempo y un solo camino: movilizar a la población contra el rearme y revelar, sin vacilar, el plan que lo sustenta. Y es hora de dejar de discutir sobre el nivel adecuado para gastar sumas exorbitantes en armas: Europa o naciones individuales. La seguridad en la era nuclear solo puede provenir de la diplomacia, porque la característica distintiva de las armas nucleares es que incluso el país aparentemente más débil, con menos, es capaz de causar una catástrofe. ¿A qué esperan los sindicatos para preparar y planificar acciones para combatir el rearme? ¿A qué esperan los partidos que discrepan de los planes neoconservadores de EE. UU. y la UE para proponer una conferencia internacional de paz con todos los actores principales del mundo para poner fin a las múltiples estrategias de tensión que envenenan al mundo, o al menos para exponer los engaños que se esconden en ellas? ¿Y a qué esperan para hacer de este objetivo la bandera de su propia existencia, reiterándolo obsesivamente en cada foro y ocasión donde hablan sus representantes? ¿Entienden adónde nos llevan?

Fuente: Sinistrainrette

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EL FRENTE SE MUEVE A FAVOR DE RUSIA MIENTRAS UCRANIA ES DERROTADA! ZELEN...

miércoles, 29 de octubre de 2025

DIRECTO. PÁNICO EN UCRANIA. PUTIN PRESENTA DRON NUCLEAR POSEIDÓN.RUSIA C...

LA BANDERA RUSA IZADA EN POKROVSK. LOS RUSOS ENTRAN POR TODAS PARTES. AV...

La educación en España

 


La educación en España


Publicado el 29 de octubre de 2025 / Por Jaime Richart

 

La educación en España es un espejo del desacuerdo.


¿Alguien puede creer que en una nación tan inestable como la española, de tan diferentes sensibilidades territoriales, de tan marcado y peculiar sentido religioso de una parte de la población como marcado es el sentido laico de otra, pueda existir una población homogénea en valores y educación cívica básica?

Los hechos lo desmienten. Ocho leyes educativas en menos de medio siglo casi una por cada legislatura— prueban no la riqueza plural del pensamiento español, sino su fractura estructural. No es la variedad de mentalidades lo que explica tal sucesión de planes de enseñanza, sino la imposibilidad de convivir con una idea común de país.

La educación es siempre el campo de batalla preferido de las ideologías porque en ella se moldea el pensamiento de las generaciones futuras. En España, cada cambio de gobierno ha sido, al mismo tiempo, un acto de demolición: el nuevo poder político no corrige al anterior, lo anula.

Cada ley educativa no es una reforma, sino una revancha. El sistema se reconstruye de raíz, como si el país comenzara de nuevo cada vez, como si la historia no existiera, como si el adversario político fuera un enemigo a borrar, no un interlocutor con quien procurar un pacto esencial.

La raíz del problema es histórica. España nunca ha enterrado su guerra civil. Por eso sigue sin haber un verdadero pacto de convivencia; hay un silencio impuesto, una apariencia de reconciliación, pero no un acuerdo sincero sobre qué tipo de ciudadano debe formar la escuela.

Las naciones maduras de la vieja Europa, incluso las que padecieron conflictos internos graves, comprendieron que la educación debía ser un terreno común, no un campo de conquista. En España, en cambio, la escuela es el laboratorio de cada ideología dominante: clerical o laica, nacionalista o centralista, conservadora o progresista. Y así, lo que debería unir a la sociedad se transforma en la línea más visible de su fractura.

Los vencedores de la guerra civil y sus herederos ideológicos jamás renuncian a imponer su visión moral, religiosa y patriótica; los herederos de los vencidos, por su parte, tampoco ocultan su deseo de reescribir desde las aulas, el laicismo, la historia y la conciencia colectiva.

Ambos proyectos son excluyentes y ambos nacen del mismo defecto: la incapacidad para concebir un espacio neutral donde el ciudadano aprenda antes a pensar que a obedecer.

Por eso, la inestabilidad de los planes de enseñanza no es una casualidad ni una torpeza técnica. Es el reflejo más claro del fracaso español para construir una sociedad adulta.

Mientras la educación siga siendo el instrumento de adoctrinamiento del poder, y no el fundamento de un pensamiento libre, no habrá pacto educativo posible.

