lunes, 8 de diciembre de 2014

UN MOVIMIENTO GENUINO POR EL CAMBIO SOCIAL


(KIKE/REBELION)
08.12.2014

Este artículo está adaptado del ensayo "Conocimiento y poder: los intelectuales y el Estado de bienestar-guerra", que apareció en el libro de 1970 La nueva izquierda, editado por Priscilla Long. El ensayo está reimpreso en Masters of Mankind: Essays and Lectures, 1969-2013, por Noam Chomsky.

"La guerra es la salud del Estado", escribió el crítico social Randolph Bourne en un ensayo clásico cuando Estados Unidos entró en la Primera Guerra Mundial:

Automáticamente pone en movimiento en toda la sociedad esas fuerzas irresistibles de uniformidad, de cooperación apasionada con el gobierno para forzar a la obediencia a grupos minoritarios e individuos que carecen del sentimiento de rebaño... Otros valores, como la creación artística, el conocimiento, la razón, la belleza, la mejoría de vida, son sacrificados de inmediato y casi en forma unánime, y las clases significativas que se han constituido en agentes aficionadas del Estado se dedican no sólo a sacrificar esos valores para sí mismas, sino a obligar a otras personas a sacrificarlos.

Y al servicio de las clases significativas de la sociedad estaban los intelectuales, adiestrados en la dispensa pragmática (exención del deber religioso de no matar), inmensamente listos para la ordenación ejecutiva de los acontecimientos, dolorosamente impreparados para la interpretación intelectual o el enfoque idealista de los fines.

Están alineados al servicio de la técnica de guerra. Parece haber una particular afinidad entre la guerra y esos hombres. Es como si hubieran estado esperándose mutuamente.
El papel de los intelectuales tecnocráticos en la toma de decisiones es predominante en aquellas partes de la economía que están al servicio de la técnica de guerra y vinculadas de cerca con el gobierno, que apuntala su seguridad y crecimiento.

Poco es de extrañar, pues, que los intelectuales tecnócratas estén típicamente comprometidos con lo que el sociólogo Barrington Moore llamó en 1968 la solución depredadora de la reforma simbólica en el interior y el imperialismo contrarrevolucionario en el exterior.
Moore ofrece el siguiente resumen de la voz predominante de Estados Unidos en el interior y el exterior, una ideología que expresa las necesidades de la élite socioeconómica del país, que es postulada con diversos grados de sutileza por muchos intelectuales estadunidenses y que gana adhesión sustancial de la mayoría que ha obtenido alguna participación en la sociedad acaudalada:

“Uno puede protestar con palabras todo lo que quiera. Sólo hay una condición inherente a la libertad que nos gustaría mucho alentar: las protestas pueden ser tan estentóreas como sea posible, siempre y cuando permanezcan inefectivas… A quien recurra a la fuerza, de ser necesario, lo borraremos de la faz de la tierra mediante la respuesta mesurada que hace llover fuego de los cielos.”

Una sociedad en la que esta es la voz predominante sólo puede mantenerse mediante alguna forma de movilización nacional, la cual puede variar en extensión desde, como mínimo, una asignación de recursos sustanciales hasta una amenaza creíble de fuerza y violencia.

Dadas las realidades de la política internacional, este compromiso sólo puede mantenerse en Estados Unidos mediante alguna forma de sicosis nacional: una guerra contra un enemigo que aparece con muchos disfraces: burócrata del Kremlin, campesino asiático, estudiante latinoamericano y, sin duda, guerrilla urbana dentro del país.

Tradicionalmente, el intelectual ha quedado atrapado entre las demandas en conflicto de la verdad y el poder. Le gustaría verse como el hombre que busca discernir la verdad, decir la verdad como la ve, actuar –colectivamente donde pueda, individualmente donde deba– para oponerse a la injusticia y la opresión, para contribuir a dar forma a un mejor orden social.

Si elige este camino, puede esperar ser una criatura solitaria, despreciada o injuriada. Si, por el contrario, pone sus talentos al servicio del poder, puede lograr prestigio y riqueza.
También puede tener éxito en persuadirse –tal vez con justicia, en un momento dado– de que puede humanizar el ejercicio del poder de las clases significativas. Quizás espere unirse a ellas o incluso remplazarlas en la función de manejo social, en interés final de la eficiencia y la libertad.

