¿Prepara Estados Unidos una
guerra contra Venezuela?
Rebelion
20/10/2025
Fuentes: Rebelión
Traducido del neerlandés por el autor
Estados Unidos ha desplegado una enorme flota de guerra frente a la costa
de Venezuela y ha llevado a cabo ya ataques mortales bajo el pretexto de la
«guerra contra las drogas». La verdadera apuesta es tanto el cambio de régimen
para hacerse con las gigantescas reservas de petróleo de Venezuela como su
política soberana.
Tambores de guerra en el Caribe
Supongamos que
una flota rusa o china se estacionara frente a nuestras costas en Europa y
torpedeara barcos. Estaríamos en el más alto estado de alarma y prepararíamos
todo para rechazar un ataque militar.
Esto no es
ficción, sino exactamente lo que ocurre actualmente frente a las costas de
Venezuela, donde Estados Unidos ha desplegado en las últimas semanas una flota de guerra formada por
destructores, buques de guerra con instalaciones de misiles, cazas F-35,
aviones de reconocimiento, un submarino de ataque, más de 4.000 infantes de
Marina e incluso un submarino nuclear.
Además, se
calcula que 10.000 militares estadounidenses se
encuentran en la región, sobre todo en Puerto Rico y en buques anfibios.
Esta flota de
guerra no es un desfile. En las últimas semanas el gobierno de Trump ordenó al
menos cinco ataques mortales contra barcos que, sin pruebas, llama «barcos de
la droga». Hubo 27 muertos. En estos ataques no hay detención
ni juicio. El New York City Bar Association [Colegio de Abogados de la Ciudad
de Nueva York] condena estos actos de guerra como
«ejecuciones extrajudiciales ilegales – asesinatos».
Por si los
ataques marítimos no fueran suficientes, se avistaron bombarderos B-52 cerca
del espacio aéreo venezolano. Al mismo tiempo el presidente Trump admitió
abiertamente que había dado luz verde a la CIA para
operaciones secretas en Venezuela, según fuentes estadounidenses con un mandato
amplio que va desde la colaboración con grupos opositores locales hasta
acciones letales en territorio venezolano.
El despliegue
bélico y los ataques contra las embarcaciones se venden como una «guerra contra
las drogas», pero esa excusa no es válida por dos razones. En primer
lugar, Colombia y Ecuador constituyen las
principales rutas de la cocaína hacia Estados Unidos. Como mucho, Venezuela
desempeña un papel secundario en este tráfico de drogas.
En segundo
lugar, es evidente que un despliegue militar de tal envergadura es totalmente
inapropiado para una operación contra el narcotráfico. Aquí se persigue un
objetivo mucho más agresivo. El gobierno de Trump no lo dice abiertamente, pero
está claro que mantiene abierta la opción de ataques terrestres con el objetivo
de un cambio de régimen.
Motivos declarados
A ojos de
Washington Venezuela combina tres «pecados»: las mayores reservas de petróleo
del mundo sobre las que Estados Unidos no tiene control, una política exterior
soberana —con alianzas con China, Rusia, Irán, la OPEP y redes Sur-Sur— y un
proyecto social que destina las riquezas naturales a fines públicos.
Por eso, desde
1998, cuando Hugo Chávez fue elegido presidente, Estados Unidos ha hecho todo
lo posible para llevar a cabo un cambio de régimen e instalar un gobierno
títere, lo que incluye sanciones económicas, guerra diplomática, intentos de
golpe de Estado, influencia y manipulación de elecciones, incluso operaciones
secretas.
Recientemente,
la general Laura Richardson, la antigua comandante del Comando Sur
estadounidense, que dirige las operaciones militares estadounidenses en el
Caribe y alrededor de Venezuela, admitió abiertamente lo que Washington
suele ocultar tras palabras como «democracia» y «derechos humanos». Según ella,
la política de Estados Unidos en América Latina en realidad trata de controlar
las enormes riquezas naturales de la región —petróleo, litio, oro y tierras
raras— necesarias para el poder militar y tecnológico occidental.
Asimismo,
señaló especialmente que las enormes reservas de recursos de Venezuela es la
verdadera razón detrás de los intentos desde hace décadas de producir un cambio
de régimen y de las sanciones económicas contra el país.
La «paloma de la paz» como tapadera de la guerra
Mientras tanto,
en el teatro político aparece un rostro «aceptable» para Estados Unidos para
sustituir al actual presidente Maduro: la líder opositora de extrema derecha
María Corina Machado.
Con el apoyo de
figuras de primer nivel en Washington y un Premio Nobel de la Paz en el
bolsillo, se la pule internacionalmente como alternativa democrática, a
pesar de su papel en el intento de golpe de
2002, su apoyo abierto a las sanciones y a las protestas callejeras violentas
de 2014 y 2017.
