domingo, 25 de septiembre de 2022

Actualidad de la piratería científica

 

¿Es ética la piratería científica? ¿Acelera la transmisión de conocimiento y mejora la calidad de este? Hoy Sci-Hub cuenta con cerca de 85 millones de artículos científicos pirateados, al alcance de cualquiera. Y la comunidad científica lo agradece.


Actualidad de la piratería científica

 

Jaime García Gila

EL Viejo Topo

25 septiembre, 2022 

 


La piratería científica desde la perspectiva ambiental; clave en la democratización de la ciencia

El 5 de septiembre de 2011 entró en funcionamiento el repositorio de artículos científicos Sci-Hub. Fundado por la neurocientífica y desarrolladora de software Alexandra Elbakyan, este repositorio hoy en día alberga cerca de 85 millones de artículos científicos pirateados, todos ellos de libre descarga y a coste cero.

Hasta la puesta en marcha de este repositorio, las grandes editoriales, revistas y repositorios científicos poseían —y lo siguen haciendo, aunque ya en menor medida— el monopolio de la literatura científica. Empresas como Elsevier, Springer, Taylor & Francis y Wiley-Blackwell —entre otras— publican hoy en día cerca de la mitad de los trabajos científicos a nivel mundial, lo que significa que existe una verdadera centralización de los derechos de autor.  En un ambiente altamente competitivo como es de la ciencia, donde impera el dicho «publicar o perecer» —del inglés «publish or perish»— se favorece que las revistas editadas por estas empresas gocen de un elevadísimo prestigio, ya que todo científico que quiera ser top intente —en ocasiones desesperadamente— publicar en ellas, lo que a su vez retroalimenta positivamente el monopolio aglutinador de los derechos de autor, concediendo siempre estos derechos a los mismos actores.

Estas empresas monopolísticas cobran a las universidades, laboratorios e instituciones de investigación grandes sumas de dinero por estar suscritas a sus servicios. De forma que, si no se pertenece a ningún organismo suscrito a dichos servicios y se desea acceder a esta literatura de forma independiente, por cada artículo se puedan llegar a pagar de 20 a 40 euros. Teniendo en cuenta que en un artículo científico de calidad se citan en torno a 30 fuentes, cada artículo puede llegar a costar entre 600 y 1.200 euros solo en referencias bibliográficas. Y esto sin tener en cuenta todos los trabajos que se son leídos y descartados de la publicación final.

El pago por el acceso a la literatura científica quizá no suponga un gran problema para aquellos científicos que trabajan en áreas que tradicionalmente han tenido importantes fuentes de financiación. Para los grupos de investigación en disciplinas como la física, la química, la biomedicina y la biotecnología —o el de las instituciones que los financian— el gasto en acceso a la literatura puede suponer una inversión ridícula si se compara con el gasto en personal, tecnología, materiales, reactivos, instalaciones, etc. Sin embargo, la aparición de Sci-Hub, y la piratería científica en general, ha supuesto toda una revolución para disciplinas de ciencias ambientales como la ecología, la botánica, la zoología, la entomología, la conservación, etc.

En estas disciplinas la financiación no suele ser muy grande, y esto se debe principalmente a tres factores. Primero, la naturaleza de la problemática a estudiar generalmente es de fácil acceso y no requiere de tecnología punta o grandes recursos si la comparamos, por ejemplo, con el estudio de enfermedades como el cáncer y el Párkinson; o la investigación de partículas subatómicas en grandes y costosos aceleradores, donde se pueden manejar presupuestos de millones o incluso de cientos de millones de euros. Segundo, los resultados de la gran mayoría de los estudios no tienen como fin último la producción de patentes rentables a corto y medio plazo, sino que buscan el saber por el saber o simplemente el estudio y la protección de determinadas especies y sus hábitats, por lo que tienen una reducida o nula rentabilidad de la inversión, haciéndolas poco llamativas a la inversión institucional. Y tercero, los sectores del medio ambiente y la protección de la biodiversidad tradicionalmente han tenido una baja demanda, tanto a nivel social como a nivel institucional. Aunque esto haya cambiado en los últimos años, con la mayoría de las grandes corporaciones queriendo vestirse los ropajes de una supuesta sostenibilidad, la realidad es que estos gastos suelen ocupar los puestos más bajos dentro de sus presupuestos.

