jueves, 26 de noviembre de 2020

Para una critica de podemos (Publicado en el Diario Crónica de Aragón el 9 de diciembre de 2014)

 

Para una contribución a la crítica de Podemos (VIII)

9. diciembre 2014 | Por Manuel Sogas | Categoria: El ojo atípicoMagazineOpinión


Charla sobre el origen de las crisis capitalistas y el fin del capitalismo a lso Acampados del 15 M en la Plaza de Pilar de Zaragoza, el d{ia 25 de mayo de 2011.


La importancia de las clases sociales a la hora de plantear propuestas políticas

La noción clase social en el campo marxista es un concepto que puede ser definido de forma objetiva estudiando la relación social y técnica que tiene el trabajador con los medios de trabajo que utiliza en el proceso de producción P, cuya definición previa es imprescindible para entender y explicar las relaciones de producción capitalistas, y por extensión, la sociedad actual que tiene como cimiento el modo de producción capitalista.

Resulta además imprescindible para elaborar los planteamientos políticos teóricos que luego han de ser aplicados a la práctica, con el fin de que la política así aplicada no quede en un barullo de palabras ininteligibles, más o menos bien enlazadas, con sonoridad más o menos agradable al oído, pero sin ningún efecto transformador social práctico.

Así pues, el concepto de “clase social” viene a representar un instrumento teórico de primer orden para el conocimiento práctico de realidades sociales concretas: relación social y relación técnica del trabajador con los medios de trabajo que utiliza en el proceso de producción P en un momento determinado.

El conocimiento concreto extraído de la realidad mediante el análisis de las clases sociales, es el que establece las condiciones objetivas para definir las políticas idóneas para las realidades concretas y determinadas para su transformación. Con ello se erradican las aproximaciones, tópicos, creencias y mentiras ideológicas, previamente construidas mediante el marketing político para ser esparcidas por la sociedad a través de los medios de comunicación.

La política desprovista de la musiquilla palabrera-ideológica y simplista habitual, consiste en esencia en la lucha económica, política e ideológica que los diferentes grupos sociales establecen entre sí para hacer prevalecer sus intereses los unos sobre los otros. De manera que previamente hay que localizar y definir los grupos sociales (clases sociales) que existen en cada barrio, pueblo, ciudad, provincia, comunidad autónoma, Estado u organización supranacional, y decidir en base a datos concretos por cuál de esos grupos sociales en pugna se toma partido.

De esta manera se pasa de la noción democrática más elemental y simple que consiste en el ejercicio formal de la emisión de un voto cada cierto tiempo, a un ejercicio pleno de la misma, que empieza por conocer en primer lugar aquello sobre lo que posteriormente se habrá de decidir, porque al tener que ser conocidas las clases sociales en cada lugar concreto: pueblo, barrio, etc., implica necesariamente que todas las unidades políticas organizativas más elementales de los diferentes partidos que operan en esos lugares1 (Círculos, Agrupaciones, Asambleas, Juntas Locales, etc.), han tenido que participar en la realización y discusiones de esos análisis de las clases sociales, con lo que queda asegurado el conocimiento concreto de las mismas por parte de todos los individuos de cada organización sobre los que posteriormente se habrá de decidir.

Con esta forma de actuación política se va construyendo también el mejor antídoto contra todo tipo de manipulación o dirigismo económico, político e ideológico, al tiempo que se le va restando espacio a la figura del “líder” como cabeza pensante o iluminador de los caminos a seguir, puesto que las políticas concretas que así se conciban para su aplicación, no serán el producto de la cabeza de nadie en particular, al haber surgido del conocimiento de la realidad.

Así, el concepto de clase social por definir algo concreto y constituir un elemento para el conocimiento concreto, al tiempo que sirve de base para definir y establecer las políticas concretas que han de ser aplicadas, se opone frontalmente a la noción de “casta”, palabra normalizada dentro del lenguaje habitual de Podemos, cuya noción no expresa nada en particular, ni sirve de base objetiva sobre la que poder fundamentar políticas concretas que conduzcan a la transformación social, sino que, por el contrario, incita al subjetivismo, a que prevalezcan los sentimientos sobre la razón, lo que implica a su vez cortar hilos para la comprensión de la realidad social, en lugar de tender puentes para comprenderla y hacer que las nuevas ideas (no creencias) transformadoras arraiguen en la más amplia mayoría social posible.

Por tanto, al no tener validez instrumental para el conocimiento de la realidad social ni constituir soporte alguno en el que poder sustentar políticas concretas, el concepto de “casta” se convierte en un obstáculo ideológico, de donde cabe deducir y recomendar encarecidamente la necesidad de abandonar cuanto antes la palabra “casta” del lenguaje político habitual de Podemos.

El origen de las clases sociales y la existencia de las luchas que entre ellas se establece no responde a ninguna ley natural ni a invento personal malévolo de nadie.

La existencia de unos grupos sociales que viven y se enriquecen a costa y mediante la explotación del trabajo de otros grupos sociales no es en absoluto una constante histórica, sino que aparecen cuando la sociedad ha alcanzado unos determinados niveles de desarrollo económico, es decir, que son producto de la actividad realizada por el propio individuo, consciente o inconscientemente, y por lo tanto, es un producto político en la misma medida que se desarrollan las fuerzas productivas.

En consecuencia las clases sociales no constituyen un invento diabólico del marxismo para sembrar la cizaña donde antes solo reinaba la paz y la fraternidad. Ni siquiera son descubiertas por Marx, que decía lo siguiente: “Ahora, por lo que a mi se refiere, no es a mí a quien corresponde el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna, como tampoco la lucha que libran entre sí en esa sociedad. Historiadores burgueses habían expuesto mucho antes que yo la evolución histórica de esa lucha de clases, y economistas burgueses habían descrito su anatomía económica. Lo que yo he aportado de nuevo es: 1º) demostrar que la EXISTENCIA DE LAS CLASES no está vinculada más que a FASES HISTÓRICAS DETERMINADAS DEL DESARROLLO DE LA PRODUCCIÓN; 2º) que la lucha de clases lleva necesariamente a la dictadura del proletariado; 3º) que esta misma dictadura no representa más que una transición hacia LA ABOLICIÓN DE TODAS LAS CLASES y hacia una SOCIEDAD SIN CLASES. Tontos ignorantes, como Heinzen, que no sólo niegan la lucha de clases, sino la existencia misma de esas clases, muestran tan solo que, a pesar de toda su baba sanguinolenta, de sus aullidos que quieren hacerse pasar por declaraciones humanistas, apoyan las condiciones sociales en las que la burguesía robustece su dominio para el resultado final, para el nec plus ultra de la historia; prueban que no son más que criados de la burguesía, una servidumbre tanto más repugnante cuanto que esos cretinos comprenden menos la magnitud y la necesidad pasajera de ese mismo régimen burgués…”2.

En buena lógica, si las clases sociales aparecen en la historia en determinadas circunstancias y son creación del ser humano, es posible pensar igualmente que también en determinadas condiciones históricas el mismo ser humano que las creó las puede hacer desaparecer.

Para deshacer el error de quienes creen (el concepto de creencia no es el mismo que el de idea) que el modo de producción capitalista es lo que ha existido siempre como si fuera algo dado por la naturaleza, y que por ello no se puede cambiar, dado que es de “insensatos” o de descerebrados utópicos plantearse modificar las leyes de la naturaleza, bastaría un brevísimo repaso a la historia para comprobar los cambios objetivos y subjetivos que se han producido en los órdenes económicos, políticos e ideológicos, desde el productor primitivo hasta el asalariado moderno.

