Hay que recordarlo constantemente, para que nos den gato por
liebre. La Transición no fue pacífica. Hubo muertos, torturas, detenciones,
bombas, exilios, juicios, (a El Viejo Topo le cayeron 34)… La democracia costó
sangre, dolor y lágrimas.
TOPOEXPRESS
Yolanda González: ¿muerte o asesinato?
El Viejo Topo
Las palabras
sirven para aclarar o para confundir. Para sacar a la luz o para esconder. Para
descubrir los rincones más apartados de la historia o para dejarlos como
siempre estuvieron: a oscuras del todo o, como pasa muchas veces, medio a
oscuras. Preguntas sobre lo que podemos hacer con las palabras me han surgido
de nuevo después de escuchar un podcast sobre Yolanda González.
Como vivo al margen de todo lo más moderno, tengo poca relación –ninguna– con
lo que se mueve por mis alrededores: Instagram, X, TikTok, Facebook, ChatGPT,
DeepSeek, La Razón, El Mundo, ABC… Cuestión
de llevar una vida más o menos sostenible. No sé cuántas veces he preguntado lo
que es un algoritmo y tantas veces como me lo han aclarado no he conseguido
quedarme con la copla. El caso es que ese podcast –supe muy tarde que un
podcast es como un programa de radio, más o menos– me llegó desde diversos
sitios en forma de mensajes al móvil. Todos esos mensajes eran para que
no dejara de escucharlo. Y lo escuché. Lo he escuchado varias veces. Dos
periodistas de la cadena SER se encargan de la realización: Víctor
Olazábal escribe el guión y Aimar Bretos pone la voz.
Me gustó mucho.
Las dos partes
en que se divide el podcast cubren el tiempo en que la vida de Yolanda González fue
la de una estudiante que desde muy joven tuvo claro cuál era su sitio en el
mundo. Formó parte de los colectivos que luchaban para que ese mundo no
fuera una mierda. Militó en el PST (Partido Socialista de los Trabajadores).
Llegó con su familia a Madrid en 1979 desde Euskadi, donde había nacido en
Bilbao en 1961. Estudiaba electrónica en un instituto. El 1 de febrero de 1980,
un grupo de pistoleros de extrema derecha la secuestraron en su casa, le
pegaron tres tiros en un descampado y su cadáver fue descubierto al día
siguiente por unos trabajadores camino del curro. Tenía 19 años. Los sigue
teniendo en esa imagen suya que tantas veces hemos visto reproducida cuando
recordamos la violencia represora y los crímenes del franquismo y de la
transición. El podcast sobre su vida me ha devuelto a aquellos años,
a los sueños que nos servían para vencer al miedo, al tiempo de las cerezas que
era el tiempo de las ilusiones y las canciones revolucionarias. Al tiempo de
Yolanda González y de sus asesinos.
Aquella noche
del secuestro la torturaron en el coche y, ya fuera, Emilio Hellín Moro le
pegó dos tiros en la cabeza y después la remató Ignacio Abad Velázquez con
otro disparo. Los dos eran militantes del partido ultraderechista Fuerza Nueva.
Otros nombres colaboraron, a distintos niveles, con los asesinos: José
Ricardo Prieto, Félix Pérez Ajero, David Martínez Loza y
el policía nacional Juan Carlos Rodas Crespo, que fue quien al día
siguiente, al enterarse de lo sucedido la noche anterior, alertó a sus
superiores. El grupo entero fue detenido y condenado a muchos años de prisión.
Cuarenta y tres tenía que haberse chupado Emilio Hellín Moro y a su camarada
Martínez Loza le cayeron veintiséis. Las sentencias de los otros eran de seis
años, menos unos pocos meses que fueron para el policía, seguramente por la
colaboración con sus colegas. En 1987 Hellín se fugó durante un permiso
carcelario (¡qué bien ese permiso tan rapidito, ¿no?!) y se fue a Paraguay,
donde abrió varios negocios y trabajó para la dictadura de Alfredo
Stroessner. Un reportaje de los periodistas José Luis Morales y Antonio
Catalán para Interviú hace que Hellín huya de Paraguay y es detenido
en la frontera de este país con Argentina. Será extraditado a España en 1990.