Estos tres factores generan una precariedad casi crónica dentro de las disciplinas ambientales, con líneas de investigación con presupuestos muy ajustados por la falta de financiación. Sin olvidar, que muchos de los científicos que se dedican a estas áreas son científicos independientes que no viven directamente de la investigación, y que trabajan solos o mediante colaboraciones con grupos de investigación de forma altruista, tan solo por amor a la ciencia. Todo esto hace que el acceso a la literatura científica de altos costes no sea asumible, disminuyendo la calidad de las publicaciones, e incluso en muchas ocasiones, impidiendo la puesta en marcha o la finalización de estas.

¿No resulta paradójico que el primer paso en la generación de conocimiento, como es su adquisición, sea en muchos casos el paso limitante para el desarrollo de la ciencia y en especial en disciplinas como las ciencias ambientales, donde existe una gran actividad de científicos independientes? Realmente lo es.

Sin embargo, pese a los inconvenientes que suponen los altos costes de acceso a la literatura científica, las editoriales, revistas y repositorios están en su derecho de fijar los precios de venta de los artículos. Al fin y al cabo, funcionan como cualquier empresa privada, ofreciendo un servicio demandado —en este caso servicios de edición, publicación y almacenamiento de bibliografía— y obteniendo por ello un beneficio económico. Esto hace que la piratería vulnere los derechos legales de estas entidades.

Llegados a este punto podríamos preguntarnos si es ética la piratería científica, y si es ético hacer uso de ella. Desde mi punto de vista las respuestas deberían ser un par de rotundos síes; y existen razones de peso para ello.

Por un lado, los científicos no obtienen retribuciones económicas por parte de las revistas científicas al publicar sus artículos —en ocasiones incluso se paga por publicar—. Hecho que es fundamental para la buena praxis de la ciencia. Si las revistas pagaran por derechos de autor, los científicos podrían tener incentivos en publicar aquello que les brindara mayores beneficios y, por tanto, podrían verse tentados a falsear datos o llegar a interpretaciones sesgadas de los resultados. Es decir, los científicos publican gratis. Y por otro, en toda revista científica que se precie existe la revisión por pares. Esto significa que cada artículo es revisado por dos —en ocasiones hasta tres— académicos expertos en la temática tratada en dicho manuscrito. Los revisores, al igual que en el primer caso, tampoco obtienen una retribución económica por la misma razón, mejorar la calidad científica, eliminando los sesgos y el tráfico de influencias. Es decir, los artículos son revisados gratis por la comunidad de científicos. Entonces, ¿por qué deben pagar los científicos para obtener el conocimiento que otros previamente han publicado de forma gratuita, tras una escrupulosa revisión, también gratuita, cuando el beneficio lo obtiene únicamente la revista o repositorio y no los implicados en la cadena de generación de ese conocimiento? La respuesta es clara, la piratería científica es ética. Es más, es necesaria y se debe seguir produciendo hasta que todas las revistas pasen a ser de acceso libre.

A título personal como autor y coautor de varios artículos científicos, estoy a favor de que sean descargados desde repositorios como Sci-Hub, ya que el trabajo y esfuerzo depositados en ellos por mí, y por toda la cadena de personas partícipes, no debe ser objeto de fuente de riqueza de terceros. Además, esto cobra especial importancia cuando en disciplinas como las ambientales, parte de los autores publican y enriquecen la fuente de conocimiento simplemente por amor a la ciencia, de una forma totalmente desinteresada, sin obtener beneficio alguno más allá de la satisfacción personal y el reconocimiento entre colegas.

Por otro lado, se debe romper otra lanza a favor de la piratería científica. Y es que esta acelera la transmisión de conocimiento dentro de la comunidad y mejora la calidad de este. Muchos de los que nos dedicamos a la ciencia de forma pasional y no profesional, nos hemos encontrado en la situación de que un artículo en concreto no se encontraba en la base de datos de Sci-Hub o cualquier otro repositorio. Al no pertenecer a una institución con los servicios contratados del repositorio dueño de los derechos de autor de dicho artículo, nuestro acceso no va más allá de la información disponible en el resumen o abstract. Entonces, nos vemos obligados a recurrir a colegas que sí trabajen de forma profesional en alguna institución y esperar que tengan acceso. En el peor de los casos su acceso se hace imposible, lo que implica que, si la información contenida en este es de suma importancia, el artículo en redacción pierda calidad y rigor. Y, en el mejor de los casos, supone pérdida de tiempo, intercambio de mensajes entre colegas y una frase de agradecimiento al final del manuscrito especialmente dedicada a la persona que nos consiguió el ansiado artículo.

En definitiva, los repositorios piratas como Sci-Hub a día de hoy siguen siendo fundamentales, democratizando el acceso y el intercambio de conocimiento; permitiendo así, hacer ciencia a todo científico, independientemente de su presupuesto, estatus social o lugar de procedencia.

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