Y sin ese pacto abierto, inteligente, estable— España seguirá siendo una nación, no sólo artificialmente adosadas todas su Comunidades, sino también sin proyecto común, un país que enseña a sus jóvenes a repetir la misma división histórica que heredó de sus mayores.

Mi nieta, que tiene veintitrés años y una lucidez que ya quisiera para sí buena parte de quienes legislan, me decía hace poco que la educación debería ser, al menos en Europa, un bien común de todos los pueblos que la integran. Y añadía, con su lógica desarmante, que un ciudadano europeo debería aprender en cualquier país de la Unión los mismos principios básicos de convivencia, de civismo y de respeto a la razón.

Tiene razón, por supuesto. Pero es una razón imposible. España, con su lastre histórico y su particular manera de entender la soberanía, no soportaría una educación verdaderamente europea. Y, sin embargo, esa imposibilidad no le quita ni un ápice de belleza a la idea. Porque si algún día España quisiera parecerse a Europa, debería empezar por aceptar que educar no es domesticar, sino liberar.

Jaime Richart

25 Octubre 2025

Imagen de portada: Educacion – Detalles de la licencia – Autor: Alex Carrasco – Derechos de autor: creative commons CC BY-NC-ND 3.0

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martes, 28 de octubre de 2025

DIRECTO. LA OTAN Y UE A LA GUERRA.RUSIA SE PREPARA.EEUU CONTRA VENEZUELA...

Desorden global

 

El orden mundial es en estos tiempos inestable y cambiante: reina el desorden. Se anuncian y cancelan reuniones, se toman medidas que se anulan antes de ser implementadas, se habla de paz mientras se toman medidas para la guerra… Gobiernan con el desgobierno…


Desorden global

 

Alastair Croke

El Viejo Topo

28 octubre, 2025 

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EL MARCO FINANCIERO Y GEOPOLÍTICO GLOBAL EN UNA ÉPOCA DE DESORDEN

El intento de Trump de construir un «escenario Budapest» —es decir, una cumbre Putin- Trump basada en el «acuerdo» previo de Alaska— fue cancelado unilateralmente (por Estados Unidos) en medio de la controversia. Putin había iniciado la llamada telefónica del lunes, que duró dos horas y media. Al parecer, contenía duras declaraciones de Putin sobre la falta de preparación de Estados Unidos para un marco político, tanto en relación con Ucrania como, sobre todo, con las necesidades de seguridad más amplias de Rusia. Sin embargo, al ser anunciada por la parte estadounidense, la propuesta de Trump había retomado (una vez más) la doctrina de Keith Kellogg (el enviado estadounidense para Ucrania) de un «conflicto congelado» en la línea de contacto existente antes de cualquier negociación de paz, y no al revés.

Trump debía saber mucho antes de que se debatieran las conversaciones de Budapest que esta doctrina Kellogg había sido rechazada repetidamente por Moscú. Entonces, ¿por qué reiteró su solicitud? En cualquier caso, la posibilidad de una cumbre en Budapest tuvo que descartarse después de que la llamada telefónica previamente acordada entre el ministro de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, y el secretario de Estado, Marco Rubio, se topara con un obstáculo. Lavrov reiteró que un alto el fuego al estilo Kellogg no funcionaría.

Al parecer, la administración estadounidense esperaba que sus amenazas de suministrar misiles Tomahawk a Ucrania, en medio de la creciente retórica estadounidense sobre ataques en alta mar contra Rusia, ejercieran suficiente presión para obligar a Putin a aceptar una congelación inmediata, posponiendo indefinidamente cualquier discusión sobre los detalles y una solución más amplia. Según informes, analistas militares rusos le dijeron a Putin que las amenazas de Trump eran un farol: incluso si se suministraran misiles Tomahawk, la cantidad sería limitada y no infligiría ninguna derrota táctica ni estratégica a Rusia.

El curso actual de los acontecimientos sugiere que Trump no comprendió esta «realidad» rusa, a pesar de dos años de reiteradas declaraciones de que Rusia no cedería a una «congelación inmediata». Por otro lado, los intereses del «dinero sucio» atacaron duramente a Trump, diciéndole que un verdadero proceso de paz con Rusia era imposible. Entonces Trump canceló todo el escenario, murmurando a los medios que una reunión en Budapest sería “una pérdida de tiempo”, dejando a su administración (el secretario del Tesoro de EE. UU., Bessent) para anunciar nuevas sanciones contra las principales compañías petroleras rusas, acompañadas de un llamamiento a los aliados a unirse a ellas.