El intelectual que aspira a este papel puede valerse de la retórica del socialismo revolucionario o de la ingeniería social del Estado de bienestar al perseguir su visión de una meritocracia en la que el conocimiento y la capacidad técnica confieran poder.

Puede representarse a sí mismo como parte de una vanguardia revolucionaria que abre el camino hacia una nueva sociedad, o como un técnico experto que aplica tecnología gradual al manejo de una sociedad que puede atender sus problemas sin cambios fundamentales.

Para algunos, la elección puede depender de poco más que una evaluación de la capacidad relativa de las fuerzas sociales en competencia. No resulta sorprendente, pues, que con mucha frecuencia los papeles cambien: el estudiante radical se vuelve el experto en contrainsurgencia.

En cualquier caso, es necesario ver sus afirmaciones con recelo: propone la ideología convenenciera de una élite meritocrática que, según la frase de Karl Marx (aplicada en este caso a la burguesía), define las condiciones especiales de su emancipación (como) las únicas condiciones generales por las que la sociedad moderna puede ser salvada.

El papel de los intelectuales y los activistas radicales, pues, debe ser sopesar y evaluar, intentar persuadir, organizar, pero no capturar el poder y gobernar. En 1904, Rosa Luxemburgo escribió: Históricamente, los errores cometidos por un movimiento verdaderamente revolucionario son infinitamente más fructíferos que la infalibilidad del comité central más brillante.

Estas observaciones son una guía útil para el intelectual radical. También brindan un refrescante antídoto al dogmatismo tan típico del discurso de la izquierda, con sus áridas certidumbres y su fervor religioso con respecto a asuntos que apenas si se entienden: el autodestructivo equivalente en la izquierda a la petulante superficialidad de los defensores del statu quo, incapaces de percibir sus propios compromisos ideológicos más de lo que un pez percibe que nada en el mar.

Siempre se ha dado por sentado entre los pensadores radicales, y con justa razón, que la acción política efectiva que amenaza intereses sociales arraigados conducirá a la confrontación y la represión. Es, por consiguiente, un signo de bancarrota intelectual para la izquierda buscar construirconfrontaciones; es una clara indicación de que los esfuerzos por organizar una acción social significativa han fallado.

Particularmente objetable es la idea de diseñar confrontaciones con el fin de manipular a los participantes inconscientes para que acepten un punto de vista que no surge de una experiencia significativa, de un entendimiento real. No es sólo un testimonio de irrelevancia política, sino también, precisamente porque es manipulador y coercitivo, una táctica propia sólo de un movimiento que apunta a mantener una forma elitista y autoritaria de organización.

Las oportunidades de los intelectuales de tomar parte en un movimiento genuino de cambio social son muchas y variadas, y creo que ciertos principios generales son claros. Los intelectuales deben estar dispuestos a encarar los hechos y abstenerse de erigir fantasías convenientes.

Deben estar dispuestos a emprender el arduo y serio trabajo intelectual requerido para hacer una aportación real al entendimiento. Deben evitar la tentación de unirse a una élite represiva, y deben ayudar a crear las políticas de masas que contrarresten –y en última instancia controlen y remplacen– las fuertes tendencias a la centralización y al autoritarismo que están profundamente arraigadas, pero no son inescapables.

Deben estar preparados a enfrentar la represión y a actuar en defensa de los valores que postulan. En una sociedad industrial avanzada existen muchas posibilidades para la participación popular activa en el control de las grandes instituciones y la reconstrucción de la vida social.

Hasta cierto punto, podemos crear el futuro en vez de limitarnos a observar el flujo de los acontecimientos. Dado lo que está en juego, sería criminal dejar que las verdaderas oportunidades pasen inexploradas.

Noam Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, en Cambridge. Su libro más reciente es Power Systems: Conversations on Global Democratic Uprisings and the New Challenges to U.S. Empire. Interviews with David Barsamian (Sistemas de poder: conversaciones sobre levantamientos democráticos mundiales y los nuevos desafíos al imperio de EU: entrevistas con David Barsamian). 

