sábado, 6 de septiembre de 2025

Los dilemas de Trump

 

Puede parecer que Trump es un personaje contradictorio que va dando palos de ciego. Y que los líderes europeos son simples vasallos. Pero las cosas son mucho más complicadas. De ahí los cambios de rumbo (aparentes) y las contradicciones (también aparentes)


Los dilemas de Trump


Manolo Monereo

El Viejo Topo

6 septiembre, 2025 



LOS DILEMAS DE DONALD TRUMP: ENTRE LA AMENAZA DEL REPLIEGUE Y LA POSIBILIDAD DE LA ESCALADA

Para Manolo Sacristán, desde la memoria vivida       

Aparentemente, del Presidente norteamericano depende la próxima decisión estratégica y sus consecuencias. Haga lo que haga tendrá costes; algunos pueden ser muy graves y lo fundamental es que delimitará la fase. La partida está ya muy definida. El núcleo duro de la Unión Europea (Alemania, Francia y el Reino Unido desde fuera) está dispuesto a aceptar todas las exigencias de Trump (incluida las más humillantes) siempre que continúe la guerra y, claro está, seguir escalando. El supuesto básico es que los rusos no se atreverán a usar armas nucleares; se les puede, si no ganar, sí al menos, conseguir una paz asumible, vendible. En esto tampoco hay que equivocarse, debe ser un acuerdo que no puede interpretarse como una derrota de la OTAN y de la UE. Zelenski no tiene autonomía y sus márgenes de maniobra se estrechan dramáticamente. La guerra en sus actuales dimensiones, repito, en sus actuales dimensiones, la tiene perdida. El frente está al borde del derrumbe y la retaguardia, incluidos los sectores más duros de la extrema derecha, están cansados y con una moral muy debilitada. Su fuerza es la alianza (la coalición de los “necesitados” de Trump) con Von der Leyen, Merz, Macron y Stamer.

El papel de Rusia es más complejo. Putin se sabe fuerte. Está ganando en el frente político-militar, las sanciones no han debilitado la estructura económico-productiva de Rusia; más bien al contrario, han reforzado el papel dirigente y estratégico del Estado, reduciendo el peso de los sectores oligárquicos y propiciando una reindustrialización del país al servicio de su autonomía estratégica. Su liderazgo se ha fortalecido mucho en estos años. Si algo caracteriza al Presidente ruso es su prudencia y no dejarse llevar por las buenas noticias. Tarda en decidir e intenta, previamente, sopesar todas las variables desde una información meticulosa y detallada. ¿Cómo interpretar a Trump? No es fácil saberlo. Mi hipótesis es que lo piensa como el reflejo de bloque de fuerzas contradictorio, en pugna constante y en conflicto con, lo diremos así, el “Estado profundo” norteamericano. Putin cree que hay posibilidades de un acuerdo con él, más allá de Ucrania y, hasta cierto punto, de esta Europa que representa la UE. Dicho esto, hay que matizar inmediatamente: la posibilidad de un pacto en estas condiciones nunca estará garantizado del todo y siempre será reversible. No es personal, no es Trump, es una superpotencia en crisis y sus (contradictorias) dinámicas.

La personalidad política del Presidente de los EEUU es (auto)conscientemente contradictoria. Su obsesión por controlar la agenda pública, su afición a la maniobra, a los golpes bajos y un estilo de negociación propio de una banda marsellesa no le impide, más bien al contrario, tener posición política y fortalecerse en ella. Su problema es otro, a saber, neutralizar a una parte sustancial del poder, de los poderes, que se oponen a su política y que están presentes en su propio equipo. ¿Qué política de Trump entre amenazas, desplantes y aranceles? Los EEUU, como toda potencia en declive, tiene dos grandes alternativas, moduladas –es fundamental– por el factor tiempo. Una, oponerse con todo su poder a los que cuestionan su hegemonía e intentan revisar el orden y las reglas impuestas, no lo olvidemos, por una victoria político-militar, económica y cultural. Dos, aprovechar su ventaja relativa para gobernar la transición hacia un mundo multipolar; es decir, hacia un Nuevo Orden Internacional. Mi opinión es que el Presidente, a trancas y barrancas, está desde siempre por esta última posición. Otra cosa es que la pueda llevar a cabo o que se lo consientan. Esto siempre lo supieron Biden y Hilary Clinton.

El Donald Trump del segundo mandato sabe algo más: oponerse política y militarmente a la emergencia de un nuevo orden ha sido un fracaso, ha debitado aún más a los EEUU, mostrado todas sus carencias industriales, tecnológicas y, lo peor, ha dividido duramente a la sociedad norteamericana. En el centro del debate, la globalización neoliberal y su paradoja, al menos para el Presidente, ha fortalecido el control del capitalismo norteamericano sobre el Occidente colectivo y está destruyendo a los EEUU como Nación y Estado. Esto es tan evidente, que hay voces significativas en su equipo que cuestionan el seguir defendiendo el dólar como moneda de reserva internacional.

La apuesta por gobernar la transición tiene fundamentos racionales; significa, en primer lugar, partir de la ventaja, relativa pero real, de los norteamericanos tanto por su control de las finanzas internacionales como por la amplitud y consistencia de sus alianzas y, sobre todo, por su fortaleza político-militar. Occidente colectivo, hoy por hoy, es el poder establecido y luchara hasta el final por él. Olvidar esto es confundir los sueños con la realidad. En segundo lugar, gobernar la transición no hace al mundo más seguro ni menos peligroso, más bien al contrario: Trump sabe que tiene que contar con las otras potencias y que tendrá que establecer relaciones basadas en el conflicto y en la cooperación, donde los compromisos serán flexibles y muchas veces volátiles, y que los enfrentamientos armados y las guerras estarán siempre presentes, como realidad o como posibilidad; más guerras “calientes” que “frías”.

El tiempo de las grandes declaraciones ideológicas de nuestros políticos y de nuestros sesudos analistas está pasando. Siguen ahí, pero el tono está cambiando, es verdad, entre lágrimas y lamentos. Ahora el enemigo favorito es Trump, él es el culpable de todo. ¡Con lo bien que nos iba antes!, ¡cuánta unidad había con Biden! Este es el problema. Ir en alianza con una gran potencia, subordinarse a su estrategia político-militar siempre es problemático, sobre todo cuando se está, como ahora, en un cambio de época. Los EEUU tienen la costumbre de defender sus intereses, girar cuando les es conveniente y de cobrarse, además, unos tributos cada vez más vastos en pago a su protección pasada, presente y futura. Los aliados europeos (la coalición de los necesitados, sobre todo) exigen que esa protección sea efectiva, clara, rotunda, continuando la guerra iniciada por la anterior Administración para derrotar al enemigo existencial ruso.

