LA VERDAD OCULTA DE
PALOMARES, 50 AÑOS DESPUES
15/01/201608:56
El 17 de
enero de 1966 amaneció con cielo azul, mar picado y fuertes rachas de viento.
El sol del invierno apenas calentaba el desierto de Almería. A las 9.22 horas
de la mañana (hora Zulu, es decir, hora de Londres), cuatro aviones
militares se divisan desde la pedanía de Palomares (Almería) como tantas
otras veces desde el comienzo de la llamada Guerra Fría. Pero ese día algo era
diferente.
Mientras dos
de ellos esperaban su turno, un bombardero B-52, que debía regresar a EEUU
después de que el mando militar decidiese que no debía lanzar las cuatro bombas
atómicas que llevaba en su bodega sobre territorio ruso, se acercaba al
avión de reabastecimiento que debía recargar sus tanques de combustible cuando
los pilotos del B-52 notaron que algo iba mal.
De pronto, el
avión de reabastecimiento ardió en llamas y los tripulantes del bombardero
accionaron los asientos inyectables y abandonaron la nave, conscientes
de que no serían capaces de reconducir la situación. Sólo cuatro de los siete
tripulantes del B-52 sobrevivieron. Nadie en la otra aeronave.
Las cuatro
bombas termonucleares -65 veces más destructivas que las de Hiroshima-,
mezcladas con una lluvia de pedazos de los fuselajes de ambos aviones, en
llamas tras empaparse del combustible derramado por la aeronave nodriza,
cayeron sobre ese pequeño pueblo almeriense. Ninguna de las bombas estalló
y ni uno sólo de los pedazos ardientes de los aviones causó daño alguno. Una de
ellas cayó en el mar provocando una masiva operación de búsqueda y rescate en
medio del más absoluto secretismo impuesto por el Pentágono y la dictadura de
Franco. Y dos de las que chocaron con el suelo se rompieron contaminando con
plutonio una enorme zona y sellando a Palomares con el marchamo nuclear para
siempre.
El próximo
domingo se cumplen 50 años de aquel accidente. La efeméride ha sido aprovechada
por el periodista Rafael Moreno para publicar la obra La historia
secreta de las bombas de Palomares, que acaba de llegar a las librerías
esta semana. El ensayo revela, tras 20 años de investigación y después de
analizar documentos desclasificados por EEUU, la verdad silenciada por España y
Estados Unidos durante décadas.
Una de las tres bombas nucleares que
cayeron en tierra firme en Palomares. EFE
El célebre
baño en aguas de Palomares del entonces ministro de Información y Turismo, Manuel
Fraga, menos de dos meses después del accidente para demostrar que no
existía radiactividad en la zona, no fue el único intento de ocultar la
verdadera importancia de la ruptura de aquellas bombas. Antes incluso de entrar
en los detalles de los documentos desclasificados por EEUU a Moreno, la obra
arranca con dos reveladoras citas que se explican por sí solas:
"Se han
tomado todas las medidas para asegurar que las zonas afectadas queden
completamente limpias". José María Otero Navascués, presidente de
la Junta de Energía Nuclear. 2 de marzo de 1966.
"Hemos
conseguido nuestro propósito de dejar la zona de Palomares en las mismas
condiciones en las que estaba antes del accidente". General Delmar
Wilson, comandante de la XVI Fuerza Aérea de EEUU. 22 de marzo de 1966.
Durante cinco
décadas las autoridades españolas y estadounidenses han jugado al ocultismo
y a la desinformación. El ejército norteamericano, con ayuda de la Guardia
Civil, limpió y se llevó a territorio de EEUU la tierra y restos vegetales
contaminados de 25.000 metros cuadrados de terreno. En total, 1.400 toneladas,
según el CSN, y 1.700, según los documentos que se le han desclasificado al
autor.
Pero, a pesar
del triunfalismo de las autoridades tras la primera limpieza de la zona, tanto
España como EEUU sabían que los trabajos en Palomares llevarían años. La
colaboración entre ambos países para hacer un seguimiento de la zona ha tenido
altibajos, pero se ha mantenido hasta la actualidad formalizada con el nombre
del proyecto Indalo, llevado a cabo por la antigua Junta de Energía
Nuclear, actual Ciemat. La financiación americana al proyecto se mantuvo hasta
el año 2009. En 2010 deciden que ya no van a poner más dinero, que no tiene
sentido seguir aportando fondos.