Recordemos: la realidad «rusa» es que Putin no quiere repetir el error de 1918, cuando Rusia firmó la humillante Paz de Brest-Litovsk bajo presión de Alemania. Putin repite a menudo que fue precisamente la presión para «detenerse» en 1918 la que le costó a Rusia su estatus de gran potencia y la hizo perder generaciones enteras de rusos. El esfuerzo colosal de millones de personas se canjeó por la humillante Paz de Brest-Litovsk. El caos y el colapso siguieron.

Putin sigue centrado en construir una nueva arquitectura de seguridad europea, aunque el capricho de Trump y las restricciones invisibles ponen en riesgo sus llamadas o reuniones. Putin está furioso: se han cruzado muchas «líneas rojas» rusas; la escalada es inminente, quizás a un nivel sin precedentes. Los europeos, impertérritos ante la cancelación de la reunión de Belgrado, promueven un plan «nuevo/viejo» de doce puntos que excluiría las concesiones territoriales y exigiría un alto el fuego en las actuales líneas del frente. Las clases dominantes occidentales dejan la situación clarísima: hay que derrotar a Rusia. La escalada ya ha comenzado: se han anunciado nuevas sanciones de la UE a las importaciones de gas ruso y se han lanzado ataques nocturnos contra refinerías de petróleo en Hungría y Rumanía (este último país miembro de la OTAN). Una vez más, el mensaje a los Estados de la UE es claro: no hay retirada. El primer ministro polaco, Donald Tusk, enfatizó el punto en X: «Todos los objetivos rusos de la UE son legítimos». La UE está claramente dispuesta a hacer lo que sea necesario para librar la guerra en solitario y forzar la adhesión.

Dado que Kiev no puede contemplar la retirada de ninguna parte de su territorio, mientras Rusia mantenga una preponderancia en su fuerza, es difícil imaginar la viabilidad de las negociaciones en este momento. El problema de Ucrania probablemente se resolverá mediante una demostración de fuerza. La urgencia de la UE por intentar convencer a Trump probablemente refleje el temor a la aceleración y acumulación de victorias militares de Rusia.

Toda esta agitación en Rusia se desarrolla mientras Bessent viaja a Kuala Lumpur para cuestionar la respuesta de China a la repentina extensión, por parte de Estados Unidos, tras unas negociaciones comerciales aparentemente prometedoras, de los controles a la exportación de productos tecnológicos importados por China. China respondió implementando controles sobre las tierras raras como represalia. Trump, furioso, estalló, amenazando a China con aranceles del 100%. El mercado bursátil estadounidense, siguiendo un patrón bien establecido, se desplomó inicialmente, pero Trump rápidamente lanzó un anuncio optimista justo a tiempo para la apertura del mercado de futuros, y los compradores se apresuraron a entrar, con las acciones alcanzando máximos históricos. Para los estadounidenses, todo estaba bien.

Sin embargo, el lunes pasado, el lenguaje elogioso y positivo de Trump hacia China alcanzó inesperadamente su punto máximo: «Creo que para cuando terminemos nuestras reuniones en Corea del Sur [con Xi], China y yo tendremos un acuerdo comercial realmente justo y positivo», declaró Trump. Expresó su esperanza de que China reanudara las compras de soja estadounidense tras el colapso de las importaciones de Pekín debido al estancamiento arancelario. También instó a China a «detener el fentanilo», acusando a las autoridades chinas de no frenar las exportaciones del opioide sintético y sus precursores químicos.

Y, para asegurar que la bolsa alcanzara un nuevo récord, Trump añadió que no cree que «China quiera invadir Taiwán».

Sin embargo, ahora que Moscú ha puesto fin al escenario «Budapest» estadounidense, la pregunta es: ¿decidirá el presidente Xi también que continuar con los caprichos de Trump no justifica una inevitable angustia (la reunión en Corea del Sur aún no se ha confirmado)? Y la angustia parece destinada a dispararse.

