Del arsenal
Edgewood a Silicon Valley
Diario octubre / junio 15, 2025
Josep
Cónsola (mpr21).— El Cuerpo Químico del
Ejército de los Estados Unidos se remonta a la Primera Guerra Mundial con la
creación de una unidad especializada en gas para la Fuerza Expedicionaria
Estadounidense (AEF) en Europa. El Departamento de Guerra creó el Servicio de
Guerra Química (CWS) el 2 de junio de 1918. El CWS entrenó y equipó a la AEF
para el combate químico (1).
De
1948 a 1975, el Cuerpo Químico del Ejército de los Estados Unidos realizó
investigaciones clasificadas con sujetos humanos en las instalaciones del
Arsenal de Edgewood, en Maryland. Estos experimentos comenzaron tras el fin de
la Segunda Guerra Mundial y el objetivo era evaluar el impacto en el personal
militar de productos farmacéuticos, psicotrópicos y vacunas en colaboración con
la farmacéutica Glaxo (2).
A
partir de este año 2025, The Defense Innovation Unit (DIU, Unidad de Innovación
en Defensa) de Estados Unidos usarán herramientas de inteligencia artificial
facilitadas por la empresa tecnológica Scale AI. El estado final del sistema
acelerará la toma de decisiones, permitiendo a los planificadores sintetizar
más rápidamente grandes cantidades de información, generar múltiples cursos de
acción y realizar juegos de guerra impulsados por
IA para anticipar y responder a supuestas amenazas (3).
La
Unidad de Innovación de Defensa subrayó que este nuevo sistema se usará primero
en el Comando del Indo-Pacífico (INDOPACOM) y en el Europeo (EUCOM) para apoyar
las actividades de planificación de misiones bélicas, como la asignación de
recursos o la evaluación de estrategias (4).
La
guerra de Ucrania ha demostrado que la dependencia del ejército estadounidense
de costosas “piezas claves”, como portaaviones, submarinos nucleares,
bombarderos B-52, tanques Abrams y sistemas de misiles antiaéreos Patriot, ha
sido en gran medida ineficaz. La guerra moderna ha evolucionado para utilizar
enjambres de drones baratos que pueden abrumar a armas que son, en
general, muchísimo más caras. Los sistemas de nueva generación han demostrado
ser mucho más eficaces (5).
Silicon
Valley, históricamente reacio a colaborar con la industria de defensa, ha
estrechado sus lazos con el Pentágono en los últimos meses. Hace un año, los
creadores de ChatGPT ya habían flexibilizado su política para autorizar
colaboraciones con el ejército, al tiempo que incorporaban al antiguo director
de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y reclutaban en agosto de 2024 a
Sasha Baker, que había sido responsable del Pentágono bajo el mandato de Biden,
para dirigir un equipo dedicado a las llamadas “políticas de seguridad
nacional”. El 6 de diciembre de 2024, Anduril y Palantir, dos de las
principales empresas centradas en la tecnología de guerra y estrechamente
vinvuladas con Peter Thiel (multimillonario co-fundador de
Paypal y primer financiador de Facebook), anunciaron la creación de un
consorcio “destinado a garantizar que el gobierno estadounidense lidere el
mundo de la inteligencia artificial” (6).
Empresas
como Microsoft o Amazon protegen las telecomunicaciones ucranianas y hay
startups que se dedican a procesar comunicaciones rusas. Son algunos ejemplos
de cómo la tecnología está siendo determinante en la guerra de Ucrania. Sin la
inteligencia y tecnología que Estados Unidos cedió en los primeros días de
conflicto, el Ejército ucraniano no habría resistido el embate ruso en Kiev.
“Ya no importa cuán grande sea un ejército, sino su capacidad estratégica y
tecnológica” (7).
El
libro “Unit X: How the Pentagon and Silicon Valley Are Transforming the Future
of War” de Raj Shah y Christopher Kirchhoff, escrito por los propios fundadores
de Defense Innovation Unit (DIU), escriben que en un mundo donde un algoritmo
puede decidir el destino de cualquier ciudad, recuerdan que la verdadera
innovación no está en el código, sino en reinventar las instituciones que lo
gobiernan (8).
