La purga del Estado profundo y el camino a la dictadura
Rebelion
| 22/02/2025 |
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo
La guerra de la Administración Trump contra el Estado profundo no es
purificadora. No va a liberarnos de la tiranía de las agencias de inteligencia,
de la policía militarizada, del mayor sistema penitenciario del mundo o de las
multinacionales depredadoras ni va a suponer el final de la vigilancia de
masas. No restaurará el imperio de la ley para exigir que rindan cuentas los
poderosos y los más ricos. No moderará el gasto desmesurado e irresponsable del
Pentágono, que asciende a un billón de dólares.
Todos los movimientos
revolucionarios, ya sean de izquierda o de derecha, desmantelan las antiguas
estructuras burocráticas. Tanto los fascistas en Alemania como los bolcheviques
en la Unión Soviética realizaron purgas agresivas en la administración pública
una vez alcanzado el poder. Con toda razón, consideran dichas estructuras como
un enemigo que obstaculizaría su poder absoluto. Es un golpe de Estado gradual.
Ahora nosotros tenemos el nuestro.
Como ocurrió en
los primeros años de la Unión Soviética y la Alemania nazi, las batallas de
retaguardia están teniendo lugar en los tribunales y los medios de comunicación
abiertamente hostiles a Trump. Al principio se producirán victorias pírricas
-los bolcheviques y los nazis fueron frenados por sus propios poderes judiciales
y su prensa hostil-, pero poco a poco las purgas, ayudadas por un liberalismo
en bancarrota que ya no defiende nada ni lucha por nada, asegurarán el triunfo
de los nuevos amos.
La
Administración Trump ha expulsado o despedido a los funcionarios que investigan
irregularidades en el gobierno federal, incluidos 17 inspectores generales. Las
agencias federales de aplicación de la ley y de inteligencia, como el FBI y la
Seguridad Nacional, están siendo purgadas de aquellos considerados hostiles a
Trump. Los tribunales, plagados de jueces vengativos, serán mecanismos de
persecución de los “enemigos” del Estado y ofrecerán protección a los poderosos
y los ricos. El Tribunal Supremo, que ha concedido inmunidad legal a Trump, ya
ha llegado a esta fase.
“La purga original
que se produjo tras la caída del Sha [en Irán] buscaba librar a los ministerios
de los altos cargos remanentes del antiguo régimen y proporcionar puestos de
trabajo a los fieles revolucionarios”, reza un memorando desclasificado de la
CIA, fechado el 28 de agosto de 1980, sobre la entonces recién formada
República Islámica de Irán. “La segunda oleada de purgas comenzó el mes pasado
tras una serie de discursos de Jomeini. Los funcionarios de bajo nivel que
habían formado parte de la burocracia del Sha, los que tenían formación
occidental o los que se consideraba que carecían de pleno fervor revolucionario
han sido retirados o despedidos a una escala cada vez mayor”.
Estamos
repitiendo los pasos que permitieron la consolidación del poder a los antiguos
dictadores, si bien siguiendo nuestra propia idiosincrasia. Quienes elogian
ingenuamente la hostilidad de Trump hacia el Estado profundo -que reconozco que
hizo un daño tremendo a las instituciones democráticas, erosionó nuestras
libertades más preciadas, es un Estado dentro del Estado que no rinde cuentas y
orquestó una serie de intervenciones mundiales desastrosas, incluidos los
recientes fiascos militares en Oriente Próximo y Ucrania- deberían mirar de
cerca lo que se propone para sustituirlo.
El objetivo
final de la Administración Trump no es acabar con el Estado profundo. El
objetivo es acabar con las leyes, reglamentos, protocolos y reglas y con los
funcionarios que las hacen cumplir, que entorpecen el control dictatorial. El
consenso, la limitación del poder, los controles y equilibrios y la rendición
de cuentas están destinados a ser abolidos. Aquellos que creen que el gobierno
está concebido para servir al bien común, en lugar de a los dictados del
gobernante, serán expulsados. El Estado profundo se reconstituirá para servir
al culto del liderazgo. Las leyes y los derechos consagrados en la Constitución
serán irrelevantes.
“Aquel que
salva a su país no viola ninguna ley”. Así se ufanaba Trump en las redes
sociales Truth Social y X.
El caos de la
primera Administración Trump ha sido reemplazado por un disciplinado plan para
sofocar lo poco que queda de la anémica democracia estadounidense. El Proyecto
2025, el Center for Renewing America y el America First Policy Institute ya
recopilaron por adelantado anteproyectos, dictámenes, propuestas legislativas y
de órdenes ejecutivas con todo detalle.
La piedra
angular jurídica de esta deconstrucción del Estado es la “teoría del ejecutivo
unitario”, articulada por el juez del Tribunal Supremo Antonin Scalia en el
voto disconforme que emitió en el caso Morrison contra Olson. En opinión de
Scalia, el Artículo II de la Constitución establece que todo lo que no se
considere parte del poder legislativo o judicial debe ser poder ejecutivo. El
poder ejecutivo, escribe, puede ejecutar todas las leyes de Estados Unidos
fuera de lo que la Constitución otorga explícitamente al Congreso o al poder
judicial. Es una justificación legal para la dictadura.
