sábado, 15 de noviembre de 2025

Hacia la medianoche del mundo

 

El anuncio de que EEUU reanudaba las pruebas nucleares no ha tenido demasiada repercusión pública, a pesar de su gravedad. Obviamente Rusia, y tal vez China, han tomado buena nota. Queda por ver cuál será su respuesta.


Hacia la medianoche del mundo


Alex Marsaglia

El Viejo Topo

15 noviembre, 2025



HACIA LA MEDIANOCHE DEL MUNDO: CRÓNICAS DE LA ESCALADA NUCLEAR

 

Las consecuencias del fallido viaje de Trump a Asia se manifiestan de la forma más grave: una escalada nuclear. En un mundo inmerso en una guerra convencional que se libra en múltiples frentes, el anuncio de la reanudación de las pruebas nucleares por parte de Estados Unidos no podía pasar desapercibido. Trump, por su parte, al no haber logrado superar la barrera asiática mediante la guerra comercial convencional, no tuvo más remedio que intentar otra vía. Así, eligió el camino más peligroso, pero inevitable, dado el nivel de desarrollo tecnológico alcanzado: una confrontación en el ámbito de la tecnología militar nuclear.

Las declaraciones intercambiadas entre los líderes rusos y estadounidenses revelan el secreto tras el avance militar, tecnológico y nuclear de Burevestnik. El ministro de Defensa ruso, Belousov, al anunciar la reanudación inmediata de los preparativos para ensayos nucleares a gran escala, reveló que en octubre Estados Unidos realizó un ejercicio que simulaba un ataque preventivo con misiles nucleares contra Rusia. Además, Estados Unidos trabaja en la creación de un nuevo misil intercontinental con un alcance de 13.000 km y una ojiva nuclear para reducir de inmediato la brecha con Rusia.

Por su parte, tras anunciar la reanudación de las pruebas nucleares estadounidenses después de 33 años, anulando así la vigencia de otro tratado de la ONU —concretamente, el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (TPCE), adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1996—, Trump intentó justificar su decisión alegando la naturaleza «igualitaria» de las pruebas. Las declaraciones del presidente estadounidense hacen referencia a «los programas de pruebas de otros países», lo que le habría obligado a ordenar al Departamento de Guerra que «comenzara a probar nuestras armas nucleares en igualdad de condiciones». Lamentablemente, las últimas pruebas con explosiones nucleares verificadas (excluyendo las de Corea del Norte) datan precisamente de ese período: la última prueba nuclear de la República Popular China en 1996, y las de India y Pakistán en 1998. En resumen, el anuncio estadounidense de la reanudación de las pruebas nucleares abre la puerta al abismo que se había intentado cerrar con mucho esfuerzo mediante una serie de tratados internacionales y bilaterales, como el Tratado START, cuya renovación, prevista para febrero de 2026, resulta ahora completamente irrelevante. La reanudación de las pruebas nucleares con fines militares reabre, evidentemente, la era de la confrontación a través de la carrera por el desarrollo tecnológico. Una carrera nihilista hacia la nada, que nunca se detuvo del todo, pero que ahora se acelerará significativamente. Además, dado que la capacidad de aniquilación de la humanidad ya se ha alcanzado y superado en gran medida, lo que se disputará en este juego de poder será precisamente esa capacidad, medida en potencial explosivo y en el menor tiempo posible. Romper la barrera espacio-temporal, determinar quién es capaz de montar una ojiva nuclear en un vehículo nuclear para aniquilar al adversario con mayor rapidez, se convierte en la nueva frontera a conquistar para ganar la confrontación nuclear en caso de combate. Por supuesto, afortunadamente, por ahora esto sigue siendo una hipótesis, pero es aún más fundamental y necesario mantenerla, continuar la lucha alcanzando los niveles más altos de desarrollo tecnológico. No quedarse atrás en la carrera por romper las fronteras espacio-temporales de la aniquilación de la humanidad se convierte en el verdadero objetivo de esta carrera por desarrollar la tecnología de la violencia. Como recordó Günther Anders, haciéndose eco de las ideas del maestro Martin Heidegger, quien en su opinión fue responsable de una ontología excesivamente antropocéntrica, centrada en el hombre como el «pastor del ser», que perdió de vista el papel reificador de la tecnología ejercido por el propio hombre sobre el hombre: «el libro fundamental de la filosofía hoy ya no debería llamarse, como hace sesenta años, Ser y Tiempo; debería titularse más bien Ser y Medio Tiempo; o incluso, más correctamente: La mitad del tiempo y no ser” [1] .

Todo el drama de la escalada nuclear en la que el mundo se precipita puede resumirse filosóficamente en la naturaleza anticuada de la humanidad, perdida en su desconexión prometeica con lo que produce, impulsada por el afán de reificación a perseguir sin cesar el mundo de sus productos en una carrera nihilista hacia la nada. No hay otro propósito que el fin en lo que las mayores potencias mundiales están logrando militarmente, empujadas por el imperialismo estadounidense a una confrontación violenta que se torna más peligrosa a cada hora, escalando al nivel nuclear. El cerco de Estados Unidos a Rusia tras la caída del Muro de Berlín inevitablemente impulsó a Moscú a buscar armas capaces de salvar la brecha espacio-temporal, pero ahora la decisión de Trump de relanzar la confrontación nuclear eleva inevitablemente el nivel del conflicto actual a un nuevo nivel difícil de evitar en defensa propia. Como afirmó el vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso, Medvedev: «Nadie sabe a qué se refería Trump con «pruebas nucleares» (probablemente ni él mismo). Pero es el presidente de Estados Unidos. Y las consecuencias de estas palabras son inevitables: Rusia se verá obligada a evaluar de forma independiente la conveniencia de realizar pruebas nucleares a gran escala». La verdadera consecuencia de estas declaraciones es la reanudación de la carrera armamentística nuclear, que inevitablemente se llevará a cabo con pruebas como demostración de fuerza. Una vez más, el derecho se convertirá en un mero formalismo y las relaciones de poder se utilizarán para dirimir disputas entre Estados. Y ante este asunto, la humanidad, que sufrió un inesperado impacto con la cuestión palestina, parece incapaz de hacer otra cosa que permanecer impasible.

Notas

[1] G. Anders, El mundo después del hombre. Tecnología y violencia, Mimesis, Milán, 2008, p. 21

Fuente: l’AntiDiplomatico

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