Figuras
prominentes de la industria tecnológica gozan de inmunidad. ¿Por qué nadie
recuerda los doce juicios posteriores a Núremberg en los que se condenaron
ejecutivos de varias empresas, entre ellas IG Farbenindustrie AG, que fue un
conglomerado alemán de compañías químicas fabricantes de los gases para los
campos de exterminio (BASF, Bayer, Hoechst, Agfa, Chemische Fabrik
Griesheim-Elektron y Chemische Fabrik vorm)?
El
juicio contra IG Farben tuvo lugar del 14 de agosto de 1947 hasta el 30 de
julio de 1948. Los acusados eran veinticuatro altos ejecutivos de I. G.
Farbenindustrie AG, entre ellos, el presidente del Consejo de Supervisión, los
diecinueve miembros del Consejo de Administración y cuatro directores. Carl
Krauch, químico y presidente del Consejo de Supervisión, fue el principal
acusado en este proceso (9).
Los
estatutos del TPI (Tribunal Penal Internacional) que son papel mojado,
reconocen explícitamente diversas formas de complicidad. Entre ellas se incluye
el suministro de las herramientas y el apoyo necesario para cometer crímenes de
guerra y genocidio, pero la CPI al servicio de Estados Unidos, la Unión Europea
y Gran Bretaña, mira hacia otro lado. Si dicha Corte estuviera al servicio de
un hipotético derecho internacional, los ejecutivos tecnológicos de Silicon
Valley y otros, cuyas innovaciones se dirigen hacia la violencia a gran escala,
deberían sentarse en el banquillo de los acusados, como en los juicios
posteriores a Nuremberg citados.
“La
intersección de la tecnología avanzada y la guerra, impulsada por poderosos
magnates de la tecnología, ilustra una realidad escalofriante: las herramientas
diseñadas bajo una propaganda para mejorar la vida de las personas y evitar
sufrimientos, se están utilizando para destruir y devastar. Peor aún, parece
que campos de guerra como Gaza se consideran espacios de pruebas relativamente
libres de riesgos para estos sistemas tecnológicos” (10).
Un
largo camino desde el Servicio de Guerra Química (CWS) hasta la Unidad de
Innovación y Defensa (DIU) en el cual la ciencia y sus aplicaciones
tecnológicas, sus investigadores, sus financiadores, han estado al servicio
exclusivo de la guerra como elemento colateral a la acumulación de capital.
En
este entramado dos preguntas: ¿dónde queda recluido el proletariado? ¿Dichos
mecanismos tecnológicos, qué futuro avizoran para la lucha de clases? No se
trata de responder ahora, pero es exigible preguntarse mucho e indagar si se
quiere ser sujeto social en las finalidades y objetivos de todo ello.
(1)
https://www.ccrassn.org/history/
(2) https://digital.sciencehistory.org/works/rx913q529
(3) https://www.diu.mil/latest/dius-thunderforge-project-to-integrate-commercial-ai-powered-decision-making
(4)
https://www.dw.com/es/el-pent%C3%A1gono-firma-un-acuerdo-para-usar-inteligencia-artificial-en-maniobras-militares/a-71860239
(5) https://lamiradadisidente.es/project/silicon-valley-y-la-guerra/
(6)
https://legrandcontinent.eu/es/2025/01/30/ia-en-el-pentagono-la-guerra-del-nuevo-silicon-valley/
(7)
https://elordenmundial.com/silicon-valley-ucrania-guerra-probar-tecnologias-vigilancia/
(8) https://www.qtorb.com/unit-x-como-el-pentagono-y-silicon-valley-estan-transformando-el-futuro-de-la-guerra/
(9) https://werle.rewi.hu-berlin.de/IGFarbenCase.pdf
(10)
https://misionverdad.com/traducciones/cadenas-digitales-de-muerte-el-lado-oscuro-de-la-tecnologia-en-la-guerra
Fuente: mpr21.info
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