El lado equivocado de la historia
Rebelion
| 18/04/2022 |
Fuentes: El
tábano economista
Los
occidentales están pagando la guerra con la caída del nivel de vida en lugar de
con sus vidas (Paul Roberts)
Erick Hobsbawm cuenta
en su libro “La historia mundial del siglo XX” que el 28 de junio de 1992 el
presidente francés François Mitterrand se desplazó súbitamente y sin previo
aviso a Sarajevo, escenario central de la guerra de los Balcanes, que a la
postre se cobraría unas 200.000 vidas por los bombardeos humanitarios de la
OTAN. Su objetivo era hacer patente ante la opinión pública mundial la crisis
de Bosnia. La fecha elegida por el presidente francés no se dejó al azar. El 28
de junio de 1914 era el aniversario del asesinato en Sarajevo del archiduque
Francisco Fernando de Austria-Hungría que desencadenó semanas más tarde el
estallido de la Primera Guerra Mundial. Por cierto, la visita de Mitterrand
pasó inadvertida para la OTAN, Europa y para el mundo.
Quizás lo más
interesante de este pasaje del libro es que a Hobsbawm le llama la atención
cómo la destrucción y el olvido del pasado se ha constituido en unos de los
fenómenos más característicos de finales siglo XX, y según nuestro entender,
recrudece en el siglo XXI. En su mayoría jóvenes, hombres y mujeres creen en
una especie de presente permanente sin relación alguna con el pasado del tiempo
en el que viven, agravado en los inicios del siglo XXI con las posverdades.
Occidente ha tenido
particulares e innovadoras ideas a lo largo de su historia, a dios gracias
pocas veces repetidas, que deberían darle un poco de vergüenza y eximirlo de
calificar moralmente a terceros. La generación de riqueza del siglo XVI al XIX,
con la esclavitud –trata de personas– propició que Inglaterra, EE.UU., Francia o
los Países Bajos se erigieran como primeras potencias mundiales. Hoy, más de 40 millones de personas en
todo el mundo son víctimas de la esclavitud moderna, incluidas unas 24,9
millones en trabajo forzoso y 15,4 millones en matrimonio forzado. Hay 5,4
víctimas de la esclavitud moderna por cada 1000 personas en el globo, y una de
cada 4 víctimas de la esclavitud moderna son niños, pero esto no llama la
atención de nadie.
A 60 años de la independencia
de Argelia, Francia no se ha disculpado por sus crímenes. El colonialismo
francés, entre 1830 y 1962, se vio envuelto en atrocidades como genocidio,
tortura, asesinatos selectivos, pruebas nucleares y saqueo de archivos
históricos en el país africano.
La Liga Argelina para
la Defensa de los Derechos Humanos sitúa la cifra en 10 millones de argelinos
muertos en manos de los colonialistas franceses en un informe publicado en
2017. La masacre del 8 de mayo de 1945 fue la atrocidad más grande cometida por
Francia en un solo día a los habitantes del país africano. Esa fecha, cientos
de miles de argelinos celebraron el final de la Segunda Guerra Mundial y
exigieron que Francia cumpliera su promesa de otorgarles la independencia. Las
fuerzas coloniales se apresuraron a utilizar munición real contra manifestantes
desarmados, matando a al menos 45.000 civiles.
El 17 de octubre de
1957, unos 60.000 argelinos se manifestaron en Francia contra el colonialismo
de su país. Los manifestantes se enfrentaron contra municiones reales en un
incidente que llegó a conocerse como el “Crimen del río Sena” en el que
murieron 1.500 personas, 800 desaparecieron y miles fueron detenidos. Hasta
el día de hoy, Francia conserva 18.000 cráneos en el Museo Homme de París. De
estos, solo se han identificado 500. En julio de 2020, Argelia recuperó 24
cráneos pertenecientes a líderes de la resistencia argelina, antes del
estallido de la revolución de noviembre de 1954, que habían sido asesinados y
luego decapitados por las fuerzas coloniales francesas a mediados del siglo
XIX.
Los crímenes de guerra
japoneses se refieren a aquellos ocurridos durante el período de expansionismo
japonés, principalmente durante la Segunda Guerra, para lo que también se
utiliza la frase holocausto asiático. De una larga lista de
asesinatos carente de disculpa, la masacre de Nankín quizás se
lleve las palmas de los crímenes cometidos por el Ejército Imperial Japonés, en la entonces
capital de la República de China, durante la segunda guerra chino-japonesa el 13 de
diciembre de 1937. En diciembre de 2007, algunos documentos del Gobierno de los
Estados Unidos, que eran secreto de Estado, pero fueron desclasificados,
consideraron el número total de muertos en 500.000.