Seria bueno escuchar los consejos del siempre lucido Marco d’Eramo. Comienza: ”Ninguna clase dirigente que detenta el poder está dispuesta a cederlo o a ver como disminuye y, mucho menos, a presenciar como desaparece”; continua: “El debate entre las diferentes facciones de las clases dirigentes siempre girará en torno al modo de gestionar el imperio, a la estrategia para fortalecerlo y a las tácticas para expandirlo” Concluye “Y, por regla general, cada una de las facciones enfrentadas acusará a la otra de aplicar políticas que debilitan al imperio y conducen a su desaparición”. El razonamiento, se entenderá, va dirigido contra aquellos sectores de la opinión pública europea que se esfuerzan en distinguir entre malos y menos malos imperialistas o, diríamos nosotros, entre liberales y autoritarios de un país-continente en crisis. El artículo del conocido analista italiano (Diario Red 24/8/25. ”No existe algo así como la sociedad estadounidense”) daría para más comentarios, para acuerdos y para algún desacuerdo, pero enseña más que un manual de relaciones internacionales al uso y da perspectiva para situarse en este mundo en transición. No es poco.

Volvamos al principio. Parece que Trump marcará la orientación y el sentido de la partida (estratégica) en juego. Insisto, no hay que dejarse confundir por las palabras. Los necesitados (Merz y compañía) no quieren sentarse a negociar y aspiraban, antes que nada, a un alto el fuego incondicional e inmediato. Tiene su lógica: están perdiendo en el campo de batalla, el frente emite señales inquietantes y, lo decisivo, Trump, una vez más, cambió de opinión; todo ello, después de las denigrantes concesiones hechas. Sentarse a negociar significa partir de una agenda rusa, ellos lo saben, ganada política y militarmente. Públicamente, no pueden negarse; tampoco enfrentarse a un Trump siempre colérico y mandón. Su táctica es más fina: centrarse en las condiciones de seguridad de Ucrania, hacerlas tan sobresalientes que las hagan inaceptables para Rusia e impidan la negociación de una salida pacífica al conflicto entre la OTAN y Rusia, que es de lo que se trata. Es decir, escalar y ampliar los “limites” de una guerra cada vez menos limitada.

La diplomacia rusa está al tanto de la jugada y maniobra. Quiere cumplir lo acordado en Alaska con Trump y, a la vez, no dejarse enredar por las fintas que sabiamente les prepara el MI6. Zelenski entiende perfectamente que no habrá, ni a dos ni a tres, una reunión con Putin, por eso la pide; de haberla, sería solo para concretar los últimos detalles de un acuerdo ya muy perfilado. Es más, para los rusos la legalidad de un pacto firmado con el actual Presidente ucraniano es algo más que dudosa si se atiende el sistema jurídico-constitucional ya que no prevé la suspensión de las elecciones presidenciales en situaciones de emergencia. Los rusos, después de los (incumplidos) acuerdos Minsk 1 y 2, se han vuelto muy, digámoslo así, meticulosos con las formalidades. Lavrov seguirá exigiendo negociaciones con Ucrania, la fijación de una agenda clara y un calendario adecuado. La otra parte, intentará agradar al Presidente estadounidense, proseguirá con sus acusaciones de que Putin no quiere negociar y, lo fundamental, ganar tiempo para hacer fracasar lo pactado de Alaska. Mientras, la ofensiva rusa continuará. La situación no durará mucho.

La amenaza del Presidente de los EEUU es clara: replegarse y que la UE y Rusia resuelvan sus problemas. Si nos atenemos a las declaraciones de los dirigentes europeos sería el mayor de los males ¿Consecuencias? La guerra se generalizaría y el gobierno ucraniano usaría las armas disponibles para atacar a Rusia en profundidad, incluidas instalaciones nucleares estratégicas (militares y energéticas) infraestructuras claves y centros de decisión fundamentales ¿La respuesta de Rusia? Mejor no elucubrar demasiado. Sabemos que será algo más que proporcional. Con un detalle añadido: la revolución tecnológico-militar que está desarrollando Rusia, supera, en muchos sentidos, la rígida separación entre armas nucleares y armas convencionales cuando se trata misiles de nivel intermedio; dicho de otra forma, los resultados de un ataque, por ejemplo, con un Oreshnik equipado con ojivas convencionales pueden tener militarmente las mismas consecuencias que si portara dispositivos nucleares. Este se probó ya en Ucrania.

Si Trump se repliega, habrá escalada militar; si no se llega a un acuerdo con Rusia, también. ¿Será esta la jugada de los dirigentes de la Unión Europea? Pronto se verá.

FuenteNortes

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viernes, 5 de septiembre de 2025

Ejecución del presidente vietnamita, bayoneteado y fusilado junto con su...

España, tierra quemada

 

Durante la tragedia, ha podido comprobarse algo que ya se intuía: frente al sentido común de la ciudadanía, la estulticia de la clase política. De unos y otros, incluido el presidente Se ha batido cualquier record anterior de incompetencia.


España, tierra quemada


Juan Francisco Martín Seco

El Viejo Topo

5 septiembre, 2025 


Cuando a finales de 2023, tras las elecciones generales, escogí como título del libro que iba a publicar de forma inmediata Tierra quemada, en ningún momento pensé que se adecuaría en sentido estricto a lo que iba a suceder dos años más tarde en gran parte del territorio nacional. El libro pretendía ser una descripción de los errores y horrores políticos acaecidos en los cuatro años anteriores y vaticinaban una tendencia muy negativa para los cuatro años siguientes.

Era predecible, como así está ocurriendo, que nuestro país quedase arrasado, desde el punto de vista institucional, y territorialmente dividido. El ordenamiento jurídico podría terminar profundamente dañado, debilitada nuestra democracia, y el sector público condenado a la ineficacia. De ahí lo de tierra quemada. Pero en ningún momento pasó por mi imaginación que los incendios iban a devastar gran parte de España.

