Erre
que erre: la segunda parte de la reforma de las pensiones
Publicado el 15 de diciembre de 2022 /
Por Otros medios / KAOSENLARED
Ya se sabía que antes de
fin de año se había de completar la segunda parte de la reforma de las
pensiones. Es sorprendente que se haya esperado hasta tan tarde para intentar
completarla. Esperar a fines de noviembre para concretar una modificación que
se ha de terminar antes de fin de año, pone de manifiesto que no se plantea un
debate final tranquilo y sereno sobre el tema, sino una conclusión precipitada
y forzada. ¿Por que se espera hasta tan tarde? Es verdad que el Sr. Escriva ya
ha ido lanzando globos sonda para su propuesta desde hace varios meses, pero
sólo ahora, con la urgencia de la última hora la concreta. ¿Por qué?
Desde 1988 se esta hablando
permanentemente de la reforma del sistema público de pensiones. Este se va
modificando sin cesar y a medida que transcurren los años y mejora la esperanza
de vida la preocupación por querer hacer las pensiones públicas ‘sostenibles’
va aumentando, no solo para el próximo futuro sino incluso para dentro de
varias décadas. Y ‘sostenibles’ quiere decir que las pensiones se financien
esencialmente con las cotizaciones de los trabajadores en activo y alguna
aportación menor del erario público.
Sin embargo, durante muchos
años las pensiones se financiaron sin problemas. Incluso se costearon otros
cuantiosos gastos, sobraba dinero y se llegó a constituir un fondo para cubrir
posible periodos difíciles. Ahora las personas viven más años, los salarios y
las cotizaciones disminuyen y nos dicen que este fondo se ha agotado, que la
Seguridad Social incurre en un importante déficit y sólo se pueden cubrir las
pensiones por medio de contraer una fuerte deuda con el Estado. La Seguridad
Social busca fórmulas -¿milagrosas?- que permitan cubrir sus compromisos del
erario publico con la ciudadanía envejecida, que ha cotizado durante muchos
años por sus derechos. Se suceden constantemente las modificaciones del
sistema, pero casi siempre por medio de reducir el importe de las pensiones que
recibirán los pensionistas. Quienes por su parte reivindican activamente su
derecho a disponer de pensiones dignas ahora y en los pensionistas del futuro.
Se multiplican las
propuestas de reforma del sistema y se repiten los debates en la opinión
pública. La ciudadanía está ya cansada de estas discusiones inacabables.
Periódicamente se plantea el mismo tema y las conclusiones conducen siempre a
una disminución de las pensiones percibidas. Incluso, especialmente entre la
juventud, se ha generalizado la idea de que dentro de bastantes años las
pensiones públicas serán mínimas o desaparecerán. Y aunque las autoridades
pertinentes aseguran que esto no sucederá, una parte importante de la opinión
pública lo asume, aunque sin acabar de creérselo del todo. Parece que el
sistema que funcionó decentemente durante muchos años ya no desempeña
adecuadamente su papel. Ya no se quiere dedicar todo el dinero necesario a las
pensiones. La reforma de la financiación de las jubilaciones se plantea como un
imperativo en la política pública, no sólo en España sino igualmente en el
ámbito europeo.
