jueves, 29 de mayo de 2025

 

Este artículo es un extracto del texto de Ellen Meiskins Wood, «¿Qué es la agenda posmoderna?», en En defensa de la historia:Marxism and the Postmodern Agenda, eds. Ellen Meiskins Wood y John Bellamy Foster (Monthly Review Press, 1997), 12-16.


Por un proyecto universal


El Viejo Topo

29 mayo, 2025


Este artículo es un extracto del texto de Ellen Meiskins Wood, «¿Qué es la agenda posmoderna?», en En defensa de la historia:Marxism and the Postmodern Agenda, eds. Ellen Meiskins Wood y John Bellamy Foster (Monthly Review Press, 1997), 12-16.


 

¿QUÉ ES LA AGENDA POSMODERNA?

Por Ellen Meiskins Wood

Una de las ironías del posmodernismo es que, al tiempo que abraza –o por lo menos se rinde– al capitalismo, rechaza el «proyecto de la Ilustración», al que responsabiliza de crímenes que más justamente deberían atribuirse al capitalismo… Por supuesto, sería absurdo sostener que el capitalismo es responsable de todos los males de la modernidad, o incluso negar los beneficios materiales que a menudo lo han acompañado. Pero sería igualmente absurdo negar los efectos destructivos asociados a los imperativos capitalistas de autoexpansión, «productivismo», maximización de los beneficios y competencia. Es difícil ver cómo estos efectos negativos proceden intrínsecamente de la Ilustración. Como mínimo, debemos preguntarnos si un universalismo emancipador equivale al expansionismo o imperialismo capitalista, y si los frutos de la ciencia y la tecnología «occidentales» deben, por definición, servir a las necesidades de la acumulación capitalista y a la destrucción de la naturaleza que inevitablemente la acompaña.1

En cualquier caso, vivimos un momento histórico que, más que ningún otro, exige un proyecto universalista. Este es un momento histórico dominado por el capitalismo, el sistema más universal que el mundo haya conocido jamás, tanto en el sentido de que es global como en el de que penetra en todos los aspectos de la vida social y el medio ambiente natural. Al abordar el capitalismo, la insistencia posmodernista en que la realidad es fragmentaria y, por lo tanto, solo accesible a «conocimientos» fragmentarios, resulta especialmente perversa e incapacitante. La realidad social del capitalismo es «totalizadora» en grados y formas sin precedentes. Su lógica de mercantilización, acumulación, maximización de los beneficios y competencia impregna todo el orden social; y la comprensión de este sistema «totalizador» requiere precisamente el tipo de «conocimiento totalizador» que ofrece el marxismo y que rechazan los posmodernistas.

La oposición al sistema capitalista también nos obliga a recurrir a intereses y recursos que unifican, en lugar de fragmentar, la lucha anticapitalista. En primer lugar, se trata de los intereses y recursos de la clase, la fuerza más universal capaz de unir las diversas luchas emancipadoras; pero, en última instancia, estamos hablando de los intereses y recursos de nuestra humanidad común, en la convicción de que, a pesar de nuestras diferencias manifiestas, existen ciertas condiciones fundamentales e irreductibles comunes para el bienestar y la realización humana que el capitalismo no puede satisfacer y el socialismo sí.

Para la gente de izquierda, y especialmente para una generación más joven de intelectuales y estudiantes, el mayor atractivo del posmodernismo es su aparente apertura, frente a los supuestos «cierres» de un sistema «totalizador» como el marxismo. Pero esta pretensión de apertura es en gran medida espuria. El problema no es solo que el posmodernismo representa un tipo de pluralismo intelectual que ha socavado sus propios cimientos. Tampoco se trata simplemente de un eclecticismo acrítico pero inofensivo. Hay algo más grave en juego. La «apertura» de los conocimientos fragmentarios del posmodernismo y su énfasis en la «diferencia» se consiguen a costa de cierres mucho más fundamentales. El posmodernismo es, en su vertiente negativa, un sistema implacablemente «totalizante», que excluye un amplio abanico de pensamiento crítico y políticas emancipadoras, y sus cierres son definitivos y decisivos. Sus supuestos epistemológicos lo hacen inaccesible a la crítica, tan inmune a ella como el dogma más rígido (¿cómo se puede criticar un conjunto de ideas que a priori descarta la práctica misma del argumento «racional»?). Y excluyen –no solo rechazando dogmáticamente, sino también haciendo imposible– una comprensión sistemática de nuestro momento histórico, una crítica global del capitalismo y prácticamente cualquier acción eficaz.