El enorme desastre natural acaecido este verano nos obliga  sí a examinar la respuesta de las distintas Administraciones Públicas. Pero antes que nada surge una pregunta que casi todo el mundo evita hacerse. La aptitud del Estado de las autonomías para enfrentarse a una catástrofe nacional o de gran envergadura que sobrepasa los medios de una comunidad autónoma. Lo cierto es que cada vez que ha surgido algo así, COVID, la dana de Valencia o los tremendos incendios de este año, por citar algunos casos, la respuesta ha sido insuficiente. La contestación a la pregunta no es fácil, sobre todo en presencia de un gobierno Frankenstein que ha resultado incompetente en casi todos los aspectos de la marcha diaria del sector público.

Es arriesgado criminalizar la estructura del Estado, en presencia de un Ejecutivo que lleva toda la legislatura sin aprobar un presupuesto, que ha conseguido que el tráfico ferroviario sea un desastre, que España haya sido el único país de Europa que ha tenido un apagón en todo el territorio de casi 24 horas y que la Administración central en su mayoría haya resultado ineficaz para acometer sus funciones. Uno está tentado, por muy jacobino que se sea, de exclamar que menos mal que existen las autonomías.

Bien es verdad que hay otra cara de la moneda y es que surge el peligro de que las comunidades se conviertan en una coartada perfecta para que el Gobierno eluda sus obligaciones e incluso que utilice las catástrofes como arma política cuando los gobiernos territoriales sean de distinto signo, inhibiéndose conscientemente para que la comunidad autónoma afectada se cueza en un problema que la transciende.

La historia comenzó con la pandemia. En un principio, el Gobierno pletórico de soberbia y engreimiento no tuvo ningún impedimento en asumir el mando total. Creyó que le beneficiaría, ya que le daba la ocasión de llevar a cabo, sin cortapisas, todos sus planes. Decretó el estado de alarma y lo utilizó, tal como más tarde sentenciaría el Tribunal Constitucional, de forma abusiva. Sánchez descubrió no obstante que gestionar no es tan fácil como creía. Entregó el mando a dos ministerios. El primero, el de Sanidad, estaba casi vacío de medios, y su titular era totalmente incompetente; el segundo, el de Transportes, que parece ser que se dedicó a otros menesteres más lucrativos.

Cuando comprobó el desaguisado que se formaba y su propia incapacidad se inventó eso de la «cogobernanza», que significaba tan solo echar la carga, el trabajo y la responsabilidad en las autonomías, al tiempo que mantenía el mando. Sánchez empleó por primera vez la sublime excusa de «Si necesitan algo, que lo pidan». Y con todo el descaro mantuvo que si las comunidades precisaban de medidas excepcionales que fuesen sus presidentes los encargados de ir a las Cortes a reclamar el estado de alarma, cuando tanto la Constitución como la normativa que lo desarrolla dejan totalmente claro que tal petición es competencia exclusiva del presidente del Gobierno.

Algo parecido ha ocurrido con la dana de Valencia. Pretender que la respuesta a una catástrofe como aquella se pudiese encarar desde un Gobierno regional es pura simpleza o un intento de provocar el fracaso del Ejecutivo autonómico. Las competencias, antes que ser un tema jurídico, lo son de medios y posibilidades. Es del Gobierno de España del que dependen el ejército, la policía, la guardia civil, el transporte ferroviario, el espacio aéreo, los aeropuertos, las comunicaciones, las carreteras, las confederaciones hidrográficas, la AEMET, las delegaciones del gobierno, las relaciones con otros Estados y con la UE, el Ministerio de Trabajo, el de Hacienda, los institutos epidemiológicos, la aprobación de decretos leyes creando créditos extraordinarios, etc.

Sin entrar en el debate acerca de dónde reside la responsabilidad de que el aviso a los ciudadanos se diese tarde, si en la Confederación, en la AEMET, en las autoridades regionales o bien en todos a la vez, y centrándonos únicamente en la repuesta posterior a la catástrofe, hay que preguntarse que, cuando en una parte de España, la población carece de agua potable, de víveres, de medicinas, de productos higiénicos y de limpieza, de ropa, etc., y no es posible el suministro por carretera, ¿qué se precisa para mandar helicópteros o aviones del ejército, que en el caso de que no pudiesen aterrizar, lanzasen en paracaídas sacas con todo lo necesario?. ¿Cómo es posible que en la cuarta potencia de la UE durante una catástrofe como la de Valencia se produzcan saqueos, robos, expolios, y tengan que ser los propios vecinos los que hagan guardia día y noche, mientras que la policía y la guardia civil permanecen acuarteladas y se quejen de que no les dejan actuar?

Con los incendios, desde el principio, el Gobierno ha querido aplicar la misma plantilla. Soltaron al ministro que está llevando tan bien el tráfico ferroviario contra algunos presidentes de comunidades por no haber estado desde el primer día a pie de obra y no haber abandonado inmediatamente el veraneo. Se empleaban una vez más las desgracias y las catástrofes como arma política, pero también, una vez más, se cumplió la regla, y al igual que con la falsedad de los títulos, los reproches se han vuelto de inmediato contra el propio Gobierno. Al generalizarse el desastre por una gran parte de España y a afectar en mayor o menor medida a casi todas las comunidades autónomas el problema pasó a ser y quizás principalmente del Ejecutivo.

Las circunstancias creadas por el fuego se adecúan a la definición de catástrofe que formula la Ley del Sistema Nacional de Protección Civil de 2015: «Situación o acontecimiento que altera o interrumpe sustancialmente el funcionamiento de una comunidad o sociedad por ocasionar gran cantidad de víctimas, daños e impactos materiales, cuya atención supera los medios disponibles de la propia comunidad». Y la misma ley define las emergencias de interés nacional como aquellas que exijan la coordinación de Administraciones diversas porque afecten a varias Comunidades Autónomas y reclamen una aportación de recursos a nivel supra autonómico y aquellas otras que por sus dimensiones efectivas o previsibles requieran una dirección de carácter nacional.

Muy pronto la magnitud y extensión de la catástrofe hubiera exigido la declaración del estado de emergencia nacional, o al menos que el Gobierno asumiese sus funciones de coordinación y colaborase con los medios que solo él podía facilitar. Su única respuesta fue una vez más la de si quieren ayuda que la pidan. Lo cierto es que ni siquiera cuando las comunidades reclamaron la movilización del ejército o que se solicitase la asistencia europea fueron atendidas. Se negó su necesidad o que fuera posible. Tuvieron que pasar varios días, y que los incendios adquiriesen dimensiones angustiosas, para que se decidieran a hacerlo, demostrándose de esta forma que sí era posible y necesario.

