Entrevista al economista Jacques Sapir
"EL PROBLEMA DE FRANCIA ES EL EURO"
Página 12
REBELIÓN
03-02-2014 Sapir atribuye el estancamiento de los países del sur europeo, incluida Francia, a la existencia de la moneda única. Plantea que terminar con esa experiencia no acabaría con la Unión Europea, que existió 41 años antes sin el euro. |
Las últimas noticias
provenientes del gobierno francés lo ubican lejos de la historia del
Partido Socialista y cerca de las políticas de ajuste propias de los
gobiernos neoliberales. Para entender la situación económica actual de
Francia, entrevistamos a Jacques Sapir, investigador de la Escuela en
Altos Estudios en Ciencias Sociales (Ehess-Paris), doctor en Economía y
director del CEMI (Centro de Estudios en Modos de Industrialización).
Sapir
es una de las voces críticas al euro más escuchadas del momento, y en
sus últimos libros, La demondialisation y Comment sortir de l’Euro (Cómo
salir del euro) realiza duros cuestionamientos al neoliberalismo, tanto
a nivel mundial como dentro de la Unión Europea. Desde una posición
cercana políticamente al Parti de Gauche y su líder Jean-Luc Mélenchon,
la solución que propone para Francia es una salida del euro y una
devaluación de la moneda para lograr volver al pleno empleo y la reindustrialización.
¿Cuál es el contexto francés que explica las últimas declaraciones del presidente François Hollande?
–El presidente se encuentra hoy en una situación difícil. Su autoridad se ve erosionada por la ineficacia de la política económica
llevada adelante desde junio de 2012. Había prometido “dar vuelta la
curva del desempleo” antes de fin de 2013. En los hechos, el desempleo
sigue creciendo, y según la forma de calcularlo hoy existen 3,2 millones
o 5,5 millones de desempleados.
Coincide con un proceso de desindustrialización.
–La
desindustrialización que conoce la economía francesa se está tornando
muy preocupante. El crecimiento que se anunció nunca llegó. En verdad,
numerosos economistas habían criticado desde el otoño de 2012 la
política económica del gobierno y las previsiones optimistas del
Ministerio de Economía y Finanzas. Por desgracia, esos economistas
tuvieron razón. Pero a ese fracaso económico se sumaron otros factores
que pesan sobre su autoridad, y hasta en la legitimidad, del gobierno y
del presidente. En primer lugar,
se dio la sensación de una falta de profesionalismo sobre muchos temas
sensibles. En otras ocasiones, el gobierno dio marcha atrás sobre
promesas de campaña. Por último, como es de público conocimiento, la
vida privada del presidente está lejos de ser prolija. Por lo tanto, el
presidente y el primer ministro llegaron a los anuncios del 14 de enero
con una popularidad por el piso.
¿Qué consecuencias podría traer el “pacto de responsabilidad” presentado sobre la economía francesa?
–Tal
como fue presentado, el “pacto de responsabilidad” consiste en una
negociación con el empresariado, por el cual se disminuyen las cargas de
las empresas (10 mil millones anuales entre 2014 y 2017) a cambio de
crear 200.000 empleos. Pero ese “pacto” deja muchas preguntas sin
respuestas. La primera remite al análisis de la situación de las
empresas francesas. Los estudios del Insee (Instituto de Estadísticas de
Francia) muestran que las rentabilidades no bajaron. Los problemas
tienen más que ver con la competencia extranjera. La segunda pregunta es
la realidad del compromiso de emplear 200.000 personas a cambio de la
reducción de las cargas sociales. Además del hecho de que 200.000
empleos es demasiado poco (el propio ministro Montebourg habla de la
necesidad de crear 2 millones de empleos), nada indica que las empresas
cumplan con su parte. Una tercera pregunta es saber de qué manera se
financiará esa reducción de cargas sociales. El presidente habló de
ahorros en los gastos públicos, pero fuera de unos recortes en las
inversiones públicas o en las prestaciones sociales, las posibilidades
de ahorro son escasas y azarosas. Eso nos lleva a una cuarta pregunta:
¿esas reducciones de cargas fiscales no tienen riesgos de iniciar un
proceso donde las empresas van a aprovechar para ejercer todavía más
presión sobre los salarios y entrar en un círculo deflacionario?
¿Cuáles son las alternativas de política económica para que Francia salga de la crisis económica?
