Según
el informe de Oxfam Takers not Makers, el número de personas que viven en la
pobreza apenas ha cambiado desde 1990. La economía que Castro propugnaba era
una economía de liberación nacional. Valoraba la soberanía de las naciones y la
dignidad de sus pueblos.
Fidel y la economía
El Viejo Topo
7 septiembre, 2025
LA ECONOMÍA DE
LIBERACIÓN NACIONAL DE FIDEL
El 13 de agosto
de 2025 se cumplió el 99 aniversario del nacimiento del revolucionario cubano
Fidel Castro. También marca el inicio de un año de celebraciones por su
centenario. Castro es conocido por muchas cosas: revolucionario empedernido,
orador carismático, diplomático hábil y brújula moral del proyecto del Tercer
Mundo.
Pero Castro
también fue un teórico marxista inmerso en la lucha práctica de la revolución y
la construcción socialista. Asumió el liderazgo de una economía agrícola que
era el producto de 400 años de colonización, al tiempo que se enfrentaba a
restricciones externas sin precedentes en forma de un embargo económico de más
de seis décadas por parte de los Estados Unidos. Esto significaba que Castro
probablemente tenía que pensar en la economía y en el desarrollo más que la
mayoría de los líderes. Era una cuestión fundamental para la supervivencia de
Cuba.
En la coyuntura
actual, en la que el aumento del proteccionismo, el militarismo y el
unilateralismo del Norte Global amenazan las perspectivas de paz y desarrollo
de la mayoría mundial, vale la pena revisar algunos elementos del pensamiento
económico de Castro.
LA
INDUSTRIALIZACIÓN NO PUEDE ESPERAR ETERNAMENTE
En octubre de
1953, tras el heroico asalto al cuartel Moncada, Castro fue detenido y juzgado,
donde pronunció su emblemático discurso La historia me absolverá.
Este discurso
ofrece algunas de las primeras ideas sobre la frustración de Castro por el
subdesarrollo de Cuba, su análisis de las causas fundamentales y su deseo de
desencadenar una transformación social:
Salvo algunas
industrias alimenticias, madereras y textiles, Cuba sigue siendo principalmente
un productor de materias primas. Exportamos azúcar para importar dulces,
exportamos pieles para importar zapatos, exportamos hierro para importar
arados…
Todos están de
acuerdo en la urgente necesidad de industrializar la nación, en que necesitamos
industrias siderúrgicas, papeleras y químicas, en que debemos mejorar nuestra
producción ganadera y cerealista, la tecnología y la transformación de nuestra
industria alimentaria para defendernos de la ruinosa competencia de Europa en
productos lácteos, leche condensada, licores y aceites comestibles, y de los
Estados Unidos en conservas; en que necesitamos buques de carga; en que el
turismo debe ser una enorme fuente de ingresos. Pero los capitalistas insisten
en que los trabajadores permanezcan bajo el yugo. El Estado se queda de brazos
cruzados y la industrialización puede esperar eternamente.
De este pasaje
se pueden extraer algunos puntos clave. En primer lugar, la conciencia de
Castro sobre la división internacional del trabajo que había relegado a Cuba a
ser un productor de materias primas. En segundo lugar, su comprensión de la
necesidad tanto de una industrialización pesada como de una modernización
agrícola para desarrollar el país. En tercer lugar, que la clase capitalista
local, contrariamente al análisis clásico, prefería frenar el desarrollo de las
fuerzas productivas para impedir un mayor desarrollo de la clase obrera. En
cuarto lugar, que las estructuras estatales existentes y los intereses de clase
nacionales que las gobernaban eran un obstáculo para el desarrollo del país.
Este breve
pasaje demuestra que Castro, entonces de veintisiete años, ya tenía una
comprensión muy aguda de los problemas del subdesarrollo. Quizás había leído el
texto clásico de Raúl Prebisch sobre el subdesarrollo, El desarrollo económico
de la América Latina y algunos de sus principales problemas, publicado tres
años antes, en 1950. O quizás llegó a este análisis a través de sus propias
experiencias en la revolución y en las discusiones con sus compañeros.
DE LA
LIBERACIÓN DE CUBA A LA EMANCIPACIÓN DEL SUR GLOBAL
Puede que
Castro comenzara su carrera revolucionaria como portavoz de la liberación de
Cuba, pero a medida que crecía su prestigio internacional, pronto se convirtió
en un icono de la emancipación de todo el Sur Global. En 1983, en la VII Cumbre
de la Conferencia de Países No Alineados en Nueva Delhi, Castro presentó el
informe titulado La crisis económica y social mundial: su impacto
en los países subdesarrollados, sus sombrías perspectivas y la necesidad de
luchar si queremos sobrevivir. Aunque impreso bajo el nombre de Castro, la
introducción del informe reconoce que se trataba de un esfuerzo colectivo: un
producto de la cooperación entre economistas del Centro de Investigaciones
Económicas Mundiales de Cuba y el Centro de Investigaciones Económicas
Internacionales de la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana.
