viernes, 13 de marzo de 2015

PARA UN ANÁLISIS DEL CAPITALISMO


50 años de guerras imperiales: resultados y perspectivas

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09.03,2015

Traducido del inglés para Rebelión por Sara Plaza

El análisis coste-beneficio o la construcción del imperio bajo la protección del estado imperial militarista-sionista

Una década y media es tiempo suficiente para evaluar los resultados del dominio militarista-sionista en el estado imperial.

Estados Unidos y sus aliados de Europa Occidental, sobre todo Alemania, lograron expandir su imperio en Europa Oriental, los Balcanes y las regiones del Báltico sin disparar un solo tiro. Estos países fueron convertidos en estados vasallos de la Unión Europea, sus mercados conquistados y sus industrias desnacionalizadas. Sus fuerzas armadas fueron contratadas como mercenarios de la OTAN. Alemania Occidental se anexó Alemania Oriental. La mano de obra cualificada barata, los inmigrantes y desempleados, aumentaron los beneficios de las multinacionales de la Unión Europea y Estados Unidos. Rusia fue temporalmente reducida a estado vasallo entre 1991 y 2001. El nivel de vida descendió vertiginosamente y se redujeron los programas del estado de bienestar. Aumentó la tasa de mortalidad. Las desigualdades de clase se ampliaron. Los millonarios y los mil millonarios se apropiaron de los recursos públicos y participaron con las multinacionales imperiales en el saqueo de la economía. Los líderes y partidos socialistas y comunistas fueron reprimidos o cooptados. En cambio, la expansión militar imperial en lo que va del siglo XXI está siendo un fracaso muy costoso. La "guerra en Afganistán" resultó una sangría de vidas y de dinero y provocó una ignominiosa retirada. Lo que quedó fue un débil gobierno títere y un ejército mercenario poco fiable. Ha sido la guerra más larga de la historia de Estados Unidos y uno de sus mayores fracasos. Al final, los movimientos de resistencia nacionalistas-islamistas –los llamados "talibanes" y los grupos de resistencia antiimperialistas etno-religiosos y nacionalistas aliados– dominan las zonas rurales, atacan continuamente las ciudades y se preparan para tomar el poder.

La guerra de Iraq, la invasión y los diez años de ocupación por parte del estado imperial diezmaron la economía del país. La ocupación fomentó la guerra etno-religiosa. Oficiales baazistas y militares profesionales se unieron a los islamistas-nacionalistas y formaron un poderoso movimiento de resistencia (EIIL) que derrotó al ejército mercenario chiita apoyado por el imperio durante la segunda década de la guerra. El estado imperial se vio forzado a volver a entrar y participar directamente en una larga guerra. El coste de la guerra se disparó hasta más de un billón de dólares. Se obstaculizó la explotación del petróleo y el Tesoro de Estados Unidos vertió decenas de miles de millones de dólares para sostener una "guerra sin fin".

El estado imperial estadounidense y la Unión Europea, junto con Arabia Saudita y Turquía, financiaron milicias mercenarias islámicas para invadir Siria y derrocar al régimen secular, nacionalista y anti-sionista de Bachar al Assad. La guerra imperial abrió la puerta para que las fuerzas islámicas-baazistas –EIIL– se extendieran hasta Siria. Los kurdos y otros grupos armados les arrebataron territorio y fragmentaron el país. Después de casi cinco años de guerra y crecientes costes militares, las multinacionales de Estados Unidos y la Unión Europea se han quedado fuera del mercado sirio.

El apoyo estadounidense a la agresión israelí contra el Líbano ha hecho que aumente el poder de la resistencia armada antiimperialista de Hezbolá. El Líbano, Siria e Irán constituyen en este momento una alternativa seria al eje de Estados Unidos, la Unión Europea, Arabia Saudita e Israel.

La política estadounidense de sanciones a Irán no ha logrado debilitar el régimen nacionalista y, en cambio, ha cercenado las oportunidades económicas de todas las grandes multinacionales del petróleo y el gas de Estados Unidos y la Unión Europea, así como las de los exportadores de artículos de fabricación estadounidense. China ha ocupado su lugar.
La invasión de Libia por parte de Estados Unidos y la Unión Europea destruyó la economía y supuso la pérdida de miles de millones de dólares en inversiones de las multinacionales y la interrupción de las exportaciones.

La toma del poder por el estado imperial estadounidense mediante un golpe de Estado por poderes en Kiev, provocó una poderosa rebelión antiimperialista dirigida por milicias armadas en el Este (Donetsk y Lugansk) y la aniquilación de la economía ucraniana.

En resumen, el control militar-sionista del estado imperial ha conducido a largas y costosas guerras imposibles de ganar que han debilitado los mercados y los proyectos de inversión de las multinacionales estadounidenses. El militarismo ha reducido la presencia económica imperial y ha provocado movimientos de resistencia antiimperialistas cada vez más amplios, a la vez que ha aumentado la lista de países inviables, inestables y caóticos que escapan al control imperial.

El imperialismo económico ha seguido obteniendo beneficios en partes de Europa, Asia, América Latina y África a pesar de las guerras imperiales y las sanciones económicas que el enormemente militarizado estado imperial ha llevado a cabo en otros lugares.

Sin embargo, la toma del poder en Ucrania por los militaristas estadounidenses y las sanciones a Rusia han erosionado el lucrativo comercio y las inversiones de la Unión Europea en Rusia. Bajo la tutela del FMI, la Unión Europea y Estados Unidos, Ucrania se ha convertido en una economía fuertemente endeudada, al borde de la quiebra, dirigida por cleptócratas totalmente dependientes de los préstamos del extranjero y la intervención militar.

Al priorizar las sanciones y el conflicto con Rusia, Irán y Siria, el estado imperial militarizado no ha conseguido profundizar y ampliar sus lazos económicos con Asia, América Latina y África. La conquista política y económica de Europa del Este y partes de la URSS ha perdido importancia. Las guerras perpetuas perdidas en Oriente Medio, el norte de África y el Cáucaso han mermado la capacidad del estado imperial para llevar adelante la construcción del imperio en Asia y América Latina.

La pérdida de riqueza, los costes internos de las guerras perpetuas, ha erosionado las bases electorales de la construcción del imperio. Solamente un cambio radical en la composición del estado imperial y una reorientación de sus prioridades para situar la expansión económica en el centro de las mismas podrían impedir el actual declive del imperio. El peligro está en que si el estado imperialista sionista militarista sigue interviniendo en guerras perdidas puede subir la apuesta y deslizarse hacia una confrontación nuclear: ¡un imperio entre cenizas nucleares!
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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