martes, 3 de septiembre de 2019

MARXISMO. SI SE TRATA DE CAMBIAR AL HOMBRE HACIÉNDOLO PASAR DE OBJETO A SUJETO Y EL IMPEDIMENTO PARA ELLO ES LA ALIENACIÓN SOCIAL ORIGINADA POR LAS RELACIONES DE PRODUCCIÓN CAPITALISTA (LA PÉRDIDA DE CONCIENCIA PERSONAL Y SOCIAL) Y LOS MOTIVOS QUE LA ORIGINA SON LOS MISMOS AUNQUE CON DIFERENTES FORMAS ¿POR QUÉ RAZÓN HAY QUE "INVENTAR" MARXISMOS "NUEVOS"? ¿NO HABRÁ QUE TRATAR LOS NUEVOS PROBLEMAS CON NUEVAS FORMAS DE ORGANIZACIÓN SOCIAL Y LUCHA ECONÓMICA, POLÍTICA E IDEOLÓGICA? ¿NO TRATARÁN LOS "NUEVOS" MARXISMOS DE PERPETUAR LAS VIEJAS FORMAS PARA QUE EL CONOCIMIENTO DEL MARXISMO, COMO SIEMPRE, NO LLEGUE A LAS GRANDES MASAS CON EL OBJETO DE QUE ESTAS NO CUESTIONE EL MODO DE PRODUCCIÓN CAPITALISTA?