El Gobierno estuvo prácticamente ausente hasta el día 8, que hicieron su aparición las ministras de Medio Ambiente y de Defensa, como avanzadilla a la visita que el presidente del Gobierno, abandonando su finca de recreo (más bien de todos los españoles), iba a realizar el día siguiente. Sánchez en realidad no se inmutó, ni siquiera llamó a los presidentes de las comunidades autónomas afectadas, hasta que no lo hizo el rey, y ante el miedo de caer de nuevo en el ridículo de Paiporta, al tiempo que prohibía al monarca desplazarse, lo hizo él, pero de tal manera que estuviese a cubierto de cualquier presión popular.

«El pacto de Estado es una cortina de humo. Se ha convertido en un comodín al que se recurre cuando se carece de otra respuesta»

Toda la aportación de Sánchez en esta comparecencia fue responsabilizar al cambio climático y a los negacionistas, y proponer un gran pacto de Estado. Da toda la sensación de que no sabía qué decir, los acontecimientos le habían desbordado y alcanzada esa magnitud resultaba imposible estar ausente y echar toda la culpa a las autonomías. Con posterioridad ha propuesto crear una comisión interministerial, comisión que por lo visto existe desde 2011, y que se renovó en 2018.

El pacto de Estado constituye una cortina de humo. Se ha convertido en un comodín al que se recurre en todas las ocasiones en que se carece de otra respuesta, pero que está falto de consistencia y casi es ridículo cuando se plantea después de siete años en el poder, cuando se ha repetido muchas veces, para olvidarlo en seguida otras tantas, y partiendo además de un Gobierno que ha dado muestras de no querer negociar nunca con la oposición.

Sin duda las circunstancias climáticas han sido una causa muy importante de la catástrofe y lo seguirán siendo en el futuro, pero son –derivadas o no del proceso del calentamiento global– un dato del problema, porque nadie creo que sea tan ingenuo (Sánchez considera que todos lo somos), como para pensar que entra dentro de las posibilidades de España modificar en solitario, ni siquiera con toda Europa, las condiciones meteorológicas o detener el cambio climático.

De cara al futuro, a la hora de actuar habrá que considerar otras causas. Primera, y parece que con bastante generalidad, la mano del hombre (se estima en el 96%) y en muchas de las ocasiones con carácter voluntario. Ello nos conduce a las funciones de vigilancia y policía (que no son fáciles) y al Código Penal.

Segunda, la ausencia de prevención y cuidado de los montes, lo que nos remite por una parte a la progresiva huida del campo, y por otra parte a los efectos, muchas veces negativos según los agricultores, de las medidas medio ambientales. En el primer caso, es indudable que la política agrícola y ganadera de la Unión Europea, desprotegiendo nuestros mercados frente al exterior, hasta el extremo de pagar a los dueños de las explotaciones por no producir, ha colaborado al abandono de las zonas rurales. En el segundo caso, una mentalidad cuasi mágica que mantiene que no se debe tocar la naturaleza ha impedido muchas veces las tareas de limpieza. Algo parecido ha ocurrido en el ámbito hidrográfico, y más concretamente ha estado presente en el origen de la catástrofe de la dana en Valencia.

Resulta incomprensible la actuación de la fiscalía (y ya sabemos de quien depende) queriendo responsabilizar penalmente de la hecatombe a los ayuntamientos y a los alcaldes por no tener –dice– un plan de emergencias. Lo importante parece ser que es buscar responsables fuera del Gobierno. A lo mejor los culpables son los agentes forestales o los antiguos alguaciles. Recuerda a la actuación del Tribunal de Cuentas cuya tarea principal y casi exclusiva a lo largo de los años ha sido exigir responsabilidades contables a los tesoreros y demás funcionarios municipales por equivocarse al extender un cheque o realizar cualquier ingreso o pago.

La tercera es la inversión en medios. Y fundamentalmente en medios nacionales, pues tan solo es el Gobierno central el que puede en una situación de emergencia como esta responder adecuadamente. Es posible que en el Ejecutivo anterior con la crisis económica y los recortes impuestos por Europa estuviese justificada una cierta atonía en el gasto, pero en el actual después de estar siete años en el poder, de haberse endeudado considerablemente, no parece que haya explicación alguna como no sea su incompetencia, dejadez y llevar tres años sin presupuesto, pero incluso este último motivo pierde fuerza cuando ha contado sin ninguna restricción y control de los fondos europeos Next Generation. De hecho solo ha invertido 2,7 de los 71 millones de dichos recursos previstos para gestión forestal.

La actuación del Gobierno en esta ocasión contrasta con la actitud adoptada durante el apagón. Entonces no tuvo ningún problema en declarar la emergencia nacional. La diferencia es que en aquel suceso no había comunidades autónomas para responsabilizar de la catástrofe. En realidad, en el caso de los incendios le va a ser difícil hacernos creer que la culpa es de las autonomías. Son muchas las implicadas, y de distintos colores políticos. Al igual que con los jueces, no parece verosímil que todas actuasen negligentemente, pero es que además si esto hubiese sido así, su culpabilidad resulta mayor y evidente porque al comprobarlo tendría que haber declarado inmediatamente la emergencia nacional. Cuanto más acuse a las comunidades, mayor es su responsabilidad por no actuar. Nada le ha impedido hacerlo, ni tenía por qué esperar a que se lo solicitase nadie.

Fuente: The Objective

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Militarismo “progresista”: el aumento en gasto militar duplicó al aumento en Educación y superó al de Sanidad en 2022

 


Militarismo “progresista”: el aumento en gasto militar duplicó al aumento en Educación y superó al de Sanidad en 2022


Por Otros medios

kaosenlared

25 de abril de 2023 

 

Los datos no paran de poner blanco sobre negro cuando se trata de discutir las prioridades de este Gobierno “progresista”. Aunque cerca de 4 millones de trabajadores y trabajadoras se mantienen en situación de pobreza, según el INE, el Gobierno destinó uno de los mayores aumentos presupuestarios del pasado 2022 al gasto militar, superando a los aumentos de Educación y Sanidad.

Cada cierto tiempo van saliendo a la luz diferentes estudios e investigaciones que ponen números al aumento del gasto militar que tanto en el Estado español como en el resto de la Unión Europea se viene produciendo en los últimos años, pero especialmente en el pasado 2022.

