martes, 4 de agosto de 2015

LA BANCA, BANDA DE BANDIDOS QUE NOS LLEVA A LA RUINA SI NO NOS ORGANIZAMOS POLITICAMENTE


Entrevista a François Morin, economista francés de la Universidad de Toulouse

“El oligopolio bancario actúa como una banda organizada”

Rebelión
Página 12
03.08.2015


El mundo, la política, las democracias y las finanzas están dominados por una hidra mundial compuesta por 28 grandes bancos internacionales cuyas políticas fijan el curso no sólo de las finanzas sino, también, de las democracias parlamentarias. Este es el argumento implacable y rigurosamente demostrado por el economista francés François Morin en el libro de investigación que acaba de aparecer en Francia: La Hidra Mundial, el Oligopolio Bancario (Lux Editeur). Profesor emérito de ciencias económicas en la Universidad de Toulouse, François Morin fue miembro del consejo general del Banco de Francia y del Consejo de análisis económico. “La hidra mundial” es un conglomerado de 28 bancos coordinados entre sí –“interconectados”– que manejan el mercado cambiario, las tasas de interés, crean los productos tóxicos por los cuales luego pagan los Estados, o sea, los ciudadanos, influyen en las políticas económicas y modelan las democracias a su antojo.

El libro de François Morin –también autor de Un mundo sin Wall Street– revela datos bancarios inéditos sobre el poder de esta hidra globalizada cuya potencia, por primera vez en la historia, dio vuelta la relación de fuerzas entre lo público y lo privado. Maniobras fraudulentas, pactos secretos, lobby contra la democracia, manipulación de los mercados, estos bancos “sistémicos” desempeñan un papel nefasto en las sociedades del mundo al tiempo que han hecho de la democracia un rehén de sus intereses privados.

Un dato basta para medir sus brazos: estos 28 bancos detentan recursos superiores a los de la deuda pública de 200 Estados del planeta. Las investigaciones llevadas a cabo en 2012 demostraron, en parte, los meandros de sus maniobras secretas. François Morin completa la investigación con un libro de una gran solidez analítica donde las cifras, expuestas sin el tamiz de la ideología, fluyen como un oráculo de lo que vendrá. Hoy son estados disminuidos, que han perdido su soberanía monetaria y que tienen enfrente a un gigante hípervigoroso. Actualmente, el 90 por ciento de la moneda es creada por los bancos, contra el 10 por ciento por los bancos centrales. Ahora bien, ese oligopolio manipula según como le conviene los dos parámetros fundamentales de la moneda: la tasa cambiaria y la tasa de interés. “Los Estados son a la vez rehenes de la hidra bancaria y están también disciplinados por ésta”, dice Morin. Entre los 28 bancos del oligopolio, hay 14 que “producen” los productos derivados tóxicos cuyo valor alcanza los 710.000 millones de dólares, o sea, el equivalente a 10 veces el PIB mundial.

El autor insiste en llamar a una movilización mundial para recuperar la dimensión política secuestrada por el sector financiero privado y no cesa de advertir que seguimos en “estado de emergencia” porque, en el horizonte, se van formando las figuras del rompecabezas de un nuevo cataclismo. La hidra bancaria se ha transformado en un oligopolio vandálico para la economía mundial y la estabilidad de las sociedades.

–Usted demuestra la existencia de un oligopolio compuesto por 28 bancos que están únicamente al servicio de sus propios intereses. ¿En qué condiciones y en qué momento surgió este oligopolio?

–Este oligopolio comenzó a emerger a mediados de los noventa. Fue la liberalización completa del mercado de capitales lo que permitió la creación de vastos mercados monetarios y financieros a escala planetaria. Los grandes actores bancarios de esa época se adaptaron a este estado del mundo. Hay que señalar que esta liberalización completa del mercado de capitales interviene luego de dos liberalizaciones precedentes en los setenta: la del mercado cambiario y la de la tasas de interés. El oligopolio se crea entonces cuando estos tres procesos llegan a su término. Entonces podemos decir que a partir de 1995, hay bancos que se tornan sistémicos a escala mundial, es decir, que la caída de uno de ellos puede provocar un cataclismo financiero mundial. 

–¿Cómo influyó este oligopolio en la crisis argentina de 2001?

–Desde luego que hay una relación. Este oligopolio cuenta en su seno con 14 bancos que fabrican productos (financieros) derivados, en especial productos que dependen de la tasa cambiaria. Ahora bien, la mayoría de las crisis sistémicas que conocimos a partir de 1990, sea en los países del Sudeste Asiático, en Brasil o en Turquía, fueron crisis provocadas por la especulación internacional, por el movimiento de capitales. Este movimiento fue además amplificado por los productos derivados creados con la tasa cambiaria. La crisis argentina de 2001 fue una crisis acelerada por estos productos que le permiten a la especulación internacional poder ganar mucho y rápidamente. Cuando Argentina, en 2001, se apartó del dólar hubo una fuerte especulación autorizada por la globalización de los mercados financieros y por los productos derivados que, en aquel entonces, estaban fabricados por los grandes bancos internacionales. Catorce de estos bancos especularon contra Argentina. 

–Entre las revelaciones de su libro, la más sorprendente es que usted demuestra que el peso de estos 28 bancos supera la deuda pública mundial.