Cumple seis años de condena y en 1996 sale a la calle. Y se pierde su pista.
Unos años después el periodista de El País José María Irujo lo
encuentra y nos enteramos de que llevaba muchos años trabajando para el
Ministerio del Interior, como perito entendido en todo lo relacionado con el
ramo de la electrónica. Y de nuevo sale de la escena pública. Se sabe que sigue
haciendo peritajes que tienen que ver con procesos judiciales, como el de la
expresidenta del Parlament Laura Borràs, imputada por corrupción.
El asesino Hellín cumplió en total menos de quince años de cárcel de los
cuarenta y tres a los que fue condenado. Un chollo en nuestro país eso de ser
ultraderechista.
La historia de
Yolanda González es la historia de la transición española a la
democracia. No entera, claro. Sólo una parte. La de la oscuridad, la de la
violencia que no desapareció con la muerte del dictador, la de esas pequeñas
biografías que se quedaron casi en la invisibilidad porque la historia que se
escribe con H deja fuera demasiadas vidas que siempre se escribieron con h.
Mucho de lo de aquellos años sirvió para abrir un nuevo tiempo hacia el futuro.
Pero se quedaron sin abrir demasiados muros de contención que sirvieron para
que el franquismo no desapareciera de nuestras vidas. La memoria democrática
avanza lentamente, muy lentamente. La historia la quieren seguir
escribiendo, ahora con la V de los vencedores, quienes heredaron del
fascismo su pensamiento reaccionario y lanzan a todas horas y desde muchos
medios llamadas a convertir la democracia en un juguete roto que no sirva para
nada. Malos tiempos para la democracia. Lo sabemos. Pero también sabemos que
esos malos tiempos vienen de muy atrás, seguramente de los deberes que esa
democracia no hizo cuando tocaba y desde que los nuevos fascismos empezaron a
ser casi solemnemente blanqueados dentro de las mismas democracias. Pero he
empezado hablando de un podcast que se titula Yolanda González, vida y
muerte de una demócrata. Y voy hacia el final.
Ya lo dije al
principio: me ha gustado mucho. Claro que no está todo lo que podría estar.
Pero hay bastante de lo que sí que no podía faltar en ese recorrido por la
memoria de Yolanda González y los tiempos violentos de la transición. En
ese recorrido intervienen voces de compañeros y compañeras de Yolanda, de
periodistas, de su familia, de abogados que dejan claro lo difícil que
resultaba sacar adelante las acusaciones… Todas esas voces coinciden en que fue
uno de los asesinatos más crueles llevados a cabo en aquellos años contra gente
de izquierdas. Todas esas voces nombran repetidamente una palabra: asesinato.
Por eso si Víctor Olazábal y Aimar Bretos, dicho sea con el más absoluto
respeto y admiración a su trabajo, me lo permiten, haría dos sugerencias. Las
dos tienen que ver con el título del podcast. Creo que el título más apropiado,
el que más se acerca a la realidad de lo que pasó aquella noche fatídica del 1
de febrero de 1980 y de quién fue Yolanda González, tendría que ser otro bien
distinto. Porque las palabras dicen, esconden o lo dejan todo a medias. “Muerte”
no es lo mismo que “asesinato”. Y “demócrata” debería incluir la condición
de “antifascista”. Pero aquí, digo en este país, no se da esa relación entre
una palabra y otra. Mucha gente dice que es demócrata pero el antifascismo le
provoca sarpullidos. Yo creo que eso es difícil, que ser demócrata y no
ser antifascista es imposible. Pero hay quien piensa que sí. Por eso lo
aclaro: desde mi punto de vista, el título del podcast que estoy acabando de
recomendar debería destacar el carácter antifascista de Yolanda González en su
lucha por la libertad y la democracia. O sea: Yolanda González, vida y
asesinato de una antifascista. Es una opinión, claro. Sólo una opinión. Y
ya me callo.
Fuente: InfoLibre
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