Entre la espada y el alquiler: la estafa del bono joven
Doce octubre /febrero 11, 2022
“La característica esencial del socialismo burgués es que pretende
conservar la base de todos los males de la sociedad presente, queriendo al
mismo tiempo poner fin a estos males.” Así de
claro lo decía Engels analizando el problema de la vivienda hace más de 150
años. Hoy, por mucho que haya llovido y aunque los actores no sean los
mismos, nos encontramos
ante la misma situación, con una socialdemocracia que se dedica a poner tiritas
para frenar una hemorragia.
Que la vivienda
bajo el capitalismo es una mercancía más es algo que debemos tener claro desde
el primer momento. La
planificación urbana de las ciudades poco tiene que ver con la satisfacción de
las necesidades de sus habitantes y mucho con la insaciable voracidad del
capital. La realidad es que, a día de hoy, el precio de
la vivienda es prohibitivo para la mayor parte de los jóvenes de clase obrera
que estamos en busca de una. Los sueldos de menos de 1000 euros al mes, en combinación con alquileres
que rondan los 700, generan un cóctel explosivo cuyo resultado es que tan solo
el 14,9% de los jóvenes están emancipados a día de hoy. La imposibilidad de los jóvenes de encontrar una vivienda digna, como
resultado de las penosas condiciones laborales a las que nos empujan y del
rentable negocio que es el suelo, choca con el hecho de que hay, según datos
del INE, más de 3 millones de viviendas vacías en España.
Y es en este
contexto en el que se entra a legislar con el Bono Alquiler Joven, la enésima
cortina de humo. Ante el problema estructural de la vivienda, el Gobierno viene
a prestar una exigua ayuda de 250 euros mensuales para el pago del alquiler. El
problema de la medida es la medida en sí misma y es que, a fin de cuentas, un
pago de 250 euros por parte del estado destinado a sufragar los costes del
alquiler o, dicho de otro modo, dirigido directamente al bolsillo de los
propietarios, no deja de ser
una transferencia indirecta en forma de ayuda de las rentas del trabajo al
capital. Pero es que, para mayor descaro, este bono ni
siquiera sirve para aliviar de manera significativa a la juventud obrera, ya
que el real decreto anunciado a bombo y platillo tiene numerosas limitaciones.
La temporalidad de la ayuda es un problema en sí mismo pero, además, para poder acceder al bono joven se requieren de unos
ingresos regulares y de un contrato de alquiler, dejando fuera de la ecuación
justamente a las personas más vulnerables. A esto hay
que sumarle que, para poder optar a la ayuda, los alquileres no deben exceder
los 600 euros mensuales (900, si así lo habilitan las comunidades autónomas),
la cuál cosa es prácticamente imposible en ciudades como Madrid o Barcelona.
Una vez
más queda al
descubierto que el Estado no es un agente neutral, no es un mero administrador
sino que es, ante todo, una herramienta de dominación. Si para salvar las inversiones de los grandes propietarios hay que
privatizar dinero público camuflándolo de ayuda se hace sin ningún problema,
obviando además la subida de los alquileres que supondrá la medida, ante la que
imaginamos que se limitaran a pedir “empatía social”. La realidad es que
mientras ellos se enriquecen a nuestra costa, nosotros pagamos las
consecuencias, obligados a vivir hacinados en pisos minúsculos, en una jaula de
acero y hormigón y rodeados de áreas que no están pensadas para socializar,
sino para almacenarnos cual engranajes de una maquinaria. La solución para el
problema de la vivienda no puede venir de una medida parcial que desenfoca su
origen, no basta ni con ayudas ni con la regulación de los alquileres, ni mucho
menos, sino que pasa por la
expropiación de los rentistas, la creación de una vivienda pública y la
planificación de su construcción y distribución de arreglo a nuestras
necesidades.
Un bono joven,
que no nos permite emanciparnos, que llegará a menos del 1,7% de los posibles
destinatarios y que va a engrosar directamente las cuentas de los propietarios,
fomentando aún más la especulación, mientras se juega con nuestro futuro y con
nuestras vidas, y se nos envía a vivir a contenedores habilitados de 25m², ¡es
la promesa estrella de la socialdemocracia en cuestión de vivienda! El lazo de
rescate que dicen lanzarnos resulta ser una soga al cuello, mientras continúan
obligándonos a escoger entre comer o pagar el alquiler. Nos toca a nosotros
mover ficha, nos toca a nosotros dejar claro que la vivienda ha de ser una
auténtica garantía y no un modo de enriquecimiento de los parásitos
capitalistas, nos toca a nosotros denunciar los espejismos con los que nos
pretende atrapar la socialdemocracia, porque sabemos bien, porque lo sufrimos a
diario, que el mal menor de hoy es el mal mayor de mañana.
FUENTE: nuevo-rumbo.es
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