Artículo en
abierto de la Revista de El Viejo Topo nº452, septiembre de 2025. Dossier:
Centenario Sacristán. Artículos de Javier Enríquez Román, Ramón Franquesa,
Salvador López Arnal, Carlos X. Blanco, Higinio Polo, Antonio Monterrubio y
Miguel Candel. Entrevista a José Sarrión.
¡En la calle el Topo de Septiembre!
El Viejo Topo
1 septiembre, 2025
Artículo en
abierto de la Revista de El Viejo Topo nº452, septiembre de 2025. Dossier:
Centenario Sacristán. Artículos de Javier Enríquez Román, Ramón Franquesa,
Salvador López Arnal, Carlos X. Blanco, Higinio Polo, Antonio Monterrubio y
Miguel Candel. Entrevista a José Sarrión.
Esquema desarrollado, no publicado hasta el momento, de una conferencia impartida por el autor el 21 de octubre de 2010 en la Universidad Pompeu Fabra (Entre los materiales depositados en el Arxiu FFB, UPF. Biblioteca/CRAI de la Ciutadella).
1. MSL [Manuel Sacristán Luzón] no nació marxista, ni se crió en una familia de marxistas, ni se hizo marxista de joven, como los de la generación del 68.
Se hizo
marxista en Alemania [Instituto de Lógica Matemática y de Investigación de
Fundamentos de la Universidad de Münster] cuando tenía ya 30 años, en una fase
de ampliación de estudios universitarios y cuando estaba decidido a dedicarse
profesionalmente a la lógica y al análisis formal.
2. Desde
mediados de los años cincuenta, en que se hizo marxista, hasta su muerte, en
1985 [27 de agosto], MSL fue un marxista con pensamiento propio, que tuvo, sí,
sus santos de devoción (algunos de ellos marxistas también), pero con los que
dialogó y/o discutió, siempre con espíritu científico e intención crítica.
MSL tradujo,
introdujo en España y escribió cosas interesantísimas sobre: Marx, sobre
Engels, sobre Lenin, sobre Bujarin, sobre Gramsci, sobre Lukács, sobre Korsch,
sobre Mao Tse Tung, sobre Togliatti, sobre Althusser, sobre Berlinguer, sobre
Harich, etc.
Si uno se fija
bien en lo que MSL escribió sobre cada uno de estos marxistas se dará cuenta de
que nunca escribió nada sobre otros marxistas en plan hagiográfico, sino
siempre en diálogo o en discusión con lo que pensaba que era la principal
aportación de cada uno de ellos al conocimiento del mundo o a las prácticas de
los humanos:
Con Engels
sobre su noción de dialéctica.
Con Marx sobre
su noción de ciencia.
Con Lenin y con
Mao sobre sus respectivas nociones de filosofía.
Con Gramsci
sobre su idea de ideología.
Con Lukács
sobre su noción de racionalidad.
Con Korsch
sobre su lectura de Marx.
Con Togliatti
sobre la relación entre intelectuales y partido comunista.
Con Althusser
sobre su noción de teoría.
Con Berlinguer
sobre su propuesta de austeridad en la crisis medioambiental.
Con Harich
sobre su comunismo ecológico-autoritario.
Y así
sucesivamente.
3. MSL fue un
marxista que en su obra trató siempre de complementar conocimiento científico y
pasión ético-política. Y lo hacía, buscaba complementar estas dos cosas, con
espíritu didáctico o pedagógico, con la intención de servir a los otros, a los
anónimos, a los sin nombre, a los de abajo.
[Añadido a
lápiz de FFB: Respetaba a los académicos cuando estos eran inteligentes, pero
no era un académico. Respetaba a los políticos, cuando estos eran inteligentes
y valientes, pero no era…]
Así, cuando en
el marxismo que él conoció en los sesenta faltaba ciencia y sobraba pasión (o
verbalismo, o palabrería) puso el acento en la importancia de la lógica, de la
argumentación racional, de la epistemología y de la metodología; y cuando en el
marxismo que conoció en los setenta sobraba cientificismo y faltaba pasión,
entonces puso el acento en la importancia de la práctica revolucionaria y en la
dimensión ético-política. Por eso desde los años setenta a MSL le gustaba más
llamarse “comunista“ que llamarse “marxista”.
