Somos marxistas, somos de izquierda
Rebelion / Ecuador
18/02/2025
Fuentes: Rebelión
Al referirse a
los “marxistas legales”, que ostentaban ese título con vanidad intelectual,
Karl Marx dio su respuesta: “lo que está claro es que yo no soy marxista”
(1882). La frase tenía doble sentido: criticar a quienes, si bien pretendían
ser sus seguidores, simplemente asumían posiciones para descalificar a los
adversarios políticos; y, además, cuestionar su falta de conocimientos
fundamentados en investigaciones rigurosas. El complemento lo dio Friedrich
Engels: “En general, la palabra materialista les sirve a
muchos jóvenes escritores alemanes de simple frase mediante la cual se rotula
sin más estudio toda clase de cosas; pegan esta etiqueta y creen que la
cuestión está resuelta. Pero nuestra concepción de la historia es, sobre todo,
una guía para el estudio, y no una palanca para construir a manera de los
hegelianos”.
Ante todo, hay que
considerar que el marxismo es una teoría compleja, elaborada en el transcurso
de la vida de Marx (1818-1883) y que tuvo cambios desde los escritos de
juventud hasta los últimos durante los tres años finales de su vida. Algunos
libros de Marx y Engels son más conocidos que otros; pero desde 1998 se
desarrolla el proyecto MEGA (Marx-Engels Gesamtausgabe) de las obras completas,
que incluye 200 cuadernos, aún de difícil acceso por publicarse solo en alemán.
En todo caso, el centro de los estudios de Marx fue, en general, Europa; el
capitalismo la esencia de sus descubrimientos; las investigaciones sobre el
colonialismo, las nacionalidades, el medio ambiente, la cuestión femenina, así
como India, China y especialmente Rusia, son prácticamente en sus últimos años.
América Latina fue una región de menor atención.
El marxismo
después de Marx es gigantesco. Uno de los estudios sobre este tema son los doce
tomos que publicó el historiador inglés Eric J. Hobsbawm (1917-2012).
Igualmente, el filósofo latinoamericano Enrique Dussel (1934-2023) hizo el
seguimiento en tres tomos a la trayectoria del pensamiento de Marx. También
cabe destacar al científico chileno Alejandro Lipschütz (1883-1990) con “Marx y
Lenin en la América Latina y los problemas indigenistas” (1974), que da
continuidad a las reflexiones de José Carlos Mariátegui (1894-1930), pionero en
el tema. Contemporáneamente están, entre otros: Michael Löwy, quien en “El
marxismo en América Latina” (2007) ofrece una antología de los distintos
marxismos en la historia de la región; Pablo Guadarrama investiga “Marxismo y
antimarxismo en América Latina” (2023); y también “El renacer de Marx” (2024)
coordinado por Marcello Musto, que permite acercarse a los nuevos temas del
marxismo. No hay estudios similares en Ecuador, aunque si varios sobre la
historia de los partidos o agrupaciones de “la izquierda”, que demuestran que
no solo ha existido en el país una izquierda “marxista”, sino varias.
Después del
derrumbe del socialismo de tipo soviético, el marxismo perdió su antigua
influencia cultural, al mismo tiempo que los partidos y organizaciones
seguidores de Marx se derrumbaron. Pero el marxismo volvió a despegar con el
avance del siglo XXI entre otras razones porque se agotó la globalización
transnacional y el mundo entró a una época multipolar en la cual está en marcha
el desplazamiento de la hegemonía de los Estados Unidos y es visible el ascenso
de China, con la construcción del socialismo por una vía muy particular, que se
fundamenta abiertamente en la teoría marxista, a la que el mismo presidente Xi
Jinping ha contribuido. En América Latina el socialismo cubano sobrevive con
limitaciones extremas debidas al bloqueo más inmoral en la historia
contemporánea. Son procesos excepcionales.