El último de estos estudios que ayuda a poner en perspectiva y darle el peso real que tiene esta política militarista e imperialista de la cual el gobierno “progresista” de Sánchez y Díaz son punta de lanza, ha sido elaborado por Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI).

Según este informe, que se ha presentado en el Colegio de Periodistas de Barcelona y que ha contado con representantes de distintas organizaciones, entre las que se encontraban el Centro Delàs y el International Peace Bureau, sitúa al Estado español en el top 20 de países con mayor gasto militar, concretamente en el puesto 16.

Pero esta cifra, ya de por sí destacable se enmarca mejor en el contexto de política guerrerista que está llevando adelante Moncloa con todo el beneplácito del resto de partidos del Congreso y de los diferentes actores del Régimen.

Según datos oficiales, el año 2022, el incremento de las partidas oficiales para estos fines fue de un 7,3%, un aumento que sigue el objetivo acordado por la OTAN y aplaudido por el Ejecutivo de alcanzar el 2% del PIB en inversión militar.

Pero tal y como denuncian diferentes organismos, entre ellos el propio Centro Delàs, existen muchas partidas con fines militares que no son contabilizadas bajo el Ministerio de Defensa, pero que sí deberían computarse en la suma total del gasto.

En una entrevista realizada por este diario a Pere Ortega, investigador del Centro Delàs, si se contabilizaran todos los gastos que van al “campo militar” veríamos qué “el aumento es mucho mayor. Con el gasto total, el gobierno español estará gastando ya el 2,13%, una cifra colosal.”

Pero si seguimos añadiendo más piezas a este puzzle, para tener una foto aún más completa, nada mejor que contraponer la subida “oficial” en gasto militar con el aumento de inversión en dos partidas sociales principales, Sanidad y Educación.

Si comparamos el aumento entre 2021 y 2022 en gasto militar, el citado 7,3%, con el aumento en Sanidad, veremos que existe una ligera diferencia a favor del gasto militar. En Sanidad el Ejecutivo destinó en 2022 un 6,7% más que en 2021. Ahora bien, 2021 supuso un decremento en inversión del 10% vs 2020. Es decir, a pesar del aumento del 6,7% en 2022, este aumentó no consiguió igualar la inversión en Sanidad que se tuvo en 2020.

Pero si lo analizamos con Educación, otra de las partidas sociales centrales, la comparativa deja todavía en peor lugar a este Gobierno. El aumento en la partida de Educación entre el año 2021 y el 2022 fue del 2,66%, es decir, casi tres veces menos que el aumento destinado a gasto militar en el mismo periodo.

Estas decisiones políticas obviamente tienen su impacto, porque además son tomadas en medio de un periodo de inflación, de precariedad, de sueldos a la baja y que generar un contexto de total incertidumbre, especialmente para los jóvenes.

Pero ese es el verdadero signo de este Gobierno, alejado de todo el relato progresista y social que hoy, a las puertas de un nuevo periodo electoral, no se cansan de repetir tanto el PSOE como Unidas Podemos y Yolanda Díaz.

Solo hay que echar un ojo al último informe presentado por el INE, según la Encuesta de Condiciones de Vida el 7,7% de la población presentó carencias materiales graves y el 8,7% declaró dificultades para llegar a fin de mes.

El periodo electoral abierto la veda para repetir un relato que no se sustenta en la realidad, un relato alejado de la realidad de miles de familias y de trabajadores y trabajadoras que sufren las consecuencias de la situación social y económica actual mientras el gobierno prosigue su política militarista.

 

Iván Vela

 

Fuente: Izquierda Diario

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Ho Chi Minh: El Comunista Que Humilló A Occidente

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jueves, 4 de septiembre de 2025

DIRECTO RIDÍCULO OCCIDENTAL. LA OTAN Y EUROPA QUIEREN GUERRA. RUSIA GOLP...

Lo Que Nunca Te Contaron Sobre China Durante La Segunda Guerra Mundial

China-EEUU y Somalilandia

 

La única base militar de China está en Yibuti. La alianza entre Taiwán y Somalilandia señala nuevas líneas de fractura en la rivalidad entre EEUU y China, enfrentando a actores regionales a ambos lados del estrecho de Bab al-Mandab y el golfo de Adén.


China-EEUU y Somalilandia

 

El Viejo Topo / 4 septiembre, 2025



ESTADOS UNIDOS PROVOCA AL DRAGÓN: TAIWÁN PLANTA SU BANDERA EN SOMALILANDIA

Abbas Al-Zein

25 DE AGOSTO DE 2025

Un nuevo actor ha entrado en escena en el Cuerno de África. El 24 de julio, Taiwán firmó un acuerdo de seguridad marítima con Somalilandia, un Estado autoproclamado no reconocido por la comunidad internacional desde su separación de Somalia en 1991, pero que es cada vez más cortejado por los aliados de Estados Unidos para establecer alianzas estratégicas. Aunque el pacto pueda parecer menor, tiene un peso geopolítico significativo: abre un nuevo frente en la larga guerra de Washington para frenar el auge global de Pekín.

Las ambiciones de Taiwán en Somalilandia van mucho más allá de las relaciones bilaterales. Según su propia formulación, el acuerdo tiene por objeto construir una «costa no roja» destinada a contrarrestar la influencia de China a lo largo del mar Rojo, el golfo de Adén y el estrecho de Bab al-Mandab.

Aquí es donde Israel, los Emiratos Árabes Unidos, Turquía y el Gobierno yemení alineado con Ansarallah en Saná se cruzan tanto en el conflicto como en el comercio, transformando Somalilandia en un nodo fundamental en la contienda entre la multipolaridad euroasiática y la hegemonía atlantista en Asia occidental y África oriental.

El puesto avanzado de Taiwán en el Mar Rojo

La apertura diplomática de Taiwán a Somalilandia se remonta a 2020, cuando abrió una oficina de representación en la capital, Hargeisa. La medida desencadenó la ira de Pekín, que la condenó como una violación del principio de «una sola China». En respuesta, Taipéi y Hargeisa comenzaron a profundizar sus lazos mediante sucesivos acuerdos, que culminaron en el reciente pacto de seguridad.