4. MSL fue,
sobre todo, un comunista marxista constantemente atento a las novedades del
mundo en que vivió. Quiero decir: no atento a las modas del momento, que eso le
importaba poco, sino a los cambios de fondo, moleculares, a las tendencias
socio-culturales que él creía que apuntaban en un sentido nuevo.
Lo principal de
su marxismo lo construyó así: reflexionado sobre los problemas nuevos,
posleninistas, que decía él, acerca de los cuales no se había pensando, o se
había pensado poco todavía, en las décadas de los setenta y los ochenta: la
conversión de las fuerzas productivas en fuerzas destructivas, las
consecuencias negativas del desarrollismo industrialista, la crisis ecológica,
los efectos socio-culturales del equilibrio del terror en la época del
exterminismo, etc.
5. Esta manera
suya de entender el marxismo como una metódica en el sentido griego de la
palabra, o sea, como un estilo de pensamiento con vocación científica, cuyo
contenido debe, precisamente porque aspira a ser científico, ha de ser revisado
constantemente en función de los resultados del análisis de los problemas
nuevos, es lo que determinó la relación que MSL tuvo con los movimientos
sociales o socio-políticos viejos y nuevos, o sea: con el movimiento obrero
organizado (al que más vinculado estuvo por su militancia comunista), con el
movimiento estudiantil y universitario (en el que actuó como enseñante y
profesor de universidad que era) y con los movimientos ecologista, feminista y
pacifista, sobre todo a partir del inicio de la publicación de la revista mientras
tanto en 1979.
6. No me voy a
detener aquí en el papel que MSL jugó en los distintos movimientos sociales,
particularmente en el ecologismo de la primera hora, en la discusión sobre el
feminismo de los setenta y en el pacifismo de los ochenta, porque de eso
hablarán (o habrán hablado) Elena Grau, Enric Tello y Enric Prat. Me limitaré
aquí a dos apuntes breves y a un ejemplo para indicar tres cosas que aprendimos
de MSL quienes tuvimos la suerte de trabajar con él.
Uno: al
relacionarse con los movimientos y con los partidos, y al actuar en ellos, MSL
siempre dio mucha más importancia a lo social que a lo político, a la dimensión
estratégica que a la táctica, a la crítica de lo existente que a la
institucionalización de los movimientos y de los partidos.
Dos: al
relacionarse con las personas que actuaban en los movimientos y en los partidos
que él también conoció y en los que actuó, MSL tenía una capacidad de
argumentación racional y una fuerza de convicción de
los demás como no he conocido en ninguna otra persona de las que he conocido.
Por eso tuvo la gran influencia que tuvo en los movimientos sociales mientras
vivió.
Pondré ahora un
ejemplo de esa forma de argumentar, que me parece relevante y que prueba por
enésima vez la libertad de pensamiento del marxista que era MSL. El ejemplo se
refiere al debate, en el seno del movimiento por la paz, en la primera mitad de
los años ochenta. MSL intervenía en una controversia que enfrentó a otros dos
grandes marxistas del momento: el historiador británico E.P. Thompson y el
filósofo alemán Wolfgang Harich: “Pretender animar un movimiento por la paz en
los países capitalistas prohibiendo que éste se extienda a los del otro bloque
[a los del bloque entonces llamado socialista] es un disparate político tan
grande que resulta incomprensible que Harich crea eso viable. Su propuesta
equivale a la autoliquidación del movimiento por la paz, el cual, por cierto,
ha tenido ya alguna manifestación muy interesante en el mismo Estado en que
vive Harich, la RDA. La propuesta de Harich acarrearía la autoliquidación del
movimiento por la paz porque redundaría en hacer de ese movimiento un mero
apoyo externo a la diplomacia soviética. Su propuesta, eso sí, nos despeja una
duda: es tan burda, que ningún agente competente de los servicios de propaganda
e información soviéticos se habría atrevido a formularla; luego queda claro que
Harich no es uno de esos agentes” [Texto completo en M. Sacristán, Filosofia
y Metodología de las Ciencias Sociales (III), Barcelona: Editorial
Montesinos, en prensa].
Obviamente, hoy
ya no se habla así ni se discute así entre marxistas, con tanta claridad,
veracidad e ironía.
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