El informe
argumentaba que las crisis de 1979-1982 se originaron en una crisis de
sobreproducción en los países industrializados. La respuesta monetarista a esta
crisis (es decir, el aumento de las tasas de interés) contribuyó a
externalizarla y transmitirla a los países no industrializados, provocando la
depreciación de las monedas, el aumento de los déficits comerciales, una
elevada inflación, pobreza y un aumento general de la brecha entre los países
industrializados y los no industrializados. El análisis de Castro no era una explicación
lineal de la crisis, sino un análisis coyuntural que tenía en cuenta una serie
de factores, entre ellos la carrera armamentística y las crisis alimentaria y
energética.
El informe
termina con una agenda de acción exhaustiva, en la que se destaca la necesidad
de unidad dentro del Sur Global, al tiempo que se defiende que la solución a
las propias crisis del Norte Global sería poner fin a la explotación del Sur:
El atraso
económico, la falta de medios financieros, la grave contracción del comercio exterior,
el hambre, el desempleo y la ausencia de las condiciones de vida más básicas en
el Tercer Mundo no pueden, a largo plazo, ser beneficiosos para ninguno de los
países capitalistas desarrollados. Por el contrario, el resultado positivo de
nuestra situación tendría una influencia favorable en el auge del comercio
mundial y aliviaría el desempleo, la infrautilización de las capacidades
instaladas y el estancamiento de sus economías. Es una verdad obvia que, si
nuestras economías se expandieran, esto ayudaría a reducir la tensa situación
de crisis que se ha generado en esos países. La continuación de la explotación
que está arruinando al Tercer Mundo terminaría inexorablemente en la ruina para
todos.
Esas tres
últimas palabras, “ruina para todos”, se hacen eco de la advertencia de Karl
Marx y Friedrich Engels en el Manifiesto Comunista de que las
luchas de clases pueden culminar “o bien en una reconstitución revolucionaria
de la sociedad en su conjunto, o bien en la ruina común de las clases en
conflicto”. Castro toma este pronóstico y lo adapta a la era del imperialismo.
Él estaba a favor de la reconstitución revolucionaria de la sociedad.
Casi dos
décadas después, Castro se presentó como una figura solitaria en la Cumbre del
Milenio de la ONU en Ginebra. Este fue el último discurso de Castro en la ONU y
lo pronunció en el momento álgido de la globalización neoliberal y el Consenso
de Washington. Fue mucho más breve que su famoso discurso de 1960 en la ONU,
pero no menos significativo. Comenzó con una pulla a los países del Norte
Global, que “monopolizan el poder económico, político y tecnológico” y “ofrecen
más de las mismas recetas que solo han servido para hacernos más pobres, más
explotados y más dependientes”. Concluyó diciendo que “no hay nada en el orden
económico y político existente que pueda servir a los intereses de la
humanidad”.
HACIA UNA
ECONOMÍA DE LA LIBERACIÓN NACIONAL
La economía
nunca ha sido un campo de investigación neutral en cuanto a valores. Su
configuración como campo académico diferenciado es resultado del nacimiento del
capitalismo. La economía tal y como la conocemos ha tenido que proporcionar
históricamente una cobertura ideológica a al menos tres luchas de clases
distintas: en primer lugar, la lucha entre los intereses feudales
terratenientes y los capitalistas industriales emergentes; en segundo lugar, la
lucha entre los capitalistas y los trabajadores; y en tercer lugar, la lucha
entre las naciones industrializadas y las naciones colonizadas e
imperializadas. Estas luchas han definido la moralidad (o la falta de ella) del
campo de la economía.
La economía de
Castro era una economía de liberación nacional. Valoraba la soberanía de las
naciones y la dignidad de sus pueblos. Como todos los modelos económicos, se
puede decir que contiene algunas suposiciones: existe una restricción externa,
la división internacional del trabajo impuesta por las corporaciones
multinacionales y las instituciones financieras internacionales existentes.
Además, cualquier intento de superar esta restricción conduce a la violencia:
golpes de Estado, asesinatos, sanciones y embargos. Y, por último, la mayoría
de la población del Sur Global, y de hecho de todo el mundo, tiene un interés
común en unirse para poner fin a este sistema de explotación y a la
polarización y las crisis que genera.
En su último
discurso, pronunciado en 2017 en el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba,
Castro afirmó que “las ideas de los comunistas cubanos permanecerán como prueba
de que en este planeta, si trabajamos con fervor y dignidad, se pueden producir
los bienes materiales y culturales que necesitan los seres humanos”.
Es interesante
la expresión “las ideas pueden producir los bienes que necesitan los seres
humanos”.
Según el
informe de Oxfam Takers not Makers, el número de personas que viven
en la pobreza apenas ha cambiado desde 1990. En los últimos diez años, la
riqueza del 1% más rico de la población mundial ha aumentado en más de 33,9
billones de dólares, lo suficiente para acabar con la pobreza veintidós veces.
Quizás sea hora
de nuevas ideas.
Fuente: Globetrotter
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