El acuerdo actual abarca tres niveles de cooperación. En primer lugar, se centra en la seguridad marítima, incluyendo ejercicios conjuntos de entrenamiento, coordinación de búsqueda y rescate, y el intercambio de conocimientos técnicos. En segundo lugar, aborda el desarrollo de la economía azul a través de la colaboración en la explotación pesquera, la gestión sostenible de las costas y la logística marítima. Por último, incluye la transferencia de tecnología y el desarrollo de capacidades, como el suministro de sistemas de vigilancia, equipos para la guardia costera y apoyo técnico taiwanés.

Los 850 kilómetros de costa de Somalilandia a lo largo del golfo de Adén le dan un acceso estratégico a una de las rutas marítimas más importantes del mundo. Para Taiwán, aliado de Estados Unidos, ofrece tanto influencia geopolítica como un desafío simbólico a Pekín. Pero para China, el acuerdo es una provocación. Junto con Somalia, Pekín ha rechazado rotundamente el pacto, calificándolo de violación de la soberanía y amenaza para la estabilidad regional.

«La acción de la autoridad regional de Somalilandia ha violado flagrantemente el principio de una sola China y ha dañado la soberanía, la unidad y la integridad territorial de China», declaró la embajada china en Somalia, añadiendo que «la parte china se opone firmemente a esta acción».

La presencia de China en el Cuerno de África se basa en su base militar de Yibuti (su primera instalación en el extranjero), a través de la cual supervisa y asegura los corredores marítimos de la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda (BRI). La base ofrece a Pekín una plataforma de lanzamiento para su proyección económica y militar en el mar Rojo y África Oriental. También sitúa a las fuerzas chinas cerca de las bases estadounidenses, lo que intensifica la lucha por la influencia en toda la región.

La apuesta de Somalilandia por Taipéi es sin duda una medida audaz.

Al carecer de reconocimiento oficial, Hargeisa está aprovechando esta alianza para ampliar su relevancia internacional y situarse en la órbita de Washington. La medida es emblemática de una tendencia regional más amplia en la que actores no reconocidos o marginales son absorbidos por la estrategia de contención liderada por Estados Unidos contra China en el Sur Global.

Política de proxies y estrategias de contención

Aunque Estados Unidos ha guardado silencio público sobre el pacto marítimo, su mano es evidente. El presidente taiwanés, Lai Ching-te, durante su reunión con una delegación de Somalilandia, declaró que la asociación bilateral podría «fortalecerse en el futuro» «trabajando con países afines, como Estados Unidos». En enero de 2025, la Comisión Especial del Congreso de Estados Unidos sobre China instó explícitamente al Departamento de Estado a establecer una oficina de representación en Somalilandia para contrarrestar a Pekín.

No se trata solo de Taiwán o incluso de Somalilandia. El Cuerno de África se ha convertido en una línea divisoria en la confrontación más amplia entre Estados Unidos y China, con la seguridad marítima como pretexto para la proyección. La base militar china en Yibuti es vista en Washington como un desafío directo a los intereses estadounidenses, en particular en lo que respecta a la vigilancia de los flujos de armas, el seguimiento de las actividades de resistencia en Yemen y la contención de la expansión naval de Saná.

Como observa el analista de Somalilandia Abdiqadir Jama en Horn Diplomat, la alianza entre Taiwán y Somalilandia es una maniobra geopolítica enmarcada en una disputa más amplia entre Estados Unidos y China. Su presentación como «modelo» para la implicación de Estados Unidos en la región indica la intención de Washington de forjar relaciones por poder en lugar de una presencia directa.

«La estrategia de Somalilandia es aprovechar la competencia entre las grandes potencias como vía para obtener el reconocimiento. Reconoce que es poco probable que las grandes potencias le reconozcan oficialmente a corto plazo, debido a la adhesión de la comunidad internacional a la política de «una sola Somalia» y a su deferencia hacia la Unión Africana».

Para Taiwán, el pacto de Somalilandia representa «una piedra angular de la política exterior proactiva y asertiva del presidente Lai Ching-te. Ante la implacable campaña de estrangulamiento diplomático de Pekín, que le ha dejado con solo un puñado de aliados formales, Taipéi ha desarrollado una estrategia ofensiva de «diplomacia de no reconocimiento».

Esta evolución coincide con las declaraciones postelectorales del presidente estadounidense Donald Trump, que indicaban la intención de su Administración de reconocer a Somalilandia, una medida que sus asesores más cercanos consideran ventajosa para las operaciones de inteligencia de Estados Unidos en la región. Entre ellas se incluyen la vigilancia de la actividad naval alineada con Ansarallah, los flujos de armas a través de Bab al-Mandab y la logística china.

Contrapesos del eje de resistencia

Saná se ha convertido en un actor decisivo en esta contienda emergente. Como única fuerza que desafía directamente la presencia militar estadounidense y los intereses israelíes en el mar Rojo, el Gobierno liderado por Ansarallah se ha afirmado tanto como autoridad soberana de resistencia como contrapeso estratégico indirecto alineado con los intereses de Pekín. Hasta ahora, Pekín ha evitado una respuesta abierta al acuerdo entre Taiwán y Somalilandia, pero es muy posible que sus próximos movimientos incluyan el apoyo a contramedidas canalizadas a través de Saná u otros socios aliados.

China aún no ha reconocido oficialmente a Saná, pero ha mantenido canales abiertos con los líderes de Ansarallah, acogiendo a una delegación de los huzíes ya en 2016 y explorando vías limitadas de coordinación. Este equilibrio permite a Pekín salvaguardar sus corredores marítimos sin entrar en conflicto abierto con los socios regionales de Washington, pero deja abierta la posibilidad de un cambio hacia el reconocimiento si se intensifica la presión estadounidense.

Para Washington, el pacto es otro intento de utilizar entidades no reconocidas y zonas en disputa como herramientas para socavar la influencia china y multipolar. Sin embargo, este enfoque está plagado de riesgos. El golfo de Adén ya es un polvorín, y estas nuevas alianzas podrían desencadenar respuestas regionales que escapen al control de Estados Unidos.

Eje Estados Unidos-Israel-Emiratos Árabes Unidos

Taiwán no es el único actor alineado con Estados Unidos que se está implantando en Somalilandia. Los Emiratos Árabes Unidos, que apoyan desde hace tiempo a las autoridades gobernantes de Hargeisa, están negociando un acuerdo militar para conceder a Tel Aviv una base en Somalilandia a cambio de su reconocimiento oficial. La medida busca flanquear a Saná asegurando un punto de apoyo frente a la costa occidental de Yemen, cerca del cuello de botella del Mar Rojo.