Si el posmodernismo nos dice algo, de forma distorsionada, sobre las condiciones del capitalismo contemporáneo, el verdadero truco consiste en averiguar exactamente cuáles son esas condiciones y hacia dónde vamos a partir de aquí. El truco, en otras palabras, consiste en sugerir explicaciones históricas para estas condiciones en lugar de simplemente someterse a ellas y entregarse a adaptaciones ideológicas. El truco está en identificar los problemas reales a los que las modas intelectuales actuales ofrecen soluciones falsas –o ninguna– y, al hacerlo, desafiar los límites que imponen a la acción y la resistencia. El truco está en responder a las condiciones actuales no como robots alegres (o incluso miserables), sino como críticos…2

El mundo está cada vez más poblado no por robots alegres, sino por seres humanos muy enfadados. Tal y como están las cosas, hay muy pocos recursos intelectuales disponibles para comprender ese enfado, y casi ninguno político (al menos en la izquierda) para organizarlo. El posmodernismo actual, a pesar de su pesimismo aparentemente derrotista, sigue arraigado en la «edad de oro del capitalismo».3 Es hora de dejar atrás ese legado y afrontar las realidades actuales.

Notas

  1. Esto también plantea grandes interrogantes sobre la relación entre el capitalismo y la Ilustración, que no hay espacio para discutir aquí. En «Modernidad, posmodernidad o capitalismo?» [Monthly Review, julio-agosto de 1996], intento esbozar algunas distinciones entre las condiciones históricas que dieron lugar a la Ilustración y las que dieron lugar al proceso de desarrollo capitalista.
  2. Sobre los «robots alegres», véase C. Wright Mills, The Sociological Imagination(Oxford: Oxford University Press, 1955), 175.—Ed.
  3. En Eric Hobsbawm, The Age of Extremes: The Short Twentieth Century, 1914–1991(Nueva York: Pantheon, 1995), 165–67. La «edad de oro» (aproximadamente de 1947 a 1973) se encuentra entre la «edad de la catástrofe» y el «derrumbe».

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miércoles, 28 de mayo de 2025

Destrozan y arrancan una pancarta que llamaba a la huelga del 29 de mayo en Valencia con el eslogan «Mazón Dimisión», en Parke Alcosa [España]

 

 

Destrozan y arrancan una pancarta que llamaba a la huelga del 29 de mayo en Valencia con el eslogan «Mazón Dimisión», en Parke Alcosa

TERCERAINFORMACION / 27.05.2025

Denuncian esta agresión a la libertad de expresión en la convocatoria de huelga general del 29 de mayo.


La pancarta destrozada, en la Plaza Poeta Miguel Hernández de la localidad del Parke Alcosa

Ha pasado en el contexto de la convocatoria de la huelga general convocada para el día 29 de Mayo, por los sindicatos CNT, CGT, COS e Intersindical Valenciana y apoyada por el Acord Social Valencià del que forman parte Asociaciones de Víctimas, Comités Locales de Emergencia y Reconstrucción, movimientos sociales del País Valencià y los propios sindicatos convocantes. Una huelga convocada en exigencia de responsabilidades políticas y penales por las 228 muertes, producidas como consecuencia de la DANA. Por el derecho a la vivienda y de los derechos sociales.

Dentro de las múltiples acciones informativas que se están realizando en estos días, se llevó a cabo la colocación de una pancarta de unos 25 metros, convocando a la Huelga General y exigiendo la dimisión de Carlos Mazón, en el antiguo edificio comercial situado en la Plaza Poeta Miguel Hernández de la localidad del Parke Alcosa.

Esta noche pasada, con nocturnidad y alevosía, esta pancarta fue arrancada y destrozada. Nos preguntamos por quién? A quién le puede interesar, maltratar la libertad de expresión? Quizá lo expresado no gusta o cuestiona sus intereses, aunque que Mazón debe dimitir es un acuerdo de la inmensa mayoría de la sociedad valenciana y esta huelga general, es un paso más en las movilizaciones sociales y ciudadanas. Es un hecho que desde que ocurrió la catástrofe se vienen sucediendo manifestaciones masivas, en la búsqueda de la normalidad democrática y una reconstrucción participativa y sin corrupción.