Aunque el
Proyecto 2025 de la Fundación Heritage no utiliza el término “teoría del
ejecutivo unitario”, sí defiende políticas que concuerdan con los principios de
dicha teoría. El Proyecto 2025 recomienda despedir a decenas de miles de
funcionarios de la administración y reemplazarlos por personas de probada
lealtad. Uno de las claves de este proyecto es el debilitamiento de las
protecciones laborales y los derechos de los funcionarios públicos, facilitando
su despido a instancias del poder ejecutivo. Russell Vought, fundador del
Center for Renewing America y uno de los principales arquitectos del Proyecto
2025, ha recuperado su puesto como director de la Oficina de Gestión y
Presupuesto que ya ocupó durante la primera presidencia de Trump.
Uno de los
actos finales de Trump en su anterior mandato fue firmar la orden “Creación
del Programa F en el Servicio Excepcional”. Esta orden eliminó las
protecciones laborales de los funcionarios de carrera del gobierno. Joe Biden
la anuló. Ahora Trump se ha vengado resucitándola. Una ordenanza que también
tiene ecos del pasado. La “Ley para la Restauración de la Función Pública
Profesional” de los nazis de 1933 despidió de la función pública a los
opositores políticos y a los no arios, incluidos los alemanes de ascendencia
judía. Los bolcheviques también purgaron de “contrarrevolucionarios” el ejército
y la administración pública.
El despido de
más de 9.500 trabajadores federales -y de otros 75.000 que aceptaron un acuerdo
blindado de cese incentivado como parte de un plan para recortar el 70% del
personal de diversas agencias gubernamentales-, la congelación de miles de
millones de dólares en financiación y la incautación de datos confidenciales
por parte del llamado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus
siglas en inglés) de Elon Musk no tienen nada que ver con la eficiencia.
Los recortes a
las instituciones federales de poco servirán para contener el gasto voraz del
gobierno federal si el presupuesto militar sigue siendo intocable: los
representantes republicanos del Congreso han solicitado un aumento de al menos
100.000 millones de dólares para el ejército en el próximo decenio. Y aunque
Trump quiera acabar con la guerra en Ucrania, como parte de su iniciativa para
construir una alianza con el autócrata de Moscú al que admira, respalda el
genocidio en Gaza. Lo que se pretende con la purga es desmantelar la
supervisión y las protecciones. Es eludir miles de estatutos que establecen las
reglas para las operaciones del gobierno. Se trata de cubrir los puestos
federales con “partidarios” sacados de una base de datos recopilada por el
Conservative Partnership Institute. Se trata de enriquecer a las corporaciones
privadas (incluyendo unas cuantas propiedad de Elon Musk) a las que se
otorgaran lucrativos contratos del gobierno.
Sospecho que
esta deconstrucción también está relacionada con aumentar el “capital en la
nube” de Musk, su infraestructura algorítmica y digital. Musk se propone
convertir X en la “aplicación para todo” (“everything app”). Está lanzando “X
Money”, un complemento de la red social que ofrece a los usuarios un monedero
digital “para guardar dinero y hacer transferencias entre particulares”.
Pocas semanas
después del anuncio de la asociación de X Money con Visa, el [ministerio de
Musk] DOGE solicitó acceso a los datos confidenciales del Servicio de
Recaudación Interna*, incluyendo millones de declaraciones de ingresos. Los
datos incluyen el número de la Seguridad Social y la dirección, detalles sobre
los ingresos de las personas, cuánto dinero poseen, sus propiedades e incluso
los acuerdos sobre la custodia de los hijos. En las manos equivocadas, esta
información puede comercializarse y convertirse en un arma.
Musk está
poniendo en marcha un programa de «IA primero» con el fin de aumentar el papel
de la inteligencia artificial (IA) en las instituciones gubernamentales. Según
[la revista] Wired, está construyendo “un depósito de datos
centralizado” para el gobierno federal. El fundador de [la multinacional]
Oracle, socio comercial de Elon Musk y donante de Trump desde hace tiempo,
Larry Ellison, que recientemente anunció un plan de infraestructuras de IA de
500.000 millones de dólares junto a Trump, instó a las naciones a trasladar
todos sus datos a “una única plataforma de datos unificada” para que puedan ser
“consumidos y utilizados” por modelos de IA. Ellison ha declarado anteriormente
que un sistema de vigilancia basado en IA garantizará que “los ciudadanos se
comporten de la mejor manera posible porque estaremos constantemente grabando e
informando de todo lo que ocurre”.
Como todos los
déspotas, Trump tiene una larga lista de enemigos. Ha retirado las
autorizaciones de seguridad a antiguos funcionarios de su anterior
administración, como el general retirado Mark Milley, que fue el oficial de más
alto rango del ejército durante el primer mandato de Trump, y Mike Pompeo, que
fue director de la CIA y secretario de Estado de Trump. Ha revocado o amenazado
con revocar las autorizaciones de seguridad del presidente Biden y de antiguos
miembros de su administración, como Antony Blinken, ex secretario de Estado, y
Jake Sullivan, ex asesor de seguridad nacional. Está atacando a los medios de
comunicación que considera hostiles, impidiendo que sus reporteros cubran los
actos informativos en el Despacho Oval y desalojándolos de sus espacios de
trabajo en el Pentágono.