plural
Pensar y actuar desde el marxismo hoy
El marxismo ecológico ante la crisis ecosocial
Jaime Vindel 
El elemento común a las aportaciones más ambiciosas de la teoría ecosocialista reciente es su deseo de deshacerse del complejo de culpa que habría atravesado a generaciones anteriores de esa tradición de pensamiento crítico. En la interpretación propuesta por autores como John Bellamy Foster o Paul Burkett (2017), el surgimiento del ecosocialismo habría consistido en una rectificación de las inercias productivistas que atravesaban la obra de Marx. Las primeras formulaciones del ecosocialismo intentaron generar una síntesis virtuosa entre la crítica de la economía política y la ecología política. Pero el hecho de que se tratara de una síntesis evidenciaba de partida la relación de relativa ajenidad entre el marxismo y la ecología. El materialismo histórico debía pasar por un colador verde que retuviera sus grumos productivistas, así como su pretensión de dominar las relaciones entre el ser humano y la naturaleza. Por el contrario, Foster y Burkett, así como el académico japonés Kohei Saito, cuyos trabajos han sido difundidos en el espacio editorial de la Monthly Review, apuestan por situar la ecología en el corazón de la crítica marxiana. Esto supone, sin duda, realizar un recorte parcial de la obra de Marx 1/. Pero, como señala César Rendueles, toda reconstrucción de su legado tiende a constituirse como una antología.
La reivindicación de un Marx ecologista no es una novedad histórica absoluta. De hecho, la tesis de la fractura metabólica (metabolic rift), popularizada por Foster (2000), ya había sido avanzada en nuestro contexto por Manuel Sacristán. En una serie de conferencias, el filósofo español destacó que el capítulo XIII del libro I de El Capital establecía un paralelismo entre las presiones padecidas por la fuerza de trabajo y la tierra como consecuencia del despliegue histórico de la ley del valor (Sacristán, 2005: 136 y ss.). La conversión formal del trabajo y la tierra en mercancías (una ficción jurídica que pasaba por alto que inicialmente no son producidas para ser objeto de intercambio –Polanyi, 2017–) tenía como efecto la tendencia decreciente de la fertilidad de los suelos y los síntomas de la fatiga en el cuerpo de los trabajadores. Interesado por la ecología humana, Sacristán sugería con agudeza la necesidad de reorientar en un sentido ecologista las luchas obreras. Marx habría deslizado la posibilidad de enlazar las reclamaciones por la reducción de la jornada laboral, descritas en el volumen I de El Capital, con la sostenibilidad de las actividades agroindustriales. Los ciclos de reproducción de la fuerza de trabajo y de la fertilidad de la tierra solo podían ser regulados de modo racional por la libre asociación de los productores.
Foster profundiza y sistematiza en su trabajo estas inquietudes intelectuales, cuya traducción política en el contexto de la crisis ecosocial aún se encuentra en un estadio tentativo. En concreto, el marxista norteamericano ha dotado de contenido a dos conceptos que acreditan el perfil naturalista de la obra del último Marx: metabolismo social y fractura metabólica. El metabolismo social describe la dinámica de las transformaciones energéticas que atraviesan la producción social de riqueza, destacando su dependencia en última instancia respecto a la naturaleza. La fractura metabólica, por su parte, alude a cómo las relaciones de producción capitalistas abren un abismo entre dicha producción social (desde la actividad agrícola a la industrial, pasando por los circuitos de distribución y consumo de mercancías) y su sostenibilidad en términos ecosistémicos.
Ante los diagnósticos de la crisis ecosocial, Foster recurre a figuras de las ciencias sociales y naturales que habrían actualizado esta pulsión ecológica marxiana. Esos referentes abarcan desde la sensibilidad naturalista de exponentes de la historia social y el materialismo cultural, como E. P. Thompson o Raymond Williams, a las aportaciones de la biología dialéctica de Richard Levins y Richard Lewontin o el neodarwinismo de Stephen Jay Gould. La obra de estos dos autores permite a Foster imaginar una adaptación activa del metabolismo socioambiental a los retos de la crisis ecológica. En ella, el trabajo y la política de clase juegan un papel mediador decisivo. Foster desea distanciarse tanto de las soluciones de corte tecnofílico como de la pesadumbre de los diagnósticos más catastrofistas o proclives al determinismo energético en la evaluación del desarrollo y las consecuencias del colapso civilizacional.
En la obra de Marx el recurso a conceptos procedentes de las ciencias naturales evidencia que la formación intelectual de los fundadores del materialismo histórico se nutrió de un número mayor de fuentes de las identificadas tradicionalmente. A la filosofía idealista alemana (en particular, los escritos de Hegel), el socialismo utópico francés (que, lejos de ser superado por el socialismo científico, dejó su huella en la imaginación política de Marx y Engels) y la economía política británica (de la que Marx retomaría la teoría del valor-trabajo, con el objeto de teorizarla como una crítica de la explotación) habría que sumar tanto la influencia del materialismo clásico como del materialismo científico del siglo XIX.
La concepción energética del cosmos estaba ya anunciada en el atomismo de Demócrito y Epicuro, que ocuparon a Marx (2012) durante su investigación doctoral. En relación al materialismo científico, aunque el filósofo de Tréveris rechazaba la fisicalización de las relaciones sociales practicada por personajes como Ludwig Büchner 2/, algunos de los conceptos fundamentales de su crítica de la economía política fueron rescatados de las ciencias naturales. Así, la noción de fuerza de trabajo (Arbeitskraft) había sido acuñada y difundida por Hermann von Helmholtz en su conferencia “Über Die Erhaltung der Kraft” (Sobre la conservación de la energía, 1847), centrada en la primera ley de la termodinámica, relativa a la conversión de la energía. Esta conferencia sentaría las bases para la extensión de una cosmovisión utópica de las sociedades modernas basada en las síntesis entre las máquinas y el trabajo humano. Marx se haría eco del concepto por primera vez en los Grundrisse, redactados diez años después de la charla de Helmholtz. Por su parte, la composición orgánica del capital, esto es, la relación entre la inversión en capital fijo (medios de producción) y en capital variable (fuerza de trabajo) en una determinada fase o en un contexto específico de la producción capitalista, remitía a los estudios en química agrícola de Justus von Liebig 3/, otro de los científicos más importantes de la época.
Por lo demás, Marx y Engels eran conscientes, gracias a su conocimiento de las investigaciones en geografía física de Karl Nikolas Fraas (pioneras en la atribución de un origen antropocénico al cambio climático), de que la brecha en el metabolismo socioambiental era anterior a la extensión del modo de producción capitalista. Habían detectado signos del vínculo entre civilización e hybris (desmesura) que caracterizaría la historia humana desde, al menos, el período neolítico. La invención de la agricultura y la aparición de las sociedades excedentarias implementaron una reorganización de la división social del trabajo y de los usos del suelo que infligían un daño ecosistémico estructural. Sin embargo, eso no les hacía perder de vista la novedad radical que el capitalismo entrañaba en relación con esa dinámica histórica. En contraposición a la celebración del desarrollo de las fuerzas productivas derivado de la alianza entre el capitalismo y la burguesía, que había tamizado las páginas del Manifiesto comunista (1848), el Marx de El Capital (1867) y el Engels de El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre (1876) entreveían la cara B de ese proceso histórico, el modo en que amenazaba los equilibrios socioambientales.