–La potencia real de estos 28 bancos, o sea, su capacidad para movilizar recursos financieros, es enorme: el balance global del conjunto de estos bancos es, en 2012, superior a la deuda pública de 200 Estados. Por un lado, esto muestra la potencia fenomenal de estos bancos y, por el otro, lamentablemente, la debilidad de los Estados, que están sobreendeudados. Hay pues una debilidad ante la fuerza fenomenal que está frente a ellos. 

–¿En qué momento de nuestra historia reciente ese oligopolio se convierte en lo que usted llama “una hidra mundial”?

–Empieza cuando nos damos cuenta de que, al final, esos bancos se ponen de acuerdo entre ellos, que practican una suerte de colusión. Esos bancos actúan como una banda organizada para influenciar colectivamente los principales precios de la finanza mundial, en especial las tasas cambiarias y las de interés. Las primeras investigaciones sobre estos bancos son recientes. Se remontan a 2012 y muestran que esas prácticas de colusión empiezan realmente en 2005. En concreto, entre los noventa y 2005 el oligopolio comienza a formarse y, a partir de 2005, sus prácticas se vuelven corrientes. Estamos en presencia de un actor colectivo que se torna devastador para la economía mundial. Es una hidra devastadora. 

–La interconexión entre los miembros del oligopolio se extiende a muchos campos...

–Actúan en varios mercados. El mercado cambiario es uno de los más grandes del mundo porque hoy se cambian 6.000 millones de dólares cada día. En 2012 se descubrió que cinco bancos controlaban el 51 por ciento de ese mercado. Pero también manejan el mercado de las tasas de interés a corto plazo y el mercado de ciertos productos derivados. Este es un poco el abanico de sus actos delictuosos por los cuales pagaron multas que, en relación con sus ganancias, son insignificantes. 

–¿En qué medida las acciones de este oligopolio explican las políticas de austeridad que están en curso poco menos que en todas partes?

–En primer lugar, por la negativa a la realidad del sobreendeudamiento de los países europeos. Cuando se observan los datos no quedan dudas: antes de la crisis el endeudamiento europeo era del 60 por ciento del PIB. Pero a partir de 2007, justo cuando empieza la crisis, ese endeudamiento se acrecienta brutalmente. El sobreendeudamiento actual está ligado a las causas de la crisis financiera y no al despilfarro en las finanzas públicas, como nos lo quieren hacer creer. Hoy se cree que mediante políticas presupuestarias rigurosas se va a combatir el sobreendeudamiento, pero eso es totalmente erróneo. La crisis es una consecuencia del comportamiento de los grandes bancos durante la crisis de los subprimes (productos financieros especulativos). Si se quiere reducir la deuda pública actual y futura, habría que actuar sobre esos comportamientos. Pero estos bancos siguen haciendo lo mismo que en el pasado. Sin crecimiento y sin inflación el sobreendeudamiento no se resolverá nunca, menos aún con políticas presupuestarias de austeridad. Estamos en un camino sin salida. 

–Usted afirma que los Estados son rehenes de esos bancos.

–Sí. Los Estados no osan poner en tela de juicio las prácticas de esos grandes bancos. Estas instituciones desarrollaron lógicas financieras muy peligrosas, son responsables de la inestabilidad monetaria y financiera internacional, pero los Estados están desarmados frente a este oligopolio que es capaz de derrotar las legislaciones que se elaboran para desarmarlo. La lógica financiera perniciosa que existía antes de la crisis de 2007 persiste. 

–De hecho, este oligopolio constituye una amenaza para las democracias. Peor aún, las modela a su antojo.

–Resulta claro que desde el momento en que los Estados dejan de tener un margen de maniobra, que están sometidos a las obligaciones presupuestarias y, encima, como ocurre desde los setenta, que pierden su soberanía monetaria, todo esto converge en un debilitamiento progresivo de nuestras democracias. Cuando el arma monetaria desaparece, cuando no se cuenta más con el arma presupuestaria, el Estado queda disminuido frente a potencias económicas que lo enfrentan y lo denominan. Hoy, en la mayoría de los grandes países, las democracias se caen y pierden su sustancia ante un mundo económico y bancario súperpoderoso. 

–La sensación global que deja la lectura de su libro es que el cataclismo siempre nos acecha.

–Sí, el cataclismo está por venir, fundamentalmente porque los grandes bancos no cambiaron su lógica financiera. Estamos ante grupos privados que actúan según sus propios intereses y que son híperpoderosos. Por consiguiente, las mismas causas producen los mismos efectos. La inestabilidad financiera persiste y como las deudas públicas no hacen más que aumentar en todos los países desarrollados, nos encontramos con la amenaza creciente de una explosión de la burbuja de las obligaciones. Las deudas están constituidas por obligaciones financieras y, como la deuda aumenta, hay un momento en el cual la burbuja explotará y tendremos un cataclismo financiero tanto más grave que los vividos hasta ahora, ya que los Estados, debido a sus políticas de rigor fiscal, no podrán intervenir. No se ha cambiado ni un ápice de la lógica profunda de la globalización de los mercados y tampoco se ha querido romper el oligopolio. Resulta evidente que todas las condiciones están reunidas para que tengamos otro cataclismo. 

–Usted resalta también un hecho que parece de ciencia ficción: ese oligopolio logró transformar la deuda privada en deuda pública.

–En 2007, 2008, los grandes bancos detentaban los productos tóxicos, pero, en vez de reestructurar a esos bancos, en vez de hacerles pagar por las consecuencias de los efectos comportamientos, los Estados intervinieron para recapitalizar a los bancos o nacionalizarlos. Al final, esas obligaciones que representaban una deuda privada se transformaron en deuda pública. Pagaron los contribuyentes. 