Israel, que ya opera una instalación conjunta de inteligencia con los Emiratos Árabes Unidos en la isla yemení de Socotra, planea ahora establecer su base en Somalilandia junto a la presencia de Taiwán, bajo el mismo paraguas de seguridad estadounidense. Al mismo tiempo, la expansión de Abu Dabi también tiene por objeto contrarrestar las ambiciones militares y de seguridad de Turquía en Somalia, con la que ha chocado en repetidas ocasiones.

Lo que surge es una densa red de alianzas: un bloque liderado por Estados Unidos que comprende a Taiwán, Israel, los Emiratos Árabes Unidos y Somalilandia, posicionado contra los intereses respaldados por China, Turquía y Ansarallah. Somalilandia, que en su día fue un actor periférico, se ha convertido en un escenario para la confrontación por poder, y su estatus no reconocido se está explotando para remodelar el equilibrio de poder en la región.

Las consecuencias se extenderán mucho más allá del Cuerno de África. Con Taiwán actuando como cuña en el Mar Rojo y actores de resistencia como Saná defendiendo las líneas marítimas contra la invasión occidental, el pacto entre Taiwán y Somalilandia bien podría marcar el inicio de una nueva fase de realineamiento multipolar, que conecta las costas de África con el corazón del frente de resistencia de Asia occidental.

Fuente: The Cradle

Texto seleccionado por Carlos Valmaseda para la página Miscelánea de Salvador López Arnal.

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La guerra mundial olvidada de China: Occidente tiene mucho que aprender

 

La guerra mundial olvidada de China: Occidente tiene mucho que aprender

 

DIARIO OCTUBRE / septiembre 2, 2025

 

Para el pueblo chino, la Segunda Guerra Mundial tiene tanta importancia como para Europa o Rusia. Sin embargo, el campo de batalla asiático es poco conocido por Occidente, y, a menudo, se pasa por alto.

Fuerzas chinas defienden la 'puerta trasera' mientras las tropas japonesas intentan infiltrarse en el frente de Salbeen, 29 de junio de 1943. | Gettyimages.ru


El 3 de septiembre, China celebrará el 80.º aniversario de la rendición incondicional del Imperio del Japón ante los Aliados, un acontecimiento que dio fin al conflicto más mortífero de la historia. El gigante asiático conmemora este hito con una serie de actos que culminarán con el discurso del presidente Xi Jinping en la plaza de Tiananmén, seguido de un desfile militar en el centro de Pekín.


Para China, la Segunda Guerra Mundial tiene tanta importancia como para Europa o Rusia. Sin embargo, el campo de batalla asiático es poco conocido por Occidente, y, a menudo, se pasa por alto, indica en un artículo para RT Ladislav Zemánek, investigador del Instituto China-CEE de la Academia China de Ciencias Sociales en Budapest. Mientras que todo el mundo conoce Pearl Harbor, el desembarco de Normandía, la batalla de Stalingrado, Auschwitz o los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, son muchos menos los que han oído hablar de los incidentes de Mukden o del puente Marco Polo, la masacre de Nankín o los atrocidades de la Unidad 731.

El pueblo chino pagó uno de los precios más altos durante la guerra. Al igual que el mundo ha aprendido, con razón, los horrores del Holocausto, también debe afrontar la realidad de los crímenes de guerra de Japón y cómo, después de 1945, Estados Unidos y sus aliados protegieron a muchos perpetradores japoneses, llegando incluso a explotar los resultados de sus atrocidades para los objetivos de la Guerra Fría, señala el experto.

Tropas japonesas entran en Manchuria. | Gettyimages.ru

Memoria colectiva que Occidente intenta reinterpretar

La Segunda Guerra Mundial existe en múltiples narrativas nacionales. Los europeos sitúan el inicio de la guerra el 1 de septiembre de 1939, con la invasión de Polonia por parte de Hitler. Para la Unión Soviética, la Gran Guerra Patria comenzó el 22 de junio de 1941, con el ataque masivo de la Alemania nazi. Para EE.UU., la guerra no comenzó realmente hasta el ataque japonés a Pearl Harbor el 8 de diciembre de 1941.

Sin embargo, estas narrativas juntas forman un panorama más amplio de agresores y víctimas, crímenes y luchas justas.

En los últimos años, esta memoria colectiva se ha enfrentado a intentos sistemáticos de reinterpretación, destinados a relativizar los crímenes de la Alemania nazi, el Japón militarista y sus cómplices. En esta historia revisionista, la Unión Soviética es retratada como un agresor, la liberación de Europa por parte del Ejército Rojo se reformula como ocupación, mientras que el papel decisivo en la derrota del Eje se atribuye principalmente a EE.UU. y el Reino Unido.

Arraigada en una lectura eurocéntrica de la historia, esta narrativa margina las historias de los demás. Para contrarrestar este revisionismo histórico y nihilismo, es esencial una perspectiva verdaderamente global de nuestro pasado común, subraya Zemánek.

Cuatro bombas aéreas japonesas fotografiadas cuando explotaban en Shanghái. | Gettyimages.ru


Resistencia de China contra el Japón militarista

Para China, la guerra inició el 18 de septiembre de 1931, cuando Japón invadió Manchuria y creó ahí el Estado títere de Manchukuo. Esto marcó el comienzo de la llamada Guerra de Resistencia contra la Agresión Japonesa. A pesar de ser más débil económica, tecnológica y militarmente, China resistió a Japón durante más de 14 años. El Partido Comunista chino tomó la iniciativa en la confrontación con los invasores y declaró la guerra a Tokio en abril de 1932, en contraste con el partido gobernante Kuomintang, dirigido por Chiang Kai-shek, que se inclinaba por la conciliación y a menudo trataba a los comunistas como una amenaza mayor que los ocupantes japoneses.

A finales de 1936, las dos fuerzas políticas acordaron formar un frente unido para movilizar la resistencia a nivel nacional, lo que resultó crucial tras el incidente del puente Marco Polo, el 7 de julio de 1937, cuando los soldados de ambas potencias se enfrentaron 15 kilómetros al suroeste del centro de Pekín, lo que desencadenó una invasión japonesa a gran escala. A continuación se produjo la brutal masacre de Nankín, durante la cual las fuerzas japonesas asesinaron al menos a 300.000 civiles y prisioneros de guerra en solo 6 semanas.