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2014/12/07/index.php?section=opinion&article=026a1mun
Traducción: Jorge Anaya
 
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50 PREGUNTAS Y RESPUESTAS SOBRE EL TRATADO DE LIBRE COMERCIO


27/50

Alberto Garzón y Casimiro Cansino Pozo
 Sociología Crítica
10.11.2014 27.

¿Van a pagar las empresas menos impuestos? Las grandes empresas ya tienen mecanismos para eludir el mayor pago de impuestos posibles. Los aranceles se repercuten al consumidor final de los bienes o servicios. La eliminación de los mismos suponen una merma en los ingresos públicos de los Estados, que podrían destinarse para compensar el impacto ecológico de la actividad económica o los costes sociales de las deslocalizaciones empresariales. 

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domingo, 7 de diciembre de 2014

50 PREGUNTAS Y RESPUESTAS SOBRE EL TRATADO DE LIBRE COMERCIO


26/50

Alberto Garzón y Casimiro Cansino Pozo
Sociología Crítica
10.11.2014

26. ¿Significa eso que habrá nuevas reformas laborales?
Efectivamente. Una vez aprobado el TLC todos los Gobiernos tendrán que adaptar sus normativas nacionales a los nuevos acuerdos internacionales, lo cual implicará una nueva ola de reformas laborales, financieras, fiscales, etc. que sirva a esa armonización regulatoria propuesta en el tratado.

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sábado, 6 de diciembre de 2014

50 PREGUNTAS Y RESPUESTAS SOBRE EL TRATADO DE LIBRE COMERCIO


25/50

Alberto Garzón y Casimiro Cansino Pozo
Sociología Crítica
10.11.2014

25. ¿Y a qué tipo de trabajo conducen estas normas?
En un escenario de incremento de la competencia, y en el que opera una tendencia de carrera hacia el fondo, el trabajo se va precarizando cada vez más y se disipan las posibilidades de un trabajo indefinido o estable. Las empresas siempre estarán dispuestas a deslocalizarse hacia las regiones donde se den menos salarios y costes laborales –entre los cuales cabe incluir los derechos laborales-, de tal forma que la amenaza es permanente. Esa amenaza, junto con la del desempleo, presiona a la baja todos los estándares. Incluido el del salario, cuestión que ya teorizaron los economistas clásicos (Marx, Ricardo, Smith) al hablar de una tendencia hacia el salario de subsistencia, esto es, hacia un nivel verdaderamente ínfimo.

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viernes, 5 de diciembre de 2014

50 PREGUNTAS Y RESPUESTAS SOBRE EL TRATADO DE LIBRE COMERCIO

24/50

Alberto Garzón y Casimiro Cansino Pozo
 Sociología Crítica
10.11.2014

24. Entonces, ¿pueden verse afectados los derechos laborales?

Sí. EEUU se ha negado a ratificar convenios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), incluyendo aquellos que se refieren a la libertad de asociación y a las prácticas sindicales. Su legislación -irónicamente llamada derecho al trabajo- es en realidad una legislación contra la negociación colectiva y el sindicalismo, y ha modelado en EEUU un sistema de competencia a la baja en materia laboral entre los Estados. Todos pugnan por atraer inversiones internacionales y nacionales por la vía de reducir aún más las condiciones laborales. Una igualación de la regulación hacia el sistema estadounidense es compatible con la cruzada que la Comisión Europea ha iniciado contra los salarios y el peso salarial en la renta. El TLC podría servir de catalizador del acercamiento de las normas laborales europeas a los estándares estadounidenses. Una generalización de la carrera hacia el fondo.


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jueves, 4 de diciembre de 2014

50 PREGUNTAS Y RESPUESTAS SOBRE EL TRATADO DE LIBRE COMERCIO

23/50

Alberto Garzón y Casimiro Cansino Pozo
 Sociología Crítica
10.11.2014

23. ¿Y qué pasará durante la lucha competitiva entre las empresas?