–¿Es la primera vez en la historia de la humanidad que la relación de fuerzas entre lo privado y lo público se da vuelta?

–Es la primera vez que tenemos un mundo tan globalizado donde los capitales pueden desplazarse de un lado al otro del planeta a la velocidad de la luz, y donde hay actores tan potentes frente a los Estados. En el pasado hubo confrontaciones entre el poder financiero y el poder político, pero es la primera vez en la historia que esa confrontación tiene lugar a escala mundial. Esa es la novedad. 

–Entonces revolución, movilización ciudadana... ¿Por dónde transitar con una sociedad global que ha perdido su potencia, su capacidad de acción decisiva, que ha entregado su conciencia democrática y ciudadana a cambio del nuevo estatuto de consumidor planetario?

–Lamentablemente, lo que va a pasar es que, si no se hace nada, habrá una nueva crisis financiera. Y esta actitud pasiva, apática, puede acarrear trastornos enormes cuyos efectos políticos y sociales serían dramáticos precisamente porque ese trastorno no fue anticipado por las fuerzas políticas y sociales. Desde luego, se requieren movilizaciones ciudadanas. No será fácil. Mire lo que ha ocurrido en Grecia, con el Primer Ministro Alexis Tsipras y el partido Syriza. Las trabas para cambiar la relación entre lo político y lo económico han sido gigantescas. La historia no ha terminado aún. Hemos visto a un gobierno aceptar un acuerdo en el cual no cree. ¡Esto nos muestra hasta qué punto se ha puesto en tela de juicio la democracia! En España, con el movimiento Podemos, tal vez ocurra lo mismo. No creo que se pueda decir por adelantado que las movilizaciones ciudadanas iniciarán los cambios que esperamos. Tal vez, con las redes sociales y los movimientos, podamos esperar que comience un proceso. Hace falta una palabra política fuerte capaz de sintetizar el mundo de hoy y, también, lanzar la consigna capaz de abrir el camino de cambios reales. Las contradicciones que hemos visto en Grecia son el punto de incandescencia de estas cuestiones. Nada ha terminado. Como se dice popularmente ¡si nos gustó la temporada uno en Grecia, vamos a adorar la temporada dos! Lo cierto es que sin acción colectiva no saldremos de esto. ¿Cómo imaginar lo que viene, cómo dar vuelta esta relación de fuerzas totalmente desigual entre las potencias bancarias y los Estados debilitados? Reconozco que las democracias están en peligro, pero creo que la única solución pasa por una reconquista política que puede tomar varias formas. En el curso de los últimos años, los Estados han ido abandonando progresivamente su soberanía política, monetaria y presupuestaria. Debemos tomar en cuenta la realidad de la globalización del mundo. Los Estados tienen que recuperar su margen de maniobra, su soberanía, pero dentro de un marco organizado, a escala planetaria. Ello supone que los Estados actúen colectivamente organizando, por ejemplo, una gran conferencia del tipo Bretton Woods (1944). Otro camino consiste en que los ciudadanos empujen a los Estados a actuar, en todo el mundo, con movimientos diversos. Sin embargo, antes que nada, estas opciones suponen que se tome conciencia del estado del mundo, de las relaciones de fuerza existentes. Es indispensable que lo político vuelva al primer plano de la gestión de los asuntos económicos. La moneda debe ser un bien público y no un bien privado.

–En suma, se trataría de adormecer al consumidor y despertar al ciudadano globalizado. En este contexto, la crisis griega es la explosión visible de la degradación de las democracias occidentales.

–Los griegos tienen algo muy fuerte en su historia milenaria: siempre tuvieron el sentido de lo político. Desde los inicios de la democracia en Grecia, los debates siempre fueron muy ricos, hasta violentos. Eso es lo hay que despertar hoy en el mundo. Los griegos nos están mostrando cómo hacer política. Nos encontramos en estado de urgencia.  

Lista de los 28 bancos que componen el oligopolio
J. P. Morgan Chase
Bank of America
Citigroup
HSBC
Deutsches Bank
Groupe Crédit Agricole
BNP Paribas
Barclays PLC
Mitsubishi Ufjfg
Bank of China
Royal Bank of Scotland
Morgan Stanley
Goldman Sachs
Mizuho FG
Santander
Société Générale
ING Bank
BPCE
Wells Fargo
Sumitomo Mitsui FG
UBS
Unicrédit Group
Crédit Suisse
Nordea
BBVA
Standart Chartered
Bank of New York Mekon
State Street
El balance total de estos bancos es de 50.341 millones de dólares. 


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lunes, 3 de agosto de 2015

CRISIS: SE ACABA CON EL CAPITALISMO O DESAPARECE LA CIVILIZACIÓN



La crisis no es griega, europea o china, es mundial

Rebelión
01.08.2015


En un mes, entre mediados de junio y julio cayó un 30% la valorización bursátil en Shanghái, una de las ciudades emblemáticas de la expansión económica de China, y en un año su deuda creció de manera exponencial.

Hasta ahora, solo se escuchaba hablar del crecimiento económico en China, especialmente desde el inicio de la modernización de su modelo económico desde 1978. Las llamadas tasas chinas, del 10% anual o más, así lo verificaban.

En el último tiempo se habló de desaceleración, con tasas del 7%, muy superior a la evolución de cualquier economía nacional, de países desarrollados, emergentes o atrasados. El interrogante es si bajo las nuevas condiciones de crisis evidente esto seguirá así, e incluso afectará la tasa de crecimiento y con ello al sistema mundial en una nueva espiral recesiva.

