La Ley
de Impulso de los Planes de Empleo aprobada el 9 de junio es un regalo para las
grandes entidades financieras y las empresas. Se trata de un intento de
privatización de las pensiones en beneficio de la gran banca y los Fondos de
Inversión.
Los “viejunos” no se resignan
Eduardo Luque, Ramon
Franquesa
El Viejo Topo
19 junio, 2022
Si lo repetís
negaremos haberlo escrito, pero ese parece ser el nuevo apelativo con el que
nos califican algunas de las señorías de la izquierda y la derecha postmoderna.
Primero dijeron de nosotros que no “entendíamos de política”, que había que
esperar. Después, cuando fuimos poniendo al descubierto sus “chalaneos
parlamentarios” del “Donde dije digo, digo Diego” nos llamaron “talibanes”,
porque pedíamos, transparencia, claridad y una Auditoria por ley que finalmente
conseguimos y que Escrivá se resiste a aplicar.
Cuando
exigíamos un reparto más justo de las cargas a través del IPC interanual, los
que habían predicado el “asalto a los cielos” nos llamaron “viejunos”. Meses
después, cuando rompíamos el relato de los dirigentes sindicales y exigíamos la
Auditoria, algún “celebrado” dirigente sindical calificó la demanda como una
“ocurrencia”. Esa ocurrencia, para su disgusto, se transformó en ley. No fueron
ellos las que la impusieron sino la movilización sostenida de estos “viejunos”.
No con ellos sino a pesar de ellos.
Afortunadamente
no todas sus señorías son iguales, algunos se han puesto del lado de los
jubilados y pensionistas mientras que muchos bajan la cara avergonzados. No se
atreven a mirarnos; saben, y no pueden ignorarlo, que están vendiendo a las
corporaciones financieras las pensiones presentes y futuras.
El día 9 de
junio fue aciago para la izquierda social en nuestro país. El gobierno, que
intenta venderse en los medios de comunicación como “el más progresista de la
historia” aprobaba la Ley de Impulso de los Planes de Empleo. Un
título rimbombante que pretende ocultar que hablamos de la enésima Ley de
Pensiones. Es la apuesta personal de Pedro Sánchez y su ministro de Inclusión,
Seguridad Social y Migraciones: José Luis Escrivá. La excusa es la de siempre:
debemos cumplir con las exigencias de Bruselas para liberar otro de los tramos
del plan Next Generation o eso dicen. El texto recibió al
final un ajustado resultado de 172 frente a 164 que no ayuda precisamente a
legitimar una ley tan importante que afecta a 10 millones de pensionistas.
Votarón a
favor PSOE (119) Unidas Podemos (31), Ciudadanos (9), PNV (6) PdeCat (4),
y NuevaCanarias(3). Se opuso formalmente (aunque compartiendo el fondo), el PP
(86) y Vox (50); pero también con una fuerte capacidad argumentativa apoyada en
los movimientos de pensionistas ERC (12), Maria Pita ex–Podemos (1) y 15 votos
de Mas País, Junts, CUP, Compromís y BNG. Para su legitimación jugó un
importante papel la abstención de EH Bildu (5) y Coalición Canaria (1).
La ley ha
tenido una tramitación tortuosa. Durante muchos meses, la resistencia de los
movimientos de pensionistas ha puesto en jaque a las formaciones que se
autoproclamaban de izquierdas y que, a la postre, con su voto afirmativo
(PSOE-Unidas Podemos) o la abstención (Bildu) han conseguido imponer la Ley. Ha
sido tal la premura en la tramitación, que diputados de izquierda y de derechas
han calificado las votaciones de las enmiendas como “despropósito”,“auténtico
carajal” o “caóticas”. El día 2 de junio el proceso de aprobación se saldó con
una confusión tal que algún diputado llegó a preguntar: “¿Señor presidente,
puede repetir lo que hemos votado?”. La posición que adoptó la derecha era la
esperable, el elemento decisivo fue el cambio de posicionamiento de la
denominada “izquierda transformadora” la que debía asaltar los cielos y se
quedó sentada en la silla del Consejo de Ministros.