El hecho de que Marx y Engels no extrajeran las consecuencias últimas de esos hallazgos científicos pudo deberse, entre otros motivos, a la prudencia política que manifestaron ante la posibilidad de que esos estudios pudieran alimentar las hipótesis malthusianas sobre el colapso civilizacional (Vindel, 2018). Este aspecto ha retornado en los debates actuales sobre la crisis de civilización. Una parte del ecologismo contemporáneo insiste en subrayar que el crecimiento de la población mundial es incompatible con la sostenibilidad medioambiental. Esta afirmación es verdadera. Lo que es más discutible son las inferencias políticas que se hacen a partir de ella. Así, por ejemplo, se ha extendido una comprensión del Antropoceno 4/ según la cual no cabría distinguir entre víctimas y verdugos de la crisis climática. Todos seríamos (ir)responsables de las inercias de la petromodernidad en la medida en que nos habríamos beneficiado de ella gracias a los aumentos generalizados de los niveles de consumo y bienestar. Esto ha llevado a que filósofos vinculados al pensamiento poscolonial, como Dipesh Chakrabarty (2009), aboguen por recomponer la subjetividad histórica al margen de los antagonismos clásicos. La humanidad en su conjunto (y no una fracción de ella) estaría llamada a protagonizar una empresa humilde y común de reparación de los daños medioambientales que ha ocasionado. Tampoco parece casual que Paul Crutzen, el científico que acuñó el concepto de Antropoceno en el umbral del nuevo siglo, sea uno de los partidarios de encontrar soluciones de tipo geoingenieril al calentamiento global, que tienden a dejar intacta la dimensión social de la crisis ecológica.
Esto explica que la crítica ecosocialista se haya mostrado mucho más proclive a emplear el concepto de Capitaloceno. Por varios motivos. En primer lugar, porque sin necesidad de negar la hybris de cualquier civilización, con frecuencia el concepto de Antropoceno queda asociado a un telos histórico inevitable. Los ambientes conservadores alimentan una interpretación resignada de la crisis ecosocial, según la cual la historia humana habría estado condicionada desde el principio por el despliegue de una esencia maldita. El hallazgo de la fuerza energética de los combustibles fósiles solo habría multiplicado hasta el espasmo la tendencia antropológica a la extralimitación biofísica del metabolismo socioambiental. Esto pasa por alto la singularidad del modo de producción capitalista. En un gesto sin precedentes, la humanidad traspasó su destino a la reproducción autónoma y ampliada de la esfera económica. Tal y como ha señalado la crítica del valor desde Robert Kurz (2016) hasta Anselm Jappe (2016), lo que mueve el capitalismo no es la voluntad humana, sino el sujeto automático (el capital) descrito por Marx en torno a la crítica del fetichismo de la mercancía y la consecuente abstracción de las relaciones sociales. Hablar de Antropoceno es una forma, como otra cualquiera, de negar la historicidad concreta de ese delirio cósmico de la especie.
Pero aún hay más. Las investigaciones recientes de Andreas Malm (2016) han tratado de demostrar no solo que el business as usual de la historia del capitalismo fósil ha repartido de manera crecientemente desigual sus beneficios, sino que, en origen, las formas de vida subalternas se resistieron a asumir ese dispositivo de poder. Malm, cuyos trabajos se sitúan en el ámbito de la historia ecológica, destaca la ambivalencia que el concepto de poder (power) posee en inglés. Este remite tanto a la fuerza que permite activar los procesos de transformación energética como a la dominación política. Como es sabido, la historia de la Revolución industrial se encuentra ligada a la máquina de vapor. En realidad, sus fundamentos tecnocientíficos eran conocidos desde épocas anteriores 5/. Solo la desposesión de las comunidades de vida tradicionales, derivada de los cercamientos de los terrenos comunales y de la concentración urbana de crecientes masas de trabajadores fabriles, hizo posible el encuentro entre la nueva división social del trabajo y la aplicación de la energía fósil a la industria textil. Ambos factores habrían actuado como condiciones de partida para establecer los ritmos de crecimiento exponencial requeridos por la economía capitalista.
Malm recuerda que los sujetos antagonistas que darían lugar a la conformación del primer movimiento obrero (la historia de luditas, partidarios del Capitán Swing y de las huelgas mineras de 1842 6/) se resistieron a ser absorbidos por el dispositivo fosilista de producción de valor. Para Malm, somos herederos de esa derrota histórica. El cambio climático sería su consecuencia fatal; o por decirlo de manera jocosa con McKenzie Wark (2015), la constatación de la victoria del Frente de Liberación del Carbono (Carbon Liberation Front), el único grupúsculo radical que ha obtenido un éxito sin paliativos en la historia de la modernidad. Si Kohei Saito (2018), implicado en el proyecto de reedición de los MEGA, ha sugerido la posibilidad de interpretar la obra tardía de Marx como un intento inconcluso de crítica ecológica de la economía política, la apuesta de Malm podría describirse como una crítica climática del capitalismo fósil.
En cualquier caso, en estas aportaciones quedan pendientes dos aspectos ineludibles para la ecología política contemporánea. Por una parte, la cuestión del sujeto. Por otra, la cuestión de los tiempos. En relación a la primera de ellas, es necesario articular una posición crítica tanto con el realismo cortoplacista de quienes ven en el cosmopolitismo verde del Green New Deal una superación ecológica del internacionalismo proletario 7/, como con soluciones de corte mesiánico que, al modo de Sacristán o Malm, convocan una reacción milagrosa a la escalada de la crisis ecosocial que no se detiene a valorar cómo puede ser propiciada de acuerdo a la composición sociológica y subjetiva específica de las sociedades contemporáneas. Esto es lo Wark describe como “el reto de construir la perspectiva del trabajo sobre las tareas históricas de nuestra época”. Al fin y al cabo, es la política de clase la que puede atacar la producción socioambiental de la plusvalía, basada en la subsunción del trabajo vivo 8/.
En relación con la discusión sobre los tiempos, recientemente se ha suscitado un debate dentro del marxismo ecológico entre los partidarios del ecosocialismo y quienes se sitúan en la órbita del marxismo colapsista 9/. Los segundos acusan a los primeros de no incorporar en sus valoraciones la crudeza de los informes científicos más recientes respecto a la evolución de la multiplicidad de factores que configuran la crisis ecológica: cambio climático, descalabro de la biodiversidad, alteración en los usos de los suelos, acidificación de los océanos, ciclos del nitrógeno y el fósforo, reservas de agua dulce, declive energético, etc. El marxismo ecosocialista estaría alimentando las promesas de un socialismo verde que sigue anclado en el paradigma de la sostenibilidad, y que no acepta que el único horizonte posible es el de aminorar los daños de un colapso ecosocial ya irreversible y hasta inminente. Bajo esta óptica, el ecosocialismo sería una destilación marxista de las falsas esperanzas que, en clave reformista, presentan programas como el greenwashing del capitalismo verde o las políticas neokeynesianas del Green New Deal.