Vale el interrogante entre nosotros, por ser China uno de los principales compradores de la Argentina y un nuevo proveedor de fondos por inversiones externas o préstamos negados por el sistema mundial. Es una situación bastante generalizada en la región latinoamericana y caribeña, por lo que la situación se incluye en la agenda de preocupaciones de los gobiernos y los pueblos en esta parte del mundo.

El éxito del modelo escondía que junto al crecimiento se consolidaban todas las formas de las relaciones capitalistas, entre ellas el trabajo asalariado estimulado por inversiones externas difundidas por las transnacionales de todo tipo, sustentadas en el aliento del Estado.

Las relaciones capitalistas, el dinero, el Estado y la deuda

Ello suponía una inserción de China en la economía mundial, como gran productor fabril y gestor de una fabulosa masa de dinero, usada principalmente para sostener el déficit estadounidense, convirtiendo a China en el principal acreedor del mayor Estado capitalista, de una deuda pública gigantesca, la más grande del mundo.

Con esas relaciones de producción, distribución, cambio y consumo se consolidó un tipo de desarrollo sustentado en la expansión del consumismo interno y la exportación, favoreciendo el despliegue de un sistema de crédito e inversión especulativa en mercados diversos, especialmente alentando la burbuja inmobiliaria y el crédito personal y empresarial local.

La intervención estatal tuvo ese propósito, la de estimular la expansión de las relaciones mercantiles y monetarias capitalistas.

Parecía que el gigante asiático, ascendiendo en el podio de la producción y la economía mundial quedaba afuera de la crisis mundial del capitalismo.

De hecho, China disputa la primacía de la producción mundial con EEUU y algunos se anticipaban a predecir el surgimiento de una nueva potencia hegemónica en el sistema mundial, replicando otras previas transiciones en la historia del orden capitalista.

Parece que no, que la burbuja especulativa tiene ahora su trayecto en China, con un Estado con capacidad de intervenir muy fuerte desde sus tenencias por 4 billones de dólares de reservas internacionales. Es lo que genera incertidumbre y expectativas de control de los desastrosos efectos de toda crisis, especialmente entre los sectores más vulnerables.

El Estado estadounidense tiene para actuar sobre la crisis el poder del monopolio de la emisión de dólares. China lo hace desde el poder de la tenencia de activos globales, especialmente estadounidenses y el intento de hacer circular su moneda por todo el mundo, por lo que generaliza acuerdos sustentados en intercambios en monedas locales. El objetivo es la mundialización del yuan, la moneda local de China.

Desde allí y el poder estatal sobre la propiedad de las principales empresas y la gestión de ámbitos de la regulación de la política económica puede intervenir para aletargar los efectos de la inevitable crisis.

Emisión como política anticrisis

Una crisis, que, reiteramos, es mundial y se hizo visible en 2007/2008 en Wall Street, el mercado inmobiliario, de valores y de toda la economía de EEUU, transferida al sistema mundial, con escalas y acontecimientos visibles en España, Europa, con Grecia en el centro de las noticias y la agenda actual.

En todos esos países el tema del endeudamiento es clave. Es un mecanismo utilizado para posponer el problema de la crisis e intentar superarla.

EEUU necesita prácticamente todos los años la autorización parlamentaria a los efectos de incrementar su deuda, que es del 100% de su PBI.

Al mismo tiempo, como esa deuda genera intereses que deben cancelarse, el problema fiscal se constituye en problema estructural y año a año, así como crece la deuda, se sostiene un déficit fiscal (mayores egresos que ingresos) que se explica con emisión sin límite, forzando la posibilidad que tiene cada Estado de imponer la circulación de su moneda.

En el caso de EEUU, el Estado obtuvo desde 1945 la prerrogativa de imponer al mundo la circulación y dominación del dólar, aun con la crisis de la convertibilidad de 1971.

Hoy amenaza con la suba de tasas que provoca la caída de las otras monedas y los precios de las materias primas de exportación, generando condiciones para imponer una salida a la crisis capitalista desde los intereses nacionales de la dominación transnacional global. Pretende atrapar a los capitales excedentes del sistema mundial en búsqueda de rentabilidad y seguridad.

Para el caso griego, el Estado está limitado por los compromisos impuestos por el euro-grupo, y el monopolio en la emisión del euro, que algunos quisieron violentar sin éxito, sugiriendo emitir euros virtuales sostenidos para la circulación en el interior de Grecia. Era parte de lo que se llama Plan B en la situación griega e incluso para otros países atrapados en la lógica del euro y la hegemonía ortodoxa de Alemania y su gobierno.

Algo así como los bonos provinciales de la crisis del 2001, las “cuasi monedas” que favorecían el intercambio entre los habitantes de la Argentina, más allá, claro, de quitas y restricciones de sectores privados a la circulación de esos títulos públicos. Fue el mismo argumento usado en los clubes del trueque, con el reconocimiento y validez que la propia sociedad otorgaba a esos medios de pagos, los que también fueron objeto de especulación y fraude. Fueron medios que desaparecieron con el tiempo, pero el Estado y la Sociedad puedo imponerlos, aun transitoriamente como medios de circulación y pago.

