Los efectos de la retirada de
EE.UU. de la Organización Mundial de la Salud
Rebelion
22/02/2025
Fuentes: Ganas
de escribir
Una de las primeras órdenes ejecutivas firmadas por el presidente de
Estados Unidos, Donald Trump, fue la retirada de su país de la Organización
Mundial de la Salud (OMS), una decisión que poco después secundó el presidente
de Argentina, Javier Milei. Esta medida tendrá efectos críticos en la salud
global, en especial en los países más pobres, pero también en Estados Unidos y
en Argentina, si no se revierte en los 12 meses que quedan para que se haga
efectiva.
La orden
dictada por el presidente estadounidense es difícil de calificar. Cuesta
determinar si es un acto de profunda crueldad o una muestra más de la
impresionante ignorancia de la que presume la legión de negacionistas,
antivacunas o terraplanistas que, a base de mentiras, se multiplican como las
setas en todo el mundo.
Una organización esencial para el planeta
La OMS, fundada
en 1948, es una organización internacional que cuenta actualmente con 194
países miembros, lo que representa prácticamente la totalidad de los Estados
reconocidos a nivel global. Sus funciones son esenciales para la promoción de
la salud en todo el planeta: evalúa, monitorea, proporciona información,
asesora y establece estándares internacionales, presta ayuda a los países más
pobres y actúa ante epidemias o desastres.
Su intervención
ha sido decisiva para erradicar la viruela, reducir casos de polio en todo el
mundo en un 99%, o la prevalencia de la malaria y el tracoma. Sin la OMS,
hubiera sido imposible lograr avances en materia de salud, así como igualdad en
el acceso a servicios sanitarios en casi todos los países.
Estados Unidos
ha ejercido un papel fundamental para la organización desde sus inicios. No
solo por ser su mayor contribuyente financiero, tanto en aportes obligatorios
como en donaciones voluntarias de diversas fuentes, sino también por su
capacidad operativa a la hora de brindar asistencia y por la valiosa
contribución de su sistema de información e investigación. Muchos analistas
internacionales señalan que la OMS proporcionó también a Washington mucho
prestigio e influencia, además de abrirle las puertas para obtener otros beneficios
complementarios. Y, por ello, la medida que ahora propone el presidente Trump
implica renunciar a su propio legado como potencia sanitaria global. Y es
seguro que tendrá un efecto contrario al que aparentemente busca.
Su orden se
justifica afirmando que la OMS depende de la política de algunos países. Sin
embargo, lo que paradójicamente ocurrirá, si finalmente Estados Unidos se
retira, renunciando a su liderazgo, será que otros países, encabezados por
China, tomarán el relevo y aumentarán su influencia global.
Una medida inhumana y cruel
La retirada de
EE.UU. y de otros países, como Argentina, supondrá que esta organización
dispondrá de casi un 20% menos de presupuesto. Un recorte significativo que, si
no se compensa con aportes más cuantiosos de otros miembros, causará un gran
daño para la salud mundial.
Todos los
países, sin excepción, van a sufrir los efectos de la menor capacidad de esta
organización para evaluar, prever, asesorar, coordinar, actuar o ayudar frente
a enfermedades, pandemias o catástrofes sanitarias. Pero es lógico y será
inevitable que el perjuicio sea mucho mayor en los más pobres, en donde los
sistemas nacionales de salud son más débiles y con mayor dependencia exterior.
Claramente, la
decisión que han tomado Trump o Milei podría llevar a la enfermedad o a la
muerte a cientos de miles de seres humanos.
Ahora bien, la
medida de ambos presidentes es doblemente cruel porque perjudica incluso a sus
propias naciones. Hay que ser muy ignorante para no darse cuenta de que Estados
Unidos o Argentina también sufrirán las consecuencias de esta decisión.
Las epidemias,
infecciones o enfermedades que la OMS ayuda a combatir no entienden de
fronteras, como ha demostrado el Covid-19. Por lo tanto, cuanto más se expandan
fuera de un país, más riesgo tendrán de sufrirlas también los que hayan
abandonado la organización. Retirarse de ella limita la experiencia y capacidad
de monitoreo del sistema de salud, retrasa las respuestas y, sin la cooperación
activa de una organización global, se tendrá más dificultades para hacer frente
a riesgos sanitarios, como la gripe aviar o brotes de sarampión, que ya han
empezado a manifestarse, o a otros que puedan venir en el futuro.
Así lo
advierten especialistas como Jesse
Bump, profesor de políticas de salud global y director ejecutivo del Programa
Takemi en Salud Internacional, quien recientemente declaró que
en Estados Unidos serían “más vulnerables a la importación de enfermedades que
se propagarían a otros lugares (…) Con la disminución de la inmunización contra
las enfermedades infantiles, es más probable que tengamos brotes de polio,
sarampión y similares”.
En un mundo tan
interconectado como el actual, aislarse de organismos cuyo objetivo es combatir
enfermedades globales –ya sea por razones financieras, como dice Trump, o por
autonomía, como sostiene Milei– recuerda a la tremenda insensatez de los ricos
que, hace más de cien años, protestaban cuando tenían que pagar el saneamiento
de los barrios populares de sus ciudades. Sin entender que cualquier tipo de
enfermedad, desatada por falta de saneamiento, se propagaría sin remedio y
llegaría también a sus casas.
Mentiras y negacionismo de la ciencia
Tanto Trump
como Milei, junto a los equipos de oligarcas multimillonarios que los
acompañan, han tomado esa decisión mintiendo a sus compatriotas.
El mandatario
de EE.UU. se
queja del coste financiero de la contribución obligatoria de su
país, sin mencionar que esta se fija objetivamente en función de la población y
el Producto Interno Bruto. Y sin considerar los beneficios que le producciones.
Como también acusa sin pruebas a la OMS de dependencia política, cuando su país
es el más influyente de todos.
Por su parte,
Milei afirma que toma esta decisión para tener «más
flexibilidad para adoptar políticas» y para que ningún «organismo internacional
intervenga en nuestra soberanía». Pero oculta que esta organización no dicta ni
impone políticas, sino que, a lo sumo, hace recomendaciones que pueden seguirse
o no.
La OMS pudo
haber tenido retrasos e incluso haber cometido errores en la última pandemia de
Covid-19, pero en ningún caso esto justifica que algún país la abandone por esa
razón. Por el contrario, debería impulsarlos a fortalecerla.
Al sostener que
sus decisiones responden a ideologías o preferencias políticas y no de
conclusiones científicas, lo que hacen Trump, Milei y su cohorte de oligarcas
es precisamente destruir la confianza en el soporte más potente que ha tenido
el progreso de la humanidad a lo largo de la historia: la ciencia.
Lo hacen porque
saben perfectamente que la única forma de consolidar su estrategia de dominio
imperial es engañar y mantener a los pueblos en la ignorancia y la confusión.
Ya lo dijo el libertador latinoamericano Simón Bolívar ante el Segundo Congreso
de Venezuela en 1819: “La esclavitud es hija de las tinieblas y un pueblo
ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción.”
Esperemos que
haya presión social y se imponga la sensatez. Las consecuencias de esta
decisión irresponsable, si no se revierte, serían dramáticas.
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