La posición colapsista presenta un punto fuerte y una serie de ángulos ciegos. El punto fuerte reside en la necesidad de desactivar la psicopatología cotidiana en torno a la crisis sistémica, que oscila entre el optimismo y el pesimismo con que se encajan los diagnósticos ecológicos. Poner el acento en esa disposición subjetiva es similar a suponer que elegir una corbata de tonos alegres en un día de lluvia tendrá alguna incidencia sobre las precipitaciones. Lo que requerimos es más bien una síntesis política de realismo e imaginación, de prudencia y determinación, de humildad y camaradería. Organizar el pesimismo, que diría Walter Benjamin.
Los ángulos ciegos se relacionan con, al menos, tres elementos. El primero de ellos es el relativo a las fechas. Como ha señalado Emilio Santiago Muíño, la insistencia en fijar plazos concretos para el desencadenamiento de fenómenos como la abrupta contracción energética derivada del pico de los combustibles fósiles, se ha demostrado como una estrategia comunicativa errada, en la medida en que expone al activismo ecologista a ser socialmente desacreditado cuando no se cumplen sus proyecciones 10/. El segundo aspecto se relaciona íntimamente con el anterior. Aunque el sustrato natural de los procesos económicos presenta un límite absoluto que no puede ser obviado, resulta aventurado presuponer que la mediación social, cultural y (geo)política de la dinámica extractivista no puede alterar los márgenes que manejamos respecto a la evolución de la crisis ecológica. Pese a que el recurso al fracking de la administración Trump tiene un recorrido probablemente corto, su repercusión sobre el precio del petróleo a nivel global muestra que la temporalidad del colapso civilizacional está expuesta a cambios de ritmo que pueden acelerar o demorar sus efectos.
Finalmente, las tesis colapsistas tienen algo de hipótesis autocumplidas, presentando resonancias de la imaginación escatológica marxiana. Me refiero al modo en que alimentan la presunción de una crisis total que abrirá un tiempo político radicalmente nuevo. Los deseos de hacer tabula rasa generan la ilusión según la cual el colapso permitirá reconstruir desde cero los cimientos de la civilización. Lamentablemente, se trata de una visión muy poco materialista. En primer lugar, porque el colapso no será un acontecimiento fulgurante, sino una densa marea histórica cuyo influjo se extenderá gradualmente. Algo similar podría decirse sobre la temporalidad de las transformaciones infraestructurales y culturales requeridas por la transición ecológica. En segundo lugar, porque la historia nos enseña que, incluso (o especialmente) tras las insurrecciones más tumultuosas y las revoluciones triunfantes, el verdadero trabajo político consiste en reconstruir las sociedades desde las ruinas del pasado y aceptando que los conflictos sociopolíticos (y, cabría añadir, socioecológicos) nunca adoptan una resolución definitiva. Antes, durante y después del colapso ecosocial, la política emancipadora más audaz deberá ser consciente de su carácter tentativo y provisional.
Jaime Vindel es profesor de Teoría del Arte en la Universidad Complutense de Madrid
Notas
1/ Una interpretación más mesurada del legado ecológico marxiano es la proporcionada por ecosocialistas como Michael Löwy o Daniel Tanuro (“Colapsología: todas las derivas ideológicas son posibles”, viento sur, 02/07/2019, www.vientosur.info/spip.php?article14953 ).
2/ Büchner establecía un correlato lógico entre la energía como fuerza que atravesaba el conjunto del universo y la república como forma democrática de gobierno, o presuponía que el cambio en la dieta de una persona podía variar sus ideas políticas.
3/ Sobre la relación entre materialismo histórico y materialismo científico: Rabinbach (1990) y Wendling (2009).
4/ El concepto de Antropoceno alude al período geológico que, al menos desde la Segunda Guerra Mundial, con la denominada Gran Aceleración, habría reemplazado al Holoceno. El Antropoceno se caracteriza por el modo en que la acción humana ha adquirido el rango de una fuerza biogeoquímica de superficie, que altera la biosfera con consecuencias desastrosas para la sostenibilidad ecosistémica y amenazando la propia supervivencia de la especie.
5/ Así lo recordaba, por ejemplo, Kropotkin en su relectura cooperativista de la biología evolutiva de Darwin en El apoyo mutuo. Un factor de evolución, Logroño, Pepitas de Calabaza, 2016, p. 349.
6/ Conocida como Plug Plot Riots, la sucesión de huelgas, incentivada por el cartismo, se inició en Staffordshire para extenderse posteriormente a Lancashire, Yorkshire y las minas de carbón galesas.
7/ Esta es la posición defendida por Santiago Muíño y Tejero (2019). Con todo, el manifiesto no es ingenuo respecto a las contradicciones y los límites que esa construcción subjetiva puede implicar en un contexto de acentuación de la crisis ecológica. Ambos autores proponen soluciones que no se adecuan a los imaginarios clasemedianistas de la transición ecológica, como la apuesta por un sindicalismo verde que conciba en términos ecológicos la reducción de la jornada laboral. Paradójicamente, el libro podría ser leído como una corrección materialista del programa del populismo de izquierdas.
8/ Debo este apunte, así como otros comentarios de utilidad, a Juanjo Álvarez.
9/ El debate ha tenido eco en el portal de la revista Sin permiso: http://www.sinpermiso.info/textos/ecosocialismo-versus-marxismo-colapsista-i-y-ii
10/ Emilio Santiago Muíño, “Futuro pospuesto: notas sobre el problema de los plazos en la divulgación del Peak Oil”, en: https://www.15-15-15.org/webzine/2019/03/02/futuro-pospuesto-notas-sobre-el-problema-de-los-plazos-en-la-divulgacion-del-peak-oil/
Referencias
Chakrabarty, Dipesh (2009) “The Climate for History: Four Theses”, Critical Inquiry, 35, 2, pp. 197-222.
Foster, John Bellamy (2004) La ecología de Marx. Materialismo y naturaleza. Barcelona: El Viejo Topo.
Foster, John Bellamy y Burkett, Paul (2017) Marx and the Earth. An anti-critique. Chicago: Haymarket Books.
Jappe, Anselm (2016) Las aventuras de la mercancía. Logroño: Pepitas de Calabaza.
Kurz, Robert (2016) El colapso de la modernización. Buenos Aires: Marat.
Malm, Andreas (2016) Fossil capital. The Rise of Steam Power and the Roots of Global Warming. Londres: Verso.
Marx, Karl (2012) Diferencia de la filosofía de la naturaleza en Demócrito y Epicuro. Madrid: Biblioteca Nueva.
Polanyi, Karl (2017) La gran transformación. México: Fondo de Cultura Económica.
Rabinbach, Anson (1990) The Human Motor. Energy, fatigue and the origins of modernity. Berkeley/ Los Angeles: University of California Press.
Sacristán, Manuel (2005) Seis conferencias. Sobre la tradición marxista y los nuevos problemas. Barcelona: El Viejo Topo, 2005.
Saito, Kohei (2018) Karl Marx´s ecosocialism. Capital, nature and the unfinished critique of political economy. Nueva Delhi: Dev Publishers.
Santiago, Emilio y Tejero, Héctor (2019) ¿Qué hacer en caso de incendio? Manifiesto por el Green New Deal. Madrid: Capitán Swing.
Vindel, Jaime (2019) “Entropía, capital y malestar: una historia cultural”, en VV. AA., Comunismos por venir, Barcelona, Icaria, pp. 157-188.
McKenzie Wark, (2015) Molecular Red. Theory for the Anthropocene, Londres, Verso.
Wendling, Amy (2009) Karl Marx on technology and alienation. Hampshire: Palgrave MacMillan.