La soberanía de los Estados nacionales está puesta en discusión por la crisis actual y sus manifestaciones monetarias, que entre otros, se explica, según CEPAL, como volatilidades monetarias para América Latina, con respuestas coyunturales diferenciales entre los países, algunos devaluando sus monedas y otros posponiendo las medidas con políticas diferenciadas, pero todos desde una lógica de subordinación al dólar o a las monedas de aceptación en el mercado capitalista mundial.

Crisis, hegemonía y alternativa

Por eso es que sostenemos desde hace tiempo que la crisis no es de algunos países que se hacen visibles por ciertas dificultades, hoy Brasil, Grecia o China, sino que el problema está en el capitalismo en su conjunto y por eso, el principal problema que intoxica al sistema mundial son las relaciones sociales capitalistas y el ejercicio del poder mundial desde el principal Estado capitalista: EEUU, que ejerce con la fuerza del dólar, las armas y la simbología del poder cultural la hegemonía mundial.

El problema es que sus recetas impregnan las instituciones que formulan políticas con pretensión universal, la OMC, el FMI, el Banco Mundial, y con ellos se difunden las recetas liberalizadoras en las cumbres y todo protocolo de asistencia a países con problemas. Cuando no funcionan las recetas es siempre responsabilidad de mal aplicación de los poderes locales, nunca del sistema ideológico que promueve esas medidas.

Asumo la dificultad de romper la lógica de la receta del poder dominante para superar la crisis y restablecer la normalidad de la valorización y la acumulación. Ello supone superar el conjunto de valores culturales de la sociedad capitalista, de un modelo de producción sustentado en la explotación y el saqueo junto a una cultura de consumismo estimulado por las cuotas del irresponsable endeudamiento inducido por el sistema financiero y las políticas públicas del capitalismo contemporáneo.

Tenemos el desafío histórico de hacer realidad las propuestas emancipadoras que sucumbieron ante el proyecto de dominación. Como siempre decimos, parece una tarea gigantesca que se inicia desde el debate y la construcción de una práctica social por otro orden social y cultural de cooperación, solidaridad y pensando en la armonía del metabolismo social, lo que supone el respeto a la reproducción de la naturaleza, o sea, la inclusión de la reproducción de la humanidad, su hábitat la sociedad. 

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domingo, 2 de agosto de 2015

CLASES SOCIALES


Lucha sin clases: ¿por qué el proletariado no resurge en el proceso de crisis capitalista?

5/5



Autor(es): Trenkle, Norbert
Herramienta.com.ar



Bibliografía
Deppe, Frank (2003): “Der postmoderne Fürst. Arbeiterklasse und Arbeiterbewegung im 21. Jahrhundert”, en Fantômas, Nº 4, 2003, pp. 7-12.
Lohoff, Ernst (2005): “Die Verzauberung der Welt”, en Krisis, Nº 29, 2005, pp. 13-60. www.krisis.org/2005/die-verzauberung-der-welt
Postone, Moishe (2003): Zeit, Arbeit und gesellschaftliche Herrschaft, Friburgo: ça-ira-Verlag, 2003. Edición en castellano Tiempo, trabajo y dominación social”, trad. María Serrano, Madrid: Marcial Pons, 2006.
Schandl, Franz (2002): “Kommunismus oder Klassenkampf”, en Streifzüge, Nº 3, 2002, pp. 5-11. www.krisis.org/1997/kommunismus-oder-klassenkampf
Thompson, Edward P. (1989): La formación de la clase obrera en Inglaterra, trad. Elena Grau, Barcelona: Crítica, 1989.
Trenkle, Norbert (2005): “Die metaphysischen Mucken des Klassenkampfs”, enKrisis, Nº 29, 2005, pp. 143-159. www.krisis.org/2005/die-metaphysischen-mucken-des-klassenkampfs
Trenkle, Norbert (2007): “La crisis del trabajo abstracto es la crisis del capitalismo”. Ponencia para el coloquio “La crisis del trabajo abstracto”, Buenos Aires, del 5 al 7 de noviembre 200www.krisis.org/2007/la-crisis-del-trabajo-abstracto-es-la-crisis-del-capitalismo
van der Linden, Marcel (2003): “Das vielköpfige Ungeheuer. Zum Begriff der WeltarbeiterInnenklasse”, en Fantômas, Nº 4, 2003, pp. 30-34.



El presente trabajo es la traducción de un artículo publicado en el número 30 de la revista Krisis en el año 2006 (www.krisis.org/2006/kampf-ohne-klassen). Para esta traducción destinada a Herramienta, aquél artículo ha sido repasado y modificado parcialmente por el autor. Es de recalcar, que el texto se refiere al discurso marxista en Alemania y en Europa, donde el concepto de la lucha de clases había perdido importancia por casi veinte años, para luego resurgir parcialmente en la primera década del nuevo siglo. El texto se enfrenta a esta tendencia y aboga por una redefinición de la crítica anticapitalista más allá de aquel enfoque tradicional. [Traducción al castellano: Mariano Campos, Facundo Martín, Dora de la Vega y Norbert Trenkle].


[3] Véase Trenkle (2005). Hablo de una especie de metafísica, porque el concepto de la lucha de clases desde siempre se funda en la construcción teórica esencialista (y en cierto modo idealista) de una unidad sustancial de clase, antepuesta a todo análisis empírico. La expresión filosófica más elaborada de esta construcción se encuentra en el famoso texto de Georg Lukács “La cosificación y la conciencia del proletariado” (1922), donde inventa el concepto de la “clase en sí” y la “clase para sí” para explicar por qué no tuvo lugar la revolución mundial. Más abajo retomaré esta crítica. Por el momento quiero recalcar solamente que los teóricos de clase modernos como Holloway o Hardt/Negri, que aunque  en muchos aspectos se hayan desprendido del marxismo tradicional y sobre todo del marxismo ortodoxo leninista, arrastran consigo inconscientemente aquel concepto de clase metafísico.