–El
problema principal de los países del sur de Europa, y de Francia en
particular, es la existencia misma del euro. Ese problema es evidente en
los intercambios con los países extrazona. Desde su creación, el euro
se apreció fuertemente frente al dólar, pero también frente al yen
japonés y la libra esterlina, con efectos devastadores sobre los países
del sur de Europa. Esta situación la están entendiendo cada vez más
actores, incluido parte del gobierno francés. Pero el efecto nefasto del
euro se hace también sentir en el comercio intrazona. Desde la creación
del euro en 1999, constatamos que las tasas de inflación de los
distintos países fueron diferentes, como antes, pero ahora con una
política monetaria única. Eso revela la existencia de una inflación
estructural, dependiendo de las estructuras económicas de cada país. La
diferencia entre las tasas de inflación de Alemania y los países de
Europa del Sur llevaron a diferenciales de competitividad de 20 a 40 por
ciento según los países. De allí resulta que los productos alemanes se
volvieron cada vez más competitivos en el mercado francés, pero también
italiano, español, griego o portugués. En condiciones normales, esa
diferencia entre las tasas de inflación estructural se corregía mediante
devaluaciones periódicas (o revaluaciones del país donde la inflación
estructural es la más baja). Pero ese mecanismo ya no puede funcionar
por la existencia de la moneda única.
¿Una salida del euro por parte de Francia significaría el fin de la Unión Europea?
–Es
uno de los argumentos que se escuchan por parte de los que abogan a
favor del euro. Pero en realidad hay países importantes, como Gran
Bretaña y Suecia, que son miembros de la Unión Europea, pero no de la
Zona Euro. La Unión Europea existió antes de la puesta en marcha del
euro y si el euro desaparece la Unión Europea seguirá existiendo. Es
más: desde la entrada en vigencia del Tratado de Roma y de la Comunidad
Económica Europea, vivimos de 1958 a 1999, o sea 41 años, con nuestras
propias monedas y construimos la integración europea durante ese
período. Nada justifica entonces esa afirmación según la cual el fin del
euro sería el fin de la Unión Europea.
El eje de discusión en
Francia es entre euroescépticos y proeuropeos, desplazando incluso el
eje tradicional entre derecha e izquierda. ¿Cómo explicarlo?
–Sí,
es indiscutible que hoy el eje de discusión principal, por lo menos en
Francia y en Italia, es la cuestión de Europa y más especialmente sobre
la del euro, más que las oposiciones tradicionales entre izquierda y
derecha. Y es así porque la situación económica y social está dominada
por el euro. En verdad, lo que provoca la crisis económica, y que lleva
al desmantelamiento progresivo de las conquistas sociales logradas desde
1945, es una parte de la reglamentación europea y sobre todo la
existencia del euro. Vemos, en particular en Francia y en Italia, la
constitución de un bloque político alrededor de la oligarquía dominante
que defiende a cualquier costo el euro y las políticas más reaccionarias
de la Unión Europea, mientras que se constituye progresivamente pero en
condiciones políticas particulares, otro bloque representando los
trabajadores y las clases populares que está fuertemente opuesta al
euro.
¿Existen diferencias entre países?
–Los
resultados económicos de los países de la Unión Europea son muy
divergentes. Algunos tienen excelentes resultados, como Gran Bretaña y
Suecia. Y, ¡qué casualidad! Esos países no son parte del euro. Por otro
lado, dentro de la Zona Euro, constatamos que el crecimiento es débil, e
incluso que algunos países, como España, Grecia, Portugal e Italia,
están en recesión. Las divergencias en cuanto a resultados son notables.
Pero resulta claro que el euro pesa y mucho en el resultado de gran
cantidad de países.
¿Qué lecciones se pueden extraer de la crisis del euro para otros procesos de integración regional?
–La
crisis del euro indica claramente que no se deben realizar uniones
monetarias en cualquier circunstancia. Las estructuras económicas de los
países que serán miembros deben ser convergentes, lo que no es el caso
en Europa, y debe existir un importante presupuesto asegurando flujos de
transferencia entre los países miembros. Construir una unión monetaria
implica respetar estrictamente ciertas condiciones. Si no se las
respeta, entonces nos encontramos con los problemas a los cuales la Zona
Euro se encuentra hoy enfrentada.
En su libro La
demundialización usted hace una crítica de la globalización neoliberal.
¿Qué perspectivas existen para esa etapa del capitalismo?
–La
globalización recubre en realidad dos procesos: por una parte la
globalización comercial y por otra la financiera. Vimos los aspectos
extremadamente perversos de la globalización financiera; y numerosos
estudios mostraron que la libre circulación de los capitales de corto
plazo tuvo más efectos negativos que positivos. En cuanto a la
globalización comercial, ella es más aceptable, pero a condición de que
eso no conlleve un desmantelamiento progresivo de las conquistas
sociales y que no impida el desarrollo económico de los países que
calificamos hoy de emergentes. Para eso hay que pensar en sistemas de
derechos de aduana que igualen las situaciones sociales y ecológicas,
pero también que protejan las industrias nacientes. Queda claro que las
instituciones actuales, y en particular la OMC, con su prioridad
otorgada al libre comercio, quedarán en desuso. Por lo que es de la
globalización financiera, se debería prohibir una parte de las
operaciones y limitar estrictamente la circulación de los capitales
salvo los que implican inversión extranjera directa.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/17-7430-2014-02-02.html
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