Aunque habría que matizar
mucho esta aceptación, admitamos por un momento que este sistema está generando
un gran déficit en las cuentas de pensiones de la Seguridad Social que el
sistema actual no es suficiente para cubrir el gasto necesario. Entonces, parece
que lo más lógico sería tener que cambiar el sistema, buscar y encontrar otro
que sea más eficiente. Sin embargo, todas las reformas se plantean como
modificaciones en torno a los márgenes del mismo eje central que consiste en
que las pensiones se tienen que financiar sobre la base de las cotizaciones de
los trabajadores en activo. Que las pensiones se tienen que financiar con las
aportaciones de las cotizaciones de los trabajadores en activo se ha convertido
en el fundamento inamovible de todos los planteamientos. Y todas las propuestas
giran en torno a cómo aumentar los ingresos de estas y cómo disminuir las
prestaciones para que no se genere o aumente el temido déficit. Se modifica por
un lado y por otro el sistema de siempre, con modificaciones fragmentarias que
sólo pueden resolver el problema parcialmente. Y este eje central para lograr
la sostenibilidad no se modifica. Y de ahí no se sale. ¿No se puede
modificar de otra forma el sistema, plantear realmente una alternativa, sin
someter a los pensionistas permanentemente a los sobresaltos de lo que puede
suceder con un derecho fundamental para su futuro? Es verdaderamente tedioso y
poco productivo repetir el problema sin ser capaces de generar una solución
estable y eficiente.
Empecemos por el principio:
un mantenimiento digno de las personas mayores, de los pensionistas, es
una función social que cualquier sociedad medianamente civilizada tiene que
cumplir. Las cotizaciones sociales han cubierto esta necesidad adecuadamente
durante muchos años, no olvidemos que todavía hace pocos años que las cuentas
de la Seguridad Social presentaban superávits capaces de generar fondos de
previsión muy válidos. Si ahora, porque la gente vive más años y los salarios
son más bajos y, por lo tanto las cotizaciones no son suficientes, se plantea
que las cotizaciones no cubren las finanzas necesarias, habrá que encontrar un
sistema adecuado y eficiente alternativo.
Actualmente las
prestaciones de pensiones y la Seguridad Social se financian con las
cotizaciones, lo que supone unos impuestos especiales, que además de ser los
mayores impuestos del país, se pagan directamente por el trabajo (cotizaciones
de empresas y trabajadores), por encima de todos las demás formas de imposición
del país. ¿Por qué los pensionistas tienen que pagar un impuesto adicional si
con este sistema no llega?, ¿por qué no plantear un sistema de financiación de
las prestaciones sociales, de las pensiones,
integrado en un sistema fiscal general? No debe ser tan difícil
integrar las cotizaciones sociales en un sistema fiscal de conjunto hasta que
se cubra la financiación necesaria y no habría que estar cambiando cada poco el
sistema de pensiones. Suena extraño y fuerte, seguramente por novedoso, pero
¿no contribuiría mucho a mejorar la igualdad para financiar todos los gastos de
la ciudadanía sin tener que estar buscando cada poco como modificar el sistema
en márgenes y vericuetos varios dando vueltas como noria cerrada al mismo tema?
Si se mira al problema olvidando las ideas preconcebidas, ¿por que son solo las
pensiones las que tienen que financiarse directamente con las cotizaciones? Es
verdad que este sistema se ha formado históricamente, pero parece que cuando
hace falta, se tienen que poder modificar los sistemas de organización
colectiva. Y esto no es imposible. Veamos:
A medida que las formas de
vida van cambiando surgen nuevas necesidades, que se tienen que financiar: por
ejemplo, cuántos miles de kilómetros de autopistas se han hecho en los últimos
años, cuánto se ha invertido en implantar el AVE, se acaba de aceptar que es
necesario doblar el gasto en la OTAN, el sistema judicial, la policía y el
ejercito necesitan cada vez más medios, la educación, la sanidad, la vida
política del país, las instituciones democráticas, se tienen que financiar, etc.
etc. Todos estos gastos y muchos más se financian con cargo a la riqueza social
que se produce y se distribuye por medio de los impuestos. ¿Por qué no las
pensiones? La sociedad tiene que financiar sus gastos sociales con la riqueza
que produce colectivamente. ¿Por qué los gastos de las pensiones se tienen que
financiar de forma distinta, sólo con las cotizaciones de los pensionistas?