[4] Revista que se editó en Hamburgo entre los años 2002 y 2008.

[5] En otro texto expliqué este aspecto más detalladamente: “El trabajo abstracto es el principio central de organización y dominación de la sociedad capitalista. Lo afirmamos no sólo por el hecho de que la realización del capital depende de la aplicación de la fuerza de trabajo vivo en el proceso de producción, sino por una razón más fundamental: el trabajo abstracto constituye y confiere la síntesis de la sociedad capitalista. Puesto que ésta, en esencia, es una sociedad productora de mercancías y,  por lo tanto, una sociedad en la cual los seres humanos establecen sus relaciones sociales a través de la forma de mercancías y dinero. Pero dado que una mercancía, considerada desde su aspecto de valor de cambio, no es otra cosa que portadora de valor -o sea de “trabajo muerto”-  la mediación o transmisión social conferida a través de mercancías es idéntica a la mediación o transmisión a través del  trabajo abstracto. La expresión más directa y evidente de esto es la obligatoriedad generalizada de tener que vender la propia fuerza de trabajo para poder sobrevivir. Por lo tanto uno mismo debe convertirse en mercancía para, a través de la compra de los bienes de consumo, tener acceso a la riqueza de la sociedad . La síntesis o mediación social a través de mercancías y trabajo es, en esencia, mediación cosificada.  Es decir: las relaciones sociales (relaciones entre seres humanos) se establecen por medio de las cosas (mercancías)  y asumen de esta manera una forma totalmente demencial. En cierta forma, las cosas comunican sobre cómo deben vivir los seres humanos. O dicho de otro modo: en la sociedad capitalista,  los productos del trabajo humano adquieren vida propia y se presentan ante las personas como configuración de coacciones aparentemente ajenas. Para este estado de cosas, Marx acuñó la famosa expresión de fetichismo de la mercancía” (Trenkle, 2007, p. 1) Véase también al respecto Postone (2003, en especial pp. 229-245 [trad. cast., pp. 233-247]).

[6] Véase Trenkle (2005).

[7] El abate Emmanuel Joseph Sieyés (1748-1836), en las vísperas de la Revolución Francesa, escribió un folleto titulado”¿Qué es el Tercer Estado?”, que alcanzó una gran resonancia. En las primeras líneas, al explicar su contenido, expresó: “El plan de este escrito es bastante simple. Tenemos que hacernos tres preguntas: 1º) ¿Qué es el tercer estado? Todo. 2º) Qué ha sido hasta ahora en el orden político? Nada. 3º) ¿Qué pide? Llegar a ser algo”.http://www.enciclopediadelapolitica.org/Default.aspx?i=&por=e&idind=623&termino=

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sábado, 1 de agosto de 2015

CLASES SOCIALES


Lucha sin clases: ¿por qué el proletariado no resurge en el proceso de crisis capitalista?

4/5



Autor(es): Trenkle, Norbert
Herramienta.com.ar


No more Making of the Working Class

XXIII. En contraste con los intentos de salvar a la clase trabajadora mediante la extensión excesiva de sus determinaciones objetivas, están aquellos que argumentan fundamentalmente desde el lado subjetivo. De acuerdo con estos planteamientos, la clase no se define por su lugar en el proceso de producción y valorización, sino que se constituye constantemente de nuevo y atraviesa permanentes cambios, que están sujetos, esencialmente, a la dinámica de la lucha de clases. Esta perspectiva es mucho más abierta, porque enfoca en primer lugar los conflictos, su carácter de proceso y las posibilidades de desarrollo subjetivo contenidas en ellos. Sin embargo aun así se basa en un axioma apriorístico, que precede todos los análisis específicos y restringe su perspectiva: como algo autoevidente, la lucha de clases es presupuesta como un principio transhistórico válido, del que a su vez puede derivarse la clase. “Siempre ya presente en todas las relaciones sociales, la lucha de clases precede a las clases históricas”, escribe la redacción de la revista Fantômas en la editorial de una edición ya citada varias veces aquí (Nº4, 2003, p. 4, énfasis añadido). Sin embargo, este argumento se vuelve circular. Tanto el concepto de clase como el de lucha de clases son definidos de manera arbitraria. Según este enfoque todos los conflictos sociales, serían susceptibles, en principio, de ser declarados como lucha de clases, y todos los que luchan de alguna forma como sujetos de clase, sin haber aclarado, cuáles son los criterios para diferenciar entre los diferentes tipos de luchas y de subjetividades.

De esta manera, el paradigma subjetivista de clase llega, en principio, a resultados iguales que su contraparte objetivista. Porque como obviamente tienen lugar luchas de todo tipo en cada momento en alguna parte del mundo, según esta perspectiva, existe una dinámica permanente de “lucha de clases” y, por lo tanto, de “formación de clase”. El concepto aplicado es tan amplio, que de alguna u otra forma siempre puede ser supuestamente verificado. Pero esta “verificación empírica” está desde siempre determinado por el axioma que lo precede. El resultado se conoce de antemano: el conjunto social no es otra cosa que una totalidad de luchas de clases. No sorprende entonces que los antiguos contrincantes teóricos, “objetivistas” y “subjetivistas”, vayan reconciliándose cada vez más y coexistan en paz (como, por ejemplo, en la edición de Fantômas). Pues cuando se pierde toda precisión conceptual y la “clase” puede ser esto o aquello y desde luego está en todas partes, las antiguas diferencias teóricas ya no desempeñan un papel significativo.