Sin embargo, quizás el cambio de Trump hacia un lenguaje tan excesivamente positivo hacia China refleje algo más: ¿quizás un acontecimiento impactante para Trump y Estados Unidos?

Se esperaba que la recién nombrada primera ministra de Japón, Sanae Takaishi, adoptara una fuerte retórica antichina, fortaleciera la alianza con Estados Unidos, aumentara el poder militar japonés y contuviera a Pekín. Sin embargo, ha ocurrido lo contrario.

En su primer discurso a la nación, Takaishi declaró que no apoyaría la guerra comercial de Estados Unidos contra China ni la utilizaría como instrumento de presión económica. Criticó abiertamente la política arancelaria de Trump, calificándola de «el error más peligroso del siglo XXI».

Reuters comentó que su postura fue completamente inesperada en Washington. Una verdadera sorpresa. Se supo que, desde que asumió el cargo, la nueva Primera Ministra ha mantenido una serie de reuniones con las empresas más grandes de Japón, quienes transmitieron un mensaje unificado y urgente: la economía japonesa simplemente no sobrevivirá a otra guerra comercial. Luego, una semana después de asumir el cargo, expresó abiertamente su apoyo a China, lo que marcó el mayor cambio en política exterior desde la Segunda Guerra Mundial. China ya no era el «enemigo».

Una nueva era ha comenzado en Asia. Trump está en shock: acusó a Takaishi de traicionar los principios del libre comercio. CNN lo calificó como una «puñalada por la espalda» de un aliado cercano.

Pero lo peor estaba por venir: las encuestas mostraban que la Primera Ministra contaba con un 60% de apoyo a su postura sobre la independencia económica de Japón, ¡y más del 50% también apoyaba su postura sobre China!

Bloomberg lanzó otra bomba: Takaishi, en colaboración con China y Corea del Sur, ha iniciado una recalibración estratégica de la arquitectura monetaria asiática en respuesta al creciente uso del poder económico por parte de Washington como palanca. China, Japón y Corea del Sur están construyendo una zona monetaria común. El intercambio trilateral propuesto permitiría a los tres países regular el comercio, ampliar la liquidez y gestionar las crisis mediante sus propias monedas, con total independencia de Occidente.

Si estos proyectos prosperaran, socavarían la primacía del dólar estadounidense, eliminando el 15% del comercio mundial de la esfera del dólar y probablemente provocando el colapso de todo el equilibrio de poder asiático (prooccidental). Y va más allá: la visión de Takaishi se integraría con la implementación del sistema de compensación digital de la OCS/BRICS en Asia Central.

Sin embargo, Trump quiere el desmantelamiento de los BRICS, junto con cualquier otra amenaza a la hegemonía del dólar estadounidense. Se espera una escalada: nuevas amenazas de aranceles.

Si China no responde con entusiasmo a la ofensiva de Trump, es probable que la situación se agrave, junto con la escalada contra Rusia (Venezuela y posiblemente Irán). Trump ya ha amenazado a Japón con sanciones, aunque parece probable que esto solo acerque a Japón a China, donde ahora predominan los intereses comerciales japoneses.

Nos enfrentamos a un período volátil, probablemente caracterizado por violentas fluctuaciones en los mercados financieros. Rusia y China mantienen una estrecha relación en cuestiones geopolíticas, y ambas podrían tener otras razones para seguir interactuando con Trump (aunque solo sea para evitar desencadenar inadvertidamente una crisis financiera en Occidente de la que se les culpará), o con fines de distensión militar.

Pero parece que, más allá de estos estados, las tácticas de presión de Trump le están saliendo mal, a medida que se profundiza la crisis de deuda y crédito de Estados Unidos.

Cada una de estas relaciones geopolíticas podría llegar a un punto crítico. Ucrania-Rusia, Venezuela, Irán, Siria, Líbano, Pakistán-India y, por supuesto, Gaza y Cisjordania, son solo algunos de los puntos conflictivos. La situación es frágil; Trump existe más allá del análisis estratégico y los europeos carecen de un verdadero liderazgo y están inmersos internamente en un frenesí bélico.

Como dice un viejo proverbio vienés: “La situación en Viena es desesperada, pero no grave” (es decir, no esperen que nadie en Occidente reaccione ni siquiera con un mínimo de sobriedad).

Fuente: Conflicts forum

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