Cuanto más nos acerquemos al origen de la humanidad mejor puede verse la inexistencia de las clases sociales, y más claramente puede encontrarse al individuo formando parte de una comunidad, familia, tribu, horda, etc., unida completamente con fuertes lazos a esa comunidad de la que forma parte en su conjunto y a la naturaleza: la tierra, de donde se obtiene todo lo necesario para la subsistencia.

En esta etapa histórica, que es la más larga de todas las conocidas, aparece el individuo como producto de la naturaleza, como productor y poseedor de los medios de producción y de la tierra. La posesión (no la propiedad privada, cuyo concepto es inexistente en esa etapa histórica) de los medios de producción no la ostenta el individuo a título personal, sino la comunidad a la que pertenece.

El individuo particular es poseedor en tanto en cuanto es un miembro que forma parte de esa misma comunidad, y al mismo tiempo, individualmente posee un control y dominio absolutos sobre los medios de trabajo que utiliza en el proceso productivo P: la mano, el palo, la piedra, el cuchillo, la lanza, el arco y las flechas, etc. El control y el dominio de los instrumentos de trabajo está en función exclusivamente de sus cualidades y facultades personales, por lo que nos encontramos con un sujeto que trabaja y no con un individuo considerado única y exclusivamente como un simple objeto de trabajo, concepción ésta del individuo que es cosa de la modernidad.

Y podemos ver también que todos los individuos realizan el mismo tipo de trabajo sin grandes variaciones, a cambio del cual reciben una parte del producto del trabajo realizado: recolección de frutos, caza, pesca, etc.

La finalidad del trabajo en ese tiempo es el propio individuo3, producir para sí, para la reproducción del propio cuerpo, para el mantenimiento individual, familiar o de toda la comunidad a la que pertenece. Es decir, produce para satisfacer las necesidades, puesto que la producción no está dirigida ni tiene como fin el enriquecimiento individual, sino para crear valores de uso con los que poder cubrir las necesidades.

No se producen mercancías para intercambiar por dinero en el mercado, aunque ocasionalmente pueda existir un excedente de producción que se intercambie (trueque, sin existencia de dinero) con otras comunidades vecinas. Pero estos intercambios no se realizan tomando como base los valores de cambio de los objetos que se intercambian, sino el valor de uso inherente de los objetos intercambiados.

Vemos pues, repasando la historia, entre otras cosas, que lo natural en el individuo no es el trabajo asalariado, sino el de productor para sí mismo y para satisfacer sus necesidades individuales y sociales. Vemos que la propiedad individual de los medios de producción no es imprescindible ni determinante, ni mucho menos, condicionante objetivo de la producción. Y también vemos que el individuo mantiene unos fuertes lazos de dependencia con aquello que le permite su subsistencia material y espiritual y de sus relaciones sociales con los miembros que componen la sociedad (comunidad) en la que vive y a la que pertenece, de la que es producto y productor a la vez, y en la que influye y a la vez es influido, dentro de la cual nace, se desarrolla y muere, porque el individuo no podría existir fuera y al margen de la sociedad, porque no es ni autosuficiente ni libre, en el sentido absoluto con el que lo intenta presentar la ideología burguesa (la capitalista), dado que depende del aire que respira, del alimento que toma, del tiempo para dormir que necesita, etc., de donde se deduce fácilmente que la “libertad individual” proclamada y elevada a los altares más sagrados de la burguesía, no es más que una creación política artificiosa (puramente ideológica) a medida de sus intereses.

El individuo no es absolutamente libre ni autosuficiente. Ni siquiera en la ficción literaria4. La noción de “libertad individual” en el contexto burgués capitalista, que se consagra como verdad divina e indiscutible, no se refiere en absoluto a la necesidad de derribar los obstáculos materiales y psicológicos que el individuo encuentra en su vida y que le impiden desarrollar todas las facultades y cualidades que posee como persona, sino que queda circunscrita y ceñida a la libre actuación de los grandes capitalistas para derribar cuantos obstáculos le salgan al paso, sin control ni límite alguno que dificulten o impidan acumular y concentrar capitales, aunque para ello tengan que sumir en la miseria material y espiritual a la inmensa mayoría de la población para beneficio propio y de la exigua minoría que representan.

La esclavitud tuvo en su tiempo el carácter de algo natural (la misma consideración oficial que hoy tiene el capitalismo), ya que era algo creado por las fuerzas de la naturaleza, o sea, por voluntad divina, que así había dispuesto el estado de las cosas.

Para mantener la concepción natural de la esclavitud (al igual que hoy para mantener lo “natural” del capitalismo) sólo eran necesarias dos cosas: 1) olvidar (o desconocer) que, antes de que apareciera la esclavitud, la Humanidad llevaba funcionando millones años sin que fuera conocida, ni teóricamente ni en la práctica, y 2) pasar por alto que el proceso de trabajo de cooperación simple que realizaba el individuo primitivo se tuvo que transformar en un proceso de producción más complejo que requería determinadas especializaciones en el trabajo, es decir, una determinada división social del trabajo que implicaba la necesidad de que unos nuevos grupos sociales se separaran de las tareas directas de la producción para dedicarse a las de administración y control de esa producción que se había vuelto más compleja, mientras otros grupos sociales permanecían ligados directamente a las tareas de la producción.

Con la esclavitud el individuo da un paso hacia la “libertad” con respecto de su estado primitivo, al romper las “ataduras” que lo unían y sujetaban a la tierra y a la comunidad a la que pertenecía, para quedar completamente “libre” a la absoluta disposición del esclavista, del amo, que es en realidad el que adquirió efectiva y plena libertad de disponer a su entera voluntad de la suerte del esclavo y los suyos. Por ello, lo primero que hace el esclavista es rebajarlo de su categoría de humano a la de animal de trabajo, al que el amo tiene la obligación de alimentar, de proveerle de un techo para descansar y de procurarle las condiciones adecuadas (facilitarle hembras) con el fin de que reproduzca más fuerza de trabajo, que es el único objeto de la existencia del esclavo, exactamente igual que cualquier otro animal de trabajo.

El guerrero primitivo que vencía a otro guerrero, si no lo mataba en el combate, lo mataba después para comérselo y adquirir así la fuerza y la destreza del vencido, hasta que cae en la cuenta de que le es mucho más útil no matarlo, hacerlo prisionero, esclavizarlo y ponerlo a trabajar y apropiarse del producto del trabajo realizado.

La esclavitud con respecto a la historia anterior (en la que no se conocía el modo de producción esclavista), representa un avance social, un desarrollo histórico, en el sentido de que se desarrollan las fuerzas productivas por la introducción del esclavo en el sistema productivo, que dicho hoy con ironía, representó en su día la tecnología punta del momento que condujo a un incremento de la productividad y de la riqueza; una riqueza que no revierte en el esclavo, a pesar de ser su productor, sino en el amo al que pertenece, para aumento del disfrute y del bienestar material de éste.

Al modo de producción esclavista lo sustituye el modo de producción feudal, que al igual que el primero, también pasa a tener la consideración de “orden natural divino”, porque “así Dios lo quiso desde el principio de los tiempos”.

En el feudalismo el siervo pierde la condición de animal de trabajo que tenía en la esclavitud para alcanzar un nivel cuasi humano, pero sin dejar de ser un mero objeto de trabajo.

