martes, 20 de agosto de 2024

Marx y la España del siglo XIX: revoluciones, traiciones y residuos feudales

 


Marx y la España del siglo XIX: revoluciones, traiciones y residuos feudales

 

Publicado el 20 de agosto de 2024 / Por Canarias Semanal

KAOSENLARED

 

Karl Marx dedicó varios análisis a la situación de España en el siglo XIX, explorando cómo las revoluciones, las luchas de clases y la resistencia de las viejas élites marcaron el desarrollo del país. En este artículo, su autor, nuestro colaborador Manuel Medina, examina la visión crítica de Marx en relación con los conflictos en la península ibérica, así como su relevancia en el contexto de la historia europea.

    Karl Marx, uno de los pensadores más influyentes del siglo XIX,  prestó una especial atención a la situación de España durante ese período. Aunque su análisis se enfocó principalmente en las dinámicas revolucionarias en Europa, Marx dedicó varios artículos y estudios al contexto español, especialmente durante las revoluciones que marcaron la primera mitad de ese siglo.

Desde su visión crítica del absolutismo hasta su interpretación de los movimientos populares, Marx abordó el caso español como un ejemplo de las contradicciones inherentes al capitalismo y las luchas de clases en un país periférico de Europa.

La España del siglo XIX fue un hervidero de conflictos sociales y políticos. La transición de un sistema feudal y absolutista hacia una forma de gobierno más liberal y moderna estuvo plagada de revolucionesguerras civiles y pronunciamientos militares. Para Karl Marx, España representaba una especie de microcosmos de las luchas que se vivían en toda Europa, con particularidades especiales que la hacían única dentro del contexto revolucionario del continente. En sus artículos y escritos, tanto Marx como Engels diseccionaron la historia y los eventos de España desde una perspectiva materialista, subrayando cómo las estructuras económicas y las luchas de clases determinaron la suerte corrida por las revoluciones en la península.

España era entonces escenario de múltiples revoluciones, levantamientos y conflictos, incluyendo la Guerra de Independencia (1808-1814), las revoluciones de 1820 y 1834, y las insurrecciones populares de 1854 y 1868Marx observó cómo estas luchas reflejaban las tensiones sociales y políticas que caracterizaban la transición hacia el capitalismo en Europa. Para él, España ofrecía un ejemplo interesante de cómo las fuerzas reaccionarias (monarquía, Iglesia y aristocracia) interactuaban con los intentos de cambio social liderados por la burguesía y las masas populares.

España, aunque debilitada políticamente en comparación con otras grandes potencias europeas, desempeñaba un papel estratégico en la geopolítica del continente. Marx veía en la inestabilidad española un factor que podría desestabilizar a otras naciones europeas y, por tanto, contribuir al avance de la lucha de clases.

Sucedía, además, que Marx veía en España un ejemplo claro de cómo un sistema feudal y absolutista podía retrasar el desarrollo capitalista. A diferencia de otros países europeos, donde la burguesía había logrado consolidar su poder y avanzar hacia una economía industrial, España permanecía atrapada en una estructura económica y social arcaica. Este atraso ofrecía a Marx una perspectiva interesante para analizar cómo el capitalismo avanzaba de manera desigual y cómo esto afectaba los movimientos revolucionarios.

Marx criticó duramente a la burguesía española por su incapacidad para liderar un proceso revolucionario coherente que acabara con los vestigios feudales que todavía se arrastraban en la estructura social española.  A diferencia de la burguesía en Francia o Inglaterra, la burguesía española era débil, fragmentada y permanecía fuertemente vinculada a las estructuras feudales. Esto impedía un cambio profundo y hacía que los movimientos populares quedaran fácilmente neutralizados por las élites conservadoras.

Por otra parte, el  dominio de la Iglesia y la persistencia del absolutismo en España eran puntos clave en el análisis de Marx. Para él, la alianza entre la Iglesia, la Monarquía y la aristocracia constituían el obstáculo central para la modernización del país. La capacidad de estas instituciones para perpetuar su poder a lo largo de los siglos, representaba una forma particular de dominación que Marx consideraba importante  a la hora de entender la resistencia al cambio en contextos periféricos como España.

 LAS EXPECTATIVAS DE UNA REVOLUCIÓN SOCIAL

Marx veía en las insurrecciones y conflictos en España una posible chispa para la expansión de la revolución en otros países europeos. Aunque España no tenía el mismo peso industrial que Francia o Inglaterra, Marx pensaba que un levantamiento exitoso aquí podría inspirar movimientos en otros países, especialmente en Europa del sur.

El interés de Marx por España se derivaba, pues, de su análisis de las luchas de clases, la transición al capitalismo y la particularidad de cómo se daban estas dinámicas en un país periférico. Marx consideraba que los conflictos en España no solo eran significativos en sí mismos, sino también en su capacidad para influir en el panorama revolucionario europeo en general

LAS REVOLUCIONES ESPAÑOLAS: UN CICLO INACABABLE

Una de las observaciones más relevantes de Marx sobre España fue su insistencia en que las revoluciones en este país no eran acontecimientos aislados, sino que se prolongaban en ciclos que podían durar varios años. A diferencia de las revoluciones en otros países europeos, como las de 1848 en Francia, que Marx veía como estallidos cortos pero intensos, las revoluciones en España se caracterizaban por ser procesos más largos y complejos. Marx menciona, por ejemplo, que la revolución de 1808-1814, que concluyó con la expulsión de las tropas napoleónicas, se prolongó durante seis años, mientras que la siguiente oleada revolucionaria, de 1820 a 1823, fue sofocada tras tres años de conflicto. Este patrón se repetiría en la década de 1830 y luego de nuevo en 1854.