lunes, 2 de septiembre de 2019

CUANDO EL PARTIDO DURA MÁS DE 90 MINUTOS



El negocio del VAR deja al fútbol en fuera de juego




02.09.2019



“El sentimiento en el fútbol se debe perder. Esto es un negocio”. Enrique Cerezo, presidente del Atlético de Madrid.



Cuando estaba por aparecer se lo vendió como una ayuda a los árbitros. Como el aporte de la tecnología para el avance y progreso del fútbol. Para que las decisiones arbitrales fueran más justas. 


Era imposible negarse a semejante aporte. Además cuando se habla de tecnología y de modernidad ocurre una especie de seducción general irresistible. Nos hacen sentir partícipes del presente y del futuro. Ser modernos y tecnológicos es casi una obligación, para no caer en las oscuridades del pasado, siempre peor que lo vivido actualmente.


Se asemeja moderno a bueno y antiguo a malo. Nadie quiere lo malo, por supuesto. Y como ser moderno es también vivir a toda velocidad, no hay tiempo para reflexionar, ni siquiera para tener un pensamiento propio. Los medios se encargan de que así sea y en verdad lo hacen muy bien. Nos alimentamos de axiomas que nunca cuestionamos y que generalmente son falsos.

El VAR es una ayuda, ¿para quién?

Cuando el negocio puso sus ojos y sus manos en el fútbol, poco a poco se fue apoderando del juego a través de transmitirle sus valores empresariales. A tal punto que ya no asombra a nadie cuando escuchamos que ganar no es lo mas importante, sino lo único importante. En otros tiempos, ya remotos, el juego tenía un valor propio tan o más importante que el resultado. Era cuando el fútbol pertenecía a las clases populares. Antes que la modernidad se lo arrebatase al pueblo, como tantos otros bienes comunes.


El VAR es un negocio que mueve miles de millones de dólares. Las empresas proveedoras de la tecnología necesaria son dos: Crescente Comms (audio) y Hawk-Eye Innovations (video). Esta última fue adquirida en marzo del 2011 por Sony, que desde hace décadas tiene relaciones estrechas con la FIFA.


Para tener una idea del dinero que circula alrededor de esta innovación tecnológica aplicada al fútbol, digamos que hace 6 años la Premier incorporó la Goal Line Telchnology (GLT) y pagó a la FIFA 16 millones de dólares por 5 temporadas. Y ahora también contrató el VAR.

Otro dato: la Liga australiana de fútbol aceptó usar al VAR en el proceso experimental y cada club debió pagarle a la FIFA 500 mil dólares cada temporada.


Los costos del VAR no son uniformes en todas las competencias ligueras del mundo. Varían según dónde se coloque la sala de análisis: unidades móviles en cada campo de juego o una oficina central.


Para su instalación se deben colocar más cámaras en los estadios, aplicar los sistemas tecnológicos y todos los componentes que se necesitan en la sala de visionado. Para realizar la señal del VAR se necesita la homologación de la FIFA.


Digamos por ultimo que el Financial Times publica un artículo donde adelanta que la FIFA está contemplando posibles patrocinios durante el tiempo detenido en el partido en el que el VAR decide sobre una acción de juego. Agrega el diario que la FIFA plantea vender esos derechos de patrocinio por 100 millones de libras. Se habla, continúa el Financial Times, de que se podrían pedir hasta 600 mil libras por minuto a los posibles futuros anunciantes. Se calculó que durante el mundial de Rusia hubo en total 27 minutos de paro en los partidos, por causa del VAR.