La suerte del siervo dependerá del trabajo que realice por sí mismo junto al que realice su familia, porque van a poder trabajar “libremente” cuantas horas del día y la noche quieran y puedan (para incrementar la productividad) por ocupar la tierra del señor feudal para trabajarla, a la que quedarán sujetos y formando parte de ella como si fueran simples árboles, matojos del monte, un río o piezas de caza.

Una parte del producto del trabajo del siervo y su familia irá directamente a manos del señor feudal, y otra parte quedará en su poder para el sustento propio, porque al haber perdido la condición de animal de trabajo que tenía en la esclavitud, ha perdido también el derecho que le asistía de ser alimentado, vestido y cobijado por el amo, lo que evidentemente representa una ventaja para el señor que ya no tiene que preocuparse del estado ni de las condiciones de vida de sus trabajadores, sino sólo de apropiarse directamente de una parte del producto del trabajo realizado por la servidumbre. Esto le supone al señor feudal una mayor capacidad de goce de la riqueza creada, no por él, sino por el siervo, que al igual que al esclavo, tampoco acaba de llegarle la riqueza que generaba con su trabajo.

A medida que se fueron desarrollando las fuerzas productivas del modo de producción feudal, y como consecuencia de ello, fueron apareciendo los burgos (de ahí la palabra burguesía), que no eran otra cosa que pequeñas ciudades que por su naturaleza y o por sus condiciones de vida se empiezan a oponer al modo de vida rural.

En estos burgos aparece la incipiente industria artesana de los oficios, la cual contiene ya el germen de la producción de objetos para un mercado que necesita ir siendo ampliado a medida que se va desarrollando la industria artesana. Y a ello se oponen las cerradas y férreas estructuras económicas, políticas e ideológicas feudales que sustentan el clero, la nobleza y la plebe, a cuyas estructuras la incipiente burguesía no puede acceder para adaptarlas a sus intereses.

Surge así la necesidad histórica para la burguesía de destruir cuantas barreras le opone el feudalismo a su desarrollo como nueva clase social que aparece en la historia, con el propósito de levantar en su lugar las condiciones que favorezcan sus intereses de clase.

Estas son resumidamente las razones y los motivos objetivos que justifican y explican históricamente el carácter revolucionario y transformador de la burguesía capitalista como nueva clase social que consigue derrumbar todas las estructuras del Antiguo Régimen, desde el triple punto de vista económico, político e ideológico.

Libertad, igualdad y fraternidad” es la proclama que lanza la burguesía como banderín de enganche para todas las clases sociales contra los estamentos dominantes del feudalismo.

Pero como ya se ha dicho antes, la libertad que proclama la burguesía nada tenía que ver (ni tiene que ver hoy) con derribar los muros y obstáculos que al individuo le impiden ser protagonista de sus propias decisiones, sino con la libertad de movimientos económicos, políticos e ideológicos que necesita la burguesía para establecer las condiciones que permitan su enriquecimiento material y la acumulación de poder económico, político e ideológico.

Una de las primeras “libertades” que necesita el burgués-capitalista es poder acceder a las esferas del poder que los estamentos del Antiguo Régimen le tenían vetadas. Otra, que el siervo quede libre de las ataduras que le unen a la tierra y al señor, de modo que una vez en completa “libertad” el antiguo siervo se convierta en un individuo al que lo único que le queda para subsistir es la venta de su fuerza de trabajo a quien se la quiera comprar. Y el único que puede comprarle la fuerza de trabajo es el capitalista, que es el único que posee los medios de producción. Pero además, el capitalista dispone de todos los resortes de poder (control de la economía, de la política y de la ideología) para poder fijar las condiciones en las que el asalariado deberá venderle la fuerza de trabajo, por lo que el asalariado que lleva puesta una etiqueta de “individuo libre” que es absolutamente falsa, puesto que en realidad vive sometido al capitalista.

La “libertad individual” que proclama y logra imponer el capitalista para el asalariado (como hombre libre, que puede decidir vender o no vender su fuerza de trabajo, en pleno ejercicio de su “libertad individual”) representa realmente para éste la obligatoriedad de vender su fuerza de trabajo al precio y en las condiciones que determine el capitalista, salvo que prefiera perecer de hambre junto a los suyos, porque no dispone de ningún otro recurso para su subsistencia. Dicho de otro modo, gracias a la Revolución burguesa, el asalariado queda en completa dependencia económica, política e ideológica del capitalista.

Se puede comprobar así que la bandera de la “libertad” levantada por la burguesía no fue otra cosa (y no es otra cosa hoy) que el arma ideológico-política que le permitió aglutinar en torno suyo a todas las clases sociales en su lucha contra los estamentos del Antiguo Régimen, con el fin de derribarlo y de establecer en su lugar las bases económicas, políticas e ideológicas del modo de producción capitalista que llega hasta nuestros días.

La “igualdad” declarada por el burgués se refiere únicamente a burgueses que reclaman para sí (y no para el siervo, ni luego para el obrero) las mismas condiciones para acceder a las altas magistraturas del Estado reservadas en exclusiva al clero y a la nobleza en el Antiguo Régimen.

Una de las mejores trampas tendida por la burguesía a las clases trabajadoras es sin duda la de la “igualdad” ante la ley. A la ley para defender un derecho puede acudir cualquiera, pero siempre tendrá muchas más posibilidades de lograr sus pretensiones quienes puedan costearse buenos abogados. Esto último se silencia. La burguesía capitalista dispone de esos recursos. Las clases trabajadoras no. Los grandes capitalistas disponen incluso de mejores medios para la defensa de sus intereses que muchos gobiernos para defender los intereses de sus ciudadanos. Y no constituye un disparate afirmar que los grandes grupos de delincuentes ligados a grandes grupos del capital (tráfico de drogas, prostitución, comercio clandestino de armas, fuga y blanqueo de capitales, etc.) disponen de más recursos y mejores medios para delinquir que los propios Estados para combatirlos.

Con estas brevísimas y resumidas pinceladas históricas a brocha gorda se ve que la aparición de unos grupos sociales que explotan a otros grupos sociales (los esclavistas a los esclavos; los señores feudales a los siervos; y los capitalistas a los asalariados), no responde a ninguna ley natural y ni siquiera a la naturaleza humana, sino que se debe al producto del desarrollo histórico y a la acción del propio individuo. Y esto es lo que lleva a la conclusión lógica y elemental de que, si unos modos de producción han sucedido a otros a lo largo de la historia, en la medida que se han ido desarrollando las fuerzas productivas, también el modo de producción capitalista una vez alcanzada su madurez histórica (al igual que la alcanzaron los modos de producción anteriores antes de ser sustituidos) puede y debe ser sustituido por otro nuevo modo de producción, el modo de producción socialista, y que dicha sustitución no se corresponde con el deseo particular de nadie, ni se debe a ninguna idea luminosa de nadie, sino a simples razones históricas.

El cambio más importante producido a lo largo de la historia entre el productor primitivo con respecto al asalariado moderno, dicho de forma resumida, ha consistido en que el primero trabajaba para subsistir, que era su único objetivo, controlando y dominando los medios de trabajo que utilizaba en el proceso de trabajo, mientras que el segundo tiene que trabajar necesariamente a cambio de un salario (algo que no siempre puede hacer) para el enriquecimiento personal de otros individuos, a la vez que pierde el control y dominio del proceso de trabajo en el que participa.