"¿Por
qué? No lo han explicado bien, no está claro", cuenta Rafael Moreno en una
cafetería madrileña el día antes de la llegada a las librerías de su obra.
"Algunos piensan que como las autoridades españolas aseguraban que no
pasaba nada, que ya no había peligro, no tenía sentido para EEUU
continuar".
Entonces, el
Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero cambia el rumbo del Ciemat. "El
nuevo director, Juan Antonio Rubio, y el investigador Carlos Sancho proponen
algo que en aquel momento parecía muy revolucionario y por lo que algunos les
dicen que están locos: hacer un mapa radiológico en 3D para saber exactamente
si es verdad o no que allí realmente no hay peligro y, si lo hay, saber dónde
está el peligro", explica Moreno.
Tras ochenta días de búsqueda, la bomba
que cayó al mar fue recuperada. EL MUNDO
Para ello,
consiguen de nuevo dinero de EEUU y llevan a cabo un trabajo que después
avalarían los mayores especialistas nucleares del mundo. El resultado de su
estudio dista mucho de la realidad que vendió España durante décadas. Aún
quedan restos de polonio radiactivo -y del isótopo en el que se transforma, el
americio- en las tierras de cultivo y en las montañas de Palomares.
Hay que
acometer la limpieza definitiva y los expertos del Ciemat elaboran un Plan de
Rehabilitación de Palomares con el que dan un ultimátum a EEUU. Según revela
Moreno basándose en un trabajo de Carlos Sancho, el coste del programa
ascendería a 31 millones de euros, excluyendo la gestión de los residuos
radiactivos. Pero ¿qué se hará con los cerca de 50.000 metros cúbicos de
materiales que contienen radiactividad?
La maquinaria
diplomática se pone en marcha y no es hasta octubre de 2015 cuando el ministro
de Asuntos Exteriores José Manuel García-Margallo firma con su homólogo
norteamericano, John Kerry, un acuerdo por el cual Washington se compromete a
rehabilitar Palomares y a llevarse los residuos a un emplazamiento adecuado en
EEUU. Sin duda, esto sienta un precedente peligroso para EEUU, ya que
muchos otros países podrían reclamarle reparaciones similares, pero lo cierto
es que el texto no dice ni cuándo se va a llevar a cabo ni qué método se usará
y tampoco aclara quién va a pagar el coste.
La opacidad
española sobre Palomares aún continúa hoy en día. No existe una copia pública
del plan de rehabilitación de Palomares, sólo declaraciones a la prensa o
ponencias en congresos internacionales. Moreno ha pedido reuniones e
información al Consejo de Seguridad Nuclear antes de publicar el libro y la
única respuesta que ha recibido es el envío por correo electrónico de un
folleto informativo elaborado en el año 2013.
Personas contaminadas con plutonio, pero
sanas
Quizá el caso
más sangrante de la desinformación y falta de transparencia española en el
accidente de Palomares sea, según Rafael Moreno, la gestión de los datos
médicos y ambientales de la zona contaminada. "No hay ni un solo informe
oficial que diga cuántos positivos ha habido entre las personas que se
sometieron a las pruebas clínicas", asegura Moreno. "Lo único que hay
son las transparencias colgadas en internet de una conferencia de un miembro
del Ciemat que dio en Fukushima y en Austria. Y, desde 1967 hasta 2010, hay 119
personas que han dado positivo en plutonio", cuenta. Pero no se especifica
ningún otro dato, ni siquiera cuándo. "Sabemos que dar positivo no quiere
decir que estés enfermo, pero nadie explica si son de ahora o de los años
60", dice el autor. En 1985, la alcaldesa de Palomares, Antonia Flores,
pidió toda la información disponible tras los análisis ambientales y médicos.
Las autoridades españolas se los negaron y sólo, después de muchas gestiones,
accedieron a entregar los análisis personales a cada uno de los vecinos
afectados. Mientras, los científicos españoles mostraban estos resultados en
congresos internacionales, cuando en España ni siquiera eran públicos.
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