Cambia, todo cambia…

Tal como dice la canción de Julio Numhauser, también cambiaron los criterios para juzgar las acciones del juego. Hasta el VAR el criterio era futbolístico. Ahora ya no tanto. La tecnología tomó la delantera y para el fuera de juego y algunas entradas se recurre a la precisión científica. 


Ejemplos: Recientemente en la Premier le fue anulado un gol a Sterling, del Manchester City, porque el VAR descubrió que al recibir la pelota el jugador del City tenía uno de sus hombros ¡3 milímetros! adelantado. La misma suerte corrió Cristiano Ronaldo con la Juve. También la tecnología le anuló un gol por estar uno de sus hombros unos milímetros más adelantado que el último de los defensores. Es evidente que de ninguna manera esos milímetros del hombro tenían alguna incidencia en la jugada. Con criterio futbolístico nunca esos goles hubieran sido anulados.


Pero sucede que se trata de anular la subjetividad futbolística, para darle cabida a la objetividad científica. O sea para darle prioridad al VAR y no al juicio futbolero del árbitro.

Modric del Real Madrid y Molina del Getafe (en la Liga española) fueron expulsados por pisar involuntariamente el talón de un rival al ir a disputar la pelota.


Y al City le anularon otro gol porque al saltar en busca de la pelota con un adversario, el balón rozó el brazo de Laporte (defensor del City) que tenía pegado a su cuerpo, y siguió su curso para que un compañero suyo finalmente hiciera el gol. Otra jugada donde con criterio futbolístico era válida porque no hubo voluntariedad.


No sin razón Modric fue uno de los primeros jugadores en pedir a la FIFA que no utilizara más el VAR. Lo hizo en 2016 en ocasión del torneo mundial de clubes.


“No me gusta el videoarbitraje, dijo Modric, es muy lento y crea mucha confusión. Puedo decir que espero que no se siga utilizando”. Y sentenció el jugador del Real Madrid: “para mi eso no es fútbol”.


Como es de esperar nadie escuchó a Modric ni a otros jugadores que opinaron mas o menos lo mismo. La lluvia de dólares que genera esta aplicación tecnológica, no solo enceguece de placer a los empresarios y a los dirigentes de la FIFA, sino que también los ensordece.

La panza es reina y el dinero dios

Lo dijo Discépolo en un tango hace muchísimos años. Fue un profeta. La etapa actual del capitalismo es de una rapacidad feroz. Como sistema agotado y sin respuestas para la mayoría de la humanidad, arrasa con todo. No es casual el auge del neofascismo en muchos paises del mundo, porque ya no les alcanza con la voracidad del neoliberalismo. Bolsonaro en Brasil dejó que se queme la Amazonia porque varias empresas constructoras proyectan llenar de cemento el pulmón del mundo. Trump dice que los científicos que alertan por el calentamiento global y advierten que tenemos poco tiempo ya para solucionarlo, mienten. Y la emprende contra los inmigrantes, los negros y los hispanos. Salvini en Italia y Vox en España no están de acuerdo con salvar de la muerte a los inmigrantes que llegan por el mar en pateras. Mientras, el resto del mundo se desentiende.


¿Nos podemos asombrar de que el capitalismo le haya robado el fútbol a la gente mas humilde que es donde nació y nace todos los días?




Ángel Cappa (con la colaboración de María Cappa)

*++

ANDA PAPÁ, CUÉNTALES OTRA VEZ, HABER SI APRENDEMOS. "Papá cuéntame otra vez"

PARA LOS CAMARADAS DE JAVIER BERDEJO. GENTE DEL PUEBLO-pan,trabajo y libertad

domingo, 1 de septiembre de 2019

NI CONTIGO NI SIN TI TIENEN MIS MALES REMEDIOS: CONTIGO, PORQUE ME ROBAS; SIN TI, PORQUE ME HACEN LO MISMO. LUEGO FALTA NUEVA CANTINELA QUE LE PODEMOS DENOMINAR POR SU NOMBRE COMÚN: ORGANIZACION SOCIAL Y POLÍTICA DE LOS TRABAJADORES, JUNTO A DABUTE CANTIDAD DE INFORMACIÓN Y FORMACIÓN QUE UNICAMENTE PUEDE SALIR DE LA PRÁCTICA, TÍO




Los engaños del PSOE y la incompetencia de UP, una oportunidad perdida y un peligro para España


Rebelión
Nueva Tribuna
29.08.2019


Las últimas elecciones generales proporcionaron un resultado bastante claro: el bloque de la derecha ( PP, Cs y Vox ) no tenía posibilidad alguna de gobernar mientras que el PSOE ganó claramente. Sin embargo, el partido socialista no obtuvo escaños suficientes para formar gobierno sin depender de otras fuerzas. Bien de Ciudadanos , para disponer entre ambos de mayoría absoluta, o de Unidas Podemos , para recabar conjuntamente apoyos complementarios puesto que los dos juntos no sumaban mayoría suficiente. 

Los problemas comenzaron con un error de planteamiento democrático esencial. Como ha escrito Javier Pérez Royo, los partidos se enfrentaron a la investidura como si fuese un punto de llegada, un objetivo en sí mismo, en lugar de lo que debe ser, un punto de partida. No basta con tener votos para ser investido, sino que hay que seguir teniéndolos después para sacar adelante día a día la política del gobierno. 