O sea, que el desarrollo histórico dirigido y presidido fundamentalmente por relaciones de explotación económica, política e ideológica de unos grupos sociales sobre otros, ha puesto abajo lo que estaba arriba (de productor dominador a asalariado dominado). Por ello, no parece ningún dislate intelectual plantearse volver a poner arriba lo que estaba arriba, es decir, poner al individuo controlando y dominando los instrumentos de trabajo que utiliza dentro del proceso de producción P en el que participa.

Desde la más temprana aparición de las clases sociales hasta hoy, donde más claramente aparecen éstas definidas es en el modo de producción capitalista, por ser el modo de producción más desarrollado en todos los sentidos, en el económico, en el político y en el ideológico, si bien es verdad que aparecen envueltas en la hojarasca palabrera y populista que indica (a partir de un razonamiento rayano en el ridículo intelectual) que las clases sociales han desaparecido.

¿Qué importancia tiene determinar con exactitud la existencia de las clases sociales en una formación capitalista determinada? Absolutamente toda. Y sobre todo y de manera especial, en cualquier formación política que declare tener la voluntad de la transformación económica, política e ideológica de la sociedad, porque solamente a partir de su localización, composición y análisis se puede establecer una política objetiva con efectos prácticos de transformación social, para que la política no quede en una simple retahíla de palabras sin contenido con el único objetivo de la simple atracción de votos aplicados a un cambio para que nada cambie, como ha ocurrido en los partidos políticos tradicionales, y como continuará ocurriendo en cualquier formación política (se denomine como se denomine, y declare lo que declare), si su política no está basada en un estudio previo de la existencia de las clases sociales.

Si nos planteáramos, por ejemplo, el estudio de las clases sociales y su composición en Aragón, sería imprescindible elaborar al menos el siguiente cuadro5:


En este cuadro se observan nueve apartados que podrían ampliarse o reducirse en función de la pretensión del análisis. A la vista del mismo, se puede optar objetivamente por el grupo o grupos a favor de los cuales se toma partido.

Si este cuadro se relaciona con el cuadro nº 1 que ya conocemos, se llega también a la determinación objetiva de si se toma partido por defender los intereses de las 13.885 empresas o por el grupo de las 14 grandes empresas que figuran en el mismo.

La cuestión previa de la existencia, cuantificación y composición de las clases sociales (como ya se ha indicado antes), constituye la base objetiva para poder establecer políticas concretas en las que poder basar objetivamente las diferentes acciones transformadoras. Y además, se convierte en instrumento práctico para demostrar la inutilidad del “líder” como “cabeza pensante” y alumbrador de ideas para la acción, ya que ello representa un verdadero obstáculo para la implantación, desarrollo y avance de la democracia efectiva y real, sin ningún calificativo, como veremos en algunas de las siguientes partes de este trabajo.

(Continuará…)

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Y en caso de no estar presentes en un lugar determinado, da pie y motiva objetivamente a que se puedan formar apelando a los lugareños precisamente a la necesidad que se tiene de conocer la existencia de las clases sociales y su composición en ese lugar

2 Carta de Marx a J. Weydemeyer, 5 de marzo de 1852. Marx/Engels. Cartas sobre El Capital, Ed. LAIA, Barcelona, 1974, P. 50

La concepción del trabajo con el exclusivo fin de crear valores de cambio para enriquecerse personalmente aparecerá decenas de siglos después en pueblos minoritarios antiguos que se dedican al comercio, y en minorías como la de los judíos en la Edad Media

4 Robinson Crusoe abandonado en un isla desierta después de haber naufragado el barco en que navegaba, constituye la ficción del hombre que puede bastarse así mismo viviendo al margen de la sociedad. Pero analizada la situación en que se haya, pronto se cae en la cuenta, por lo menos, de que Robinson Crusoe para sobrevivir no se bastó así mismo. Por lo pronto, consigo lleva ropa, armas y sobre todo, el saber y la cultura de su tiempo, por ejemplo, conoce la forma de encender fuego. Pues bien, ni la ropa que lleva, ni las armas que porta ni lo que sabe, son invenciones personales de él, y sin embargo, todo ello que no es invento ni creación personal suya, sino el resultado de decenas o centenas o miles de generaciones anteriores a él, de todo lo cual se aprovecha, es lo que le permite la supervivencia. Por lo cual no se puede mantener que se bastara a sí mismo

5 Elaboración propia a partir del “Estudio de la situación actual de la economía aragonesa de UGT” (1994). Se han variado intencionadamente algunas cifras para hacerlas coincidir con la población aragonesa en 2012 (1.349.000 habitantes), lo que varía el resultado cuantitativo del razonamiento, pero que no afecta para nada a la naturaleza del mismo

 

Capítulos anteriores:

– Para una contribución a la crítica de Podemos (I y II)

– Para una contribución a la crítica de Podemos (III)

– Para una contribución a la crítica de Podemos (IV)

– Para una contribución a la crítica de Podemos (V)

– Para una contribución a la crítica de Podemos (VI)

– Para una contribución a la crítica de Podemos (VII)

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El Coronavirus y el negocio virus que hay detrás del coronavirus a costa de la salud de las personas y con dinerete teta borrega pública, como si la borrega pública no tuviera dueño, cuando es dinero privado de generaciones enteras de trabajadores puesto en manos del Estado. Y adivina adivinanza: el que no lo entienda es que no lo quiere entender.

 

Vacunas, riesgos y negocios

Silvia Ribeiro

El Viejo Topo

25.11.2020



El desarrollo de vacunas contra el Covid-19 es un golpe histórico de ganancias para la gran industria farmacéutica. No sólo si logran efectividad y la venden, también desde antes por la especulación financiera con sus acciones y, sobre todo, gracias a los enormes subsidios gubernamentales que están recibiendo. Según el Financial Times, vender la vacuna puede ser pura ganancia, porque los costos ya han sido cubiertos por anticipado con dinero público. (Anna Gross, FT, 12/11/2020).

Otro aspecto muy preocupante: las empresas que han anunciado una efectividad de más de 90 por ciento en sus vacunas contra el Covid-19, Pfizer/BioNtech y Moderna, usan una nueva técnica de ingeniería genética (mRNA) nunca antes probada en seres humanos. La vacuna es experimental, pero también lo es la propia técnica y sus efectos imprevistos en general. Sus afirmaciones de que son seguras son más bien bravatas comerciales: no existe forma de asegurar que no tienen riesgos a mediano o largo plazos. Incluso a corto plazo, porque no se sabe qué efectos son detectados o no son reportados. Al respecto, la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza en América Latina (UCCSNAL) emitió un pronunciamiento donde explica los riesgos potenciales y llama a aplicar extrema precaución y evaluación independiente antes de autorizar estas vacunas transgénicas (https://tinyurl.com/y6cb3w4k).

Las empresas saben de esa falta de certeza. El director ejecutivo de Pfizer, Albert Bourla, tenía fríamente calculado vender gran cantidad de sus acciones el día del anuncio de la nueva vacuna, día en el que experimentaron un aumento súbito de valor, por lo que obtuvo 5 millones 600 mil dólares. También la vicepresidente de la misma empresa, Sally Susman, vendió ese día acciones por valor de un millón 800 mil dólares. Además de la infidencia (permitida), refleja que ambos estimaron que luego las acciones podrían bajar. Las acciones de Pfizer subieron 7.7 por ciento y las de BioNtech 13.9 por ciento. Las de Moderna subieron una semana después 13 por ciento.