Dos prisioneros cautivos, víctimas de la guerra entre China y Japón por la ocupación japonesa de Manchuria en 1931. | Gettyimages.ru

 

La expansión de Japón estaba impulsada por una ideología racista de superioridad y la ambición de dominar toda Asia, muy similar a la búsqueda por parte de Hitler del ‘Lebensraum’ (‘espacio vital’) y un imperio europeo. Después de que Alemania invadiera la Unión Soviética en 1941, Mao Zedong pidió un frente unido internacional contra el fascismo, una estrategia que pronto dio sus frutos.

En enero de 1942, el gigante asiático se unió al Reino Unido, EE.UU. y la Unión Soviética para firmar la Declaración de las Naciones Unidas, que pronto fue respaldada por otros 22 países. Esto sentó las bases para una acción global coordinada contra las potencias del Eje. China se convirtió en un contribuyente vital: su campo de batalla inmovilizó gran parte de la capacidad militar de Japón, lo que impidió que Tokio invadiera la URSS, la India o Australia, explica el investigador.

Se estima que las tropas chinas mataron a más de 1,5 millones de soldados japoneses, mientras que casi 1,3 millones se rindieron a China tras la capitulación del imperio nipón. Entre 1931 y 1945, China destruyó más de dos tercios de las fuerzas terrestres japonesas. Pero el precio fue astronómico: más de 35 millones de chinos muertos, superando los 27 millones de la Unión Soviética y eclipsando las pérdidas estadounidenses, que rondaron los 500.000.

La magnitud de los crímenes de guerra japoneses en China y en toda Asia es comparable al Holocausto, pero mucho menos reconocida en Occidente. La masacre de Nankín sigue siendo uno de los capítulos más oscuros del siglo XX. Al mismo tiempo, la Unidad 731 de Japón llevó a cabo horribles experimentos de guerra biológica y química con decenas de miles de prisioneros, incluidos civiles. Las víctimas fueron sometidas a vivisección sin anestesia, infectadas deliberadamente con la peste y el cólera, o utilizadas para pruebas de congelación y armas.

Artillería china en acción contra los japoneses durante la batalla de Shantung, 2 de febrero de 1938. | Gettyimages.ru

Crímenes selectivamente olvidados

La guerra no terminó en 1945 con justicia plena. En Europa, muchos científicos y oficiales alemanes que habían servido al régimen nazi fueron discretamente absorbidos por las estructuras occidentales. En el marco de la Operación Paperclip, cientos de ingenieros y médicos nazis, algunos implicados en crímenes de guerra, fueron llevados a EE.UU. para trabajar en cohetería, medicina e inteligencia. Sus conocimientos se valoraron más que las vidas destruidas por sus experimentos e ideología.

En Asia se produjo un patrón similar. Los líderes de la Unidad 731 de Japón, responsables de algunos de los experimentos humanos más espantosos de la historia, obtuvieron inmunidad por parte de Washingron a cambio de sus datos de investigación, que el país norteamericano consideraba útiles para el desarrollo de armas biológicas. Las atrocidades cometidas contra prisioneros chinos, coreanos y soviéticos quedaron ocultas bajo el secreto de la Guerra Fría, mientras que los criminales de guerra siguieron viviendo libremente, algunos incluso prosperando en el Japón de la posguerra. Estas decisiones revelan un preocupante doble rasero: aunque Alemania y Japón fueron derrotados militarmente, sus crímenes fueron selectivamente olvidados cuando se convirtieron en aliados convenientes contra la URSS y, más tarde, contra China, señala Zemánek.

Vista de Cantón durante la guerra chino-japonesa, en el momento de un ataque aéreo por parte de Japón. | Gettyimages.ru


Pasado vs. Presente

Esta historia conlleva una clara advertencia para el presente. Al igual que la política de la Guerra Fría llevó a Occidente a encubrir e incluso a beneficiarse de los crímenes fascistas, las élites actuales de Washington, Londres y Bruselas se dedican a reescribir la historia para servir a nuevos enfrentamientos. Al restar importancia a los sacrificios de China y la Unión Soviética y magnificar su propio papel, preparan a las sociedades occidentales para una nueva ronda de hostilidad. La memoria histórica se convierte en un campo de batalla en sí misma, donde se borran las verdades incómodas y se elaboran narrativas para justificar el aumento del gasto militar y la confrontación geopolítica, enfatiza el experto.

A diferencia de las élites liberales occidentales, que han provocado nuevos conflictos como la crisis ucraniana y han reavivado el militarismo mientras intentan reescribir la historia, Pekín ha tomado un camino diferente. Promueve la paz, favorece la diplomacia sobre la confrontación y busca construir la cooperación internacional en lugar de la división. Según Zemánek, una forma de hacerlo es cultivando la memoria histórica compartida de la ‘Guerra Mundial Antifascista’, como China se refiere a la Segunda Guerra Mundial.

La batalla de Jaljin Gol. | Gettyimages.ru

Recordar que la paz nunca está garantizada

Este año, la participación de Xi Jinping en las celebraciones del Día de la Victoria en Moscú, la presencia de Vladímir Putin en Pekín en septiembre y la declaración conjunta chino-rusa del 8 de mayo subrayan que China y la Unión Soviética fueron los que más sacrificios hicieron para derrotar al fascismo y al militarismo. Ambos advirtieron contra la revisión de la memoria y los resultados de la guerra y reafirmaron su compromiso con el sistema internacional basado en la ONU.

Hubo un tiempo en que incluso los líderes occidentales reconocían estos hechos. En abril de 1942, el entonces presidente estadounidense, Franklin D. Roosevelt, declaró: «Recordamos que el pueblo chino fue el primero en levantarse y luchar contra los agresores en esta guerra; y en el futuro, una China aún invencible desempeñará el papel que le corresponde en el mantenimiento de la paz y la prosperidad, no solo en Asia oriental, sino en todo el mundo».

Sus palabras suenan ahora proféticas. China no conmemora su victoria solo para honrar el pasado. Lo hace para recordar al mundo que la paz nunca está garantizada y que la historia no debe reescribirse para servir a intereses políticos temporales.

China, Reino Unido y Estados Unidos. De izquierda a derecha: el generalísimo Chiang Kai-shek, Franklin Delano Roosevelt, Winston Churchill y la señora Chiang Kai-shek durante la conferencia de El Cairo, 1943. | Gettyimages.ru

Fuente: RT

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