El proceso de
privatización toma el impulso que los fondos financieros exigían. No
esperábamos gran cosa del PSOE, pero queríamos creer que la mayoría de los
diputados de UP o Bildu apoyarían la posición de los colectivos de
pensionistas. Conseguimos el apoyo de muchos diputados que, a pesar de las
presiones de todo tipo (incluso personales), han mantenido la coherencia. La
abstención de UP hubiera bastado para paralizar la ley y derrotarla. No ha sido
así. Ni siquiera han introducido enmiendas que les pudiera justificar frente a
la ciudadanía y su electorado. En la suma de los despropósitos y dado lo
ajustado de las votaciones, Unidas Podemos llegó a votar negativamente sus
propias enmiendas. La organización de izquierdas mantuvo la confusión sobre el
destope de las cotizaciones, llegó a afirmar que como condición de la Ley se
destoparían los ingresos más altos. Nada de eso sucedió al final. En un gesto
políticamente suicida han aceptado las propuestas de Escrivá sin
contrapartidas.
Si cabe, la
posición de Bildu ha sido aún más patética. Desde una posición radical en el
período de discusión, se ha plegado finalmente a las posiciones del PSOE.
Publicitan como justificación que a cambio de su abstención se subirán las
pensiones mínimas NO CONTRIBUTIVAS en un 15%. Es una medida evidentemente
positiva que afectará a unas 440.000 personas en todo el país, aunque
terriblemente insuficiente puesto que se pasará de los actuales 421,40€ a los
484,61€ desde julio de 2022 hasta diciembre. Pero ese incremento no se
consolidará, así la futura subida en enero del 2023 no tiene por qué partir de
los 484,61€ sino de los 421.40€. Dentro de la subida no se incrementarán ni las
pensiones de viudedad, ni de orfandad. El diputado de EH Bildu Iñaki Ruiz de
Pinedo justificó su decisión arguyendo además que el ejecutivo no iba a tocar
los “fondos de la SS” y que de esa forma el texto no admitiría más cesiones a
la derecha.
Curiosamente Ciudadanos
(que no son precisamente muy de izquierdas) no tuvieron ningún problema en
votar la totalidad de la ley incluidas las enmiendas “izquierdistas” de Bildu.
Así los votos de Cs se hicieron imprescindibles al igual que los votos del
PSOE-UP y la abstención de Bildu.
La posición de
las direcciones de los grandes sindicatos ha servido para desmovilizar y
ocultar el debate social. Conscientes de lo insostenible del proyecto no han
hecho una campaña a favor, pero han contribuido a mantener el silencio entre la
opinión pública, mientras se debatía y aprobaba una Ley que va afectar
profundamente a trabajadores y pensionistas. Con ello han ignorado las
resoluciones de sus propios Congresos autonómicos o locales que se han
posicionado contra la ley. La distancia entre los dirigentes y sus bases que
dicen representar se está abriendo a pasos agigantados. Su escasa capacidad de
movilización en la calle muestra su enorme debilidad. CCOO y UGT ahora han
callado, pero apoyaron la primera parte de la reforma cuya participación era
muy necesaria para darle al debate un barniz progresista. El gobierno y en
especial el ministerio de Escrivá y el de Yolanda Sánchez siguen ofreciendo una
compensación a los aparatos sindicales por cada convenio en que se privaticen
las pensiones. Pero es un proceso que también tendrá costos y que no les va a
resultar fácil. Algunos comités de empresa de sectores importantes ya se han
manifestado en contra de la Ley. Son pocos por ahora, pero en la medida que se
conozca el redactado el rechazo será más amplio.