La postura de
Machado es clara desde hace años: no negociar, aumentar la presión, endurecer
las sanciones y, si es necesario, intervención militar. Su Premio Nobel llega
precisamente en un momento en que Washington prepara la guerra contra
Venezuela. ¿Será casualidad?
En todo caso,
es francamente cínico que en Occidente se la utilice como icono de la paz en el
momento en que Trump habla abiertamente de ataques terrestres que ella aprueba
y alienta.
Enérgica condena
El gobierno
venezolano solicitó una sesión de emergencia del
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas debido a esta amenaza militar. Allí
se hizo un llamado a la desescalada y al
respeto del derecho internacional. El subsecretario general de la ONU señaló
que los Estados miembros deben llevar a cabo sus operaciones antidroga en
conformidad con el derecho internacional.
El presidente
Nicolás Maduro responde en el propio país con ejercicios de defensa nacional,
el plan “Independencia 200″ y, al mismo tiempo, subraya el llamado al diálogo.
En Caracas y en el estado Miranda, milicias civiles, policía y ejército
entrenan conjuntamente para proteger infraestructuras estratégicas, como la
electricidad, el abastecimiento de agua y los hospitales.
Entretanto, en
América Latina se trabaja en la formación de brigadas internacionalistas para
apoyar a Venezuela. Según João Pedro Stédile, líder del Movimiento de los
Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil, organizaciones sociales de
distintos países de América Latina coordinan sus esfuerzos para enviar
activistas que se pongan a disposición para ayudar a Venezuela a defenderse de
la agresión de Estados Unidos. Se inspira en las Brigadas Internacionales de la
guerra civil española, cuando voluntarios de muchos países acudieron a defender
a la República española.
Varios
presidentes de la región se han pronunciado contra la amenaza de guerra de
Washington. Gustavo Petro, presidente de Colombia, advirtió que
cualquier ataque a Venezuela sería considerado una agresión contra toda América
Latina y el Caribe. «América Latina y del Sur, y el Caribe debe unirse ya para
rechazar y reaccionar, más allá del discurso, contra cualquier agresión a la
patria de Bolívar y al territorio latinoamericano y caribeño. Venezuela es de
los venezolanos», afirmó Petro.
También el
presidente brasileño Lula se
pronunció con firmeza contra la agresión de Estados Unidos: “El
pueblo venezolano es dueño de su destino. Y no es ningún presidente de otro
país quién debe opinar cómo será Venezuela”.
China condenó toda amenaza o uso de la
fuerza en las relaciones internacionales. Beijing rechaza rotundamente toda
injerencia extranjera en los asuntos internos de Venezuela, bajo cualquier
pretexto. Condena toda acción que ponga en peligro la paz y la estabilidad en
la zona.
En Estados
Unidos un grupo de senadores de ambos partidos presentó una resolución para impedir
que el presidente Trump lleve a cabo acciones militares contra Venezuela sin la
aprobación del Congreso. Buscan así restablecer la competencia constitucional
del Congreso para declarar la guerra y detener la expansión del poder militar
de Trump en el Caribe bajo el pretexto de la «guerra contra las drogas».
También es muy
llamativo que el almirante Alvin Holsey, jefe del Comando Sur estadounidense,
haya presentado su renuncia. Según The New York
Times, Holsey se opone al despliegue masivo de tropas en la
región y al bombardeo de cinco embarcaciones venezolanas, ataques para los
cuales no se aportó ninguna prueba de que se tratara de barcos de la droga.
Dentro del Pentágono habrían surgido graves discrepancias entre Holsey y el
ministro de Guerra Pete Hegseth, y según Reuters el
almirante dimitió justo antes de un posible despido.
Petróleo, ideología y mentiras
Quien recuerda
2003 ve fácilmente paralelos. En aquel momento las armas de destrucción masiva
debían justificar la invasión de Irak. El objetivo real era rediseñar
geopolíticamente la región y controlar del petróleo.
El
«narcoterrorismo» y una «amenaza para Estados Unidos» sirven hoy de pretexto
retórico. El objetivo final sigue siendo el mismo: cambiar de régimen y
desmantelar la Revolución Bolivariana, un importante referente anticolonial en
América Latina.
La historia
enseña que las intervenciones militares tienen un alto coste: miles y miles de
personas muertas, países devastados y una región en permanente inestabilidad.
Basta recordar Irak y Libia. Por lo tanto, el actual despliegue bélico frente a
las costas de Venezuela es extremadamente inquietante y se debe rechazar de la
manera más enérgica posible.
Texto
original: https://www.dewereldmorgen.be/
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