Por si les quedaban dudas, recordemos que el interés principal de las grandes trasnacionales farmacéuticas no es la salud, sino la ganancia. De hecho, su cliente ideal son las personas enfermas, porque sanas o fallecidas dejan de consumir. Esta industria ha hecho tales porcentajes de ganancia, que han sido objeto de análisis de varias comisiones de competencia, incluso en Estados Unidos, que confirmaron que tenían porcentajes de retorno de ganancia mayores que muchos otros rubros industriales. Además, tienen un amplio y pésimo historial en reconocer sus errores y los graves efectos secundarios que han provocado a diversas personas, así como en asumir los costos de éstas e indemnizarlas. Según la encuestadora Gallup, en 2019 las empresas farmacéuticas pasaron a ser las peores consideradas por el público de Estados Unidos, aun más abajo que las industria de petróleo y gas o las de propaganda por sus abusos.(https://tinyurl.com/y37d955r)

A principios de la pandemia, varias grandes farmacéuticas dudaban en invertir en vacunas, porque con las epidemias anteriores, los virus mutaron y no lo veían como una buena inversión. Anna Gross reporta en Financial Times que las empresas cambiaron de opinión cuando vieron que los contagios se trasmitían entre personas y que eso aseguraba un área y un periodo mucho mayor de permanencia de la pandemia. Pero el factor principal, agrega, fueron los cuantiosos subsidios públicos sin precendente, especialmente en Estados Unidos. La Operation Warp Speed de la administración estadunidense otorgó mil 200 millones de dólares a AstraZeneca; mil 500 millones a Johnson y Johnson; mil 600 millones a Novavax; mil 950 millones a Pfizer; 2 mil millones a Sanofi/GSK y 2 mil millones a Moderna, entre inversiones y acuerdos de compra. David Mitchell, de la asociación civil Pacientes por Medicamentos Accesibles, señaló que en el caso de Moderna, el gobierno parece haber pagado todos los costos de investigación y desarrollo, por lo que el alto precio de venta que anunció ( 60 dólares por vacuna, 3-6 veces mayor que otras en curso) es todo ganancia (https://tinyurl.com/FT121120). La colaboración de Moderna en el desarrollo de la vacuna con el Instituto Nacional de Salud, que dirige Anthony Fauci, le provee aún más recursos públicos, como reclutar y supervisar voluntarios, etcétera.

Moderna espera lucros adicionales con otras vacunas que tiene en camino, con la misma tecnología de mARN que nunca ha sido probada. Gracias al estado de aprobación urgente por la pandemia que están solicitando las empresas, esperan poder pronto comercializar las otras vacunas también.

No podemos permitir que esta industria de la ganancia proceda sin rigurosas evaluaciones independientes, en el mayor experimento humano transgénico hasta la fecha. Tampoco que se las apoye con dinero del erario y personas voluntarias a las que no se informa del espectro real de riesgos e incertidumbres que hay en juego. La vacuna es el más estrecho de los enfoques en la pandemia, y no la va a solucionar, de hecho se espera que el mercado subsista por años.

Lo que se necesita es cuestionar las causas y prevenir. Aún así, hay otras vacunas en desarrollo que no agregan la nueva capa de riesgos de estas de Pfizer, Moderna y otras de ARN y ADN.

Artículo publicado originalmente en La Jornada.

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lunes, 23 de noviembre de 2020

Eso es lógico. Se echa a dormir la siesta Manolo Escobar, se le echan encima dos bancos, tres empresas de seguros y una mosca de la mochila austriaca que por allí rondaba y van y le roban el carro, ¿pues qué esperabas, Manolillo? Y otro que de buenas a primeras empieza a preguntar qué dónde están sus llaves, pues dónde van a estar tus llaves, inocente, en el fondo del mar, que es adónde van a parar todas las llaves en cuanto te despistas. ¿Y esto quiere decir que no amemos el robo tal que trucha a trucho? No. De ninguna manera. Somos demócratas de toda la vida y cada cual puede robar lo primero que se menee, pero claro, como Dios manda y en el lugar adecuado como es el monte. Por ejemplo, es dado robar en el Monte del Olvido, donde están clavadas dos cruces, también por los Cerros de Úbeda, en todo el Sistema Ibérico Central, en esta o en aquella otra cordillera o, si se me apura, en los Montes de Toledo, pero no en el Pacto de Toledo por donde andan pactando todos los pactantes de los diferentes partidos, representantes de la banca, compañías de seguros, fondos de inversión, la sindical comisionada y Paquita La Cigarrera, porque ha de saberse que en los Pactos de Toledo para las pensiones no se puede robar nada. Se puede, eso sí, mudar de sitio 103.000 millones de euros de los pensionistas. Como los pensionistas somos tontitos y no sabemos contar más que hasta diez, porque en las manos ya no tenemos más dedos, ¿qué importancia tiene que 103.000 millones de euros de los pensionistas estén en el cajón de Frasquito para que haga sus negocios particulares, con el beneplácito de los señores representantes de los jubilados y del resto de los trabajadores, poniendo en peligro las pensiones públicas que en lugar seguro garantizando el presente y futuro de las mismas? Pues no tiene ninguna importancia. Y como no la tiene y los jubilados somos gentes de bien y no queremos que ningún cebollo, cebolla, trompetero o trompeta, mochilero austriaco, cipote o cipota, cigala o comisionista de los que han consentido el cambio de lugar de esos 130.000 millones de euros ahorrados por los trabajadores para el cobro de las pensiones (que-na-di-e-les-re-ga-la), y al simple objeto de tranquilizar las conciencia de los dichos interfectos e interfectas, porque ya sabemos que aquí nadie roba (si no puede) a nadie, y menos entre buenos españoles, motivo por el cual no vamos a solicitar, que eso de la solicitud es cosa de chiquillos, sino exigir, porque es nuestro dinero, una clarificación del asunto y puesta en su sitio la cantidad de 130.000 millones de euros, que para información del ajeno al tema, viene a ser el suelto de mi pensión mensual. Firmado: jubilata de poca monta, servidor de Dios y ustedes. Amén, Jesús.

 

Firma por una Auditoría contra el saqueo sistemático de las pensiones



Entre 1989 y 2013 los sucesivos gobiernos gastaron en otras cuestiones más de 103.690 millones de euros que pertenecían a la hucha de las pensiones.

Por Coordinadora Estatal Por La Defensa Del Sistema Público De Pensiones (COESPE) 

KAOSENLARED

Publicado el 22 Nov, 2020

 

Entre 1989 y 2013 España gastó más de 103.690 millones de euros que pertenecían a la hucha de las pensiones a otras cuestiones. Fue una práctica aparentemente legal pero incorrecta que hizo desaparecer los excedentes de cotizaciones que hoy debían nutrir esa hucha de las pensiones tan esquilmada en épocas de paro y crisis como la que hoy vivimos.

Los recursos y cotizaciones que han desaparecido de la caja de la Seguridad Social, que debían haber servido de reservas para tiempos peores, estaban protegidas por la Ley General de la Seguridad Social, formaban parte del Patrimonio de la Seguridad Social, que pertenece a los trabajadores y ningún gobierno, ningún partido, puede utilizarlo para lo que mejor le convenga en cada momento. Pues su destino exclusivo es atender a las prestaciones de la Seguridad Social y no a otras necesidades.

Por eso la clase trabajadora actual, y las personas pensionistas, a quienes ahora se nos dice que no hay dinero cuando tanto hemos cotizado durante 30 o 40 años, necesitamos saber la verdad. 

Firma ahora esta petición para exigir en el Congreso de los Diputados una auditoría independiente que determine cuánto se ha saqueado a la hucha de la Seguridad Social y que se reponga la sostenibilidad de ese sistema. 