La ley aprobada
es un regalo para las grandes entidades financieras y las empresas que
alcanzarán una desgravación de hasta el 10% del Impuesto de sociedades. La
bonificación a las cuotas de Seguridad Social por las aportaciones a los planes
privados de pensiones se transforma en menores ingresos para las arcas de la SS
y por tanto, dentro de poco, volveremos a oír el repetido sainete; las
pensiones están en crisis. Es una ley que beneficia especialmente a los
salarios más altos y más cuando se le suma la inexistencia de una Reforma
fiscal (a la que se ha negado el gobierno en esta legislatura) y mantiene el
tope a las cotizaciones. La obligatoriedad para acogerse al Plan, a no ser que
lo indique lo contrario el Convenio Colectivo, es un intento clarísimo de
incrementar los ingresos de las entidades financieras. Para los funcionarios y
trabajadores de la administración se establece que las subidas salariales se
puedan convertir en ingresos obligatorios en el Plan de Pensiones.
Hay dos elementos
esenciales que conocemos ya y que es necesario resaltar: el primero es que
según el artículo 52,2 nadie se hace responsable si los Fondos de Pensiones
quiebran. El citado artículo dice literalmente: “la promoción de los
fondos de pensiones por parte del ministerio no supondrá en ningún caso la
garantía de la preservación del valor de las aportaciones o de las
contribuciones realizadas al Plan de pensiones ni la garantía de la
rentabilidad asignadas a esas aportaciones.”
El segundo es
de sentido común; está generalmente establecido que para que un fondo de estas
características sea rentable ha de superar el 3% anual de rentabilidad. Hemos
de restar a esa cifra el porcentaje que se lleva el Banco por la gestión. Si la
inflación está en este momento en el 8,7% se necesitaría una rentabilidad media
del 11.3%. Si no se cumple esta condición todos los fondos acaban perdiendo
dinero puesto que los ingresos que pudieran producirse se los come la
inflación.
El tercer gran
elemento que ayuda a entender el profundo malestar de los jubilados es que los
Reglamentos de los Planes Privados determinarán cuándo y de qué forma
recibiremos nuestro dinero al final de la vida laboral. Según estos
reglamentos, elaborados evidentemente según los intereses de las compañías financieras,
podrán obligar a un rescate parcial, mes a mes como las actuales SPV vascas. El
objetivo como hemos venido advirtiendo es evitar la descapitalización de los
bancos y entidades que manejen los Planes.
Las
consecuencias de la Ley son evidentes. Estamos frente a un intento de
privatización de las pensiones en beneficio de la gran banca y los Fondos de
Inversión. Al desviar obligatoriamente aportaciones hacia Fondos Privados
estamos indirectamente reduciendo salarios y pensiones. Volvemos al círculo vicioso
de la anterior crisis: se detrae dinero público que se inyecta en el
sistema financiero. La nueva crisis en ciernes tendrá nuevamente unos
grandes perjudicados: las clases populares.
Nada ha
acabado. La batalla sigue y se agudiza. El conflicto que se avecina tiene tres
hitos inmediatos. El primero es la lucha por un desarrollo del Reglamento de la
Ley. La segunda hacer cumplir la ley sobre la creación de una Auditoria de las
cuentas de la Seguridad Social. La tercera realizar una llamada a una gran movilización
en octubre que empuje a trabajadores y jubilados contra la carestía y la
inflación que como sabemos es el “llamado impuesto a los pobres”.
El movimiento
pensionista a la vez que ha denunciado la ilegitimidad de la ley, se plantea
ahora una amplia alianza en las calles entre trabajadores y pensionistas
exigiendo revalorizar salarios y pensiones con el coste de la vida. Una lucha
para romper el corsé de cualquier pacto de rentas que represente una pérdida de
poder adquisitivo, mientras que se liberan de cualquier límite los precios de
la energía, los alimentos y los beneficios de la banca.
Lejos de cerrar
el debate como el poder pretendía, la aprobación de la Ley representa la
apertura de una nueva etapa y un nuevo ciclo de movilización.
*++
No hay comentarios:
Publicar un comentario