Dentro de las
imaginativas ideas occidentales, la Segunda Guerra contó con el ingenio
europeo de crear fábricas de muertes. Primero se crearon los ghettos,
y como esto no alcanzó, se diseñó el exterminio. No conozco en la historia de
la humanidad que se concibieran galpones para guiar personas a su muerte y
hacerlo en masa, aumentando así la productividad de la aniquilación. Pero ese
ejército que encabezó el holocausto tuvo divisiones militares externas, como la
que realizó la llamada “operación Barbarroja”, de invasión a Rusia de
italianos, búlgaros y rumanos, quienes colaboraron, y no fueron los únicos.
Dentro de varios
regímenes establecidos con el avance alemán, el Ustacha de Croacia fue uno de los
más brutales, creado bajo el amparo de los nazis. Ustacha fue el principal
aliado de Hitler en Yugoslavia. Por su parte, los ucranianos no se quedaron
afuera y vivieron algunos de los episodios más sangrientos de la Segunda Guerra
Mundial. En el actual oeste de Ucrania, los nacionalistas fascistas ucranianos colaboraron
con los nazis en su lucha contra los soviéticos y crearon la Policía
Auxiliar de Ucrania. Esta fue la principal autora
del Holocausto en los territorios
soviéticos, basándose en los orígenes nativos, y esas unidades policiales
participaron en el exterminio de 150.000 judíos solo en el área de la Volhynia ucrania.
El estado húngaro
colaboró con la represión provocando miles de deportaciones y asesinatos de
judíos húngaros. Austria, que tenía 7 millones de habitantes durante la guerra,
contaba con la afiliación al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán de 700
mil personas. En un estándar muy particular de mirada de la Unión Europea, el
gobierno griego demandó a Alemania para que pague € 279.000 millones en
concepto de reparaciones de guerra como compensación por la ocupación nazi
durante la Segunda Guerra Mundial. La compensación era por los crímenes de
guerra infligidos por Alemania e Italia durante su ocupación del país heleno
entre 1941 y 1944. Durante ese tiempo, pueblos enteros fueron arrasados,
decenas de miles murieron de hambre y más de 70.000 judíos griegos fueron
deportados para no volver nunca más.
Difícilmente alguien
hubiera tenido la osadía de decirle al presidente americano Harry S. Truman
«Este hombre no puede permanecer en el poder», como lo afirmó el presidente de
los Estados Unidos de Norteamérica, Joe Biden, sobre el líder ruso Vladimir
Putin el 26 de marzo de 2022 durante un discurso que pronunció en Polonia. Pero
en este caso, después de borrar del planeta a 264.000 personas, aunque Japón
estima en 500.000 los muertos, de los cuales el 80% eran civiles, en Hiroshima
y Nagasaki.
Algunos de los
sancionadores de Rusia hacen negocios vendiendo personas, parte de los europeos
atacan a Rusia y crean fábricas de muerte durante la guerra con la colaboración
de la mitad de su territorio, Japón mató chinos sin la menor preocupación y
Canadá prepara a las tropas nazis de Ucrania, pero sin saber que son nazis,
algo típicamente canadiense. Veamos qué hacen los Estados Unidos más allá de
las bombas atómicas.
Durante los últimos
240, años después de que declarara su independencia el 4 de julio de 1776, los
EE.UU. no estuvieron involucrados en ninguna guerra durante menos de 20 años,
según un informe publicado por la Sociedad China de Estudios de Derechos
Humanos en mayo de 2021. Los datos muestran que, desde el final de la Segunda
Guerra Mundial en 1945 hasta 2001, de los 248 conflictos armados que ocurrieron
en 153 regiones del mundo, 201 fueron iniciados por los EE.UU., lo que
representa el 81% del total.
Estas guerras han
devastado los países invadidos, matado a millones de civiles y desplazado a
decenas de millones de personas. El péndulo se mueve desde provocar guerras en
todo el mundo hasta liderar la expansión hacia el este de la OTAN, desde
imponer sanciones a los «países desobedientes», matando de hambre a sus
habitantes y destrozando su economía, hasta obligar a otras naciones a
tomar partido.