Ciudadanos manifestó su negativa más rotunda, para gobernar o simplemente para apoyar con su abstención la investidura de Pedro Sánchez. Y Unidas Podemos, por su lado, exigía tener una amplia presencia en el gobierno que se constituyera después para apoyarla. 

Algunos dirigentes del PSOE y máximos responsables del gobierno ni siquiera han dudado en manipular documentos, en faltar a la verdad o en actuar con una evidente falta de principios, ofreciéndose a gobernar con el apoyo de cualquiera, para hacer por tanto cualquier tipo de política con tal de mantenerse en el gobierno 

Inicialmente, el PSOE no engañó a nadie y manifestó lo que había expresado en la campaña electoral, que su deseo era formar un gobierno monocolor, si acaso contando con algunas personalidades independientes que le permitieran presentarlo como de un perfil más allá del socialista y colindante o incluso muy próximo al de Unidas Podemos. 

Pero esta última fuerza, también sin engañar a nadie, se reafirmó en su criterio de no satisfacer ese deseo del PSOE y la situación se empantanó. 

El resultado ha sido que ninguno de los dos grandes polos de la izquierda española ha sabido afrontar un problema que no tiene solución sin ponerse una en el lugar de la otra y sin renunciar las dos a parte de su preferencia particular. Es decir, justo lo que hay que hacer para poder gobernar y transformar sociedades diversas y complejas como la nuestra. 

El PSOE renunciaba a la realidad presente de la investidura por mirar a un futuro que intuía lleno de problemas si incluía en el gobierno a dirigentes de UP que considera tan inexpertos como poco leales. Pensaba, seguramente con razón, que tendría dificultades para abordar los llamados «asuntos de Estado», como el que planteará muy pronto la sentencia del procés, la estrategia en Europa o la relación con las compañías eléctricas y los bancos que siempre tratan de determinar lo que se hace y lo que no se hace en la política española. Los dirigentes de Unidas Podemos, por el contrario, no pensaron en el futuro y -quizá para disimular con el éxito de su entrada en el gobierno su continuado declive electoral- dejaron de lado las consecuencias que, para una fuerza política que se proclama «anti-régimen», con toda seguridad tendría el formar parte de gobierno de un PSOE que (según se denuncia constantemente desde Podemos) hace suyos los compromisos «de Estado» y los intereses «de la casta» y de los grandes poderes fácticos. 

Sin poder lograr lo que deseaba, el PSOE puso en marcha una estrategia que no tenía otro objetivo que transmitir la idea (construir el relato lo llaman ahora) de que Pedro Sánchez hacía todo lo que estaba en su mano para garantizar la estabilidad y evitar unas elecciones que todo el mundo considera -con razón- como un gran fracaso de nuestro sistema político de representación. Con ese objetivo, por una parte reclamó el apoyo al Partido Popular y a Ciudadanos , en contra de los principios que en su día le llevaron a abandonar el escaño y sabiendo que nunca iba a darse. Y, por la otra, realizó todo tipo de triquiñuelas para hacer creer que estaba ofreciendo a Unidas Podemos una verdadera oferta de gobierno conjunto cuando en realidad le presentaba caramelos envenenados, propuestas estúpidas o francamente deshonestas (como hacer creer que el problema ideológico o político a la hora de formar gobierno con otro partido es sólo la persona de su máximo responsable y no la de su segunda, con la que comparte mucho más que plenamente su estrategia y que, para colmo, es todavía más inexperta en materia de gestión y de gobierno). 

El PSOE reclamó el apoyo incondicional de Unidas Podemos y cuando no lo tuvo, como era lógico, no ha tenido otro afán que mostrar (con razón o sin ella, que para el caso es lo mismo) que sólo Unidas Podemos -otra vez, como en 2015- será responsable de que no se pueda formar gobierno y de que vuelva a haber elecciones en noviembre. Y para ello, algunos dirigentes del PSOE y máximos responsables del gobierno ni siquiera han dudado en manipular documentos, en faltar a la verdad o en actuar con una evidente falta de principios, ofreciéndose a gobernar con el apoyo de cualquiera, a la izquierda o a la derecha, para hacer por tanto cualquier tipo de política con tal de mantenerse en el gobierno. 

El PSOE estaba en su derecho, fue coherente y seguramente hacía bien (a la vista del comportamiento de los dirigentes de Unidas Podemos) cuando afirmó que no deseaba someterse a la hipoteca de un gobierno en el que estuvieran presentes los máximos dirigentes de un partido que le come terreno electoral y que está lleno de incoherencias y conflictos internos. Pero ha cometido un engaño detrás de otro cuando ha ido ofreciendo alternativas que no lo eran y que no perseguían nada más que el rechazo de UP para poder hacerle responsable del fracaso conjunto. 

Pero si los dirigentes del PSOE no parece que hayan actuado con honestidad, los de Unidas Podemos han mostrado un infantilismo y una incompetencia nuca vista antes en la política española (si se excluye el caso paralelo de Ciudadanos que es peor, puesto que, en lugar de haber sido acosados por los medios y los grandes poderes fácticos, como le ha ocurrido a Podemos, han tenido su total apoyo). 