Esta lista de
enemigos irá aumentando a medida que mayores segmentos de la población se den
cuenta de que han sido traicionados, el descontento generalizado se haga
palpable y la Casa Blanca de Trump se sienta amenazada.
Una vez esté en
marcha el nuevo sistema, las leyes y reglamentos se convertirán en lo que la
Casa Blanca diga que son. Las instituciones gubernamentales como la Comisión
Electoral Federal, la Oficina de Protección Financiera del Consumidor y el
Sistema de Reserva Federal perderán su autonomía. La deportaciones en masa, la
enseñanza de valores “cristianos” y “patrióticos” en la escuela –Trump ha
prometido “acabar con los radicales, los fanáticos y los marxistas infiltrados
en el departamento federal de educación”- junto con el desmantelamiento de los
programas sociales, incluyendo Medicaid, las viviendas para personas con bajos
ingresos, la formación para el empleo y la ayuda a la infancia, crearán una
sociedad de siervos y amos. Las corporaciones depredadoras, como las industrias
sanitaria y farmacéutica, tendrán licencia para explotar y saquear a un público
impotente. El totalitarismo exige una conformidad total. El resultado, citando
a Rosa Luxemburgo, es la “brutalización de la vida pública”.
Los restos huecos
del antiguo sistema (los medios de comunicación, el Partido Demócrata, el mundo
académico, el caparazón de los sindicatos) no nos salvarán. Enuncian clichés
carentes de significado, se acobardan, persiguen inútiles reformas graduales,
se acomodan y demonizan a los seguidores de Trump sin considerar las razones
por las que le han votado. Se están diluyendo en la irrelevancia. Este hastío
es un denominador común en el aumento del totalitarismo y los regímenes
totalitarios. Engendra apatía y derrotismo.
La “Ley de
Constitución del Día de la Bandera y del Cumpleaños de Trump”, presentada por
la congresista Claudia Tenny es un indicador de lo que vendrá detrás. La ley
designaría fiesta nacional el 14 de junio para conmemorar el “Cumpleaños de
Donald J. Trump y el Día de la Bandera”. El siguiente paso son los desfiles
coreografiados con retratos sobredimensionados del gran líder.
Joseph Roth fue
uno de los pocos escritores alemanes que comprendieron la atracción del nazismo
y su inevitable ascensión. En su ensayo “El auto de fe
del espíritu”, que trata sobre la primera quema masiva de libros de
los nazis, aconsejaba a sus colegas escritores judíos que aceptaran que habían
sido vencidos: “Nosotros, que combatimos en primera línea bajo la bandera de la
espíritu europeo, cumplamos el deber más noble del guerrero derrotado:
Reconozcamos nuestra derrota”.
Roth, colocado
en la lista negra por los nazis, obligado a exiliarse y reducido a la pobreza,
no se engañaba con falsas esperanzas. Se preguntaba: “¿De qué sirven mis
palabras contra los cañones, los altavoces, los asesinos, los ministros
desquiciados, los periodistas estúpidos que interpretan la voz de por sí turbia
de este mundo de Babel mediante los tambores de Núremberg?
Él sabía lo que
estaba por venir.
“Ahora te
resultara evidente que nos dirigimos a una gran catástrofe”, escribió Roth a
Stefan Zweig en 1933, desde su exilio en Francia, a propósito de la toma del
poder por los nazis. “Los bárbaros están al mando. No te engañes a ti mismo. Es
el reinado del infierno”.
Pero Roth
también sostenía que aunque la derrota sea segura la resistencia era un
imperativo moral, una forma de defender la propia dignidad y la santidad de la
verdad. “Hay que escribir, aunque nos demos cuenta de que la palabra impresa ya
no puede mejorar nada”, insistía.
Yo soy tan
pesimista como Roth. La censura y la represión estatal irán en aumento. Quienes
tienen conciencia se convertirán en enemigos del Estado. La resistencia, cuando
se produzca, se expresará en erupciones espontáneas que se manifestarán fuera
de los centros de poder establecidos. Estos actos de desafío se enfrentarán a
una brutal represión del Estado. Pero si no resistimos sucumbimos moral y físicamente
a la oscuridad. Nos convertimos en cómplices de un mal radical, algo que nunca
debemos permitirnos.
*N. del T.: El
Internal Revenue Service sería el equivalente a la Agencia Tributaria en
España.
Chris Hedges es un periodista estadounidense ganador del Premio Pulitzer.
Fue durante 15 años corresponsal en el extranjero para The New York Times, ejerciendo como jefe para la oficina de Oriente
Próximo y la de los Balcanes.
Fuente:
Fuente: https://chrishedges.substack.com/p/the-purge-of-the-deep-state-and-the
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