sábado, 18 de octubre de 2025

¿Para qué sirve nuestro sistema educativo? [España]

 

Ante la inexistencia –en España– de un proyecto de país, es hasta cierto punto lógico que no exista un proyecto educativo potente y coherente. Pero lo de lógico no es, en este caso, un atributo positivo. Más bien es lamentable. Y lleva tiempo siendo así.


¿Para qué sirve nuestro sistema educativo?


Miguel Ángel Cerdán Pérez

El Viejo Topo

18 octubre, 2025 



En cualquier Instituto de Enseñanza Secundaria de España hay una enorme concentración de talento. Una concentración de talento muy superior a la que pueda haber en una empresa media de nuestro país. No sé si los españoles son muy conscientes de que en un IES pueden encontrarse con economistas, ingenieros, arquitectos, matemáticos, físicos, periodistas, filólogos, filósofos, químicos, informáticos, biólogos, etc., trabajando y prestando sus servicios.  Son los profesores de los jóvenes españoles. Y ahí están subempleados, digámoslo alto y claro. Y lo están por dos motivos. Por un lado,  por nuestro propio sistema educativo. Y por otro lado,   por una estructura productiva como la española, con una penosa clase empresarial que no da muchas más opciones al talento español.

En el total de institutos públicos  de nuestro país hay un total de más de 250.000 profesores, de los que aproximadamente el 60 % son mujeres. Están subempleados, es decir empleando menos talento del que sus conocimientos, aptitudes y habilidades les permite, por dos razones. En primer lugar por un muy deficiente sistema educativo, diseñado por leyes cada una de ellas peor que la anterior, con el que nuestros alumnos y alumnas salen cada vez peor formados y con menos conocimientos. No es que lo diga yo. Es que lo dicen todas las estadísticas internacionales, como las de la OCDE, o diversos estudios como el último del IVIE, que indican que los jóvenes españoles tienen peor formación que los que cursaron en su momento la EGB. Además de una inversión en relación al PIB siempre por debajo de la media de la Unión Europea, todo esto es consecuencia de unas leyes y de un sistema educativo que únicamente busca la mediocridad y tener “estabulados” a los jóvenes, si se me permite la expresión. Lo importante es no repetir. No los conocimientos. Todo ello aderezado con una fraseología y una terminología obtusa y oscura para encubrir lo evidente. No interesa formar “ciudadanos  críticos” más allá de usar ese lema como mero marketing de cara a la galería. Y en segundo lugar tenemos que mencionar  que todo esto ocurre porque el profesorado está despojado de toda autoridad, y nuestros centros de enseñanza se han convertido en una mezcla de heterogeneidad, ruido e indisciplina que hacen que dos de cada 10 docentes se planteen abandonar la enseñanza y que el pensamiento predominante sea llegar sano y salvo a un nuevo día.

Debemos incidir en el mismo sentido que además de un prestigio social que se ha derrumbado en las últimas décadas, el profesorado español ha perdido un 30 % de poder adquisitivo en los últimos 25 años, lo que se dice pronto. Aún así, es una opción que sigue teniendo un enorme tirón entre nuestros licenciados, arquitectos e ingenieros. Y aunque no me gusta hablar de vocación, porque la vocación considero que es cosa de curas, es algo claro que a muchos aspirantes a docentes les gusta enseñar. También buscan, y aquí tendremos que hablar de la empresa española, estabilidad, una conciliación de la vida laboral y familiar y poder formar una familia y tener hijos, algo especialmente valorado por las mujeres. Y esto es algo que sólo encuentran en los centros públicos. Como también encuentran allí la seguridad de que no te despedirán a los 50 años, algo cada vez más frecuente en la empresa privada de nuestro país.

Tenemos que hablar pues de por un lado el penoso sistema productivo español. Y por otro lado de una clase empresarial en buena medida lamentable. Así, nuestros empresarios no buscan retener talento. Lloriquean pero pagan salarios miserables y explotan hasta la extenuación, acostumbrados y en busca de competir sólo en base a mano de obra barata y llenarse así los bolsillos. De esta manera nos encontramos con ingenieros o ingenieras de caminos que ganan de sueldo, después de cinco años de permanencia en la empresa,  menos que un reponedor de supermercado. O de ingenieros aeroespaciales que cobran 1.000 euros al mes como becarios. Sí, eso pasa y está pasando en nuestro país. Y es que si los salarios en general de los españoles están a la cola de Europa, los sueldos de los titulados universitarios de nuestro país son el hazmerreir del mundo. Así, el salario de un licenciado español apenas es un 60 % superior a alguien que no tenga estudios. En Europa son muy superiores, y así el salario de un licenciado alemán por ejemplo supera en un 177 % el sueldo de alguien que no tenga estudios. No es extraño pues que ahora que tienen idiomas y saben moverse por el mundo muchos de nuestros jóvenes mejor formados opten por irse a trabajar al extranjero. Otros prefieren dedicarse a enseñar en nuestros IES. Algo que indica que nuestro sistema económico, que nuestro sistema productivo está muy enfermo y que por supuesto subemplea y desprecia el talento.

Todo esto no debería extrañarnos ya que, como han demostrado Carreras y Tafunell, el supuesto milagro económico español de principios de siglo se hizo en base a la construcción y a un sector servicios de muy escaso valor añadido, mientras que la supuesta recuperación de la Crisis, como indican los mismos autores, se ha conseguido en base a salarios muy bajos y mano de obra de abundante en sectores de escaso o nulo valor añadido. Ese es nuestro sistema productivo.

Entonces, respondiendo a la pregunta del principio: ¿Para qué sirve nuestro sistema educativo? Para formar cada vez peor a nuestros jóvenes y que se conformen con trabajos y salarios pésimos por un lado y para subemplear a buena parte del talento que produce nuestro país. Así son las cosas, y así las contamos.

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