Este carácter prolongado y repetitivo de las revoluciones españolas era, según Marx, una señal de la profunda crisis estructural que atravesaba el país. El conflicto entre las viejas estructuras feudales y el emergente capitalismo era evidente, pero la debilidad de la burguesía española y la fragmentación regional del país hacían que estos cambios se dieran de manera mucho más lenta y contradictoria.

LA MONARQUÍA Y EL ESTADO ESPAÑOL: UNA HERENCIA FEUDAL

Marx observó cómo la Monarquía española, desde la unión de los Reyes Católicos, intentó establecer un sistema centralizado y absoluto, pero fracasó en gran medida debido a las particularidades regionales y a la resistencia de las estructuras feudales locales. La España del siglo XIX seguía siendo, en muchos aspectos, una nación fragmentada, donde las diferencias regionales se traducían en sistemas legales, fiscales y sociales divergentes. Esto, para Marx, contrastaba fuertemente con otras naciones europeas donde la centralización del poder había logrado unificar más eficazmente a las diferentes regiones.

Además, Marx era muy crítico con la forma en que el absolutismo español se había desarrollado. Mientras que en otros países europeos el absolutismo había sido una fase necesaria para superar el feudalismo y dar paso al capitalismo, en España, la monarquía había reforzado las viejas estructuras en lugar de transformarlas. Para Marxla monarquía borbónica y su sistema administrativo eran más comparables a una suerte de despotismo oriental que a un estado moderno europeo.

EL PAPEL DE LA IGLESIA Y LA NOBLEZA

En su análisis, Marx trataba de que quedara claro el papel ultrarreaccionario que desempeñaron la Iglesia y la nobleza en la historia española. La alianza entre estos dos grupos de poder fue clave para mantener el status quo y frenar cualquier intento de reforma. La Inquisición, por ejemplo, no solo fue un instrumento para mantener la ortodoxia religiosa, sino también un medio para sofocar cualquier movimiento que pudiera amenazar los privilegios de la nobleza y el clero.

Este carácter reaccionario se evidenció especialmente durante la Guerra de Independencia contra la invasión napoleónica (1808-1814). Aunque la resistencia popular contra el invasor francés tuvo un fuerte componente nacionalista y antiabsolutista, rápidamente fue cooptada por las élites tradicionales, que canalizaron el descontento hacia la defensa de las viejas instituciones, como la Monarquía y la Iglesia. Así, lo que podría haber sido un movimiento revolucionario con potencial progresista, terminó reforzando el poder de las estructuras más retrógradas del país.

LAS LUCHAS DE CLASES Y LA BURGUESÍA ESPAÑOLA

Como decíamos, una de las críticas más severas de Marx hacia la situación en España estuvo dirigida a la debilidad de la burguesía nacional. A diferencia de otros países europeos, en los que la burguesía desempeñó un papel central en las revoluciones liberales, en España este grupo social era extraordinariamente débil y estaba profundamente dividido. Por un lado, una parte significativa de la burguesía seguía vinculada a la estructura feudal, mientras que otra parte adoptaba posiciones moderadas y prefería acuerdos con las viejas élites en lugar de enfrentarse a ellas.

   Marx subraya cómo, en momentos clave, la burguesía española traicionó las aspiraciones populares para mantener su alianza con la nobleza y con la Iglesia. Esto quedó claramente expresado en los numerosos pronunciamientos militares que marcaron la política española en el siglo XIX. Estosgolpes de estado, liderados generalmente por sectores de la burguesía y apoyados por el Ejércitoen realidad trataban de evitar una revolución popular, a la vez que continuar manteniendo el poder dentro de un marco conservador.

LA REVOLUCIÓN DE 1854 Y LA ESPERANZA FALLIDA

  Marx siguió con especial atención la revolución de 1854, que comenzó con el pronunciamiento del general O’Donnell y llevó al poder a una coalición progresista. Para Marx, esta revolución representó una tentativa de la burguesía de impulsar reformas liberales que, aunque considerablemente limitadas, podían abrir la puerta a cambios más profundos. Sin embargo, rápidamente se desilusionó al ver cómo los líderes revolucionarios traicionaron las expectativas populares y restauraron el orden mediante concesiones a las fuerzas más reaccionarias.

Este episodio, según Marx, ilustraba perfectamente las contradicciones de la sociedad española y la incapacidad de su clase dominante para liderar un verdadero proceso de transformación social. La revolución fue sofocada en pocos años, y el país volvió a caer en la inestabilidad política, con continuos cambios de gobierno, intervenciones militares y un estancamiento económico que perpetuó las condiciones de atraso.

Para Karl Marx, España representaba un caso particular dentro del panorama revolucionario europeo del siglo XIX. Las contradicciones internas del país, la debilidad de su burguesía y la persistencia de estructuras feudales hicieron que los procesos revolucionarios fueran más complejos y prolongados que en otras naciones.  Su análisis continúan siendo relevantes para entender las dinámicas políticas y sociales que marcaron la historia moderna de España y su desarrollo hacia la modernidad.

Manuel Medina para Canarias Semanal.org

 Manuel Medina es profesor de Historia y divulgador de temas relacionados con esa materia

Fuentes Consultadas:

Marx, K., & Engels, F. (1978). La Revolución en España. Ediciones Progreso.

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