La propia Ley General de la Seguridad Social (art. 109) establece que si para atender las pensiones faltan cotizaciones sociales, el Estado hará las aportaciones que sean necesarias. 

La solución a los problemas de la Seguridad Social no van a venir por lo que conocemos como el Pacto de Toledo, sino por la devolución de lo saqueado de forma indebida, y por la derogación de la reforma laboral y de las pensiones.

¡¡Queremos saber la verdad, cuánto dinero han sacado, desde cuándo y hasta cuándo se siguen esas prácticas irregulares y antidemocráticas!

Firma esta petición para pedir al Gobierno y el resto de diputados una auditoría de la Seguridad Social. 

¡Gobierne quien gobierne, las pensiones se defienden! 

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Bella Ciao para Guitarra por Paola Hermosín | La Casa de Papel

Gobierne quien gobierne las pensiones nos las mangan mientras los trabajadores no estemos organizados para controlar de forma efectiva (y no solo formal) a los que meten el cazo en el dinero de las pensiones

 

Pacto de Toledo: Incoherencia en política de pensiones



Mantener una posición coherente con lo que se defiende cuando se está en la oposición, y aplicarla cuando se está en el gobierno, es fundamental en cualquier organización política.

Por COESPE (Coordinadora Estatal Por La Defensa Del Sistema Público De Pensiones) 

KAOSENLARED 

22 Nov, 2020

 

Mantener una posición coherente con lo que se defiende cuando se está en la oposición, y aplicarla cuando se está en el gobierno, es fundamental en cualquier organización política.

El 5 de julio de 2017 Unidas Podemos (UP) presentó en el Congreso una Proposición de Ley sobre pensiones, que fue recibida con gran satisfacción por el Movimiento Pensionista, movilizado en todas las plazas y calles del territorio español. La PL coincidía en un 90 % con las reivindicaciones en defensa del Sistema Público de Pensiones, por el que los pensionistas luchaban en la calle.

En febrero de 2019, UP rechaza las recomendaciones del Pacto de Toledo, que pretendía, según propias declaraciones, nuevos recortes en derechos sociales y económicos de los actuales y futuros pensionistas. En efecto, se aumentaba la edad de jubilación en consonancia con la reforma del Partido Socialista y sindicatos del 2011; se penalizaba la jubilación anticipada, con nuevos coeficientes correctores; y en lo que se consideraba inaceptable, la continuidad de los PPE (Planes Privados de Empresa), cuyos beneficiarios (bancos y sindicatos) ponían en jaque al Sistema Público de Pensiones. Este rechazo al Pacto de Toledo, por estas circunstancias, nos llevó a una nueva convocatoria electoral.

El día 27 de octubre de 2020, UP junto a otros partidos, aprueban las mismas y nefastas recomendaciones del Pacto de Toledo, que un año antes fueron rechazadas. Habría que preguntarse ¿Por qué este cambio? ¿Qué razones hay para el mismo? ¿Es coherente esta conducta? Con la aceptación de estas recomendaciones, el Sr. Escrivá se prepara para implantar la reforma que siempre soñaron el sistema financiero y el Sr. Pedro Sánchez.

Así es. No solo se mantienen los Planes Privados de Empresa (sistema de capitalización), sino que además el Sr. Escrivá amenaza con desarrollarlos, con ampliarlos, según sus últimas declaraciones, a todos los nuevos trabajadores. Esto conllevará, en un breve espacio de tiempo, a la implantación de la nefasta Mochila Austriaca, anhelada por el Sr. Pedro Sánchez, la Sra. Valerio y la Sra. Calviño.

Una vuelta de tuerca que deja al Sistema Público de Pensiones a los pies de los caballos, al consolidar el sistema de capitalización, los Planes Privados de Empresa y la Mochila Austriaca.

¿Qué ha sucedido para que UP haya modificado su posición, favoreciendo estos PPE? ¿Cómo se pueden aceptar proposiciones de un ministro impuesto por los poderes financieros, en un gobierno supuestamente progresista?
¿Es coherente plantear proposiciones de ley, rechazar pactos de Toledo en la oposición y una vez en el gobierno aplicar y permitir todo lo contrario?

Desde Unidad COESPE y desde el Movimiento Pensionista, rechazamos estos nuevos Pactos de Toledo, rechazaremos la reforma de pensiones que el Sr. Escrivá plantee en base a estas recomendaciones y exigimos a UP la rectificación de una conducta inadmisible e incomprensible.

La coherencia de las políticas sociales, en la oposición y en el gobierno, es primordial. No deseamos que la reforma del Sr. Escrivá del 2021 pase a la Historia como la reforma apoyada por UP y sindicatos, como lo fue
la del 2011 (PSOE y los mismos).

Los pensionistas lucharemos y daremos la espalda en las urnas a aquellos que dicen una cosa y practican la contraria y defenderemos hasta el final unas pensiones dignas, porque GOBIERNE QUIEN GOBIERNE, LAS PENSIONES SE DEFIENDEN.

NO AL PACTO DE TOLEDO.

NO A LA REFORMA ESCRIVÁ.

 

domingo, 22 de noviembre de 2020

El problema de España como nación unitaria que jamás existió en la práctica. Propuestas de solución republicana, civilizada y democrática (1869), mucho antes del nacimiento físico de muchos de los “nacionalistas” españoles actuales (algunos cuarteleros por tener más de estos que de militares) que están más cerca del Código Penal que de métodos democráticos para defender sus propias ideas que nadie les prohíbe ni les niega.

 

UN ACUERDO DE ABAJO A ARRIBA EL PACTO FEDERAL DE EIBAR

 

Jon Henche (Deia)

Sociología Crítica

10.11.2017

El federalismo pactista de Francisco Pi y Margall tuvo su reflejo en los pactos federales firmados en 1869

EN estos tiempos de tensión entre Catalunya y España merece la pena echar la vista atrás para revisar las propuestas que en el pasado se formularon sobre la organización territorial del Estado español. Uno de los políticos que, desde las filas del republicanismo histórico, elaboraron una idea más acabada de una España en la que se compatibilizasen las características propias de cada territorio con la existencia de un poder central fue Francisco Pi y Margall (Barcelona, 1824; Madrid, 1901).

Pi, además de catalán, era buen conocedor de Euskadi, puesto que pasó varios meses estudiando los fueros y las costumbres vascas en la época del Bienio Progresista en la zona de Bergara, de donde era oriunda su esposa, Petra Arsuaga Goikoetxea. El estudio del foralismo vasco a buen seguro le influiría para formular su idea de federación, la cual dejaría plasmada en el libro Las nacionalidades, publicado en 1877.

Pi y Margall desarrolló el ideal federativo que profesaba, y que proponía para España, en torno a dos conceptos que iban unidos en su pensamiento: el Pacto y la Federación. Este modelo de Estado debía de ser construido de abajo hacía arriba, es decir, partiendo de los municipios y pasando por las regiones históricas hasta el poder central, el cual nacía del contrato entre las diversas provincias y tenía por este limitadas sus atribuciones y facultades. Según Pi, la base de cualquier régimen federal descansaba en pactos sinalagmáticos, es decir, en acuerdos logrados entre todas las partes firmantes.

Tras la consecución de la revolución democrática de septiembre de 1868, el Partido Republicano Democrático Federal, del que Pi era su líder más destacado, procedió a organizarse de acuerdo a una estructura a imagen y semejanza de la concepción pimargaliana del Estado federal. Se trató de los denominados pactos federales, en los que varias provincias se unían en torno a un acuerdo para posteriormente federarse todos ellos y crear un poder central republicano.