Cuando varios países abren sus fronteras para crear un mercado común de bienes y servicios se da un fenómeno de competencia hacia la baja o carrera hacia el fondo en el que se desploman los estándares laborales, los medioambientales e incluso los democráticos. Eso es lo que supondrá la aprobación del TLC. Aunque la retórica oficial de la Comisión Europea habla de «armonización de la regulación», se trata en realidad de un proceso en el que la igualación viene dada a la baja. Así, se habla de un proceso de mínimo denominador común en el que el resultado de la armonización será la igualación al nivel de la regulación más laxa.


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miércoles, 3 de diciembre de 2014

50 PREGUNTAS Y RESPUESTAS SOBRE EL TRATADO DE LIBRE COMERCIO

22/50

Alberto Garzón y Casimiro Cansino Pozo
Sociología Crítica
10.11.2014

22. ¿Entonces por qué se nos recomienda medidas erróneas?

El economista alemán Friedrich List lo resumió con una metáfora. Según él, «un ardid muy común e inteligente que practica quien ha alcanzado la cumbre de la grandeza es retirar la escalera por la que ha trepado para impedir a otros trepar tras él»[12]. Ello quiere decir que los países más desarrollados, que tienen industrias de alto valor añadido muy competitivas recomiendan al resto la apertura de fronteras comerciales porque saben que la victoria de sus empresas está asegurada. El propio List ya apoyó la idea según la cual «en presencia de países más desarrollados, los países [económicamente] atrasados no pueden desarrollar nuevas industrias sin contar con la intervención estatal, especialmente con protección arancelaria». Dicho de otra forma, en ese terreno de juego será imposible para España encontrar otro modelo productivo sostenible y equilibrado.


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martes, 2 de diciembre de 2014

50 PREGUNTAS Y RESPUESTAS SOBRE EL TRATADO DE LIBRE COMERCIO


21/50

Alberto Garzón y Casimiro Cansino Pozo
Sociología Crítica
10.11.2014

21. ¿Significa eso estar en contra del comercio?

En absoluto. El comercio es muy positivo para las relaciones económicas y sociales, pero debe enmarcarse en un conjunto de reglas que impidan la concentración de poder y riqueza o la vulneración de los derechos humanos. El propio Adam Smith, a menudo símbolo del capitalismo industrial, fue partidario de establecer topes al libre comercio al percibir que un mercado desenfrenado y carente de la acción del Estado podía atacar la esencia humana.

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lunes, 1 de diciembre de 2014

PODEMOS: UNA LECCIÓN MAGISTRAL DEL PROFESOR TORRES A LOS IMPRESENTABLES TERTULIANOS DE LA SEXTA Y A LA PROPIA SEXTA

El siguiente vídeo desde luego pone de manifiesto la dignidad y la superioridad intelectual del profesor Torres con respecto de todos los tertulianos, que deberían empezar a saber de qué están hablando, entender de qué están hablando, como paso previo para podernos informar a los demás.
Dicho esto, también quiero señalar el profundo error del profesor Torres al afirmar que el marxismo es una ideología. Si el marxismo fuera una ideología también lo sería la Química que es una ciencia. También lo sería la Economía que es una ciencia. 
Las ciencias, todas, tienen una metodología propia y un objeto de estudio propio. El marxismo es una ciencia social con una filosofía propia, el materialismo histórico, y con una ciencia propia, el materialismo dialéctico.

50 PREGUNTAS Y RESPUESTAS SOBRE EL TRATADO DE LIBRE COMERCIO


20/50

Alberto Garzón y Casimiro Cansino Pozo
Sociología Crítica
10.11.2014

20. ¿Es eso cierto? ¿Es posible el desarrollo sin libre comercio?

Por supuesto. Como afirma el trabajo del reputado economista Ha-Joon Chang, «los consejos dados a los países en desarrollo durante las dos últimas décadas no sólo han sido básicamente erróneos sino que también ignoran la experiencia histórica de los propios países industrializados cuando se esforzaban por alcanzar el desarrollo»[11]. Concretamente, los países que primero se desarrollaron lo lograron a través de políticas de protección a la industria naciente y subsidios a la exportación, hoy prácticas consideradas muy negativas por los organismos internacionales.


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