Pero
coincidiendo con el mismo siglo, se generalizaron en buena parte de la región
los gobiernos progresistas que definieron una esfera política distinta a las
tradicionales y que asumieron la representación de una nueva izquierda,
en la que destacaron Ecuador (Rafael Correa), Bolivia (Evo Morales) y Venezuela
(Hugo Chávez) con sus propuestas de “socialismo del siglo XXI”. Es un proceso
histórico inédito, en medio de sectores políticos e intelectuales que solo
admiten como “izquierda” a las organizaciones y movimientos que se autodefinen exclusivamente
como “marxistas”.
El progresismo
latinoamericano es, ante todo, una fuerza política de convergencia de
sectores sociales que cuestionan al capitalismo, quieren terminar con el
neoliberalismo por los desastres humanos que ha ocasionado, se inscriben en las
instituciones de la democracia occidental para transformarla en democracia
popular sostenida por los distintos movimientos sociales y que, sobre todo,
admiten la edificación de una economía de tipo social, como parte
de un proceso de largo plazo, que incluso puede sentar las bases para un futuro
socialista. Es una vía en construcción al compás de las coyunturas
latinoamericanas, sobre la cual no existen recetas preestablecidas como las que
el marxismo clásico pudo ofrecer en el pasado.
Todo ello
explica las variadas formas del progresismo, que puede confundirse con la vieja
socialdemocracia, como un nuevo desarrollismo o con un neo keynesianismo, pero
que también tiene militantes y partidarios marxistas.
En Ecuador la
lucha política definida en las recientes elecciones presidenciales y
legislativas (9/2/2025) ilustra la situación que predomina en América Latina:
pasaron al balotaje el presidente Daniel Noboa, en quien se resumen los
intereses de las élites oligárquicas y el empresariado neoliberal/libertario, y
Luisa González, expresando al sector progresista de nueva izquierda. Si bien el
candidato Leonidas Iza ocupó el tercer lugar con el 5.25% de los votos
provenientes sobre todo del movimiento indígena, los resultados electorales dan
cuenta de que también hubo sectores indígenas que votaron por Noboa, quien
triunfó en toda la Sierra (excepto una provincia) y en cuatro de las seis
provincias amazónicas (https://elecciones2025.cne.gob.ec).
Resulta difícil
concluir que todo el movimiento indígena es “marxista”, “mariateguista” (bit.ly/3wjWFPk) o de izquierda “auténtica y verdadera” frente
a la “socialdemócrata” Luisa González. Lo que ha quedado en claro en el país es
la necesidad de la unidad y convergencia de las dos principales fuerzas
sociales y populares: la Revolución Ciudadana y Pachakutik-CONAIE, si se busca
asegurar el triunfo en la segunda vuelta frente al bloque de poder constituido
en torno al presidente-candidato Noboa. Ambas fuerzas tienen coincidencias
programáticas en múltiples cuestiones nacionales y el desafío por superar
experiencias de confrontaciones o resentimientos mutuos en el pasado. Tanto
líderes y miembros del “correísmo” como de los indígenas y trabajadores han
sufrido persecución, lawfare, criminalización. Las movilizaciones indígenas de
2019 y 2022 afrontaron represiones brutales desatadas por gobiernos
empresariales que les tildaron de “terroristas”.
De su parte, el
marxismo es una teoría que proporciona los fundamentos centrales de las
ciencias sociales y permite descubrir los ejes del poder, la naturaleza de las
luchas de clases, el tejido económico complejo del capitalismo. Pero en América
Latina toca realizar un esfuerzo constante para entender los procesos
históricos propios y contemporáneos. Tal como en su tiempo Marx criticó a
cierto marxismo, hoy los problemas latinoamericanos no pasan por considerar a
esta teoría como la fuente para declararse en posesión exclusiva de la
izquierda “auténtica y verdadera”. Sobre todo en medio de los variados
“marxismos”.
Blog del
autor: Historia y Presente
www.historiaypresente.com
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