El primero de los pactos se firmó en Tortosa, el 18 de marzo de 1869, entre los territorios de la antigua Corona de Aragón, al que le siguieron el de Córdoba, entre las provincias de Andalucía, Extremadura y Murcia; el de Valladolid, entre las provincias castellanas; el de Eibar, entre las provincias vasconavarras, y el de La Coruña, entre las provincias gallegas y Asturias.

EIBAR, 1869 El Pacto de Eibar se celebró el 23 de junio de 1869, vísperas del día de San Juan, las fiestas patronales eibarresas. Reunió a 28 representantes de los comités de republicanos de Bilbao, Tolosa, Gasteiz, Iruñea, Eibar y Tutera. Así, por Araba firmaron el pacto Pedro de la Hidalga, Juan Bautista de la Cuesta, Daniel Ramón de Arrese, Ricardo Becerro de Bengoa, Juan Roca, Hilario Martínez, Cayetano Letamendi y Abelardo de Sagarminaga; por Gipuzkoa lo hicieron Justo María Zavala, Blas Irazueta, Felipe Ariotegui, Manuel Ezcurdia, Vicenta Aguirre, Celestino Echevarria, Inocencio Ortiz de Zárate y José Cruz Echevarria; por Nafarroa participaron Ignacio Aztarain, Antonio Velasco, José Lorente, Félix Utray, Baldomero Navascués, Pedro Fraizu y Julián Garay; mientras que por Bizkaia tomaron parte Cosme Echevarrieta, Horacio Oleaga, Antolín Gogeascoa, Joaquín Mayor, Julián Arzadun y José Ramón de Ibaceta.

El pacto constaba de seis puntos. En el primer punto se incluía la interpretación en clave democrática que los republicanos hacían de los fueros, afirmándose que las provincias “vascas” gozaban de un “régimen democrático republicano” y que la federación constituida mediante este pacto entre los republicanos de las cuatro provincias vasconavarras, aspiraba, en primer lugar, a “conservar y defender las instituciones a cuya sombra han vivido, y a restaurar las libertades de que han sido privadas, durante la larga dominación monárquica”, y en segundo término a preservar “al mismo tiempo, el más estrecho y perpetuo vínculo de la unidad con la madre patria en el lazo federal republicano”; es decir, venían a identificar República y democracia con el código foral, siendo este un sistema compatible con la unión con el resto de pueblos peninsulares. Era este un punto que ya había enunciado en 1865 Cosme Echevarrieta, sobre el que ya tratamos en esta misma sección hace un tiempo, en un artículo en prensa con el título de Solo la democracia es compatible con los fueros.

En el segundo punto declaraban su ideal de un Estado español republicano y federal, el cual era el único sistema con el que los fueros estarían a salvo, aseverando que podía no ocurrir lo mismo con el régimen monárquico: “El partido republicano de las provincias vascas y Navarra se declara solidario en cuanto hace relación a su conducta política y a la propaganda del principio de que su actual régimen está completamente garantizado constituida España en República federal, y peligrará siempre bajo las monarquías”.

Por su parte, en el tercer punto se invitaba a todas las demás regiones de España a que “asimilaran” el código foral vasco, en otras palabras, que se extendiesen los fueros al resto de regiones españolas: “No moviendo a la Asamblea un interés exclusivista y local, sino el deseo de asimilar las condiciones de España a las nuestras, a fin de que alcance a todas las provincias el tesoro ofrecido por las libertades democráticas”. Será esta una idea sobre la que teorizaron, en este mismo período, destacados republicanos como los alaveses Ricardo Becerro de Bengoa y Julián Arrese o el guipuzcoano Joaquín Jamar, los cuales defendían la idea de desarrollar los fueros vascos más allá del Ebro, de vasconizar España.

FEDERACIÓN VASCONAVARRA: Por lo que respecta al cuarto punto, se defendían las vías legales para la consecución de dicho proyecto mientras se respetasen los derechos consagrados en la constitución de 1869: “Puesto que la forma monárquica de la Constitución promulgada es hija de una Asamblea nacida del sufragio, el partido republicano cree no debe salir de una propaganda pacífica y legal».

En el quinto punto se llamaba a impulsar la creación de comités republicano-federales, locales primero y provinciales después, en las localidades de las cuatro provincias vasconavarras, con el objeto de constituir en un futuro cercano una federación vasconavarra. Esa futura federación estaría dirigida por un Consejo Federal que cambiaría sus miembros cada año, como se recogía en el punto sexto, y los seis acuerdos o puntos firmados en el pacto serían, la base del nuevo Estado vasco-navarro dentro de la República federal española. El proceso de los pactos federales se culminó, a instancias de Pi y Margall, con la reunión en Madrid de una Asamblea General de los pactos federales con el objeto de formalizar un gran pacto nacional. Este pacto se firmó el 30 de julio de 1869, creándose un Consejo Federal compuesto de tres individuos de cada uno de los pactos regionales. Entre los tres representantes del pacto vasconavarro destacaba la figura del propio Pi y Margall, que certificaba su cercanía con la tierra vasca.

Consecuencia directa del pacto federal de Eibar fue la creación del periódico Laurac-Bat: órgano del pacto vasconavarro que, editado en Bilbao, contaba en su plantilla con la plana mayor del comité republicano de Bilbao, mientras que los republicanos del resto de las provincias vasconavarras que habían firmado el texto de Eibar figuraban como colaboradores junto a grandes figuras del republicanismo estatal, como el propio Pi y Margall o tribunos como Emilio Castelar, José María Orense y Estanislao Figueras. En el prospecto de este periódico se desgranaba la ideología republicana federal vasca del período, insistiéndose en los mismos argumentos del fuerismo leído en clave democrática que acabamos de ver: “En nuestros Fueros, usos y costumbres, existen grandes gérmenes de República y federalismo, espontáneas producciones de la primitiva sociedad Euskara”. “Nosotros, somos, pues, fueristas; pero nos distinguimos de los fueristas históricos en que estos lo son precisamente por los elementos de feudalismo e intolerancia que en sí encierran, al paso que nosotros lo somos por sus gérmenes de republicanismo”.

Tanto el pacto de Eibar como el resto quedaron en suspenso al poco tiempo, ya que a pesar de que podía ser un buen sistema para organizar el Estado, no lo era así para organizar un partido político, que necesitaba una estructura mucho más eficaz y centralizada. Sin embargo, supusieron la puesta en práctica, siquiera de forma fugaz y restringida, del pensamiento de Pi y Margall, una teoría de organización del Estado que tendía a armonizar la unidad con la variedad.

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Rayito, niño prodigio de la guitarra flamenca, interpreta "Alegrías" | F...

Dominar el lenguaje equivale a dominar la política


Si nos quitan y corrompen las palabras, ¿qué nos queda?


El Viejo Topo

21.11.2020

 

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Las tiranías se quedan con todo, también con las palabras. Vacían de contenido lo que esas palabras significan. Les dan la vuelta, como a un calcetín de la posguerra. Y esa cultura del vaciamiento, que poco a poco o abruptamente acaba convertida en engañifa, se nos mete en la conciencia como si al cabo fueran lo mismo la verdad y la mentira.