El Ayuntamiento de Alfafar, afirma que no ha sido, entonces quién? Y por qué? Quien quiere acallar a la sociedad valenciana y qué intereses defiende? Quién tiene la crueldad de querer silenciar el grito de las poblaciones anegadas por la DANA, cuando los responsables políticos no asumen sus responsabilidades, jurídicas e institucionales? La reconstrucción no comienza, el fango todavía está presente en todas las plantas bajas de nuestra población, los ascensores no funcionan dejando aisladas a cientos de personas con dificultad de movilidad, se condena a nuestros escolares a estar en barracones como mínimo hasta el año 2029, los problemas de

salud mental no están siendo tratados por parte de las instituciones con el mínimo rigor humano que merecen y un larguísimo etcétera de consecuencias de las negligencias políticas.

No conseguirán callarnos. Salimos del fango como pudimos. Lloramos las muertes de nuestros seres queridos. Nos levantamos y nos organizamos para exigir responsabilidades y una reconstrucción inmediata. Por esto iremos a la huelga general el jueves 29, le pese a quien le pese, tenga la bandera que tenga.

KOORDINADORA DE KOLECTIVOS DEL PARKE – ACORD SOCIAL VALENCIÀ.

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Continúan las movilizaciones en defensa de la sanidad pública

 

Continúan las movilizaciones en defensa de la sanidad pública

 

Insurgente.org / 28.05.2025


Miles de personas, 30.000, según la Delegación del Gobierno; 200.000, según los convocantes, se han manifestado en Madrid para defender la sanidad pública y denunciar las políticas llevadas a cabo por el Gobierno regional, presidido por Isabel Díaz Ayuso. La manifestación, convocada por la plataforma Vecinas y vecinos de los barrios y pueblos de la Comunidad de Madrid ha discurrido bajo el lema «Defendamos nuestra sanidad pública», los manifestantes ha teñido las calles de Madrid de pañuelos blancos en honor a los profesionales sanitarios. Los convocantes lamentan las condiciones laborales de los profesionales sanitarios, pues la reducción de las plantillas «imposibilita» suplir bajas, vacaciones y permisos profesionales, y exigen erradicar las listas de espera, una mayor financiación para Atención Primaria, más medios para salud mental y una menor privatización del sistema.

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martes, 27 de mayo de 2025

La coordinadora reaccionaria

 

Los neofascismos contemporáneos han logrado un nivel de articulación internacional que jamás poseyeron sus predecesores. Además, si aquellos eran fuertemente estatistas y antiliberales, estos combinan una síntesis entre el reaccionarismo tradicional y las formas más radicales del neoliberalismo.


La coordinadora reaccionaria


Atilio Borón

El Viejo Topo

27 mayo, 2025 


Se habla mucho, y con razón, del fascismo y las amenazas que entraña para el futuro de las democracias y las libertades públicas el funesto resurgimiento de la extrema derecha. Aparte de las similitudes, con sus indispensables acotaciones regionales y epocales, hay una diferencia insoslayable entre los neofascismos contemporáneos –me tienta caracterizarlos como «fascismos coloniales»– y el fascismo clásico o «arqueológico». Si este era fuertemente estatista y antiliberal, aquellos combinan en una síntesis altamente volátil e inestable el reaccionarismo tradicional con las formas más radicales del neoliberalismo sintetizadas en el «anarcocapitalismo». Su programa contempla el ataque y destrucción selectiva del Estado («selectiva» porque los aparatos represivos y los ideológicos lejos de destruirse son reforzados, y los subsidios y transferencias al capital continúan con renovados bríos); la exaltación de los mercados, pero omitiendo que si no los regula el Estado lo hacen las plutocracias dominantes; reducción del gasto público social, que constituye el imprescindible «salario ciudadano» de una democracia (salud, educación, vivienda, transporte, etcétera); desregulaciones para librar las manos de las empresas; privatizaciones para rematar la riqueza social y transferirla a los amigos del régimen, aparte de ceder soberanía; contrarreformas laborales para recortar la capacidad negociadora de la fuerza de trabajo y previsionales para ahorrar sobre el sufrimiento de nuestros mayores y, en lo internacional, alineamiento incondicional con Estados Unidos e Israel.