Hasta ahora han bastado, pero si no bastan, hay que cambiar el sistema. ¿Quién
o qué lo impide? No queda más remedio que preguntarse, ¿por qué las pensiones y
los gastos de la Seguridad Social son los únicos gastos sociales que se tienen
que financiar directamente con las cotizaciones de los trabajadores de forma
diferente de todos los demás gastos colectivos? ¿Por qué no con los impuestos
de la colectividad? Y tendrían que tener, como todos los demás gastos, su
manifestación en los presupuestos generales del Estado. No tendría que haber
problema de financiación de las pensiones en esta situación. ¿Por qué y cómo se
afirma así que no hay suficiente financiación para las pensiones? ¿Qué es lo
que justifica que sean diferentes? Y podría diseñarse un sistema alternativo
que no presentará de la misma forma el problema y las posibles soluciones.
Me parece que hay haber
otras razones de mucho peso que mantienen el sistema inamovible. Frente a los
innumerables debates que se organizan en torno a la sostenibilidad de las
pensiones hay muchos aspectos que casi no se mencionan. Por ejemplo, se comenta
sobre el aumento del número de pensionistas en el próximo futuro y que cada vez
hay menos trabajadores por pensionista lo que supone dificultades de
financiación, pero casi nunca se menciona que es muy posible que cada
trabajador produzca más riqueza en el futuro, con lo cual se puede cubrir el
mismo gasto con muchos menos trabajadores. Rara vez se menciona la riqueza que
el sistema productivo del país es capaz de producir, ignorándose las
posibilidades de financiación que esto proporciona. Una sociedad cada vez más
rica puede financiar más gasto social aunque sean menos los trabajadores que
cooperan en el proceso de su producción. Es insuficiente ahora porque con las
cotizaciones se tiene en cuenta sólo el número de trabajadores que participan
en la producción y su salario, cuando lo importante no es el número de
personas, sino la riqueza total de producen y el excedente que queda para otros
gastos. Concretamente para las pensiones en este caso.
Me pregunto también por el
impacto que tienen en el sistema público los sistemas de las pensiones
privadas. Por una parte, la existencia de esquemas privados de pensiones,
regidos por entes financieros, muestra que es posible operar un sistema de
pensiones de forma muy distinta del sistema público actual, y, por el otro, las
pensiones privadas se proponen a menudo como sustitutivos o complementos de las
públicas. No hay duda que la preocupación por la disminución o posible
desaparición de las pensiones públicas constituyen un buen incentivo para
dedicar los ahorros, para quien dispone de ellos, a esquemas privados de
pensiones. Y que este sistema proporciona cuantiosos beneficios a los entes
financieros por lo que estos las estimulan de muy variadas maneras.
[Incidentalmente, es ‘curioso’ que con frecuencia el debate sobre los problemas
de las pensiones publicas coinciden en el tiempo con los periodos en que los
entes financieros publicitan las excelencias de la pensiones privadas].
Así mismo, se mantiene que
las cotizaciones de las pensiones públicas no deben aumentar y no son posibles,
pero sin embargo se estimulan de muy variadas formas las pensiones privadas,
que suponen siempre inevitablemente un aumento del dinero dedicado a las
pensiones por parte de la población con ahorros privados. ¿Qué otra cosa es
esto más que aumentar la financiación de las pensiones por otras vías
paralelas, aumentando de paso el negocio para los entes financieros?
La imagen que se esta dando
desde hace años, de que sólo las cotizaciones tienen que cubrir las pensiones,
en lugar de considerarlas como los demás derechos sociales que deben cubrirse
con la riqueza general del país y los impuestos que las expresan, es un símbolo
equivocado y peor, ineficiente e incierto. Subir, bajar, cambiar el sistema de
pensiones en los márgenes, marear la perdiz sin ningún objetivo. Las pensiones,
como todos los derechos sociales, se tienen que cubrir con la riqueza del país
y todo sería más claro. Si no llega con las cotizaciones se tienen que cubrir
con los impuestos y constar en los presupuestos generales del Estado, igual que
todos los demás derechos y otros gastos sociales.
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