En este país hubo una guerra después de un golpe de Estado, y lo que vino luego no fue la paz sino la victoria. O si hablamos de paz, será para nombrarla como la paz de los cementerios. Una paz falsa, esa de los cementerios, porque los cuerpos de la derrota siguen clamando, como en una película de miedo o los gritos del Guernica, en las inclementes fosas de la vergüenza. En este país trucaron los vencedores las aspiraciones democráticas de la Segunda República y las convirtieron, acusándolas de violentas y de provocar un caos insoportable que requería un salvador, en una de las primeras fake news inventadas por las gramáticas obscenas del franquismo. La siguiente falsedad llegó cuando decidieron, en sus cartillas de racionamiento histórico, que los “rebeldes” eran quienes habían defendido la legitimidad republicana, mientras que los golpistas se erigían en salvadores de la patria, una patria que pronto se convertiría en el cortijo donde implantaron, durante casi cuarenta años, su infinita crueldad los señoritos pijos, los dueños de la hacienda.

Ahora mismo, aún andamos metidos en ese trucaje lingüístico. No hay manera de que nos quitemos de encima la herencia de esos cuarenta años. Decimos que los franquistas “fusilaron” a miles de hombres y mujeres durante la guerra y después de la guerra. Y en eso las derechas son más listas: dicen que a los suyos los “asesinaron” los republicanos. El fusilamiento supone que antes ha habido un juicio y una sentencia. Ya sabemos que esos juicios eran una pantomima, una encerrona en que las condenas ya estaban dictadas antes del mismo juicio. Pero sin darnos cuenta caemos en el lenguaje de los vencedores. El franquismo no fusiló: asesinó. Que quede claro. Cuántas veces escuchamos (incluso lo hemos dicho alguna vez) que a algunos de nuestros familiares los condenaron a cárcel o los fusilaron y “no habían hecho nada”. Eso es como una respuesta inocente a lo que dicen las derechas: “algo habrían hecho”. Y rápidamente, compulsivamente, contestamos que “nada”. En esa respuesta ignoramos que, seguramente, esos familiares eran concejales o alcaldes de izquierdas, o ayudaron a la guerrilla, o fueron de la CNT, de la UGT o de asociaciones culturales republicanas, o habían formado parte de los comités de colectivización… Si esos familiares que sufrieron la represión nos oyeran decir que no habían hecho nada, seguro que se nos aparecerían por las noches para alterarnos el sueño. Porque claro que habían hecho, y bien a gusto que lo hicieron: defender la República frente a los golpistas. ¡Ah, y una muy gorda!: seguimos llamando “nacionales” a los del bando fascista de cuando la guerra. Vaya trucaje fake news, ¿no? Pero claro, a la que nos damos cuenta, estamos utilizando las palabras que durante tanto tiempo impuso la dictadura franquista.

La dictadura. Otra palabra en riesgo de extinción. ¡Qué poco la usamos! Cada dos por tres encontramos la palabra “régimen”. Por arriba, por abajo, por la derecha y por la izquierda. Si al menos se dijera “régimen franquista” … Pero no, sólo “régimen”, como si fuera una pócima de esas que se recomiendan en las dietas de adelgazamiento. Menos mal que, de vez en cuando, lees algo que te reconcilia con las palabras justas: en su último artículo de infoLibre, el historiador Julián Casanova insistía una docena de veces en el término “dictadura” para nombrar al “régimen”: ¡menos mal! Y es que, al final, tanto hablar de la maldad de la República y de la crueldad en ambos bandos de la guerra, que nos olvidamos de que aquí hubo un golpe de Estado y una de las dictaduras más crueles y largas que ha habido en la historia del horror contemporáneo. Por cierto, aquí otra palabra indignamente igualitaria: “bando”. Se usa indiscriminadamente para definir a los golpistas y a quienes defendieron la República. Supone algo delincuencial esa palabra. Y quienes se mantuvieron leales a la legitimidad republicana no eran, precisamente, delincuentes.

“El franquismo no sólo se apropió de la historia y de la memoria, sino que también corrompió las palabras”, escribe el historiador Francisco Espinosa Maestre. Ahora mismo, asistimos a esa corrupción cuando escuchamos lo que dicen las derechas. Hablan Casado y Abascal y es como si la libertad y la democracia las hubieran inventado ellos. Precisamente ellos, herederos y defensores de la dictadura, hablan de libertad y de democracia. Y en su jerga confusamente interesada “insultan” llamando socialcomunista al Gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos. Mientras sus padres y abuelos se cargaban la libertad y la democracia en nuestro país, y en la guerra y en su victoria aplicaban sus leyes de exterminio, hombres y mujeres comunistas, socialistas, anarquistas o sencillamente demócratas sin filiación política ni sindical lucharon para que la libertad y la democracia volvieran al lugar que en la historia y en la conciencia de las gentes les correspondía.

Llaman etarra al gobierno de coalición progresista y se quedan tan anchos. Y se suma Arrimadas, cómo no, a ese coro de la ignominia que nunca abandonó, aunque a ratos quiera enredar como siempre hizo su partido y ahora sigue haciendo ese Albert Rivera que tanto echa de menos los focos de la tele: todo vale contra la presencia de Bildu en las lógicas de una investidura parlamentaria y ahora de los Presupuestos Generales del Estado. ¿Pero de verdad hay quien aún piensa que Ciudadanos no es un partido de derechas? El fantasma de ETA es la mascota que sacan a pasear las tres derechas en sus enrevesados intentos de confundir lo que nos pasa. Siempre hay una excusa para seguir diciendo que ETA sigue existiendo. Cuando al PP le interesó pactar en Vitoria importantes proyectos municipales, no tuvo empacho en hacerlo con Bildu, cuando Javier Maroto era alcalde de la ciudad. Y bien claro lo dijo el hoy senador del PP, escaño que alcanzó al empadronarse, con toda la cara del mundo, en un pueblo segoviano cuyo nombre le sonaba a chino: “No me tiemblan las piernas para llegar a acuerdos con nadie. Y creo que eso es bueno”. ¿No acercó Aznar a presos de ETA cuando era presidente del Gobierno y hasta la llamó Movimiento Vasco de Liberación Nacional porque le interesaba negociar con ella? Pero ellos se ríen de esas contradicciones. Son cínicos hasta las cachas. Lo que ya no sorprende a casi nadie es que los presidentes socialistas de Aragón, Castilla-La Mancha y Extremadura, con el acompañamiento de Susana Díaz, se sumen persistentemente al coro insoportable de la infamia. Siguen los cuatro, más el añadido último de Alfonso Guerra y sus gracietas, con su obsesión enfermiza de cargarse a su secretario general.

Las palabras sirven para decir la verdad o para inflarnos a mentiras. “Sembré la libertad con la palabra”, escribió Blas de Otero. Y mucha gente, con él y con sus versos, sigue incansable en esa siembra. Una libertad y una democracia que incluyen, paradójicamente, a quienes están en su contra y hacen todos los días lo imposible para regresar a los tiempos oscuros en que sus padres y abuelos las arrasaron con las armas. Los tiempos oscuros, esos tiempos que directamente Abascal, y con el morro bajo Casado, consideran mejores que los de la democracia: el de Sánchez es el peor gobierno de toda la historia, asegura el fascista de Vox. Y calla —o añade lo suyo— ese Casado que representó un ensayado paripé cuando la moción de censura presentada por Vox hace unas semanas. Para esos tipos, Franco era un aprendiz de dictador al lado de Sánchez y de Iglesias. Y es que las tiranías nos lo roban todo: también las palabras. Y esos dos, cada uno a su manera, vienen de aquella tiranía que durante cuarenta años nos dejó sin libertad y sin democracia. ¡Señor, qué cruz!

Artículo publicado originalmente en Infolibre.

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