XXIV. Básicamente el problema consiste en que el concepto de lucha de clases aquí es desprendido de su contexto histórico específico, donde tenía sentido: las luchas del movimiento obrero en los siglos XIX y XX. Con esta descontextualización se pierde no sólo el vigor conceptual sino con él la capacidad de diferenciar entre luchas anticapitalistas o emancipatorias en un sentido más amplio, por un lado, y enfrentamientos que más bien corresponden con lo que Hobbes llamó la “guerra de todos contra todos”. Esto es, una vez más, especialmente evidente en Hardt y Negri, que glorifican la lucha diaria por la existencia individual como una forma de expresión de la lucha de clases y carecen de cualquier criterio para diferenciar la violencia puramente regresiva, la competencia generalizada o los movimientos fundamentalistas. El concepto de la “lucha de clases” se torna así una fórmula abstracta y, en última instancia afirmativa, que abarca tanto el estado de guerra permanente de la sociedad capitalista y su desintegración provocada por la crisis global, como los esfuerzos para oponérsele.

Desde luego, muchos representantes de la perspectiva subjetivista de clase tratan de distinguir entre diferentes tipos de lucha en sus análisis empíricos; sin embargo estos esfuerzos flotan en el aire porque no coinciden con la propia base teórica. El paradigma de la lucha de clases descontextualizado no proporciona ningún instrumento conceptual para realizar estas distinciones. Por eso para rescatar aquel paradigma deben recurrir a toda clase de argumentos adicionales, provenientes de otros contextos teóricos, como por ejemplo teorías postmodernistas. Esto explica el carácter totalmente ecléctico de los conceptos postoperaístas  en especial, pero a la vez demuestra que ellos poco pueden contribuir para esclarecer las dinámicas sociales desencadenadas por la crisis global del sistema productor de mercancías.

XXV. Uno de los testimonios clave de la teoría de clases subjetivista es el historiador social inglés E. P. Thompson, que siempre enfatizó el aspecto activo en el origen de la clase obrera. En el prólogo a su estudio histórico más importante, que en el original tiene el título programático de The Making of the English Working Class [La formación de la clase obrera en Inglaterra], escribe: “Formación porque es el estudio de un proceso activo, que debe tanto a la acción como al condicionamiento. La clase obrera no surgió como el sol, a una hora determinada. Estuvo presente en su propia formación” (Thompson, 1989, vol. 1, p. 13). Pero desde luego los análisis de Thompson se refieren a procesos enmarcados en una situación histórica muy específica: el desarrollo de la sociedad capitalista entre el último tercio del siglo XVIII y el primer tercio del siglo XIX en Inglaterra. Es obvio que aquella situación difiere de manera fundamental de la situación actual. Estaba caracterizada por una dinámica de marginación y destrucción de condiciones de vida y trabajo relativamente heterogéneas pre y protocapitalistas. Esto se dio bajo la presión unificadora cada vez mayor de la formas de producción y vida capitalista; lo que implicó la generación masiva de “trabajadores doblemente libres”, obligados a vender su fuerza de trabajo si querían sobrevivir. En sus investigaciones, Thompson se concentró en las revueltas y luchas defensivas, provocadas por este proceso, y mostró cómo, a partir de ellas (y también por la experiencia de las derrotas) pudo empezar a conformarse algo así como una conciencia de clase.

XXVI. Fue, sin duda alguna, un aporte muy importante hacer hincapié en estos procesos subjetivos descuidados por el marxismo ortodoxo. Tanto más hay que evitar el extraer los conocimientos adquiridos por Thompson de su contexto histórico, porque lo único que se obtiene de esta manera son abstracciones ahistóricas que no hacen ningún sentido. Si bien la constitución de una conciencia de clase no surgió de modo automático del proceso de valorización del capital que logró imponerse, no obstante este proceso marca el contexto objetivo para esta constitución. Fue la subordinación de todas las relaciones sociales bajo el principio universalista del trabajo abstracto y la producción de mercancías, que provocó aquellas luchas sociales, las cuales contribuyeron a la formación de la clase obrera como sujeto colectivo, en defensa de sus intereses, para un período histórico de más o menos 150 años. Los momentos objetivos y subjetivos de esta constitución de clase se entrelazan estrechamente con efectos  recíprocos. Thompson mismo señala: “La experiencia de clase está determinada en gran medida por las relaciones de producción en las que uno nace -o en las que ingresa en contra de su voluntad. La conciencia de clase es la forma como esta experiencia es interpretada y mediatizada culturalmente: encarnada en tradiciones, sistemas de valores, ideas y formas institucionales. En contraste con la conciencia de clase, la experiencia de clase está determinada” (Thompson, 1989, p. 8).