La suposición que, de
manera abrumadora, Occidente es la voz del el mundo, oponiéndose a las acciones
militares de Rusia en Ucrania, suena extraña. Occidente parece tener
un solo relato y una sola voz en su condena. Pero en todo el mundo el
panorama es bastante más complicado. En la Asamblea General de la ONU el 3
de marzo, mientras 141 países condenaron la invasión de Rusia y pidieron una
retirada inmediata, 35 países se abstuvieron y cinco votaron en contra. En
la reciente votación para excluir a Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la
ONU, 93 países votaron a favor, y 82 o se abstuvieron (58) o votaron en contra
(24).
Si bien muchas naciones
expresan claras dudas sobre las acciones de Rusia, también existe una
preocupación generalizada sobre la postura de los EE.UU. El mundo en
desarrollo, hogar de la gran mayoría de la población mundial, tiene una visión
marcadamente diferente a la de Europa. Está tan preocupado, si no más, por
la respuesta de Estados Unidos que por las acciones de Rusia. La
militarización de las sanciones, como una nueva forma de guerra, es vista
ampliamente como negativa. Estados Unidos ha asumido el derecho, basándose
en la redacción más vaga, de actuar de manera arbitraria contra cualquier país
que considere que ha continuado comerciando con Rusia. Sin embargo, la
prioridad primordial de los países en desarrollo es el derecho a comerciar y
recibir inversiones de donde sea que vengan.
Si hay alguien a quien
no se lo puede acusar de anti americano es a Paul Craig Roberts, el hombre del
epígrafe de este artículo. Fue subsecretario del Tesoro de EE.UU. durante la
presidencia de Ronald Reagan, elogiado por esta administración como la
«conciencia económica» del presidente, ex editor asociado de The Wall
Street Journal, entre otros cargos. Y nos deja una visón muy interesante al
ser entrevistado por Asia Times sobre la guerra de Ucrania.
Según Roberts, Rusia
cometió varios errores estratégicos en los últimos veinte años. Quizás el
primero fue su regreso, como una restricción al unilateralismo estadounidense
que enfureció a los neoconservadores. Fuera de broma, el primer error
estratégico fue no haber incorporado a Georgia después de expulsar a las
fuerzas georgianas de Osetia del Sur. El segundo error fue prestar más atención
a los Juegos Olímpicos de Sochi que a la revolución de colores que Washington
preparaba en Ucrania. Rusia permitió ocho años de bombardeos por parte de las
milicias ucranianas y neonazis de Azov contra los rusos de Donbas, mientras
intentaba que Ucrania y Occidente apoyaran el Acuerdo de Minsk que Ucrania
había firmado.
Las armas son el método
de Occidente para librar una guerra de poder con Rusia “hasta el último
ucraniano”. Las armas no tendrán ningún impacto en el resultado de
Donbass. Por su parte, el efecto de las sanciones recaerá principalmente sobre
los europeos, pero esto no preocupa a los EE.UU. y sus estados títeres. El
objetivo de las sanciones es separar a Europa de Rusia. Para
Rusia, las sanciones son un regalo del cielo. Las empresas occidentales
retiradas crean oportunidades de sustitución de importaciones para que sus
empresas ocupen su lugar. El objetivo de Washington es desconectar a Europa de
Rusia, pero Washington no tiene capacidad para desconectar a Rusia del
mundo, y eso es un gran error.
Ante la pregunta de si
se había llegado al punto de no retorno, o todavía hay alguna posibilidad de
que nuestras relaciones con Rusia vuelvan del abismo
Paul Craig Roberts contestó: ¿Quién es “nosotros”? Occidente arruinó
intencionalmente sus relaciones con Rusia. Ese es el plan. Excluir a
Rusia de Europa. Rodear a Rusia con misiles que puedan llegar a Moscú en
cuatro minutos para impedir que Rusia restrinja la hegemonía
estadounidense. El grave peligro en la política de Occidente es que las
provocaciones cada vez más imprudentes de Rusia den como resultado una guerra
nuclear.
Que Occidente haya
creado las mayores aberraciones de la historia no significa que Rusia se
encuentre exenta de las críticas por su invasión. Jamás una guerra será buena
para la humanidad a pesar de los desvaríos de los líderes de cada lado de la
historia. Como bien dijo la vicepresidenta argentina, con la excepción de China
todos los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU con poder de veto han
incumplido con la paz. La OTAN tiene una base en las Islas Malvinas, a 14.000
kilómetros del territorio del Reino Unido, diciendo que esas Islas no son
argentinas. Si Rusia no es confiable, la OTAN y el oeste tampoco lo son. Ahora,
creer que Occidente es el que atesora a los piases del área del bien, los dueño
de la verdad, la libertad y la democracia, es sumamente absurdo.
Fuente: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2022/04/17/el-lado-equivocado-de-la-historia/
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