La única explicación posible de la torpeza de los dirigentes de Podemos radica en su falta de experiencia profesional y vital, en sus trayectorias personales muy alejadas de las de la gente corriente que día a día negocia, cede, pierde y gana y llega a acuerdos con personas de ideas o intereses diferentes. O por la influencia de una ideología que no se lleva bien con la diversidad o la transversalidad, como demuestra que hayan ido abandonando Podemos quienes defendían formas de acercase y hablarle a la sociedad basadas en esos valores. 

Han sido ingenuos creyendo que en la política el poder se determina en función matemática del resultado electoral, y al no valorar las consecuencias a medio plazo de formar parte de un gobierno que no puede admitir bicefalias, y cuya estrategia iba a ser necesariamente diseñada y dirigida por un partido comprometido con los intereses del Estado y de los grandes poderes económicos. 

Además, si es normal que un PSOE que en realidad no quiere llegar a acuerdos con Podemos ataque a sus dirigentes (como hizo Pedro Sánchez con Iglesias ), es muy infantil dedicarse (como hace Podemos cada dos por tres) a descalificar continuamente a quien le está pidiendo que lo admita como socio, y no ser consciente de que autoerigirse en el validador de la virtud del PSOE no es precisamente lo adecuado si de verdad busca cooperar con él y le reclama ir de la mano en el gobierno. 

Han mostrado a la sociedad que las izquierdas son incapaces de entenderse y que no saben trascender de su interés particular, que las formas que utilizan para dialogar son desagradables y marcadas por una mala uva que a la gente no le gusta que tenga quien aspira a gobernarla 

Unidas Podemos no ha sido consciente de que, incluso aunque el PSOE de verdad quisiera un gobierno como el que ofreció, tendría muchas presiones exteriores para formarlo, de modo que lo más conveniente para lograrlo sería el apoyo y la comprensión y no el someterlo a una tensión permanente. Y sus dirigentes han estado completamente tontos, si de verdad querían estar en el gobierno, cuando no aceptaron los ministerios que Pedro Sánchez les puso sobre la mesa. Una presencia ciertamente limitada desde el punto de vista del poder efectivo pero muy significativa y valiosa por la extraordinaria relevancia simbólica y política que supone que una fuerza política como Podemos esté en un gobierno de la Unión Europea. ¡ A saber lo que habría inventado el PSOE, para evitar el acuerdo, si Pablo Iglesias llega a aceptar la oferta ! 

Ahora dudo de que todo este desastre tenga arreglo. 

Me parece que el problema más grave no es la dificultad para articular un acuerdo que permita sacar adelante la investidura o incluso poner en marcha un gobierno que tome medidas de regeneración política y recuperación económica y social. Quizá lo peor sea que el PSOE y Unidas Podemos han hecho que cada día sea más difícil que la sociedad de la gente corriente se sienta identificada con su forma de hablarse y de hacer política. Han mostrado a la sociedad que las izquierdas son incapaces de entenderse y que no saben trascender de su interés particular, que las formas que utilizan para dialogar son desagradables y marcadas por una mala uva que a la gente no le gusta que tenga quien aspira a gobernarla. El clima, el contexto, las sensaciones, los pálpitos son, casi siempre, tanto o más importantes que los meros acuerdos formales para transformar la realidad. Y eso es lo que los dirigentes del PSOE y de Unidas Podemos han hecho añicos. 

Yo me niego a entrar a valorar quién ha sido más irresponsable, peor intencionado y más torpe o maleducado que el otro. Imagino que eso se manifestará en las próximas elecciones si definitivamente se vuelven a convocar. Lo que me parece decisivo es que era imprescindible llegar a un acuerdo para poner en marcha medidas que necesita la inmensa mayoría de la sociedad española y muy en particular la gente más desfavorecida, y que no han sido capaces de conseguirlo. Los dos partidos me han defraudado y los dos creo que han traicionado los intereses de quienes dicen defender. 

Hace unas semanas escribí un artículo mostrando que venían tiempos difíciles y una nueva crisis pero que, a diferencia de la anterior, podría proporcionar buenas oportunidades a España si sabía aprovecharlas. Un gobierno de progreso podría estar trabajando ya en esa línea pero, en lugar de eso, los líderes de las izquierdas se han dedicado a enfrentarse para ver quién está por encima del otro. Unos dicen promover un proyecto feminista y los otros se definen en femenino, pero a la postre actúan como dos machos agresivos defendiendo un territorio que en realidad no es suyo. 

Lamento decirlo, pero mi opinión es que el PSOE y Unidas Podemos (insisto en que me da igual el grado o la proporción exacta de responsabilidad de cada uno) no sólo nos han defraudado sino que, para colmo, están poniendo en peligro a España. Hacer frente a una situación como la que viene con un gobierno en funciones es una barbaridad que nos puede poner en una situación muy, muy difícil y peligrosa. 

Como dije antes, a estas alturas no creo que haya solución y Casado y los demás líderes de la derecha deben estar gozando de la irresponsabilidad e incapacidad de las izquierdas españolas. El clima de desafecto, de desencuentro y de confrontación al que se ha llegado va a causar estragos porque hará muy difícil la complicidad social que necesita cualquier gobierno, suponiendo, claro está, que llegara a formarse, ahora o después de unas próximas elecciones. Si la política tuviera algo que ver con la vida civil, por llamarla de algún modo, o con las empresas, quienes han fracasado en esta ronda de negociaciones deberían haber dejado ya sus puestos. Con Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Echenique o Carmen Calvo… al mando de las naves no me parece que haya mucho arreglo a la situación en la que estamos. 


*++