La sociedad de la muerte
Rebelión.org / EE.UU.
13/09/2025
Fuentes: Página/12
- Imagen: Vigilia en un parque de Orem, en memoria de Charlie Kirk, el
activista de 31 años asesinado en la Universidad Utah Valley.
Estados Unidos vive desde hace dos siglos el «síndrome del carcelero»:
reproduce hacia el interior, de forma larvada, la barbarie que distribuye en
sus 750 bases militares repartidas en los cinco continentes.
La violencia es
el signo constitutivo de los Estados Unidos. El injerencismo, las invasiones
militares a países considerados vasallos, los bloqueos, el fomento de golpes
castrenses, los castigos económicos, las amenazas de sanciones, la asociación
espuria con élites para controlar economías extranjeras subordinadas y la
utilización de la comunicación para manipular conciencias a nivel global,
configuran disposiciones de violencia estructural que necesariamente permean la
vida cotidiana de los estadounidenses. Estados Unidos vive desde hace dos
siglos el «síndrome del carcelero»: reproduce hacia el interior, de forma
larvada, la barbarie que distribuye en sus 750 bases militares repartidas en los
cinco continentes.
Este universo
de violencia externa reverbera en quien lo practica. Un marine que
en su paso por Irak contribuyó, dos décadas atrás, al asesinato de familias
inermes en Irak, regresó a su país con la consciencia desgarrada y el
equilibrio emocional roto. Su historia biográfica, multiplicada por cientos de
miles, sumada a la vida de jóvenes acostumbrados a convivir con armas en sus
hogares, explica, en gran parte, la sangría interna que sufren diariamente
quienes temen un nuevo tiroteo en una escuela o en una universidad. Según una
encuesta realizada por Gallup, el 44 por ciento de sus adultos estadounidenses
poseen por lo menos un arma. Esos adultos forman parte de una nación que posee
el 46 por ciento de todas las armas de uso civil existentes
en el mundo, expresando apenas el 4 por ciento de la población global.
Según la
organización suiza Small Arms Survey ninguna otra nación
tiene más armas civiles que personas. Existen tres países que cuentan con una
legislación que ampara la portación o tenencia libre para los ciudadanos
civiles: México, Guatemala y Estados Unidos. Sin embargo, la tasa de posesión
en los dos primeros es una décima parte de la que se expresa en el país
gobernado por Donald Trump. En la actualidad, los homicidios por armas de fuego
expresan una tasa de cuatro cada cien mil habitantes, unas 18 veces más que el
promedio del resto de los países desarrollados. Los índices de muertes por acción
de armas civiles son 22 veces más altos que en la Unión Europea, según datos
relevados del Institute for Health Metrics and Evaluation.
La cultura de las armas, en una sociedad cargada de violencia centrífuga e
interna, tiende a justificar sus propias rutinas de sangre: Casi un tercio de los adultos estadounidenses asegura que
existirían menos delitos si una mayor cantidad de ciudadanos fuesen
propietarios de armas.
La violencia
política al interior de los Estados Unidos tiene, además, componentes
históricos dada la polarización promovida por las cosmovisiones supremacistas y
las configuradas desde las religiosidades fundamentalistas. Los discursos de
odio no han sido una innovación estadounidense, pero en ese país es donde más
se reproduce, de forma desembozada. En nombre de la libertad de expresión se
puede humillar a los afrodescendientes, insultar a los inmigrantes, despreciar
a las mujeres y ultrajar a las disidencias sexuales. Esos discursos
despiadados, además, pueden ser enunciados y difundidos –sin costo político ni
jurídico– por parte de referentes políticos y sociales, acrecentando el
resentimiento y el odio. El influencer trumpista Charlie Kirk, asesinado el 11
de septiembre, consideraba que había sido un grave error la aprobación de
la Ley de los Derechos Civiles, impulsada por Martin Luther King
y promulgada por el presidente Lyndon Johnson en 1964. Gracias a esa normativa,
recién un año después, en 1965, se aprobó el derecho al voto de los
afrodescendientes.
Kirk también
afirmó que «la comunidad gay era destructiva» para su país y que dicho
colectivo «debe ser reducido». Respecto a los operadores de salud que colaboran
con las familias de los pacientes transgénero, consideró que habría que
juzgarlos igual que a los nazis en Núremberg. Para avalar los posicionamientos
de Trump, respecto a los migrantes, opinó que «son los responsables de robar
los hogares de los estadounidenses». Expresó que la segunda enmienda (que
autoriza la portación de armas a los ciudadanos estadounidenses) no debe ser
eliminada, incluso cuando se sigan generando tiroteos masivos. «Es el costo que
debe pagarse por la libertad», subrayó. Su caracterización de los sectores
progresistas consistió en advertir que «la izquierda no se detendrá hasta que
usted, sus hijos y los hijos de sus hijos sean eliminados.” Cuando se refirió a
los afrodescendientes consideró que “los negros merodeadores andan por ahí
buscando diversión para atacar a los blancos.” Y respecto a Gaza, fue
elocuente: «Las muertes de mujeres y niños en Gaza son culpa de Hamás, no de
Israel, al igual que las muertes en Japón durante la Segunda Guerra Mundial
fueron culpa de Japón, no de Estados Unidos”.
Trump describió
a Kirk como un «mártir de la verdad y la libertad» y culpó a la «retórica de la
izquierda radical» por ser la causante de la violencia política. Por su parte,
uno de los afamados seguidores del mandatario estadounidense, el actor James
Woods, compartió un mensaje en las redes sociales en el que advirtió. «Queridos
izquierdistas: podemos tener una conversación o una guerra civil. Un golpe más
de su parte y no volverán a tener esta opción». Por su parte, el
multimillonario Elon Musk se refirió al homicidio considerando que «La
izquierda es el partido del asesinato». Según un estudio de opinión pública
difundido la última semana, más de un 20 por ciento de los votantes de
Trump avala –en
determinadas circunstancias– la violencia política. Ese número duplica la
aceptación de los votantes demócratas.
En octubre de
2020, 13 hombres fueron detenidos mientras planificaban el intento de secuestro
del gobernador de Michigan, Gretchen Whitmer. En enero de 2021, miles de
republicanos furibundos asaltaron el Capitolio para evitar la asunción de Joe
Biden. En 2022, el juez de la Corte Suprema, Brett Kavanaugh, fue blanco de un
intento de asesinato. Ese mismo año, un supremacista ingresó a la casa de Nancy
Pelosi, la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, y golpeó con un
martillo a su marido de 82 años. En septiembre de 2024, el plena campaña
electoral, Trump sobrevivió a un intento de asesinato. En abril último, el
gobernador demócrata de Pensilvania Josh Shapiro fue atacado mediante una bomba
incendiaria en su hogar. Dos meses después, la presidenta demócrata de la
Cámara de Representantes de Minnesota, Melissa Hortman, fue asesinada a tiros
junto a su esposo por un supremacista religioso.
La tasa mundial
de homicidios es de 5,8 muertes cada cien mil habitantes. Estados
Unidos tiene un promedio de 7, siendo –por lejos–, quien lidera
esta pandemia de violencia. Luego del asesinato de Kirk, las acciones de la
empresa vendedora de armas minorista GrabAGun se incrementaron un 9.4 por
ciento. Uno de los integrantes del directorio es Donald Trump Jr. La razón
tanática vincula, de forma orgánica, al imperio con su estructura
interna.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/857479-la-sociedad-de-la-muerte
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