Del antisemitismo del fascismo tradicional no quedan ni rastros; en su aberrante reencarnación el fascismo colonial es sionista –el caso argentino es muy elocuente–, respalda el genocidio contra los palestinos y según los países el objeto de su odio son los musulmanes; en otros pueden ser los migrantes, como en el caso de Estados Unidos y muchos países europeos y también latinoamericanos y, por supuesto, combate con ferocidad la militancia de las organizaciones populares.

Pero, además, hay otro rasgo que, por novedoso y efectivo, es imprescindible señalar. Los neofascismos contemporáneos han logrado un nivel de articulación internacional que jamás poseyeron sus predecesores. Los Gobiernos fascistas de Alemania e Italia podían coordinar algunas iniciativas e, inclusive, sellar una alianza militar. Pero nunca brotó de parte de ellos –ni de algunos de sus aliados informales, como el franquismo en España, Acción Francesa en Francia y el salazarismo en Portugal– la necesidad de crear una estructura que coordinara su estrategia de lucha política frente a las naciones dominantes en el sistema internacional, básicamente el Reino Unido, Francia y, de forma incipiente, Estados Unidos. En más de un sentido podría decirse que las decisiones de aquellos regímenes fascistas respondían casi exclusivamente a procesos y desafíos que emanaban del complicado sistema internacional dominado por viejas potencias coloniales. En la era del nacionalismo y de las disputas por el reparto del botín colonial el internacionalismo era visto con desdén, como un recurso al que apelaban el proletariado y los partidos socialistas y comunistas.

En otra escala

El neofascismo de nuestros días, en cambio, muestra una significativa diferencia en ese aspecto porque, no sin tropezar con dificultades, se ha venido organizando a escala internacional. Steve Bannon, exasesor de Donald Trump en su primer mandato (2017-2021), fundó una suerte de «Internacional de la Nueva Derecha», con sede en Bruselas (la capital de la Unión Europea y sede de la OTAN), con el objetivo de crear, coordinar y financiar partidos, medios de comunicación, activistas digitales y grupos de la derecha radical en todo el mundo. El proyecto aún no ha madurado plenamente, pero existe. Recuérdese que Bannon fue vicepresidente de Cambridge Analytica, consultora que fue contratada para asesorar la primera campaña electoral de Trump en 2016 y también para los partidarios del Brexit en el Reino Unido. En ambos casos sus clientes triunfaron en las urnas, pero poco después estalló un escándalo porque Bannon extrajo, sin solicitar la debida autorización, información personal de 87 millones de usuarios de Facebook para construir perfiles psicológicos y algoritmos que orientaran sus preferencias electorales. Esto se descubrió con posterioridad y ocasionó una investigación en el Congreso de Estados Unidos y la imposición de una multa de 5.000 millones de dólares a Mark Zuckerberg, propietario de Facebook. Cambridge Analytica se declaró en bancarrota en 2018 y Bannon, años más tarde, pasó varios meses en una cárcel federal.

Pero Bannon sigue en funciones asesorando a las fuerzas de la extrema derecha, sobre todo en Europa. Comentando la elección del Papa León XIV declaró que «este es un voto anti-Trump de los globalistas que dirigen la Curia. Este es el papa que Bergoglio [Francisco] y su camarilla querían (…) Es la peor opción para los católicos MAGA». Bannon no está solo en este emprendimiento. Más allá de algún entredicho con Trump, sigue incansablemente promoviendo a la derecha extrema en todo el mundo. Pero esto no nos debería hacer olvidar a la derecha más convencional, y que jamás calificaríamos como democrática porque no lo es. Esta tiene otro cuartel general en Davos; una más efectiva, hasta ahora, «Internacional del Capital», donde cada año se reúnen miles de políticos, empresarios, financistas y académicos de derecha para evaluar el contexto mundial y trazar estrategias para, sin las estridencias de Bannon y los sectores fascistas, reforzar su dominio sobre la economía y la política mundiales. Estamos luchando contra enemigos muy poderosos y para frustrar sus planes es necesaria la unidad de todas las fuerzas antifascistas, postergando debates accesorios y concentrándonos en impedir que lleguen al poder para imponer su dictadura, disimulada con un insustancial barniz pseudo democrático.

Fuente: Acción

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