XXVII. Si aplicamos esta afirmación a la situación actual, lo primero que llama la atención, es que el marco objetivo dentro del cual las experiencias y los conflictos sociales tienen lugar es fundamentalmente diferente al contexto histórico analizado por Thompson. Hoy no nos encontramos en una situación donde el modo de producción y de vida capitalista recién comienza a imponerse violentamente en la sociedad, destruyendo todo un tejido heterogéneo de formas de vida tradicionales, regidas por normas totalmente diferentes (Thompson habla de la “economía moral”). Más bien: el sistema productor de mercancías se ha generalizado en el mundo y subsumido a todas las relaciones sociales bajo sus principios universalistas; pero a la vez entró en un proceso de crisis global, una crisis, que no solamente es de carácter económico, sino que socava los fundamentos de la sociedad basada en la valorización del capital y pone en marcha una enorme dinámica de desintegración social.

Esta tendencia es exactamente opuesta a los procesos en el siglo XIX que desembocarían en la formación de la sociedad capitalista. La creciente precarización de las condiciones de trabajo y de vida no indica la existencia de un ejército industrial de reserva que más adelante será integrado en la producción masiva en función de la acumulación de capital; al contrario en ella se refleja el hecho de que cada vez más personas a lo largo del mundo se vuelven superfluas para la producción de valor y por lo tanto son excluidas en sentido económico, social y político. Por lo tanto no presenciamos la reconstitución de una nueva clase trabajadora global, sino la creciente descomposición de una sociedad basada en el trabajo abstracto. No se está imponiendo una forma social universalista frente a una pluralidad de modos de vida precapitalistas; más bien esta forma universalista se desintegra por medio de una multiplicidad de conflictos y enfrentamientos muchas veces violentos y hace que los individuos atomizados pierdan todo base sólida bajo los pies. Esta tendencia es universal solo en el sentido de que equivale a un desclasamiento general; pero esto, de por sí es un proceso meramente negativo que no genera una nueva síntesis social de luchas solidarias.

XXVIII. Los movimientos sociales en la primera mitad del siglo XIX en Inglaterra analizados por Thompson surgieron a partir de la experiencia de verse confrontados con la marginación de las condiciones de vida no capitalistas y protocapitalisas, incompatibles con el modo de producción del capitalismo industrial. Frente a esta experiencia colectiva y ante la tremenda imposición del trabajo en las fábricas, se desarrollaron formas de solidaridad práctica y patrones culturales comunes, y al mismo tiempo se constituyó una identidad colectiva de clase trabajadora. Sin embargo, un proceso tal ya no puede tener lugar, porque falta el centro de gravitación para focalizar y unificar las luchas heterogéneas. Pero esta descentralización del campo social no solo abrió paso para una pluralidad de movimientos emancipatorios más allá del tema del trabajo, como movimientos feministas y ecologistas, sino también fomentó la masiva proliferación de corrientes sectarias, fundamentalistas y reaccionarias de todo tipo. Son justamente estas corrientes las que, a nivel global, han ganado una atracción enorme, porque ofrecen no solo apoyo material para su clientela sino sobre todo un sustento subjetivo para los individuos expuestos a la compentencia total o, marginados como superfluos para el capitalismo.

Pero este sustento no es para nada emacipatorio. Más bien reproduce y refuerza los momentos más regresivos y represivos de la subjetividad moderna en vez de superarlos. Aquí no surge una nueva Working Class, sino que se forman colectivos sociales que ofrecen un marco dentro del cual los individuos son formateados, según las condiciones de la sociedad capitalista, para que puedan seguir funcionando a nivel precario, sin autoreflexión crítica alguna.

XXIX. Sin embargo, la fragmentación social causada por la crisis capitalista no sólo desencadena los momentos regresivos de la subjetividad moderna, sino activa también una multiplicidad de impulsos y aspiraciones emancipatorios. Pero como éstos han perdido su centro de gravedad, históricamente constituido por la lucha de clases, se ven continuamente expuestos al peligro de reproducir por sí mismos las tendencias centrífugas del proceso de crisis capitalista. Por lo tanto se da el desafío de reformular una perspectiva de lucha anticapitalista global, que sea capaz de vincular todas las diferentes luchas de carácter emancipatorio sin falsas unificaciones ni jerarquizaciones. Un punto de enfoque común sin duda tiene que ser el enfrentar las tendencias de desintegración social a causa de la crisis y a los movimientos y las corrientes regresivas, que se generan a partir de estos procesos. Pero esta vinculación no se deduce a partir de presupuestas determinaciones objetivas o subjetivas (como el punto de vista de clase o la lucha de clases). Sólo puede emerger de la cooperación consciente de movimientos sociales que aspiran a la abolición de la dominación en todas sus manifestaciones, y no sólo como una meta abstracta y distante, sino también dentro de sus propias estructuras y relaciones internas.

XL. Lo que puede contribuir a la teoría crítica y el análisis de la crisis global es nombrar posibles puntos de partida para realizar estas vinculaciones. Si algo podemos aprender de las investigaciones de Thompson, es la importancia de la experiencia práctica/concreta para la constitución de los movimientos sociales. Por eso son de especial importancia aquellos procesos en los cuales tiene lugar la resistencia a las imposiciones del capitalismo, sustrayéndose a los intentos jerárquicos, populistas y autoritarios de integración, así como las luchas reivindicativas que aspiran a generar estructuras auto-organizadas. Tales movimientos (como los zapatistas, la corriente autónoma de los piqueteros y otros movimientos de base) obviamente son minoritarios a nivel mundial y constantemente están amenazados por la marginación y la cooptación. Sin embargo, aunque sean contradictorios en muchos aspectos, en ellos se encuentran los momentos embrionarios que apuntan a la perspectiva de una liberación de la totalidad capitalista. El futuro no pertenece a la lucha de clases, sino a una lucha emancipatoria sin clases.


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